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Julio Verne - Wikipedia en español
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Introducción
Jules Gabriel Verne, conocido en los países hispanohablantes como Julio Verne1 (Nantes, 8 de febrero de 1828-Amiens, 24 de marzo de 1905),2 fue un escritor, dramaturgo3 y poeta francés,4 célebre por sus novelas de aventuras5 y por su profunda influencia en el género literario de la ciencia ficción.6 Sus novelas, siempre bien documentadas, están generalmente ambientadas en la segunda mitad del siglo XIX, teniendo en cuenta los avances tecnológicos de la época.
Además de sus novelas, escribió numerosas obras de teatro, cuentos, descripciones autobiográficas, poesía, canciones y estudios científicos, artísticos y literarios. Su obra ha sido adaptada al cine y la televisión desde los comienzos del cine, así como en cómics, teatro, ópera, música y videojuegos.
Nacido en una familia burguesa, estudió para continuar los pasos de su padre, Pierre Verne, como abogado pero muy joven decidió abandonar ese camino para dedicarse a la literatura.7 Su colaboración con el editor Pierre-Jules Hetzel dio como fruto la creación de Viajes extraordinarios, una popular serie de novelas7 de aventuras escrupulosamente documentadas y visionarias[cita requerida] entre las que se incluían las famosas De la Tierra a la Luna (1865), Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), La vuelta al mundo en ochenta días (1872), La isla misteriosa (1874) o Dos años de vacaciones (1888).7 Ya antes había publicado Cinco semanas en globo (1863) y Viaje al centro de la Tierra (1864).7
Es uno de los escritores más importantes de Francia y de toda Europa gracias a la evidente influencia de sus libros en la literatura vanguardista y el surrealismo,8 y desde 1979 es el segundo autor más traducido en el mundo, después de Agatha Christie.9 Se le considera, junto a H. G. Wells, uno de los «padres de la ciencia ficción».10 Fue condecorado con la Legión de Honor en 189211 por sus aportes a la educación y a la ciencia.7
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Julio Verne en 1878
Jules Verne în 1878
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Jules Verne - Wikipedia in limba romana
17:53 11 feb 2024 Nicolae Coman discusión contribs. m 66.096 bytes
Introducere
Jules Verne (nume complet Jules Gabriel Verne; n. 8 februarie 1828, Nantes, Franța – d. 24 martie 1905, Amiens, Franța) a fost un scriitor francez și un precursor al literaturii științifico-fantastice.
În 1863 editorul Pierre-Jules Hetzel (1814-1886) i-a publicat primul roman, Cinci săptămâni în balon, al cărui succes uriaș a dus la semnarea unui contract de douăzeci de ani pentru o serie de Călătorii extraordinare, o parte din cele 62 de romane care au format-o fiind serializate în publicația pentru tineret Magasin d'éducation et de récréation. Minuțios documentate, romanele lui Jules Verne tratează atât prezentul tehnologic al celei de-a doua jumătăți a secolului al XIX-lea (Copiii căpitanului Grant (1868), Ocolul Pământului în optzeci de zile (1873), Mihail Strogoff (1876), Steaua Sudului (1884), Vulcanul de aur etc.), cât și lumi imaginare (De la Pământ la Lună (1865), Douăzeci de mii de leghe sub mări (1870), Robur Cuceritorul (1886).
Fratele său, Paul Verne, a contribuit la Ediția Nr. 40 a Festivalului Francez de la Mont-Blanc, unde a adăugat operele colecției de povestiri ale fratelui său, Doctor Ox, în 1874. Opera lui Jules Verne este populară în întreaga lume, conform Index Translationum[18], cu un total de 4833 traduceri în 148 de limbi. Verne ocupă locul al doilea în rândul celor mai traduși autori, după Agatha Christie. În 2011, el era de asemenea autorul de limbă franceză cel mai tradus pe plan mondial și cel mai tradus scriitor de romane. Anul 2005 a fost declarat "anul Jules Verne" cu ocazia împlinirii a o sută de ani de la moartea autorului, fiind marcat în Franța și în alte țări francofone, printre care și România, prin reeditări ale volumelor sau ale unor opere de exegeză despre Jules Verne.
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Admin says:
Doamna Mihaela Miroiu este una dintre persoanele pe care le stimez.
Cum nu există pe lumea asta două persoane care să gândească exact la fel, nici eu cu doamna Miroiu nu coincid 100% în cele gândite, dar, ceea ce am observat la doamna Miroiu este faptul că este deschisă cunoașterii și întelegerii altor opinii.
La o postare din 26 iulie 2024 a doamnei Miroiu, eu am comentat după cum se vede mai jos, comentariul meu primind chiar și o apreciere din partea dumneaei.
