El embrujo de Sándor Márai

EL EMBRUJO DE SÁNDOR MÁRAI

Variaciones sobre un mismo tema

Modesto Ponce Maldonado

Escribe Márai en Confesiones de un burgués: “Soy un burgués tanto por mis ideas como por manera de vivir y mi actitud interior, pero no me siento bien en compañía de burgueses: vivo en una especie de anarquía”. Añade: “Nada es gratis, ni siquiera el sufrimiento, esa condición necesaria para el trabajo creativo (…). Quien tiene miedo grita. Así que yo, por puro terror, empecé a escribir”.

Estas palabras nos ayudan a entender al hombre que está detrás del escritor, pero debemos explicarnos también sus temas y los rasgos de su estilo. ¿De dónde provienen los personajes y ambientes que crea? ¿Qué le impulsa a ser en sus novelas reiterativo, obsesivo, en el tema del amor, de la pareja, del trío o cuarteto que se encuentran presentes —aun explícitamente: fantasmas, sombras, recuerdos, deseos, insatisfacciones— en toda relación pasional? Dice en La hermana: “Eros tiene mucha fuerza. No es más que una palabra, pero tal vez es la que designa el sentido de la vida”; y en La gaviota: “… el Eros grande y verdadero, que permite el flujo eléctrico entre el mundo y sí mismo…” Nacimiento, amor y muerte son los temas de este húngaro nacido en 1900.

Márai escribió muchas de sus obras antes de dejar su país al finalizar la década de los cuarenta, debido a su oposición a la invasión nazi y luego al régimen comunista. Gozó de gran prestigio en la década de los 30, sus obras fueron traducidas a varios idiomas, pero luego de ser tildado de “burgués”, quedó en el olvido hasta ser rescatado mucho más tarde.

De las novelas traducidas al español, al parecer todas fueron escritas antes de su exilio, pero casi la totalidad de estas aparecen a partir de 1999, cuando se publica nuevamente El último encuentro. Esta novela se tradujo, con otros títulos, al español en 1967, al italiano en 1998 y al inglés en 2001. Su título original en húngaro es Arden las velas. Estamos ante ediciones relativamente recientes de un autor desaparecido en 1989, que no fue testigo del éxito de sus miedos y gritos, de su soledad y desencanto.

Sin perjuicio del indelegable estilo de un escritor, la propuesta creativa y los personajes imprimen un cierto “tono”, un “ambiente” a cada obra. En Márai quizás la característica más notable es el misterio, el suspenso emocional. El lector no se pregunta ¿“qué sucederá luego?” sino “¿qué sucede, qué sucedió”?, que acaso sea más definitivo.

Además Márai es un artífice de estructuras narrativas. Decidido por la trama tema y los personajes, los desbroza mágica y lentamente hasta el último detalle. Abre y cierra puertas, secretos, posibilidades, dudas; y, aunque el lector ya intuya lo oculto, no puede desligarse de seguir atento ante ese constante ir y volver. Actualmente se impone sobre todo la imagen y el suceso, pero Márai no se preocupan de la secuencia de las acontecimientos sino de la acción interna, de su intensidad. La suya es una literatura de personajes y de conflictos, más que de movimientos. Sus ambientes pueden ser estáticos.

Su obra más comentada es El último encuentro. El tiempo de la novela se reduce a las pocas horas que dura una conversación que ha esperado 40 años para efectuarse. Hay cuatro personajes, pero la novela es en realidad un monólogo que resume una vida. El segundo personaje casi no habla, pero su silencio lo revela todo. El otro está muerto, pero es el personaje central, y el cuarto es un testigo silencioso que lo sabe todo. La novela se desarrolla en una habitación. Su tensión es altísima, a pesar de que desde el primer momento se presume la verdad. Las escenas postreras son excepcionales. Esta obra oculta un secreto. Un secreto que sólo podía ser revelado al mejor amigo, salvo por una sola razón: ese amigo fue el marido de una mujer. El último encuentro es la historia de una infidelidad sospechada y oculta por esos 40 años, además de una extraña y conflictiva complicidad, cuyos límites no se precisan, entre el amor y la amistad. Dice la novela: “Al erotismo de la amistad no le hace falta el cuerpo. No le es atractivo. Resulta incluso inútil”.

La mujer justa es un texto sobre la soledad, el pesimismo y la nostalgia. La obra consta de tres monólogos independientes que conducen a unir a los personajes en historias que terminan entrelazándose, aunque ellos no se conozcan. Nuevamente el engaño, la traición, el juego de las máscaras, esa dualidad siempre omnipresente en los seres humanos. Las historias se miran desde adentro. Dice uno de los personajes femeninos: “Nosotras conocemos la esencia. Ellos conocen los conceptos”. Nuevamente el misterio, pero esta vez uno de los mayores: el del corazón de la mujer. “Porque nadie es inocente (…). Pueden condenarnos o absolvernos, pero sabemos que no somos inocentes”.

Divorcio en Buda es una muestra de regularidad estructural. Trata de la culpa y la inocencia. ¿Qué significa ser culpable o inocente? Y, nuevamente, el diálogo de dos hombres sobre una mujer. Y más preguntas: ¿Qué es amor? ¿Qué es el amor? “Una casualidad tal que no se puede calcular ni prever. Tal vez no exista siquiera”. Márai siempre abunda en interrogantes. En Divorcio en Buda uno de los personajes dice: “Nunca nos hemos engañado. Jamás hemos discutido. Se trata únicamente de que no hemos podido soportar lo que callábamos ante el otro”.

