Edgar Freire

LA CASA DEL DESVÁN 

Opinión  de Edgar Freire (marzo de 2007).

 

Novela del hombre escindido, tan universal (como el quiteño). Tema contemporáneo. Ese intenso devaneo íntimo me hizo recordar al Dostoievski de Memorias del Subsuelo: “ser anónimo, ese demonio alógico, perturbador”, que uno sabe que va a la ruina. Mario Ramón se “rasca, riendo, su odio sarcástico”, y saca de su propio poco (su psiquis) toda la basura que los seres humanos llevamos dentro.

Rompes con facilidad los tiempos que marcas. Ese flash-back funciona bien. Es una novela que juega con exceso las imágenes. Te regodeas en el detallismo. No sé si apto para el lector de estos tiempos que quiere o ligero y “pronto”.

Pero, a pesar de este regodeo, no disminuye la tensión- Uno, alucina, porque ha vivido esa ansiedad, esa depresión y quizás sin darnos cuenta, la esquizofrenia (mira que recuerdo El Doblo de Dostoievski otra vez).

Hay en la novela un personaje muy nuestro: el burócrata. Ese ser pisoteado, humillado; que disfruta de pequeñas y grotescas pasiones. Su espantoso arribismo. Los personajes son  de carne y hueso. Son palpables y “conocidos”. A esa esposa lo identifico; igual a sus hijos. El paisaje humano se sobrepone al entorno en que se mueve Mario Ramón. Todo es interioridad. Es un horadar la psiquis humana, con dolo y y un humor que pasa con  un  hálito muy sutil.

Me has quitado el sueño. Tuve pesadillas (sería porque parecía una catarsis). No quise llegar al final. No sé por qué. Nunca pensé que Anisha cerraría el telón de todo ese cuadro de demencia.