400 gramos de calabaza cruda, partida en trozos medianos, con cáscara y sin pipas
150 gramos de queso crema, a temperatura ambiente
5 cucharadas de azúcar blanco
500 ml de leche entera, a temperatura ambiente
1/2 cucharadita de canela molida
Caramelo
5 cucharadas de azúcar blanco
1 cucharadita de zumo de limón
2 cucharadas de agua
Preparación
Pondremos los trozos de calabaza en la bandeja del horno, sobre la que habremos colocado un papel sulfurizado, y los hornearemos unos 60 minutos a 180 ºC por arriba y abajo, poniendo la bandeja en el segundo nivel del horno.
Mientras la calabaza se asa, vamos a preparar el caramelo: en un cazo a fuego medio-alto, de 0-12, lo vamos a poner a 8, vamos a echar el agua, el azúcar y el zumo de limón.
Ahora vamos a mover el cazo en vaivén para que el azúcar vaya disolviéndose, sin utilizar ningún utensilio.
Dejaremos cocinar nuestra mezcla, sin remover, hasta que cambie a un color dorado. En mi caso tardó 5 minutos.
Una vez veamos que la mezcla ha tomado color dorado, retiraremos rápidamente del fuego. Notaréis que, a pesar de estar fuera de fuego, nuestro caramelo sigue hirviendo por unos segundos más, por tanto, tenemos que tener cuidado cuando lo estemos dorando, porque se nos puede tostar en exceso y quemarse, tomando un sabor amargo muy desagradable.
Cuando deje de burbujear, lo verteremos en un molde (medidas: 27,5 x 14 x 7 cm), extendiéndolo por toda la base y por los bordes (cuidado con quemaros, es mejor usar una manopla porque alcanza una temperatura muy alta).
Después de los 60 minutos, apagaremos el fuego y vamos a dejar la calabaza unos 20 minutos más con el horno apagado, para aprovechar el calor residual.
Pasado el tiempo, sacaremos la calabaza del horno y la dejaremos enfriar a temperatura ambiente.
Una vez fría, pelaremos la calabaza con las manos, la pasaremos a un plato y la chafaremos con ayuda de un tenedor.
Precalentaremos el horno a 170 ºC por arriba y abajo.
En un bol, agregaremos el puré de calabaza asada, los huevos, el queso crema, el azúcar, la canela y la leche.
Mezclaremos bien con la batidora.
Ahora verteremos nuestra mezcla en el molde en el que teníamos reservado el caramelo, con ayuda de un cucharón, colocando el molde en una fuente más grande y resistente al calor del horno.
Llenaremos la fuente con agua, hasta cubrir 2 dedos la altura del molde.
Ubicaremos la fuente sobre la bandeja del horno y ésta, en el segundo nivel del mismo. Hornearemos a 170 ºC por arriba y abajo, unos 70 minutos.
Pasado el tiempo, sabremos que el pudín está perfectamente cocido, porque pinchando con un palillo, éste saldrá limpio.
Finalmente, dejaremos enfriar nuestro postre, primero a temperatura ambiente y luego unas 6 horas en la nevera.
Después de las 6 horas, vamos a desmoldarlo. Para ello, iremos moviendo el molde para que el pudín, con su propio peso, se vaya despegando de los bordes.
Volteamos el molde en un plato de mayor tamaño. Hacemos unos ligeros movimientos con el molde hasta que notemos que nuestro pudín termina de desprenderse.
Y ya lo tenemos listo. Decoramos a nuestro gusto: en mi caso, estoy usando nata montada, guindas y hojas de hierbabuena fresca.