La verdadera doctrina

Modesto Ponce Maldonado

Si la Conferencia Episcopal, manejada por los miembros de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (Opus Dei) fundada por el Marqués de Peralta (Escrivá de Balaguer), hubiere propuesto la eliminación del matrimonio civil, ciertos políticos no se habrían mostrado tan devotamente creyentes como hoy se presentan ante la propuesta de enseñar "religión y moral" en los colegios fiscales. La beatífica idea es un artificio, un disfraz. La madre Iglesia -como tantas veces en la historia- se unió a los poderosos y, en este caso, recibió el apoyo de muchos que de católicos no tienen ni la misa del domingo. ¿Qué se pretende enseñar en los colegios laicos? ¿Qué moral quieren impartir a la juventud?

La Iglesia Católica, especialmente desde la elección de Juan Pablo II, se halla en crisis, causada por un retroceso histórico incompatible con las realidades de un mundo básicamente pluralista, trágicamente desigual, complejo, y peligrosamente dividido. Estas realidades, la misma actitud de la gente y la rebelión de los teólogos la han cuestionado severamente. La Iglesia está sacudida por contradicciones internas y rodeada de contradictores. Como respuesta, el Papa -gran político y discutible pastor-, poco inclinado a la apertura y al diálogo, ha "romanizado" nuevamente a la Iglesia, ha recrudecido las posturas conservadoras y el centralismo absorvente de la élite vaticana, aprovechándose del debilitamiento de otras ideologías.

Adicionalmente, ¿es el problema "moral" la causa del insostenible deterioro social de la nación?; ¿la causa de la marginación, de la miseria, del hambre, de la desnutrición? ¿O será exactamente al revés? ¿Hay que cambiar a los invividuos para que cambie la sociedad? O, al contrario, ¿es necesario una sociedad diferente -y en qué sentido- para que los individuos sean distintos?

Agustín E. Bravo Muñoz, un sacerdote católico de la Diócesis de Riobamba (Diario HOY, 15-IV-94), cita al teólogo H. U. von Balthasar, quien opinó que la Opus Dei es "la más fuerte acumulación integrista de poder en la Iglesia". En el Concilio Vaticano II se la atacó duramente pues se sabía que estaba marcada por el franquismo. La "Santa Mafia" lo llamó alguien que conoció a fondo sus orígenes e investigó sobre sus procedimientos y su enorme poder político y económico.

Ni siquiera el discurso, mucho menos la acción, por ejemplo, del Obispo de Cuenca Alberto Luna Tobar son semejantes a las del Obispo de Guayaquil, Juan Larrea Holguín. Ambos fueron mis profesores; ambos son brillantes. Pero, ¿qué les une? No mucho, salvo la fría estructura teórico-administrativa de la Iglesia Católica. El padre Alberto es, ante todo, un ser humano, un teólogo, un pastor sabio y prudente; Larrea es, sobre todo, un jurista notable, un canonista, un moralista rígido ajeno al mundo y a sus realidades. Esas actitudes diferentes ante la vida y ante el drama de la gente, que se manifiestan principalmente en "qué hace" el uno y "qué hace" el otro, implican concepciones morales y teologales disímiles.

En Cuenca, el Obispo no ha dejado de luchar a favor de los pobres y desposeídos, de los sin esperanza, de los parias del desastre de La Josefina, y ha frenado a los alucinados que ven vírgenes en todas partes. En Guayaquil y en Quito es diferente. El Obispo Auxiliar de Quito y Secretario de la Conferencia Espiscopal es miembro de la misteriosa Opus. En esta ciudad se promueve a la "Guardiana de la Fe", cuyas supuestas palabras son alienantes e inhumanas. A la capital metropolitana vino -y no fue a Cuenca- la hermosa imagen de la virgen churona. Ante ella se congregaron ochenta mil personas que perdieron la esperanza en este mundo y esperan algo del más allá. Ante ella, según una noticia de prensa, un humilde hombre de pueblo, que abofeteó con sus palabras a la sociedad que hemos creado, gritó: "Ayúdanos a salir ya de esta vida." Ochenta mil, sí, que merecen respeto... porque todos tenemos derecho a la esperanza. Pero, no es suficiente con la droga de una religión milagrera. El poeta Heine dijo: "el cielo fue inventado para uso de los hombres a quienes la tierra no ofrece nada". La mejor justificación de creer en un cielo es tratar de que ese cielo empiece en este mundo.

