Frank Weilbahuer

-SURCO FECUNDO-


A veces la primera impresión da un indicio de la forma de ser. Encontré cierta resistencia en el doctor Weilbauer para aceptar la entrevista. Cuando conocí su trayectoria, comprendí que quien ha consagrado su vida a los demás normalmente no tiene interés en divulgar su obra. Le convencí con este argumento: no es justo que sean los políticos quienes ocupen preferentemente los espacios de opinión.


La trayectoria

Al revisar su currículo salta a la vista de que siempre estuvo cercano al servicio a los demás, trabajando con instituciones en las cuales prima la solidaridad humana y la mística. “Mi trayectoria —explicó— está vinculada con mi manera de ser, con mi personalidad; siempre he pensado que me hubiera gustado tener un sueldo y no verme obligado a cobrar a los pacientes. Me disgusta y no sé cobrar. Lo que sí me causa enorme satisfacción es ayudar, especialmente a gente de escasos recursos”. ¿Cuántos médicos en la ciudad de Quito atienden consultas gratuitas o cobran, por lo menos, de acuerdo a las posibilidades reales de sus pacientes?

Nació en Alemania en 1931. Cuando tenía ocho años su familia emigró al Ecuador. La Segunda Guerra estalló cuando ellos navegaban. Se graduó en la Universidad Central en 1957, después de haber cumplido su internado en la que fue Clínica del Seguro. Su primera inyección la puso en al Hospital San Juan de Dios, a comienzos de los cincuenta. Sus inclinaciones hacia la investigación y hacia el trabajo de laboratorio comenzaron a imponerse, inclusive en el tema de su tesis doctoral.

El mismo año de su graduación fue becado a Alemania, donde estuvo dos años en la Clínica Universitaria de Munich. Luego fue a Boston, por casi tres años, a la Facultad de Medicina de Tuft’s. Llegó a ser instructor de hematología en la misma Facultad.

En 1962 retornó al Ecuador. De inmediato fue invitado por la Academia Ecuatoriana de Medicina, de la cual fue después dos veces su presidente, a dictar un curso. Fue el primer hematólogo que llegó al país. Por un año fue voluntario en el Hospital Eugenio Espejo. Ingresó a la Facultad de Medicina como profesor y posteriormente inicia por primera vez la cátedra de Hematología. Fue profesor principal y Director del Departamento de Medicina Interna. Se separó de la Universidad en 1973.

Fue también hematólogo del Hospital Militar desde 1963 hasta 1967, cuando organizó el Servicio de Hematología de la Cruz Roja. Fue, durante algunos años, director del Banco de Sangre y hasta la fecha es miembro del Directorio de la Cruz Roja. Durante varios años fue miembro del Consejo Nacional de Salud y del directorio de SOLCA-Quito y de la Sociedad Internacional de Transfusión Sanguínea. Es presidente de la Sociedad Ecuatoriana de Hematología. El doctor Weilbauer sigue actualmente en la Cruz Roja, ahora como Director de Salud.

Un diálogo revelador

Se le pidió una opinión sobre la socialización de la medicina. Opinó que tiene “ventajas y desventajas. Existen países, como Inglaterra y Suiza, donde funciona bien, no así en Alemania donde la organización es limitada. En todo caso, manifestó que en los países desarrollados la sangre para los enfermos no tiene costo y es pagada por el Estado.

Aseguró que jamás ha hecho diferencias con sus pacientes en cuanto a la calidad de la atención y al tiempo ocupado. “La dedicación es igual” para todos.

Se tocaron muchos temas. Weilbauer opinó “que tiene la convicción de que uno de los más graves problemas de la humanidad es la sobrepoblación. Ningún político ha hablado de la planificación familiar”. Los programas existentes son insuficientes. Añadió que mucha gente, en especial “muy conservadora y muy religiosa”, no compartirá su opinión, como tampoco “la gente de izquierda”. La planificación familiar es “fundamental para desarrollar un país próspero y sano” y es, además, un programa financiable.

Le preocupa en gran medida la falta de hospitales, como también “la falta de gente que se sacrifique por el bien de otros”. Piensa que años atrás, cuando él era estudiante, “había más calidad humana en los servicios médicos”, quizás también porque ahora “cada persona lucha por mantenerse con sueldos absolutamente miserables”.

Mencionó que, en general, la planificación de la salud no ha sido permanente. Comentó que fue miembro del Consejo Nacional de Salud. “Casi todo lo hablado y resuelto se quedó sin ningún efecto práctico; el Consejo no era un ente decisorio. En su mayor parte, fue una gran pérdida de tiempo”.


La situación hospitalaria y el caso de Guayaquil

Frank Wielbauer piensa que “un ejemplo de cómo pueden funcionar las cosas es, por ejemplo, Guayaquil. La Junta de Beneficencia ha funcionado bien y sus hospitales son mejores que los de Quito, están bien equipados y los médicos son mejor pagados”. Reveló que en los hospitales públicos de Quito, que “están en el colmo de la pobreza, una pobre madre tiene que comprar hasta las jeringuillas en las boticas”. Augusta Cruz, la mujer del doctor Weilbauer, con quien tiene dos hijas, es voluntaria en el Hospital Eugenio Espejo. Tal vez deben revisarse los criterios de la autogestión, pues “no es posible que se trate de cobrar a la clase pobre, solamente como pensión diaria (cama y alimentación), la suma de cien mil sucres”, además de los medicamentos, aunque se dan casos de exoneración en las situaciones extremas, hasta tal punto que en ese Hospital se atiende ahora “la clase media baja, mas no los más necesitados”, que posiblemente no tienen otra cosa sino que la enfermedad disponga de ellos... Cuando se le preguntó qué haría de Ministro de Salud, respondió que “la sola idea es desesperante”, por el hecho de “tener sobre la conciencia todo lo que ocurre. La salud es lo último en nuestro Estado...”

