Miguel Donoso Pareja (2001)

-SURCO FECUNDO-


El clima de Guayaquil es agradable en esta época y encontrar el pequeño departamento donde vive Miguel Donoso, en Urdesa, no fue difícil. Él nos había advertido: “hay dos puertas con el mismo número; timbra en la verde”. Con este guayaquileño de setenta años, hijo de quiteño, sobrino de Alfredo Pareja Diezcanseco hay mucha tela que cortar.


Inevitablemente, primero la literatura

Iniciamos con la mención de ese personaje misterioso de su novela Henry Black (1969). Piensa que fue una novela experimental, propia de la época. “A veces pienso que desperdicié el tema” —aunque tuvo buena crítica y un comentario en Le Monde—, pero el personaje es real: un individuo de raza negra, con varios pasaportes y nombres, compañero de celda de Donoso cuando la Junta Militar lo metió en prisión.

Siguieron a esta obra, las novelas Día tras día (1976), editada en México, Nunca mas el mar (1981), que obtuvo el premio Editores en ese país, Hoy empiezo a acordarme (1994), escrita en Barcelona gracias a la Beca Guggenheim. Ha escrito además varios libros de cuentos: Krelko (1962), El hombre que mataba a sus hijos (1968), Lo mismo que el olvido (1986), Todo lo que inventamos es cierto (1991), Al otro lado del espejo (selección editada en México). Entre las obras poéticas se cuentan: Los invencibles (1960), Primera canción del exiliado (1964), Cantos para celebrar una muerte (1977). La crítica ha opinado que Donoso “postula un lenguaje narrativo que rompe radicalmente con los cánones tradicionales".

Mencionamos la situación de la literatura ecuatoriana. Donoso cree que muchos autores maltratan el lenguaje. El último número de la revista Kipus, publicada por la Universidad Andina, incluye justamente un comentario suyo sobre el tema. No obstante, el problema de fondo está en “la imagen del país... cuando uno ha vivido afuera se da cuenta que el país casi no existe”. Además, “el mercado interno es pobre; no hay lectores”. No hay razón alguna para que la literatura nacional sea inferior. Donoso se refirió también la falta de una buena crítica. “Se lee la noticia, pero no existe la reseña; en las páginas culturales se anuncian los actos, pero no se los comenta”. Señaló que “la crítica se limita a la universidad; es muy buena, pero no es suficiente”. Añadió que “tampoco existe conciencia de la situación en nuestros diplomáticos”. En cuanto a los premios entregados por el Estado a los ciudadanos que han hecho cultura por todo una vida, son muy inferiores a lo que obtiene un vencedor de la prueba Últimas Noticias”... y, por supuesto, inferior a lo que ganan muchos futbolistas mensualmente.

Tal vez como una reminiscencia de sus años de profesorado en los colegios “Vicente Rocafuerte” y “Aguirre Abad”, cuando era muy joven, Donoso Pareja es uno de los hombres que más he hecho por las nuevas generaciones de escritores: muchos de ellos se han formado y siguen aprendiendo en sus talleres literarios, talleres que él inició durante su estadía en México y que continúan en la Casa de la Cultura Ecuatoriana.

En su larga trayectoria, ha participado en infinidad de congresos y ha sido miembro de jurados literarios internacionales.


El exilio

Perseguido por la dictadura militar de comienzos de los sesenta, que gobernó bajo los fantasmas del peligro comunista después del triunfo del castrismo, Miguel Donoso fue acusado de subversivo y, sin fórmula de juicio, se lo encarceló durante un año. Tuvo entonces que exilarse en México, país que lo acogió durante dieciocho años. “Ustedes en Quito no sintieron la represión de la dictadura de la época; yo fui jefe de redacción del periódico El Pueblo y, como siempre usé barba, “me consideraron un peligro público... Del Cuartel Modelo salí al exilio y no me dejaron ni siquiera despedirme de mi madre”.

Así como la pasión por la literatura lo recibió de su tío Alfredo, desde el punto de vista intelectual, su inclinación a la lucha en alguna forma lo heredó de su padre, a quien recuerda “como un hombre de acción”, que ingresó a la armada y luego dio varias veces la vuelta al mundo como marino mercante y fue hasta piloto en el ejército norteamericano. “Yo quería ser como él, y por esa razón ingresé a la política. Soy un fruto de ambos modelos”.

En México obtuvo con dificultades el asilo político, “porque la dictadura nos expulsaba como turistas, y no podíamos trabajar”. Solamente cuando cumplió cincuenta años, en 1981, sintió “nostalgia por el Ecuador” y regresó. Vivió primero en Quito y luego en Guayaquil luego de su año en Barcelona. Posiblemente fueron épocas difíciles para Donoso, tiempo de adaptaciones: “Quito me ponía muy triste, pero Guayaquil me enloquecía al comienzo”.

