LA PISCINA de Francisco Granizo

LA PISCINA, LA ÚNICA NOVELA DE FRANCISCO GRANIZO R.


Modesto Ponce Maldonado


 Francisco Granizo, uno de nuestros poetas mayores, se extinguió hace poco. Inteligencia excepcional. Vida intensa en soledades, pasiones y versos. Contados títulos reúnen sus poemas, publicados entre grandes espacios de silencios. Y una sola novela, muy corta: La Piscina (129 págs, Edit. C.C.E., 2001). Ganadora del Premio “Joaquín Gallegos Lara” de este año, mención que debía constar con un adhesivo en la portada, pasó casi desapercibida. No hubo preocupación por difundirla. Pocos deben conocerla. Granizo, una vez editada, volvió a su soledad empecinada. Cuando anunciaron el galardón por la prensa, la novela no estaba en librerías. Tampoco en la librería de la CCE. Estaba embodegada.

El autor declaró que la novela era “una pirueta mística sobre una cuerda floja existencial”. Su lectura fascina, desafía, atrae y rebela. Escrita dentro de un tiempo detenido, que pudiera ser también interminable, pues hay la referencia a un reloj que no existe, la obra esta llena de claves, signos, significados, sugerencias y laberintos. En otras palabras, profunda, pero como para no tocar el fondo. Escrita con sangre y con la cabeza. Obra para toda suerte de interpretaciones. Abierta y también misteriosa. A veces, excesivamente reiterativa en lo sórdido y en lo hórrido. En la blasfemia.

Allí, pues, la piscina, que puede representar al sexo, con frecuentes insistencias a la limpidez de su agua: ¿el sexo siempre es limpio? Un bus que va y viene, con pasajeros, y que pudiera ser la vida. Lilí, mujer y muerte. ¿Quién es Lilí? ¿Existe Lilí? El bañero. Los sordomudos de la cantina. La cantinera. El ángel. La cárcel. Los muchachos. La noche de carnaval. Dios, el invitado infaltable, “un hermano idiota” al que debemos acostumbrarnos. Dios “el antihombre”.  El capítulo 7 es determinante al descifrar la novela. Por cierto, la poesía también se introduce: textos deslumbrantes, definitivos.

En un país donde el escritor es un extraño, hay seres como Granizo que escribieron y siguen haciéndolo, y que luego regresan a sus espacios de silencios y sombras (o los toma la muerte), olvidándose de que escribieron. Otros lo hacen en función de la promoción. Los más, simplemente escribimos y seguimos caminando en las calles. 


(Quito, febrero 2009)