"Textul este depășit de hipertext. Probabil ca și cei care scriau (si citeau) pe tăblițe de lut au fost supărați pe apariția textului pe hartie, la fel cum apărătorii clasicului text, caută să respingă apariția și generalizarea formatului hipertext. Vezi: "Text, cibertext, hypertext".
Eu găsesc că operația de wikificare a textelor, pe care o practic eu, este o formă superioară de tratare a textelor, o forma care facilitează oamenilor o incomensurabilă cunoaștere, în raport cu alte forme cunoscute până acum, de transmitere a informației.
Am ales una dintre arhicunoscutele capodopere ale arhicunoscutului Jules Verne, volumul "Testamentul unui excrentic", pentru a arăta lumii diferențele dintre "clasicul text", și a cibertextului, pe de o parte, și dintre ambele și forma wikipedizată a aceluiași text.
Admin says:
La señora Mihaela Miroiu es una de las personas que respeto.
Como no hay dos personas en este mundo que piensen exactamente igual, ni siquiera la señora Miroiu y yo coincidimos al 100% en lo que pensamos, pero lo que noté de la señora Miroiu es que está abierta a conocer y comprender. otras opiniones.
En una publicación del 26 de julio de 2024 de la Sra. Miroiu, comenté como se ve a continuación, e incluso mi comentario recibió un reconocimiento de su parte.
Adrian Iordache dice:
"El texto es superado por el hipertexto. Probablemente quienes escribieron (y leyeron) en tablillas de arcilla se enojaron por la aparición del texto en papel, del mismo modo que los defensores del texto clásico buscan rechazar la aparición y generalización del formato hipertexto. Ver: "Texto, cibertexto, hipertexto".
Considero que la operación Wikificación de textos, que practico, es una forma superior de tratamiento de textos, una forma que facilita a las personas una cantidad inconmensurable de conocimientos, en relación con otras formas de transmisión de información conocidas hasta ahora.
He elegido una de las obras maestras más conocidas del conocido Julio Verne, el volumen "El testamento de un excéntrico", para mostrar al mundo las diferencias entre el "texto clásico" y el cibertexto, por un lado, y entre ambos y la forma wikipedista del mismo texto.
Admin says:
La señora Mihaela Miroiu es una de las personas que respeto.
Como no hay dos personas en este mundo que piensen exactamente igual, ni siquiera la señora Miroiu y yo coincidimos al 100% en lo que pensamos, pero lo que noté de la señora Miroiu es que está abierta a conocer y comprender. otras opiniones.
En una publicación del 26 de julio de 2024 de la Sra. Miroiu, comenté como se ve a continuación, e incluso mi comentario recibió un reconocimiento de su parte.
Adrian Iordache dice:
"El texto es superado por el hipertexto. Probablemente quienes escribieron (y leyeron) en tablillas de arcilla se enojaron por la aparición del texto en papel, del mismo modo que los defensores del texto clásico buscan rechazar la aparición y generalización del formato hipertexto. Ver: "Texto, cibertexto, hipertexto".
Considero que la operación Wikificación de textos, que practico, es una forma superior de tratamiento de textos, una forma que facilita a las personas una cantidad inconmensurable de conocimientos, en relación con otras formas de transmisión de información conocidas hasta ahora.
He elegido una de las obras maestras más conocidas del conocido Julio Verne, el volumen "El testamento de un excéntrico", para mostrar al mundo las diferencias entre el "texto clásico" y el cibertexto, por un lado, y entre ambos y la forma wikipedista del mismo texto.
El Testamento de un Excéntrico, Julio Verne
https://cesarcallejas.wordpress.com/wp-content/uploads/2019/02/el-testamento-de-un-excentrico.pdf
Pagina 1
El Testamento de un Excéntrico
Julio Verne
textos.info
Biblioteca digital abierta
Pagina 2
Texto núm. 2510
Título: El Testamento de un Excéntrico
Autor: Julio Verne
Etiquetas: Novela
Editor: Edu Robsy
Fecha de creación: 14 de marzo de 2017
Edita textos.info
Maison Carrée
c/ Ramal, 48
07730 Alayor - Menorca
Islas Baleares
España
Más textos disponibles en http://www.textos.info
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Volumen I
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I. Una ciudad en plena alegría
Un extranjero llegado a la ciudad más importante de Illinois en la mañana del día 3 de abril de 1897 hubiera podido, con perfecta razón, considerarse como un favorito del dios de los viajeros. Su agenda se hubiera enriquecido dicho día con notas curiosas, propias para hilvanar artículos sensacionales. Y, de haber prolongado su estancia en Chicago durante algunos meses, hubiera tomado parte en las emociones, la agitación, las alternativas de esperanza y desfallecimiento, la fiebre, en suma, de aquella gran ciudad, que parecía haber perdido el juicio.
