Eliécer Cárdenas

Opinión de Eliécer Cárdenas, Cuenca, febrero 22, 1999

Cuentos límpidos, escritos con un oficio que se ha ido decantando por cierto pudor a publicar y la madurez biológica del autor, Modesto Ponce nos ofrece un tipo de narrativa corta que “revaloriza” en la actual literatura ecuatoriana, por así decirlo, el espesor de las atmósferas y la pertinencia —interna y externa— de los personajes, no meros pretextos para efusiones de lirismo dudoso o figuras incompletas, inmovilizadas, sino actuantes, volitivas, con un aura de “poesía del mundo” que da rigor a los textos. Modesto Ponce establece en sus narraciones aquellos “espacios irregulares” de los que hablaba el norteamericano John Crowle Ramson, que no son otra cosa que los cambios textuales —y emocionales— del relato, para potenciarlo en su desarrollo. Sus personajes, unos al filo de la navaja, otros discurriendo sus “existencias”, intuyen el “uno más” o la perspectiva de otro “tiempo” en la narración, en la vida, que les permita aquel “ser” más que todo lector avisado busca,  y pocas veces consigue.