En México tuvo muchas actividades: redactor de la revista Sucesos, articulista de Política, Jefe de la sección internacional del diario El Día, colaborador del suplemento Gallo Ilustrado, Director de La creación literaria

(Facultad de Letras de la Universidad de Nuevo León), profesor en la Facultad de Letras de la UNAM, codirector de la revista Cambio en unión de Cortázar, Rulfo, Revueltas, entre otras actividades.

A partir de 1987 fue Presidente de la Casa de la Cultura “Benjamín Carrión, núcleo del Guayas, Director Ejecutivo Provincial de la campaña de alfabetización “Monseñor Leonidas Proaño”, Director Ejecutivo en Guayas del programa “Ecuador Estudia” y Editor de la revista “La Otra”, Guayaquil. Ha colaborado como articulista en varias publicaciones.


“País esquizofrénico”

Una de sus últimas obras es Ecuador: identidad y esquizofrenia, un ensayo sobre “nuestra identidad dividida, partida en dos” por el “regionalismo”. Esta obra lo escribió hace años, por pedido del Banco Central, pero no se la publicó debido seguramente a sus reflexiones sobre el “quiteñocentrismo” (regionalismo).

Donoso piensa que el regionalismo responde a un “componente múltiple: histórico, geográfico, político, cultural y económico”. “Juan Bautista Aguirre habló mal de Quito y Espejo habló mal de Guayaquil”. Piensa que las cosas han cambiado pero se mantienen “dos bloques”. En nuestra conversación convenimos que, en el fondo, mucho tiene que ver el “poder”. Tal vez, comentamos, no sea un asunto de ponerse de acuerdo, de consensos de los que tanto se habla, sino de un suprapoder, (que funcione en una sociedad distinta, y de despertar la conciencia nacional) que tiene que ser necesariamente político y de conciencia nacional, en suma el resurgimiento de un yo ecuatoriano que se alce contra los dos poderes y los limite. “Cuando se unen los dos poderes, las dos economías, puede ser hasta peor”, dijo riéndose.

Esta obra no es un complemento ni una réplica a la obra de Adoum —Ecuador, señas particulares—, sino “el punto de vista de un costeño frente al de un serrano”. Con una amplia sonrisa dijo: “mira, un hijo de marciano y mona no puede ser regionalista”. Donoso es así: directo, con sentido del humor, abierto y, como se definió, “muy suelto de lengua”.


Sobre Guayaquil y otros temas

Estuvimos de acuerdo que Guayaquil tiene dos cosas que posiblemente no se repiten en ninguna ciudad del mundo: una ría majestuosa y el estero salado. Desarrollarlos es una prioridad innegable. No obstante, acordamos que el llamado Malecón 2000 —a más de otros aspectos que preferimos no comentar—, no guarda relación alguna con el espíritu y tradición de la ciudad. “Simplemente nos han quitado el río” con la construcción de centros comerciales y parqueaderos; es estéticamente feo, pero a Donoso le alegra “ver al Malecón lleno de gente; el pueblo mártir de Guayaquil no ha tenido parques, no tiene a donde ir con sus hijos”.

Donoso Pareja cree que el guayaquileño es explosivo, del momento, menos persistente que el serrano, pero lo considera “inocente, porque muchas veces se entrega desarmado”. Piensa que la rebeldía propia del huancavilca, expresada en jornadas históricas memorables, en cierto modo se ha perdido: “es un pueblo adoctrinado, hasta el punto que el más pobre cree en la economía social de mercado y que las privatizaciones son la solución”. No hay que olvidar que el último colapso fue causado por bancos privados.

Considera a la burguesía de Guayaquil, “una clase poco culta que sólo piensa en Miami, mientras que la vieja burguesía de los años veinte viajaba y estudiaba en Europa”.

No faltaron los comentarios políticos: el fracaso de los proyectos de la izquierda y la corrupción que invadió a muchos dirigentes latinoamericanos (no todos) de la social democracia. Aunque se considera de izquierda piensa que las “burocracias socialistas cayeron en la dogmatización y convirtieron las ideas en un catecismo donde no había espacio para pensar ni tampoco para la creación artística, que es esencialmente libre... no hubo procesos sino consignas inalterables... a veces el llamado realismo socialista era estúpido”. Cree, sin embargo que alguna vez “el marxismo puede ser revitalizado”. Convenimos en que todo totalitarismo, incluyendo el del Vaticano, es condenable.

La conversación se prolongó sabrosamente sobre libros y los escritores que ha conocido, como Rulfo, Juan Marsé, Cortázar, Onetti, sobre sus próximos proyectos, con temas y (sobre sus propios proyectos) opiniones que rebasarían el espacio concedido, por buena intención que tengan los editores de esta revista.