Padre Carolo

(SURCO FECUNDO)

Modesto Ponce Maldonado

Nacido en Carré, una ciudad de la región de Véneto (Italia), vino al Ecuador hace cincuenta años como estudiante, siguiendo el camino de dos de sus hermanos, también sacerdotes, que se adelantaron en llegar a nuestro país y que ya fallecieron. Su nombre es José Carolo, pero todos le conocen como padre Carolo. Es nacionalizado ecuatoriano. Como muchos religiosos salesianos, no se anda por las ramas. Va al grano, riega, trabaja, siembra y cosecha. La diferencia de esta cosecha está en que no lo hace para él sino con y para los demás. La diferencia también está que lo hace entre los pobres que son la mayoría en este país y él mismo es pobre. José Carolo no tiene nada. “Sé que el pedazo de pan no me va a faltar; tampoco la fe. Todo lo que me dan o regalan vuelve a salir igualmente”. Vive, junto con otros sacerdotes católicos —debería decirse cristianos—, en una casa modesta, junto a un taller de suelda y sobre el Machángara, detrás de la iglesia Quito Sur.

El sur no es “la cara de Dios”; el sur es la espalda de la ciudad, el otro lado, lo que no se conoce, donde la metropolitana capital, “una ciudad para vivir”, se quita la careta. “Aquí viven no menos de un millón de personas”dice el padre Carolo, quien reside desde hace 22 años en esa zona. Antes fue párroco de La Floresta, en la iglesia de El Girón, en esta ciudad. “El Sur se ha modificado profundamente en el último cuarto de siglo... pero hace veinte años la gente comía algo también a la noche. Hoy no puede hacerlo”. A lo largo de todas la conversación el padre Carolo se mostró como un hombre sereno, de gran paz interior, equilibrado en sus conceptos, positivo, convencido de lo que piensa y hace.


La opción

“Opté por el Sur por la vocación hacia el mundo de los pobres que desde treinta años la Iglesia Latinoamericana viene profundizando, descubriendo...” Cree que anteriormente “las circunstancias no daban para un acercamiento a los pobres”, que eran considerado como un “sector aparte de la Iglesia... antes entraban por la sacristía, ahora lo hacen por la puerta principal”. Carolo piensa que “Dios construye la vida desde abajo” y que “en Cristo no hay poder”. “Todo es cuestión de entrega, de servicio, de caminar solidario”. Conserva recuerdos muy gratos de El Girón y buenas amistades que perduran, “pero me lancé a esta nueva experiencia, en la cual me metí de cabeza, y descubrí valores que nunca me había imaginado”, especialmente el amor, la vida, el deseo de superación, la solidaridad. Reconoció que “ser pobre cuesta” porque hay que “desprenderse de todo privilegio”, y porque “en el Ecuador no se respeta al pobre”.

Indudablemente es más cómodo servir desde el poder: el padre Carolo no trabaja “para” los pobres; trabaja “con” los pobres. Y no trabaja como protagonista, “porque los protagonistas son ellos”. Esta postura responde a una filosofía de vida, en la cual, entre otros aspectos, se cuestiona “al poder” y se “relativiza la autoridad”.


El fundamento

Para el Padre Carolo lo importante es la persona, el ser humano, pero en este aspecto, como en otros, él huye de las abstracciones y de las teorizaciones. Si es importante el ser humano, hay “que aceptarlo como es”, sin compararlo con otros ni referirlo a otros grupos humanos. “La persona es única”, aunque obviamente tienen componentes culturales y de otra índole. La “realidad” es medida con la misma vara: también hay que aceptarla como es, sin adornos o razonamientos sacados de otros contextos o dimensiones. Solamente así puede describirse “ese potencial inmenso”que posee la gente.

Carolo no se presenta como líder ni como organizador, menos aún como titular de alguna estructura de poder en la cual ocupa la silla principal; tampoco como dirigente. El padre es amigo, compañero, caminante, compinche, si se quiere, en el oficio de vivir, de sobrevivir, debería decirse. ¿Entonces qué hace?, puede preguntarse. Está adentro, y no afuera, sería la repuesta; y, desde adentro, impulsa, canaliza, participa y comparte. Desde adentro es testigo de problemas de todo tipo, nacidos de la pobreza, de la marginalidad, del abandono, y es testigo también de que la gente trata de salir y, al tratarlo, se une, se organiza, lucha, busca alternativas, se defiende. Y cuando se está adentro, el problema del poder desaparece: “me presento sin poder delante de la gente... simplemente tengo fe en las personas”. Y la fe nace del respecto a esas mismas personas.

Naturalmente, en el caso de José Carolo, existe una motivación inmensa en la raíz religiosa de sus convicciones y, sobre todo, de su praxis. Él cree en un Dios padre, en un Cristo hermano, amigo, también pobre entre los pobres. Reconoció, con gran prudencia, que en la Iglesia —que pudiera llamarse oficial— pueden existir errores, “como en toda obra humana”, pero dio a entender que no es un contestatario. Cree que la gente puede cambiar lo que debe cambiarse; que el verdadero poder está en levantarse para caminar unidos. Que el poder reside en la gente. El inciso segundo del artículo primero de la Constitución comienza así: “La soberanía radica en el pueblo, cuya voluntad es la base de la autoridad...”. Admitamos que estas mismas palabras no suenan igual en todas las bocas...