En La hermana, la incorporación de elementos adicionales le convierten en una de las más logradas. Aunque se da nuevamente el trío, el tema central es la relación con la muerte a través de la enfermedad y el dolor. Durante la permanencia de un pianista protagonista en el hospital hay cuatro mujeres, esta vez monjas, que atienden al paciente. Una de ellas, vieja y con leucemia, parece entender toda su alma; la otra, joven y atractiva, llega a amarle secretamente. Una de las dos, mientras él delira, le habría dicho al oído: “No quiero que usted muera”. El relato nace de un manuscrito que el pianista deja en manos de un amigo escritor en el cual cuenta de su enfermedad y recuperación. Ese manuscrito es casi la totalidad de la novela. Las referencias a la música y al arte son frecuentes. Se percibe una posible relación entre un suicidio doble ocurrido al inicio y el abandono final a su amante por parte del pianista.

La extraña es una novela desconcertante. El autor tenía 34 años cuando la escribió. El personaje central es un obsesivo profesor universitario que sale de París por vacaciones con la idea de recorrer el Mediterráneo, pero se detiene en Yugoeslavia al sentir un deja vu en un hotel, ante la presencia de una mujer de cabellos grises que jamás había visto. Antes, en Munich, había sentido como si hubiera “olvidado algo”. Él había dejado a su mujer por una bailarina de cabaret, mucho más joven, que le cambió la vida. Profundiza en la relación conyugal y cita a san Pablo (odiador de la mujer): “El matrimonio es un misterio”. No obstante, Márai juega con esa frase: cuando el “misterio” desaparece comienza “el pudor”, porque con la mujer propia “no se pueden hacer esas cosas”. Cuando la propia mujer se atreve, a fin de reconquistarlo, es demasiado tarde: no hay misterio. La “extraña” es, en definitiva, una mujer del aire. Hay una frase muy intensa en la obra: “Tal vez el cuerpo (…). Tal vez el cuerpo sepa algo”. El final —como en todas sus novelas— es sorprendente o excesivamente aplastante.

La herencia de Esther nos recuerda que siempre permanece algo que se vivió o se deseo vivir. Se caracteriza por un estilo que se desarrolla suavemente, como un pianísimo, que contrasta con el relato sobre un personaje masculino odioso que lo domina todo. ¿Será verdad, como se dice en la novela, que “los amores sin esperanza no terminan nunca”? Nuevamente el triángulo —el tema compulsivo de Márai— y, en este caso, el odio entre dos hermanas dominadas por un hombre.

Pese a haber escrito sobre el amor y la infidelidad—o quizás justamente por eso, puesto que esa condición le permitía ser libre—, Sándor Márai estuvo sesenta años con la misma mujer. Había perdido a un hijo adoptado en la guerra cuando este tenía 46 años, luego murieron todos sus hermanos y finalmente su mujer. Enfermo con el mal de Alzheimer, casi ciego, decidió poner fin a su vida en 1989, poco ante de cumplir 90 años. Nos legó esa decisión envidiable: cuándo todo se ha perdido, no tiene sentido mantener la vida.

J.M. Coetzee ha escrito una obra de ensayos titulada Mecanismos internos. Incluye entre ellos uno sobre Sándor Márai. Coetzee escribe acerca del “pesimismo de Márai sobre nuestra capacidad de conocer a otras personas y a su estoica resignación a no ser él mismo conocido”. Cita sus conceptos en ¡Tierra, tierra!: “En la literatura, así como en la vida sólo el silencio es «sincero» (…). Somos aquello de lo que guardamos silencio”. Y añade Coetzee: “Una vez que uno entrega su secreto más profundo, uno ha entregado su propio ser y, en ese sentido, ha dejado de ser uno mismo”.

Márai vivió aislado emocionalmente respecto al mundo Sus exitosas obras fueron sepultadas por el sistema comunista. Aunque la literatura sea la versión del mundo y de la vida, a él dejó de interesarle ese mundo y se concentró en el de las emociones. Coetzee ve en las obras de Márai restos del “teatro decimonónico” y sostiene que “por más provocativa que pudiera ser su paradójica filosofía de la máscara, su concepción de la forma novelesca era anticuada (…) y “limitada su concepción del potencial de la novela”. Márai escribió dentro de un mundo que le rechazó, no pudo cambiar su sangre burguesa ni abrirse a un mundo nuevo, sumido en la nostalgia de lo que no pudo ser. No obstante, haber puesto barreras a los alcances de una novela, no desmerecen en nada sus obras y la forma impecable de contarlas.

En Confesiones de un burgués Márai aclara que esta es una “biografía novelada” y que los personajes “no viven ni han vivido nunca”. Vale la pena leerla. Hay una constante referencia al oficio de escribir. Considera a la soledad “como el elemento vital del escritor”, quien debe, además de defenderla, desconfiar de amigos o amantes, salvo los otros escritores, pues la soledad de quien escribe sí está “poblada por este tipo de almas”.

Tal vez el secreto de Márai está en que nos desnuda en los temas fundamentales: el amor, el sexo y la muerte. Al cerrarse ante una época que no acepto, las novelas que pudieron hablar de ese mundo nunca fueron escritas.

Noviembre 2011