Desde las ocho de la mañana, una enorme multitud, siempre en aumento, se dirigía hacia el Barrio Veintidós. Es éste uno de los más ricos, y está
situado entre la Avenida Norte y la División Street, siguiendo la dirección de los paralelos, y, siguiendo la dirección de los meridianos, entre North
Halstedt y Lake Shore Drive, que bañan las aguas del Michigan. Es sabido que las ciudades modernas de los Estados Unidos orientan sus calles en
relación con las longitudes y latitudes, dándoles la regularidad de líneas de un tablero de damas.
Un agente de la policía municipal, que se hallaba de guardia en la esquina de Beethoven Street y North Wells Street, murmuraba:
—¿Es que toda la ciudad va a invadir este barrio? Era este agente un individuo de alta estatura, de origen irlandés, como la mayor parte de sus
compañeros, valerosos guardias que gastan la casi totalidad de un sueldo de mil dólares en combatir la inextinguible sed, tan natural a los nacidos en la verde Erín.
—¡Hoy será día de provecho para los rateros! —respondió uno de sus compañeros, no menos robusto que el primero, ni menos sediento e
irlandés.
—Sí —afirmó el otro—; es conveniente que cada cual vigile su bolsillo si no quiere encontrarlo vacío al llegar a casa, pues nosotros no nos bastaremos para ello.
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—Hoy —continuó el segundo— tendremos bastante trabajo con sólo ofrecer el brazo a las señoras para ayudarlas a cruzar la calle.
—Apostaría a que habrá un centenar de accidentes —añadió su compañero.
En América, afortunadamente, hay la buena costumbre de protegerse uno a sí mismo, sin esperar de la autoridad auxilios que es incapaz de dar.
Y, sin embargo, ¡qué tumulto amenazaba al Barrio Veintidós si solamente la mitad de la población de Chicago se trasladaba a él!
La metrópoli no contaba entonces menos de un millón setecientos mil habitantes, cuya quinta parte había nacido en los Estados Unidos,
quinientos mil eran alemanes y otros tantos irlandeses. El resto se componía de ingleses y escoceses en número de cincuenta mil, cuarenta
mil canadienses, cien mil escandinavos, bohemios y polacos en igual proporción, amén de quince mil indios y diez mil franceses.
Por lo demás, la ciudad, según ha hecho observar Elíseo Reclus, no ocupa aún todo el territorio municipal que los legisladores le han asignado sobre la ribera del Michigan, o sea, una superficie de cuatrocientos setenta y un kilómetros cuadrados, superficie casi igual a la del departamento del Sena.
La población debe, pues, crecer bastante para poblar la totalidad de estas cuarenta y siete mil hectáreas.
Lo cierto es que aquel día los curiosos afluían de las tres secciones que el río Chicago forma con sus dos ramas del Noroeste y del Sudoeste, lo
mismo del North Side que del South Side, considerados, por algunos viajeros, el primero como el barrio de Saint-Germain y el segundo como el
de Saint-Honoré de la gran ciudad de Illinois. Tampoco faltaba gente procedente de la parte occidental del ángulo formado por los dos brazos
del río, ni los residentes en las miserables moradas de los alrededores de Madison Street y Clark Street, en su mayoría bohemios, polacos, italianos y chinos.
Aquella multitud dirigíase, pues, tumultuosamente hacia el Barrio Veintidós, y las ochenta calles que a él conducen eran insuficientes para encauzar a semejante muchedumbre.
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Había personas de todas las clases sociales: funcionarios de Correos y del Federal Building; magistrados de Court House; consejeros municipales de City Hall; personal de ese inmenso parador público del «Auditorium», cuyas habitaciones se cuentan por millares; dependientes de almacenes y bazares, como los de «Marshall Field», «Lehmann» y «W. Kimball»; obreros de las fábricas de mantequilla, de excelente calidad a diez centavos la libra; trabajadores de los talleres del célebre constructor Pullmann, llegados desde su lejano barrio del Sur; empleados de la importante casa «Montgomery Ward y Cía»; tres mil obreros de «MacCormick»; los de los altos hornos, donde se fábrica el acero Bessemer; los de las fábricas de «MacGregor Adams», que trabajan el níquel, el estaño, el cinc, el cobre y refinan el oro y la plata; los de las fábricas de calzado, cuyas máquinas están tan perfeccionadas que en minuto y medio pueden confeccionar una botina; y también los mil ochocientos trabajadores de la casa Elgin, que entregan al comercio dos mil relojes por día.
Añádase a esta larga relación el personal ocupado en los silos de Chicago, que es el primer mercado del mundo para los negocios de cereales; y
preciso es añadir también los agentes afectos a los ferrocarriles, que, por veintisiete vías diferentes y con más de mil trescientos trenes, dejan
diariamente en la ciudad setenta y cinco mil viajeros, y los de los coches de vapor o eléctricos, vehículos funiculares y otros, que transportan dos
millones de personas, y, en fin, la población marinera del vasto puerto, cuyo movimiento comercial ocupa diariamente unos sesenta navíos.
