La venta de un pueblo

Fuera del pilche

Modesto Ponce Maldonado

En Muisne, Esmeraldas, un pueblo ha sido vendido. Lo informa la prensa. Sólo restan la escuela y la iglesia del juego de la libre oferta y demanda. El único que resiste es el cura. Pronto tendrá que marcharse: se quedará sin fieles y sin presupuesto.

No cuenta, por el momento, que en ese lugar -Las Manchas es su nombre- se pondrá un complejo turístico -es el proyecto-, una camaronera, una pista de aterrizaje o lo que fuere. Dos son los elementos que interesan. El uno de concepción, de criterio. El otro tiene el sabor de la gente, es simplemente humano, trágicamente humano.

Es humano y sabe a gente porque previamente se dio una gran "campaña" de convencimiento, en la que colaboró el Municipio de Muisne. Quienes se quedaron sin pueblo -y sólo con un cheque en el bolsillo- son 1.200 pobladores que nacieron y vivieron allí, por dos o tres generaciones. )Por qué se dejaron convencer? Porque eran pobres y no tenían esperanza de mejora, posiblemente pescadores a quienes la depredación del manglar les quitó su sustento. )Qué les ofrecieron para vencer la resistencia natural a dejar lo propio? Un buen pago no habrá sido suficiente. No lo sabemos exactamente, pero no hace falta averiguarlo: les ofrecieron una nueva vida en Guayaquil, en Manabí, en la Capital Metropolitana, un próspero negocio en Esmeraldas, un porvenir asegurado en alguna parte, donde sea, menos en el pueblo sin destino, en el pobre pueblo que se caía a pedazos. Les ofrecieron, en otras palabras, "un cielo". El mismo tratamiento que dan las religiones: no importa que sufras; hay una vida eterna de total felicidad que te espera. Y los seres humanos, en la desesperación, somos capaces de creer cualquier cosa. (Pobres habitantes del pueblo vendido! No podrán ni siquiera convertirse en aparecidos que retornan a quitar el sueño de los turistas venidos de USA y del Japón. Se les acabará el dinero -como se les acabó a los que vendieron la renuncia-. Se les terminará hasta el último centavo. (Qué saben ellos, pescadores, de levantar y manejar un negocito en la ciudad! Engrosarán las filas de los parias, de los sin nada; caminarán por las calles de esas mismas ciudades, sin rumbo, de manos de sus hijos. )Quién cargará con ellos? )La sociedad? Los inversionistas del centro turístico harán un gran negocio. El país -y el gobierno- tendrán una pequeña "carga" adicional de 1.200 marginados más. El cura, triste y frustrado, buscará otro pueblo para seguir viviendo.

Lo otro tiene relación con problema de concepto. Con una cuestión de filosofía política, si se quiere; con un asunto socio-económico, para decirlo en otra forma. Con la necesidad, en definitiva, de redefinir qué entendemos por desarrollo, por progreso, por crecimiento económico. )No estamos simplificando los conceptos hasta el límite de lo inadmisible? )Equivalen necesariamente libre cambio, inversión, apertura, buenos negocios, etc. a mejoramiento de la comunidad? )Es aceptable pasarse sobre los seres humanos?, sabiendo que esos mismos individuos con seguridad serán la materia de posibles dificultades sociales -escojamos este eufemismo ahora que los términos que se usaban para indicar los síntomas de insurgencia social no son reconocidos-.

Vender y comprar. Ofrecer y aceptar. Proponer y negociar. Transar. Regatear. Calcular. Echar números. Nada más. Se nos ha convencido que después, y gracias a este juego comercial, al tráfico, al intercambio, el país comenzará a marchar, no sabemos desde cuando. Hemos inventado nuevos dogmas, intocados y definitivos: el "libre mercado" y la "libre competencia". La compra del pueblo de La Mancha es un ejemplo; un ejemplo preocupante, aleccionador. Y es un síntoma también: la gente comienza a desesperarse. La Mancha da mucho en qué meditar. Parece que tratamos de convertir al país en la república de la almoneda. Todo se vende y se compra: conciencias, políticos, jueces, bosques para depredarlos, selvas para destruirlas, manglar para exterminarlos, empresas y servicios públicos. No nos percatamos que quien compra lo hace con beneficio de inventario. Quién se quedará con el resto?

(Quito, X-1995)

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