Los poetas de la noche

Modesto Ponce Maldonado

Pienso en quienes desde Quito, patrimonio de la soledad (hola, querida ciudad, )cómo estás?), buscan un muro, firman con un triángulo -símbolo de energía, alegoría esotérica o, quizás, fragmento de ala o trozo de cometa- y nos ofrecen en esta forma y en su lenguaje, una mirada nueva para unos ojos viejos. En ellos que invitan y sugieren: bienvenido a mi utopía: respirar. En ellos que nos recuerdan que "el deseo pedirá siempre algo más hermoso"; y que disponen de la mejor editorial, sin más costo para nosotros que comprender y no olvidar (señor dueño de casa: nada personal, pero su pared tiene un no sé qué).

Al país, que ha perdido la voz y se ha refugiado en el silencio y que no se vende porque ya fue vendido, le preguntan: Querido país, )cómo te llamabas?, recibimos tu mensaje dentro de una botella. Y el pobre país contesta lo que la gente -que ya no puede ni siquiera pensarlo- siente y sufre. El mensaje de respuesta dice que la sociedad construye abismos y que hay niños en las calles vendiéndolos; que las sombras avanzan, pero los sueños no; y que libertad -bajo ese nombre hemos inventado un estilo propio de despotismo- es aprender a vivir en peligro. Y ese mismo remedo de nación -descoyuntada, dividida, desigual- repite: Olvídense de lo que soñaron: sus sueños ya fueron vendidos; cúanta libertad, cuánta democracia, cuántos mendigos, cuántos seres esparcidos por las avenidas y sobre las veredas.

La melancolía es una cicatriz trazada a fuego lento en la frente de los débiles.

Es verdad: yo creí en el boom; hoy sólo oigo cenizas. El Ecuador es una isla de pas...toreo. Algo está sucediendo -los políticos, los empresarios y los financistas no lo saben-, algo sucederá en algún momento: SOS...pecho. Pero si se cae el mundo yo no me haré a un lado. )Hasta cuando seremos los pacíficos dueños de tanto absurdo? No nacimos para sobrevivir; no nacimos para esperar. Es terrible andar por ahí abrazando sudores de tantos olvidos.

Y mientras los señores diputados hablan, peroran, discuten y gritan, las paredes enseñan que si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, mejor no lo digas. Y de ese modo descubrimos que compartimos el espejismo y bebemos la misma arena.

Sí, es verdad, estamos libres...para vernos perdidos y...hasta para esperar del neoliberalismo. No obstante, el firmamento es una farmacia inconmensurable; y aquí estamos (no frunzas tu delirio, espárcelo), para decir y seguir diciendo: da miedo tanta calma; para sacar de algún cajón olvidado un poco de sueños y exclamar: libertad: aún te queda un tiro. Y también para gritar y seguir gritanto: ánimo Ecuador, vendrán días peores, porque "es por la desesperanza del resto que nos es dada la esperanza"; y porque "aquí, señores, nos jugamos la muerte".

Y ellos seguirán solos -)anónimos?- hacia adelante; se mantendrán libres para escribir, y volver a escribir y a pintar. Cosas como ésta: señor candidato, qué mal aprendiste a besar a los mendigos; qué lindo, crear miseria para luego abrazarlos. O como aquélla: voy a hablar, no me obligues a votar. O el consejo al deprimido, para evitarle la consulta con el sicólogo o el cura: cuando quiera reconfortar su ego, escuche al presidente. O el mensaje a algún macroeconomista: empiezo a odiar a las computadoras: parecen seres humanos; )usted lee novelas de piratas?: buena señal, (muy buena señal!

Mientras los planificadores del futuro hacen sus cuentas y cuadran sus balances, ellos meditan. Mientras los empresarios siguen convencidos que el futuro les pertenece, ellos sacuden la ceguera y la simpleza: (Masturbémonos: viva la iniciativa privada! Economía: (qué sería de ti sin América! Nosotros faltamos a la escuela de Chicago. No podía ser de otra manera. Ellos, en última instancia, se conformarían con una política inspirada en Henry Miller...

Pero...menos mal que los pájaros se siguen cagando sobre las estatuas, sobre las cabezas de los rendentores y los hombros de los neosalvadores.

Hasta tanto -y a pesar de todo- muchos volverán algún día cercano a creer que "nuestra relación con el ambiente es nuestra conciencia", y regresarán a REestablecer el desorden y retomar la ira hasta volverla esperanza. Democracia: aún te esperamos, mientras fluye petróleo y sangra la selva. La fragilidad de la naturaleza es nuestra. La fragilidad del ser humano tiene su límite. El límite de su resistencia, de su paciencia, de su propia fuerza.

La historia continúa. Es falso aquello del fin de la historia. Qué, )quinientos años no son nada? La rutina nos hizo olvidar aquel día. Ellos vienen caminando, sin armas...para encontrarnos. Y nosotros, en cambio, tovadía arrodillados ante los altares, todavía arrodillados. Aún subisten quienes al hablar de amor se atreven a hablar de infierno. Por mil culpa, por mi culpa, por la gran puta: todos somos inocentes. Hay muchos que aún rezan: Dios mío, )por qué me has abandonado? No escuchan la respuesta: Porque no existo; no busques más el paraíso: ayer lo quemé. Amigos: las razones no dañan los ojos, sólo las visiones. Padre nuestro que estás en los cielos: (quédate ahí! Han dicho que se hizo hombre y que vino al mundo. Alguien lo tiene escondido en alguna parte.

Y cuando nos encontramos cansados nos dan algún aliento: algo se hará cuando escampe, porque todavía creemos, (todavía! Todavía cantamos, todavía esperamos, todavía soñamos, todavía pintamos.

(De vez en cuando la vida, ji, ji...te besa la boca).

Y cuando queramos replegarnos o, simplemente, meternos en un cuarto y renunciar temporalmente al mundo, también hay un camino: hoy robé un libro. Recordado país: si todavía existes, déjame solo.

O -¿por qué no?- buscar la compañía de quien amamos para decirle: Y simplemente apareces, por eso te amo. Ven: cuéntame al oído tus aberraciones. La luna está en celo: ven. Hay viento, tú respiras. Yo dejo mi utopía. Sólo abrázame. Si te acosé es porque te amaba. Perdóname. Desde tus ojos me veo bello al fin.

Marx no existe. f) Dios.

(Viajo desolado de mí...dentro de mí. Existir es beberse a uno mismo sin sed).

Es saludable caminar por las calles y buscar grafitis en los muros; y mucho mejor si los encontramos en una pared blanca pintada el día de ayer. Así es más soportable mirar a los niños que piden una moneda en las mañanas, comen plátanos sucios y panes duros en las tardes y se calientan con periódicos viejos y trozos de madera en las noches. (Mierda: nada vale tanta melancolía!

(Se me perdió una luciérnaga. ¿No la han visto?)

(Quito, VIII-94)