Sería preciso estar ciego para no advertir entre la multitud a los directores, redactores y revisteros de los quinientos periódicos diarios o semanales de la Prensa de Chicago, y preciso fuera estar sordo para no oír los gritos de los bolsistas, bulls o alcistas y bears o bajistas, como si estuvieran anunciando en la Cámara de Comercio o en Wheat Pitt la cotización del trigo. Y en torno de esta muchedumbre se agitaba el personal de los Bancos nacionales o estatales: «Corn Exchange», «Calumet», «Mer chants-Loane Trust and Co.», «Fort Dearbom», «Oakland», «Prairie-State», «American Trust and Savings», «Guarantee of North America», «Dime Savings», «Northern Trust Co.», etc.
¿Y cómo olvidar en aquella manifestación pública a los alumnos de los colegios y universidades, Northwestern University, Union College of Law,
Chicago School, y tantos otros, y a los artistas de los veintitrés teatros y
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casinos de la ciudad, tanto los del Grand Opera House como los del «Jacob’s Clark Street Theater», los del Auditorium y del Liceo, y al
personal de las veintinueve fondas principales, y a los mozos y criados de los restaurantes, bastante espaciosos para recibir veinticinco mil
comensales por hora, ni olvidar, en fin, a los tablajeros de «Great Union Stock Yard», que por cuenta de las casas Armour, Swift, Nelson, Morris y
tantos otros, sacrifican millones de vacas y cerdos a dos dólares por cabeza? ¿Quién se asombrará, pues, de que la Reina del Oeste ocupe el
segundo lugar, después de Nueva York, entre las ciudades industriales y comerciales de los Estados Unidos, puesto que sus negocios alcanzan la
cifra anual de treinta milliards?
Sabido es que en Chicago, al igual que en las grandes ciudades americanas, se goza de una libertad tan absoluta como democrática. Allí la
descentralización es completa, y, si es permitido el juego de palabras, podemos preguntar: ¿qué movía aquel día a la población de Chicago a
centralizarse en torno de La Salle Street?
¿Era acaso hacia City Hall adónde la población se dirigía tumultuosamente? ¿La impulsaban ansias de especulación acerca de algunas favorables adjudicaciones de terreno? ¿Se trataba de una de esas luchas electorales que apasionan a la multitud, de un mitin donde contenderían los republicanos conservadores y los demócratas liberales?
¿Se trataba de inaugurar una nueva Exposición Universal y recomenzar, a la sombra del Lincoln Park, las solemnes ceremonias de 1893?
No. Se preparaba un acto de distinto género, cuyo carácter hubiera sido profundamente triste si sus organizadores no hubiesen tenido que
conformarse a la voluntad del personaje que la disponía, realizándola en medio de la alegría universal.
La Salle Street estaba en aquel momento completamente despejada, gracias a los agentes apostados en gran número en sus dos extremos. El
cortejo que se disponía a recorrerla podría, pues, extender sin obstáculos sus olas procesionales.
Aunque La Salle Street no es buscada por los americanos ricos, como lo son las avenidas de La Prairie, del Calumet y de Michigan, donde se
construyen opulentas moradas, es, no obstante, una de las calles más frecuentadas de la ciudad. Lleva el nombre de un francés, Robert Cavelier
de La Salle, que en 1679 exploró la región de los Lagos.
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El espectador que hubiera podido franquear la doble barrera formada por
los agentes habría visto, hacia el centro de La Salle Street y en el ángulo
de Goethe Street, una carroza tirada por seis caballos, parada ante una
casa de magnífica apariencia. Delante de la carroza y tras ella, un cortejo,
en buen orden, no esperaba más que la señal para ponerse en marcha.
La primera mitad de este cortejo estaba compuesta de varias compañías
de la milicia, vestidas de gala, a las órdenes de sus oficiales, de una
orquesta de cien profesores, y un coro de orfeonistas en igual número, que
debía mezclar sus cantos a la orquesta.
La carroza estaba cubierta de tela roja, bordada en oro, y en ella,
formadas de diamantes, se leían las letras W. J. H. Veíanse en gran
profusión ramos y brazadas de flores, que hubieran sido raras en cualquier
otra parte que no fuese una población generalmente llamada Ciudad
Jardín. De lo alto del vehículo, digno de figurar en una fiesta nacional,
pendían hasta el suelo algunas guirnaldas, que sostenían seis personas,
tres a la derecha y tres a la izquierda.
Algunos pasos más atrás veíase un grupo formado por unos veinte
personajes, entre ellos James T. Davidson, Gordon S. Allen, Harry B.