¿Cuál de las dos morales, entonces? ¿La liberadora o la enajenante? A los señores obispos proponentes del proyecto no se les ha ocurido enseñar ética a los políticos, a los legisladores, a los responsables de la conducción económica, a los empresarios, a los poderosos, a los profesionales, a los policías corruptos. Tampoco a las Fuerzas Armadas para instarles a que disminuyan, en aras del desarrollo social, un cincuenta por ciento de los gastos en armas. Ni a los jueces que ceden ante el mejor postor. Ni a los adultos -incluyéndome- que poco o nada hacemos por los demás. Una prostituta que vende su cuerpo por hambre, para que coman sus hijos sin padre, no tiene un "problema moral". Tampoco el individuo que, por alimentar a su familia, se presta a vender uns gramos de cocaína, ni los chicos delincuentes que roban y duermen en las alcantarillas de Guayaquil. Estas y otras innumerables lacras son problemas "sociales" causados por la pobreza. Es el mundo y es la sociedad los que tienen los problemas, no ellos que suficiente tienen con sus tristezas. Poco lugar hay para la moral en una sociedad enferma y sin destino. Todo este asunto tiene un ligero tufo a sepulcro blanqueado.

Las estudiantes de Pedagogía de la PUCE, que realizan sus prácticas en escuelas, encuentran que muchos niños son dejados a las cinco de la mañana en la puerta por sus madres que trabajan; otros se desmayan en clases porque no han desayunado; a la mayoría les es difícil entender y pensar porque son insuficientes biológicos a causa de la desnutrición; otros llegan llorosos y atemorizados porque quizás la noche anterior vieron como el padre borracho golpeaba a la madre. ¿A éstos niños, doctor Arregui, les van a enseñar "religión y moral"? ¿Con qué derecho? Ante situaciones como ésta -que son las de mayoría-, ¿qué significado tiene la opción indiscutible de los padres de educar a sus hijos como a bien tuvieren?

Los jóvenes de las escuelas y colegios laicos son mucho más limpios que los individuos, los grupos y las naciones que han provocado la existencia de un mundo violento y desigual. "La Iglesia...ha usado la educación como medio de domesticación" (II Congreso Ecuménico de Teólogos del Tercer Mundo). "El sistema de enseñanza ligado a los centros de poder...funciona de manera que asegura su dominio sobre la educación" (III Congreso). La educación religiosa en el Ecuador desviará la atención de los jóvenes de los problemas fundamentales de nuestra sociedad.

El cardenal Wojtyla, Jefe del Estado Vaticano, solemnizó con su presencia y bendijo una multimillonaria réplica de la catedral de San Pedro construida en un hambriento país africano; felicitó al general Pinochet con motivo de sus cincuenta años de matrimonio; mantuvo una posición ambigua ante los asesinatos de monseñor Romero y de los jesuitas en El Salvador; elevó a los altares, alterando los procedimimientos, a Escrivá de Balaguer, mientras el proceso a favor de Juan XXIII duerme en algún cajón; simpatizó con los dictadores del Haití que derrocaron a Arístide porque éste cree en la Teología de la Liberación y fue expulsado de una orden religiosa.

El Vaticano sostiene que el matrimonio católico es indisoluble pero, a cambio, facilita a los poderosos con dinero su anulación. Carolina de Mónaco anuló su matrimonio por motivos políticos y de conveniencia; conocidos católicos adinerados de nuestro país han logrado anulaciones con el fin de guardar las apariencias y permitir que sus hijos pueden llegar, libres de polvo y paja, a la gloria celestial. Esta práctica es normal en Chile, donde no existe matrimonio civil ni divorcio. Sobre el tema es recomendable la obra ESCANDALO EN LA ASAMBLEA escrito por el ex sacerdote Morris West y por Robert Francis. ¿Qué moral, pues, enseñarán en los colegios laicos?

El Papa no ha alterado su doctrina sobre el control de la natalidad, pero la conciencia de la mayoría de los católicos y el consejo privado de los mismos sacerdotes han invalidado la tesis. Los míseros y desposeídos, cuya único placer legítimo y gratuito es el sexo, ¿deben privarse de él?; ¿o deben tener los hijos que "Dios disponga"? ¿Cuál de las dos morales se enseñará en los colegios laicos?

Para muchos -como yo y como tantos que quizás no lo digan- el catolicismo simplemente se fue en pedazos, se desintegró en el camino de la vida. Nos queda, eso sí, presentes el misterio de Dios y la figura del Cristo hombre, del Cristo evangélico, muchas veces desfigurado por los representantes directos del Eterno. Cayó el totalitarismo político de la URSS. ¿Le llegará su hora al totalitarismo ideológico de la Iglesia Católica Romana? Al parecer, se gesta lentamente el cisma posiblemente para los primeros años del próximo siglo. Empero, no perderá vigencia, por absurdo que suene en este mundo, el "amaos los unos a los otros". El dogmatismo marxista se basó en un examen profundamente lúcido de la realidad social. El dogmatismo autoritario de la Iglesia Católica no siempre tiene relación con la vivencias concretas de los seres humanos. Fue el barburo judío-alemán, hoy casi innombrable, quien dijo: "El hombre es el que hace la religión; no la religión al hombre". Mario von Galli, ponente del Concilio Vaticano II, sotuvo que en un mundo pluralista no puede haber una sola religión verdadera (LA REFORMA QUE LLEGA DE ROMA, Plaza Janes).