Las realizaciones

Dio la impresión, mientras se desarrollaba la entrevista, que el padre Carolo rehuye dar cuenta de logros y resultados. Más de una vez insistió en que es la gente, no él, la que los obtiene. Se nota que existe una actitud de humildad, de desprendimiento, de alejamiento de los logros, como su huyese, como del diablo, de la contaminación de la vanidad, del orgullo. Pero es necesario —se le insistió— que se conozcan la verdadera situación y los resultados obtenidos.

Existen en funcionamiento doce guarderías. “Hay personas metidas de cabeza” en su organización y funcionamiento, responsabilizándose ellas de la administración; y están allí, solucionando un problema gravísimo, el de las madres trabajadoras.

En el programa de salud, que arrancó hace diez años, hay cien personas trabajando. Está por iniciarse un programa de medicina preventiva (laboratorio, atención dental, etcétera) y ya tienen dos vehículos apropiados para el efecto. Mencionó que la salud tiene el 2.8% del presupuesto nacional. “La mayoría de las personas no tienen la menor posibilidad de acceso a los centros hospitalarios”, sean públicos o privados.

En cuanto a los niños, en dos años se han obtenido cien becas de padrinos nacionales e internacionales para solventar a familias en crisis absolutas, “no con un sentido paternalista”, sino centrando los esfuerzos en la realización personal y en la posibilidad de un futuro menos mísero. La meta es llegar a mil familias.

Tienen también en marcha un programa de vivienda. Han levantado ocho a diez casas mensuales, “casitas de cincuenta metros cuadrados” a cambio de una cuota mínima. Se piensa que “desde la pobreza, se da esperanza a las personas, se les da dignidad”. Los pobres, por falta de garantías o de mejores sueldos no tienen acceso al crédito de las entidades estatales.

Existe un centro de mujeres maltratadas que otorga apoyo y reorientación a las víctimas de atropellos y violencias extremas. Nuevamente la prioridad es “dar esperanza”.

Aunque no se hacen diferencias de ninguna clase por preferencias religiosas o políticas, atrás de la labor del padre Carolo existe un afán pastoral, de proselitismo religioso. Es el responsable de las tareas apostólicas de toda la zona sur de la ciudad. “Se han construido alrededor de doscientas iglesias”, pero el centro pastoral “abarca la totalidad de las actividades de la comunidad: talleres, centros comunitarios, guarderías, centro de encuentros”. Los barrios están divididos de acuerdo al número de habitantes y constantemente deben crearse nuevas zonas para impedir la existencia de zonas marginales.

Señaló que “en el Norte no se puede hacer comunidad; cada grupo humano es independiente, cerrado. Entre los pobres hay una necesidad de vincularse que no existe en la clase alta, donde cada grupo es una isla”.

Resaltó el trabajo de las religiosas, “que viven en pobreza total metidas dentro de la gente, que han rechazado la posibilidad de contar con un vehículo y otras mínimas comodidades.” Ellas practican le medicina natural, más accesible a las clases de menores recursos.

Insistió que “la fe abarca la totalidad de la persona; la fe no es para el alma, es para todo el ser” de modo que no es lógico “dar la bendición a una persona enferma; primero hay que curarla”.

La Universidad del Sur han sido un gran logro, en cuyo proyecto intervinieron entidades y organismos de todo tipo. El padre Carolo lo ve como un éxito obtenido en pocos años y con grandes perspectivas para el futuro. Sin duda una realización donde la unión de los sectores empresariales, como la Cámara de Comercio de Quito, religiosos y el propio Municipio de Quito, bajo una meta común, ha dado y dará resultados magníficos. La revista CRITERIOS, en el número anterior, dio cuenta de esta importante realización. La Universidad del Sur es una prueba de lo que se puede “hacer juntos”.

Cómo ve al Ecuador de hoy

Cuando se le pregunto qué pasa en el Ecuador de hoy y cómo ve al país, se mostró como un optimista por naturaleza, pero piensa que se “ha creado un clima de ingobernabilidad”, un clima en que “todo es posible”, dominado por la “corrupción” y la “violencia” en todos los niveles. Piensa que la represión no es la solución y que las causas no están en la insuficiencia de fuerzas policiales. ¿”Con qué cara se castiga al ladrón —preguntó—, si se sabe que en las esferas oficiales se roba mucho más”? No ve que exista una decisión de actuar seriamente por el camino de la honradez, menos de cierta austeridad. “Hay que pensar que tenemos un pueblo sano, un pueblo bueno. No hay gente mala; hay gente bloqueada”.

En el curso de la conversación señaló que “en este país hay demasiadas diferencias, demasiadas — repitió—, y no hemos dado los pasos suficientes para acortar estas distancias”. Piensa que “el pueblo es la fuerza del mañana”, en el sentido de que si la gente está sola, marginada, sin esperanzas ni posibilidades, rodeada de ineficiencia, desniveles sociales, falta de oportunidades y corrupción, busca necesariamente vías alternativas para salir de su situación. Y “la gente” son el ochenta por ciento de los ecuatorianos. “La historia da valor a lo comunitario”, precisó. Se declaró admirador del obispo Luna Tobar.

No sería conveniente que entre nuestros políticos, presidentes, ministros, legisladores, alcaldes, autoridades seccionales, jueces y magistrados no existieran uno pocos que tuvieran algo, por lo menos un poco, de algunos José Carolos sueltos que andan por ahí en nuestro país? ¿No necesitamos todos, sin excepción, algo del padre Carolo?

(Quito, enero del 99)