Andrews, John I. Dickinson, Thomas R. Carlisle, etc., del Excentric Club de
Mohawk Street, del que era presidente Georges B. Higginbotham, por los
miembros de los círculos del Calumet de Michigan Avenue, de Hyde Park
de Washington Avenue, de Columbus de Monroe Street, de la Union
League de Custom House Place, del Irish American de Dearbom Street y
de los otros catorce clubs de la ciudad.
Sabido es que en Chicago radica el cuartel general de la división del
Missouri y la residencia habitual del comandante, y claro es que este
comandante, el general James Morris, su estado mayor y la oficialidad de
sus oficinas, instaladas en Pullman Building, formaban parte del grupo
mencionado. Además, estaban allí el gobernador, John Hamilton, el
alcalde y sus adjuntos, los miembros del Consejo municipal, los comisarios
administradores del condado, llegados expresamente de Springfield,
capital oficial de Illinois, donde están establecidos los distintos servicios, y
también los magistrados del Federal Court, que, al contrario de tantos
otros funcionarios, no son nombrados por sufragio, sino por el Presidente
de la Unión.
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Al final del cortejo se codeaban multitud de negociantes, industriales, ingenieros, profesores, abogados, agentes, médicos, dentistas, jueces, procuradores y magistrados.
Con objeto de proteger este grupo final contra la invasión de la multitud, el general James Morris había colocado fuertes destacamentos de caballería, con el sable desenvainado, y cuyos estandartes flotaban a impulsos de una suave brisa.
La extensa descripción de todos los cuerpos civiles o militares, de todas las sociedades o corporaciones que tomaban parte en aquella extraordinaria ceremonia debe completarse con un detalle muy significativo: los asistentes, sin exceptuar uno solo, llevaban una flor en el ojal, una gardenia que les había sido ofrecida por el mayordomo vestido de negro, apostado en la escalera del hotel.
Este hotel había tomado aire de fiesta. Sus bombillas eléctricas resplandecían, luchando con los vivos rayos del sol de abril. Sus ventanas, abiertas de par en par, lucían colgaduras multicolores. Los criados, con librea de gala, se escalonaban en los peldaños de mármol de la escalera de honor. Los salones habían sido dispuestos para una reunión solemne.
Los comedores estaban llenos de mesas, sobre las que brillaban los fruteros de plata maciza, la maravillosa vajilla de los millonarios de Chicago y las copas de cristal llenas de vinos exquisitos y de champaña de las mejores marcas.
En el reloj de City Hall dieron las nueve. Algunas charangas sonaron en la extremidad de La Salle Street. Tres hurras, lanzados unánimemente, llenaron el espacio. A una señal del superintendente de policía, el cortejo se puso en marcha con banderas desplegadas.
En primer lugar, de los formidables instrumentos de orquesta se escaparon los compases de la Columbus March, del profesor John K. Paine, de Cambridge. Con lentitud y orden efectuóse el desfile, subiendo por La Salle Street. Casi en seguida la carroza se puso en marcha al paso de seis caballos, lujosamente empenachados. Las guirnaldas de flores se tendieron en las manos de los seis privilegiados, cuya elección parecía deberse a los fantásticos caprichos del azar.
Después, los clubs, las autoridades militares, civiles y municipales, y las masas que seguían a los destacamentos de caballería avanzaron en orden
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perfecto.
Inútil es decir que las puertas, ventanas, balcones y hasta los tejados de La Salle Street estaban llenos de espectadores de toda edad, de los que la mayor parte ocupaba su sitio desde la víspera.
Cuando las primeras filas del cortejo llegaron al extremo de la calle, torcieron un poco hacia la izquierda para tomar la avenida que conduce a Lincoln Park. ¡Qué inverosímil hormigueo de gente sobre los doscientos cincuenta acres de aquel admirable cercado, bañado al Este por las temblorosas aguas del Michigan, con sus alamedas sombrías, sus bosques, su césped, su lago Winston, sus monumentos erigidos en memoria de Grant y de Lincoln, y su departamento zoológico, donde las fieras rugían y los monos brincaban, como si quisieran ponerse al unísono con la popular agitación! Como el parque suele estar desierto durante los días laborables, un extranjero hubiera podido preguntarse si aquel día era domingo… ¡No! Era un viernes, el triste y fastidioso viernes, en que aquel año caía el día 3 de abril.
Pero esto no preocupaba a los curiosos, que cambiaban sus impresiones al paso del cortejo, del que sin duda sentían no formar parte.
—Ciertamente —decía uno—, esto es tan hermoso como la ceremonia inaugural de nuestra Exposición.
—Es verdad —respondía otro—, y vale tanto como el desfile del veinticuatro de octubre en Midway Plaisance.
—Y los seis que marchan junto a la carroza… —exclamó un marinero.
—Ésos volverán con la bolsa llena —añadió un obrero de la fábrica Cormick.