A más de que es muy difícil sostener como válido que fondos públicos sean destinados, en un estado laico, a la enseñanza religiosa católica (esta es la intención oculta del proyecto), no puede considerarse ético ni justo que en un país como el nuestro en el cual los niños comienzan a morir de hambre aun antes de nacer, con niveles de salubridad intolerables, problemas de marginación, sin educación, padres desamparados que carecen de trabajo, madres que mueren al momento del parto, seres que duermen en la calle y bajo los puentes, pequeños de cinco años que venden rosas en los semáforos, ancianos que se arrastran en cada cuadra, se pretenda usar de dineros del Estado para pagar a miles de profesores que nadie sabe de donde saldrán para enseñar la "verdadera doctrina". "La diferencia entre el fariseo y el santo es sobre todo ésta: el fariseo es amplio consigo mismo y estrecho con los demás. Quiere obligar a todo el mundo a ir al cielo, a la fuerza" (Obispo Hélder Cámara). Cada vez es más difícil comprender que una religión "se levante sobre estas tres piedras: el pecado original, la corrupión inherente y el perdón divino" (Carlos Fuentes), y que se base, por principio, en el desprecio a este mundo.

La moral cristiana no se justifica si no se fundamenta en una ética humanista. Quien quiera saber algo de Dios tiene que buscarlo en los demás hombres, en las sociedades, en la historia. Y en los niños y en la naturaleza. La religión es, en gran parte, un fenómeno nacido de la misma psicología humana, un fenómeno cultural. Unanumo hablaba del "hambre de inmortalidad", del ansia de eternidad del hombre.

Nadie es dueño de la moral, ni propietario de Dios. Él no tiene apoderados ni gerentes en la tierra. Cabe una moral sin Dios. Existen ateos rectos y de buena voluntad y se dan piadosos corruptos. El marxismo, que en realidad prescinde de Dios como metodología más que como tesis, contiene "la cumbre más elevada de moralidad humanista que se podía alcanzar", escribió Antonio Pérez-Esclarín, un doctor en filosofía y teología. Y añadió: "sólo el hombre que actúa sin usar a Dios puede esperar encontrarlo...Dios es el fin utópico del hombre". El Corán, según entiendo, no es un libro religioso, sino un código moral ligado a ciertos ritos. Adicionalmente, no puede hablarse de ética individual si no se la conecta con la ética social. Un solitario en una isla desierta casi no tiene problemas morales; los tiene básicamente de supervivencia física y síquica. La moral nace fundamentalmente del hecho de que hay "otros", del concepto de "los demás", a los cuales habría que añadir ahora el hecho ecológico. El fin de la moral no es salvar el alma; "el fin de la moral es promover la existencia individual y colectiva; crear felicidad" (Ignace Lepp). El principio básico de la moral es respetar la dignidad de la persona humana. "La conciencia individual se halla, y debe hallarse, en comunicación con la conciencia social" (ídem). El cabalístico libro CAMINO, el nuevo KEMPIS escrito por el Marqués de Peralta, no contiene referencias sólidas a la solidaridad humana, a la justicia social, al desequilibrio internacional...La Opus Dei legitima y santifica la intolerancia a través de las máximas autoritarias e individualistas de CAMINO. Una bellísima novela de un posible candidato al Nobel -el portugués José Saramago- ha sido prohibida en su país (EL EVANGELIO SEGUN JESUCRISTO, Seix Barral, Bogotá), como fue prohibido el filme LA ULTIMA TENTACION donde se presenta al Cristo más cercano a Dios -si cabe la expresión- que he conocido.

En un colegio católico, en los años cincuenta, nos inculcaba, contra toda ética, la intolerancia y el odio hacia los gringitas protestantes que repartían la revista ATALAYA. Pero, mucho después, en las épocas del Vaticano II la tendencia era considerar a las iglesias cristianas no católicas como miembros de una "comunidad". Aun eso han dejado a un lado los obispos, a quienes no les preocupa una nueva guerra religiosa. Las organizaciones evangélicas y el Consejo Latinoamericano de Iglesias objetaron el proyecto y se extrañaron de no haber sido consultados. Naturalmente, ellos también reclamaban su cuota de poder, de control sobre la gente. El Consejo atacó a la Iglesia Católica al recordarle la situación de Latinoamérica después de quinientos años de catolicismo.

El proyecto de enseñanza religiosa en los colegios es el primer paso para el retorno a un esquema fundamentalista en el cual religión y poder político tiendan a unirse. Tiempos sombríos, aberrantes y fanatizados nos esperan para el fin milenio.

(Quito, VI-94)