Y confesó algo más. “Desde hace algunos años me transformé en voluntario en la Cruz Roja; me pagaban tan poco que me negué a recibir el sueldo”.


La investigación y las distinciones recibidas

Tampoco el doctor Frank Wielbauer tuvo intención de revelarlas ni las puso en su hoja de vida. Combinar el reportaje con las tareas propias de un investigador fue muy gratificante. A este médico excepcional, sobre todo un ser humano muy especial, le sucede lo contrario de quienes (los vemos en la televisión) presumen de lo que carecen. Wielbauer no presume de nada. No le hace falta.

Como fruto de sus investigaciones y desvelos, tiene una extensa lista de trabajos reproducidos en revistas médicas, publicaciones científicas de universidades y órganos internacionales, muchas veces efectuados en unión de otros profesionales.

Fue condecorado por el Municipio de Quito por labor humanitaria con el premio “Doctor Jaime Ribadeneira”. Tiene otra condecoración otorgada por la Cruz Roja Internacional. También recibió una distinción del Ministerio de Salud por su trayectoria profesional al servicio al próximo.


Las fundaciones

Uno de sus logros más importantes es la creación de dos fundaciones. La Fundación Por Una Vida apoya el financiamiento de los tratamientos de leucemia a la gente pobre, particularmente a los niños. “En el país se carecía inclusive de medicamentos, y por supuesto de dinero, para combatir esta enfermedad”. Funciona un verdadero banco de medicamentos con todo los productos antileucémicos. “Sólo en países desarrollados existe la posibilidad de que un paciente reciba atención prácticamente gratuita”.

La otra Fundación se llama Amigos del Ecuador, fundada originalmente por los señores Neustaetterr y que luego recibió la herencia completa de una persona sola y sin descendencia, cuya voluntad fue destinar todo a la Fundación, cuyo monto se redujo a la mitad por ambiciones de parientes residentes en el exterior. Este hecho “aún me arde en el alma” declaró Weilbauer. La Fundación realiza varias actividades, “desde apoyo a las comunidades de las faldas del Pichincha hasta entrega de medicamentos y apoyo a las damas voluntarias de los hospitales de Quito. “Fueron años de lucha y mucha dedicación”.

Organizó un grupo de médicos que se han especializado en trasplante de médula. Nunca antes en el Ecuador se había hecho esta operación. Fue el resultado de “una larguísima preparación”. Se han efectuado seis trasplantes de médula. Sin duda un éxito científico de primer orden.


La parte académica

Fue profesor de la Universidad Central durante muchos años. “Si no se comparte lo que se aprende, todo se queda en el vacío cuando uno desaparece”. Las publicaciones efectuadas, la asistencia a congresos y todas las presentaciones realizadas son una prueba de su afán de comunicar y participar con los demás de sus experiencias. “He gastado muchísimo dinero en libros y en revistas; estudio y leo mucho. Encuentro eso paz y satisfacción”.


Algo más

Siendo hijo y sobrino de abogados, escogió la carrera de la medicina porque “por el lado de mi madre hubo una larga trayectoria de médicos y masones, originarios en el sur de Alemania, en la región conocida como Selva Negra.

De no haber conocido a Frank Weilbauer, apenas a través del saludo, en ocasionales veladas musicales, tal vez no hubiera conocido su pasión por la música. Su padre había sido un gran aficionado y tocaba el violín. “Desde chico asistí a la presentación de pequeños grupos de cámara”. Con su mujer no deja de asistir a los conciertos que se presentan en la ciudad. En igual forma cuando viajan. Posee una magnífica discoteca de música clásica. “Me hubiera gustado aprender un instrumento, pero mis padres no tuvieron posibilidades para financiar mi aprendizaje. De Alemania venimos con un piano que fue vendido para atender las necesidades familiares”. Sonrío y luego dijo: “también se vendió la refrigeradora que en esa época no eran indispensables”. Declaró que la música le “aplana las neuronas cuando están de punta y es un gran estimulante mental y de la sensibilidad. La televisión no me agrade mucho”.

Personas que profesionalmente le conocen opinan que “no hay límites para lo que se le pide”. Su sentido ético es sorprendente: “jamás, ni implícitamente, habla mal o desprestigia a otro colega... jamás se guarda o niega una información... estricto y comprometido en el trabajo... gran amigo... pocos han leído tanto como él sobre la especialidad... cuando falta dinero en las Fundaciones él lo soluciona en alguna forma”.

En nuestro país nos vamos por las ramas al creer que las reformas constitucionales y legales, la reforma del Estado, uno u otro modelo económico, por ejemplo, es lo determinante. Si no cambiamos de actitud, si no somos diferentes, como es Frank Weilauer, no servirá de mucho.


(Quito, enero, 2000)