—He ahí gente que ganará buenos lotes —murmuraba un corpulento cervecero, que sudaba cerveza por todos sus poros—. Mil pesos de oro daría por estar en su pellejo.
—Y no perdería usted nada —replicaba un vigoroso leñador de los Stock Yards.
—Un día que les reportará grandes beneficios —se repetía en torno.
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—Sí… Su fortuna está hecha…
—¡Y qué fortuna!
—Diez millones de dólares a cada uno.
—Veinte, querrá usted decir…
—¡Más cerca de los cincuenta que de los veinte!
En el terreno a que se habían lanzado aquellas buenas gentes hubieran llegado al milliard, palabra que, por otra parte, es pronunciada frecuentemente en los Estados Unidos. Pero debemos advertir que todos aquellos dichos no descansaban sólo en simples hipótesis.
Ahora bien: ¿iba acaso el cortejo a dar la vuelta a la ciudad? Si su propósito era éste, no sería suficiente el día entero para que fuera realizado.
Fuere lo que fuere, siempre con las mismas demostraciones de alegría, siempre entre los compases de la orquesta y los cantos de los orfeonistas, que acababan de entonar el To the Son of Art entre los vítores y los hurras de la multitud, la larga e interrumpida columna llegó a la entrada de Lincoln Park, a la que se une Fullerton Avenue. Tomó entonces por la izquierda y caminó en dirección Oeste, durante unas dos millas, hasta el brazo septentrional del río Chicago.
Franqueado el puente, el cortejo siguió por Brand Street, esa magnífica arteria que lleva el nombre de bulevar Humboldt en un recorrido de once millas, y volviendo al Sur después de haber ido hacia el Oeste. Siguió esta dirección en el ángulo de Logan Square, cuando los agentes, no sin trabajo, abrieron paso entre la quíntuple hilera de curiosos.
Desde este punto, la carroza rodó hasta Palmer Square y se detuvo ante el parque, que lleva igualmente el nombre del ilustre sabio prusiano.
Era mediodía. En Humboldt Park se hizo una parada de treinta minutos, muy justificada, pues el paseo debía ser aún largo. La multitud se extendió sobre aquellos verdes terrenos, cuya superficie excede de 200 acres.
Detenida la carroza, orquesta y cantantes atacaron el Star Spangled Banner, que fue tan aplaudido como lo hubiera sido en el Casino.
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A las dos de la tarde llegóse al Garfield Park, el punto más al Oeste que el programa marcaba. Como puede observarse, en la gran ciudad de Illinois no faltaban los parques. Podríamos enumerar por lo menos quince de
importancia; el de Jackson no mide menos de 586 acres, y en total cubren 2000 acres de sotos, matorrales y bosques.
Cuando fue rebasado el ángulo que forma el bulevar Douglas al doblar hacia el Este, el desfile tomó esta dirección a fin de alcanzar Douglas Park, y desde allí, por el South West, franqueó la rama meridional del río Chicago, y después el canal de Michigan. Sólo fue preciso descender al
Sur, a lo largo de Western Avenue, en una extensión de tres millas, para encontrar Gage Park.
Eran entonces las tres, y se hizo una nueva parada antes de volver hacia los barrios del este de la ciudad.
Esta vez la orquesta hizo furor, tocando con extraordinario brío las más arrolladoras piezas del repertorio de los Lecocq, los Varney, los Audran y los Offenbach. Parece increíble que aquella gente no rompiese a bailar bajo la acción de aquella música; en Francia nadie hubiera resistido.
El tiempo era magnífico, aunque fresco. En los primeros días de abril el período invernal no ha terminado en Illinois, y la navegación del lago Michigan y del río Chicago está generalmente interrumpida desde principios de diciembre a fines de marzo.
Pero, aunque la temperatura fuera aún fría, la atmósfera estaba despejada, y el sol, en un cielo sin nubes, derramaba tan vividos resplandores cual si también estuviera de fiesta, como dicen los revisteros de la prensa oficiosa, y todo parecía presentarse magníficamente hasta la noche.
La multitud no disminuía. A los curiosos de los barrios del norte sustituían los de los barrios del sur, que valían tanto como aquéllos por las muestras de animación, por el entusiasmo y los hurras que lanzaban al paso del cortejo.
En lo que se refiere a los diversos grupos, el cortejo se conservaba tal como el principio ante el hotel de La Salle Street, y prometía continuar de igual forma hasta el final de su largo itinerario.
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Al salir de Gage Park, la carroza volvió directamente hacia el Este por el bulevar Garfield.
En la extremidad de este bulevar se despliega con toda su magnificencia Washington Park, que abarca una extensión de 370 acres.
La multitud se agolpaba como lo hiciera, años atrás, cuando la gran Exposición organizada en su vecindad. A las cuatro el cortejo hizo una parada de media hora, durante la cual los orfeonistas ejecutaron Alabemos a Dios, de Beethoven, obteniendo nutridos aplausos de innumerable auditorio.
