Novelas Premio Gallegos Lara 2012

LAS TRES NOVELAS FINALISTAS DEL “GALLEGOS LARA” DE 2010

EL GRITO DEL HADA DE ADOLFO MACÍAS H. FUE LA GANADORA

Modesto Ponce Maldonado

Adolfo Macías (Guayaquil, 1960) es un escritor de trayectoria. Tiene obras valiosas, reconocidas. El examinador ganó el “Gallegos Lara” en cuento en 1995 y, entre otras obras (comenzó escribiendo poemas), tiene tres novelas: Laberinto junto al mar (Planeta 2011), El dios que ríe (CCE, 2008) y La vida oculta (El Conejo, 2009). El gran acierto de El grito del hada (Eskeletra, 2010, 259 págs.) está en la construcción de personajes fuertes, bien definidos. Personajes que atraen y conmueven. Es sobre los personajes y con ellos, seres humanos en suma, que se construyen y se desarrollan las novelas. Odelina y Amílcar, su marido, que es pintor; Leopoldo, un intelectual, el amante de Odelina; Carla, también pintora, de quien ella fue modelo y amante ocasional; Mara, la niña de Odelina que nació sorda… Todos ellos son los segundos orfebres de la obra —el primero es el autor—. Buena historia, además, donde la pasión, los afanes intelectuales, el sexo, las implicaciones freudianas, los desvaríos de la creación artística sobre todo, las angustia y la droga se mezclan. Piénsese nada más que en Amílcar abandonado de pequeño por su madre china, o Carla tratando de seducir al pintor que es su profesor. Personajes que muchas veces desenmascaran a quien lee a novela: el concepto de máscara obsesiona al autor. Los ambientes, desde el Quito de los noventa y sus calles ocultas, sus recovecos, hasta las casas y las habitaciones, complementan una historia dramática de búsquedas y derrumbamientos. Texto claro, sin tropiezos, dentro de una estructura bien lograda.

Alfredo Noriega (Quito, 1962) vuelve en Tan sólo morir (Alfaguara, 2010, 198 págs.) al tema de la morgue tratado en su anterior novela De que nada se sabe (Alfaguara, 2002, 173 págs.), de la cual Víctor Arregui

elaboró el guión y dirigió el filme Cuando me toque a mí. Retoma también el espacio del cual no puede desprenderse: Quito. Si en esta novela los cadáveres que ingresan para ser diseccionados son el resultado de crímenes pasionales, en Tan sólo morir pertenecieron a personas víctimas de accidentes de tránsito (Ecuador ocupa uno de los primeros puestos en este mecanismo ya establecido para acabar vidas).

La novela tiene dos méritos sobresalientes: la estructura y el ritmo. Desde el capítulo primero la intercalación de los diferentes sucesos y la ruptura de la línea recta anticipan la buena organización de la obra. El tono, que mantiene la tensión, nace principalmente del texto, de la forma de contar las diferentes historias. Los capítulos cuarto y quinto son excelentes. Un texto magnífico, por ejemplo, es el que se halla entre las páginas 86 y 88. Podría encontrarsea o algo de inverosimilitud y excesivas “casualidades”. Tan sólo morir puede ser definida como una novela de acción, donde a veces se presenta una disputa entre la dimensión de los personajes y la avalancha de los sucesos. El recuerdo permanente de la madre por parte del protagonista y, sobre todo, sus comentarios, suavizan la dureza de los hechos. El final es estupendo.

Hablas demasiado (Afaguara, 2009, 212 págs.), de Juan Fernando Andrade (Portoviejo, 1981), ubicada tanto en su ciudad natal como en Quito —siempre Quito, como toda ciudad vieja, camaleónica, con sus historias inacabables—, es la voz de una generación nueva y, por tanto, diferente. Periodista reconocido, sus crónicas son irreverentes, “disparadas”. Tiene estudios de cine y televisión y esta es su primera novela. Ha publicado dos libros de cuentos: Uno y Dibujos animados. Una de sus crónicas sirvió de base para la película El pescador de Sebastián Cordero. Esta novela, marcada por la rebeldía del personaje con la “carrera” trazada por sus padres, es, igual que las historias que cuenta, desaforadas y desconcertantes. Su cualidad está que el texto se ciñe al drama oculto, a la insatisfacción, a la búsqueda de los personajes, a la reacción, que es constante en la obra, sobre la aculturación de nuestro medio que es más devastador que la acción de los políticos. A ese “no parar” tan propio de la generación actual. Andrade ha escrito una novela que ata al lector hasta la última página en una especie de torbellino.

Quito, septiembre 2011