Francisco Proaño Arandi

Francisco Proaño Arandi, Diario HOY, Quito, 7 de abril, 1997 

Rigor imaginación, contrapunto, palabras por las cuales el lector encontrará en este libro claves ocultas de su propia vida, y, a la vez, un auténtico solaz. Con este título, Modesto Ponce Maldonado publica su primer li­bro de relatos, "opera prima" de un escritor que sabíamos secreto, aunque unos pocos o quizá muchos iniciados ya conocíamos del rigor y la pasión con que afrontaba el reto cru­cial de la palabra.

Lo que Ponce Maldonado nos entre­ga en "También tus arcillas" (Edito­rial Quipus, Quito, noviembre 1996) es apenas la punta del iceberg de una obra y una vida decantadas en pro­fundidad. En los trece relatos -núme­ro cabalístico- que componen esta obra, degustamos al escritor que co­noce del oficio, pero también atisbamos el pensamiento del hombre. So­plo que, como sucede con los objetos bien tallados, el artífice vela el oficio y resalta el producto. 

Ponce aborda el cuento como lo que es: un género urgente, donde cada fra­se ocupa su lugar igual que en un me­canismo de relojería, en el marco de una estrategia encaminada a transmi­tir lo máximo posible con la mayor economía de palabras. Alguien, en la contraportada del volumen editado por Quipus, ha escrito: "Cada cuento es como un pozo en el que parece ha­ber caído una estrella". Frase que describe certeramente el estilo de Ponce Maldonado y, además, lo que caracteriza a todo buen relato: el en­cuentro con una revelación. No nece­sariamente deben ser sorpresivos los finales. Lo importante, aquí, es la di­sección que desmonta las clavijas se­cretas de una historia o de una expe­riencia. Lo que convence al final es el conjunto: el haber atrapado con vero­similitud un fragmento auténtico de la existencia (léase realidad).

Pareciera, a momentos, que el autor fuera a llevarnos por los caminos del tremendismo o por los ya trillados de un realismo más bien costumbrista, pero solo los roza y ello porque había que seguir hasta cierta frontera a los propios personajes, respetando su au­tonomía. Lo que se impone al cabo es un juego sutil, hecho para plantear­nos desde la ambigüedad o la ironía, los temas más disímiles: desde aque­llos propios de un tiempo deshumani­zado como el que vivimos, hasta los que eternamente preocupan al ser hu­mano: su precariedad, el erotismo, la muerte. A veces, la pura y simple rea­lidad evidencia sus insólitas magias; otras, la fantasía logra el sortilegio de hacernos ver, de un modo más exacto, el verdadero sentido de lo real.

Para ello, Ponce pone en movimien­to, con soltura, todo un caudal de re- cursos técnicos. Pero casi siempre, la verdad, lo revelado, se alcanza como por vías laterales, propias de la poe­sía: la alusión, la elusión, lo irónico, lo ambiguo, el indicio leve pero defi­nitivo: un pañuelo de gasa en el ba­randal de un faro desentraña la ver­dad más terrible; un retorno al cabo de cuarenta años descubre al verdade­ro padre de Cristo; el traspaso al mun­do de hielo del espejo pone en eviden­cia nuestra precariedad sustancial; la misteriosa comparecencia de un em­presario que compra el tiempo subra­ya la paranoia central que anida en toda exiistencia.

Rigor, imaginación, contrapunto, palabras por las cuales el lector en­ contrará en este libro claves ocultas de su propia vida, y, a la vez, un au­téntico solaz, objetivo final del verda­dero arte.