Después continuó el paso bajo la sombra del parque, hasta la parte que, con Midway Plaisance, comprende el conjunto de la Exposición Universal, en el vasto espacio de Jackson Park, sobre el mismo litoral del lago Michigan.
¿Dirigíase la carroza hacia aquel célebre lugar? ¿Tratábase, acaso, de una ceremonia de celebración anual, cuya memoria no olvidaba ningún habitante de la ciudad?
No… Después de haber dado la vuelta a Washington Park Club por Cottage Grove Avenue, las primeras filas de la milicia se detuvieron ante un parque que los ferrocarriles rodean con sus múltiples vías en aquel barrio populoso.
El cortejo se detuvo, y antes de que se internara bajo la sombra de las magníficas encinas, los instrumentistas interpretaron uno de los más arrebatadores valses de Strauss.
¿Pertenecía este parque a un casino, y un inmenso vestíbulo aguardaba a aquella multitud concentrada para asistir a algún festival nocturno y carnavalesco?
Las puertas acababan de abrirse de par en par y sólo a costa de grandes esfuerzos conseguían los agentes contener a la multitud, más numerosa en aquel sitio, más animada y más desbordante. Aquella vez, a diferencia de las otras, el gentío no había invadido el parque, protegido por varios destacamentos de la milicia, y la carroza penetró en aquel recinto, final de un recorrido de cerca de quince millas a través de la inmensa ciudad.
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Este lugar no era realmente un parque: era el Oakswoods Cemetery, el mayor de los once cementerios de Chicago. Y aquella carroza era una carroza funeraria que transportaba a su última morada los restos mortales de William J. Hypperbone, uno de los miembros del Excentric Club.
Texto clásico (en español)
Text clasic (in romana)
I. Una ciudad en plena alegría Un extranjero llegado a la ciudad más importante de Illinois en la mañana del día 3 de abril de 1897 hubiera podido, con perfecta razón, considerarse como un favorito del dios de los viajeros. Su agenda se hubiera enriquecido dicho día con notas curiosas, propias para hilvanar artículos sensacionales. Y, de haber prolongado su estancia en Chicago durante algunos meses, hubiera tomado parte en las emociones, la agitación, las alternativas de esperanza y desfallecimiento, la fiebre, en suma, de aquella gran ciudad, que parecía haber perdido el juicio. Desde las ocho de la mañana, una enorme multitud, siempre en aumento, se dirigía hacia el Barrio Veintidós. Es éste uno de los más ricos, y está situado entre la Avenida Norte y la División Street, siguiendo la dirección de los paralelos, y, siguiendo la dirección de los meridianos, entre North Halstedt y Lake Shore Drive, que bañan las aguas del Michigan. Es sabido que las ciudades modernas de los Estados Unidos orientan sus calles en relación con las longitudes y latitudes, dándoles la regularidad de líneas de un tablero de damas. Un agente de la policía municipal, que se hallaba de guardia en la esquina de Beethoven Street y North Wells Street, murmuraba: —¿Es que toda la ciudad va a invadir este barrio? Era este agente un individuo de alta estatura, de origen irlandés, como la mayor parte de sus compañeros, valerosos guardias que gastan la casi totalidad de un sueldo de mil dólares en combatir la inextinguible sed, tan natural a los nacidos en la verde Erín.
I. Un oraş în sarbatoare
Un străin care a ajuns în cel mai de seama oraș din Illinois, în dimineața zilei de 3 aprilie 1897, ar fi putut să se considere pe drept cuvant un favorit al zeului călătoriilor caci in aceasta zi si-ar fi îmbogățit carnetul cu insemnari deosebit de interesante, pe care sa le foloseasca mai tarziu in scrierea unor articole senzaționale. Și dacă și-ar fi prelungit, mai intai cu cateva saptamani si apoi cu cateva luni, șederea la Chicago, i-ar fi fost dat sa traiasca, alaturi de ceilalti, emotiile, palpitatiile, trecerile de la speranță la disperare, infrigurarea si, la un moment dat, chiar buimaceala acestui mare oras care-si pierduse stapanirea de sine..
Incepand de la ora 8, o mulțime imensă, mereu crescanda, se misca in directia cartierului 22, unul dintre cei mai bogate, situat între North Avenue și Division Street, iar in sensul opus, între Nord Halstedt Street și Lake Shore Drive, scăldat de apele lacului Michigan.
Se știe că orașele moderne ale Statelor Unite își orientează străzile lor după latitudini și longitudini, impunandu-le simetria liniilor unei table ca de șah.
-- Ei, zicea un agent al poliției municipale, stand de garda la colțul străzii Beethoven cu strada North Wells, oare tot poporul va invada acest cartier?
