Luis Aguilar

4 de diciembre, 2007

A la persona que le interese:


Modesto Ponce Maldonado me ha pedido que le escriba un comentario corto sobre su nueva novela, La casa del desván. Hablar de ella es sumergirse en un mundo mítico de encrucijadas, rincones con voces, personajes estrafalarios donde se matizan: un esquizofrénico con sus demonios y personajes, en particular Anisha, la siempre joven hindú, aturdidos en un confuso maremágnum existencial de circunstancias y laberintos. Desde el título nos lleva a la parte más alta de una casa como una mañosa advertencia de algo inusual que va a suceder. A la vez que  esconde un albergue de contradicciones, expectativas y desengaños. Es patente el ritmo estructural intencional de Ponce Maldonado al ofrecernos dos secciones dentro de la estructura externa. La primera sucede en menos de 90 días en la vida de Mario Ramón en un sanatorio; su visión es imaginaria y dura como unos 50 años en retrospectiva. Doce capítulos están en esta ubicación porque el personaje principal descubre que todos los moradores de la CASA están muertos. Recuerda en vértice la novela Pedro Páramo. El autor autoriza al protagonista o, viceversa, a cometer un suicidio y termina esta etapa el día de su ingreso. La voz narrante es la de Mario, primera persona poderosa y profética. La segunda tanda de nueve capítulos está dominada por un omnisciente intenso que cubre los seis meses anteriores al ingreso. La demencia toma raíces y las complicaciones proliferan en medio del alcohol y la prostitución para desembocar en una psicosis irreversible. Hay que prestar mucha atención al teje y maneje de Ponce Maldonado particularmente dentro de la estructura interna de esta obra, porque su contribución literaria le colocan como uno de los mejores novelistas del Ecuador por su innovación y creación literarias. Ejemplo de esto: al final de la novela las dos partes se alternan –tres capítulos para el uno y tres para el otro- . Los personajes están bien construidos, el manejo del idioma es superior y el lector va a amarrarse al texto inevitablemente porque es delirante, lo que podría llevar a esta obra a convertirse en una especie de roman noir ecuatoriana. Por otra parte, conozco bien su otra novela, El palacio del diablo que tanto éxito causó desde su lanzamiento.  La voy a  presentar en un foro internacional de literatura en los Estados Unidos este próximo febrero porque retrata y hurga los acontecimientos de Quito en todas sus implicaciones sociales, religiosas, políticas y psicológicas.  Hay, por último en La casa del desván, un ascenso riguroso en la forma de narrar que aparece potente al tratar a los personajes, usos del leitmotiv y más atributos literarios. Esta novela es una obra de renovación sólida y literaria digna de ser publicada.    

 

Luis A. Aguilar Monsalve, Ph. D.