— Sergentul acesta, de origine irlandeză, era un individ inalt, ca majoritatea colegilor săi de corporatie, vrednici pazitori ai ordinei, care-și cheltuiesc cea mai mare parte a soldei de 1000 de dolari pentru a-si stinge setea nepotolita, atât de obisnuită la bastinasii din verdele Erin.
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I. Una ciudad en plena alegría
Un extranjero llegado a la ciudad más importante de Illinois en la mañana del día 3 de abril de 1897 hubiera podido, con perfecta razón, considerarse como un favorito del dios de los viajeros. Su agenda se hubiera enriquecido dicho día con notas curiosas, propias para hilvanar artículos sensacionales. Y, de haber prolongado su estancia en Chicago durante algunos meses, hubiera tomado parte en las emociones, la agitación, las alternativas de esperanza y desfallecimiento, la fiebre, en suma, de aquella gran ciudad, que parecía haber perdido el juicio.
Desde las ocho de la mañana, una enorme multitud, siempre en aumento, se dirigía hacia el Barrio Veintidós. Es éste uno de los más ricos, y está situado entre la Avenida Norte y la División Street, siguiendo la dirección de los paralelos, y, siguiendo la dirección de los meridianos, entre North Halstedt y Lake Shore Drive, que bañan las aguas del Michigan.
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I. Un oraş în plină bucurie
Un străin care a ajuns în cel mai important oraș din Illinois în dimineața zilei de 3 aprilie 1897, ar fi putut, pe bună dreptate, să se considere favoritul zeului călătorilor. Agenda lui ar fi fost îmbogățită în acea zi cu note curioase, potrivite pentru a înșira articole senzaționale. Și, dacă și-ar fi prelungit șederea la Chicago pentru câteva luni, ar fi luat parte la emoțiile, agitația, alternativele de speranță și deznădejde, febra, pe scurt, a acelui mare oraș, care părea să-și fi pierdut. minte.
De la opt dimineața, o mulțime uriașă, mereu în creștere, se îndrepta spre Cartierul Douăzeci și doi. Acesta este unul dintre cei mai bogați și este
situat între North Avenue și Division Street, urmând direcția paralelelor și, urmând direcția meridianelor, între nord Halstedt și Lake Shore Drive, care scaldă apele Michigan.
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I. Un oraş în plină sarbatoare
Un străin care a ajuns în cel mai important oraș din Illinois în dimineața zilei de 3 aprilie 1897, ar fi putut, pe bună dreptate, să se considere ca un favorit al zeului călătoriilor. Agenda lui s-ar fi îmbogățit în acea zi cu notite curioase, potrivite pentru a înșira articole senzaționale. Și, dacă și-ar fi prelungit șederea la Chicago pentru câteva luni, ar fi luat parte la emoțiile, la agitația, la alternantele intree speranță și deznădejde, la febra, pe scurt, acelui mare oraș, care părea să-și fi pierdut mintile.
De pe la opt dimineața, o mulțime uriașă, mereu în creștere, se îndrepta spre Cartierul Douăzeci și doi. Acesta este unul dintre cei mai bogate și este situat între North Avenue și Division Street, urmând direcția paralelelor și, urmând direcția meridianelor, între Nord Halstedt și Lake Shore Drive, pe care le scaldă apele lacului Michigan.
Es sabido que las ciudades modernas de los Estados Unidos orientan sus calles en relación con las longitudes y latitudes, dándoles la regularidad de líneas de un tablero de damas.
Un agente de la policía municipal, que se hallaba de guardia en la esquina de Beethoven Street y North Wells Street, murmuraba:
—¿Es que toda la ciudad va a invadir este barrio? Era este agente un individuo de alta estatura, de origen irlandés, como la mayor parte de sus
compañeros, valerosos guardias que gastan la casi totalidad de un sueldo de mil dólares en combatir la inextinguible sed, tan natural a los nacidos en la verde Erín.
—¡Hoy será día de provecho para los rateros! —respondió uno de sus compañeros, no menos robusto que el primero, ni menos sediento e
irlandés.
—Sí —afirmó el otro—; es conveniente que cada cual vigile su bolsillo si no quiere encontrarlo vacío al llegar a casa, pues nosotros no nos bastaremos para ello.
Se știe că orașele moderne din Statele Unite își orientează străzile în relația cu longitudinele și latitudinile, dându-le regularitatea liniilor unei tablă de șah.
Un polițist municipal de serviciu la colțul străzii Beethoven cu strada North Wells murmură:
— Tot orașul va invada acest cartier? Acest agent era un individ înalt, de origine irlandeză, ca majoritatea dintre ai lui
însoțitori, paznici curajoși care cheltuiesc aproape întregul salariu de o mie de dolari luptă cu setea instinctă, atât de firească celor născuți în Erin verde.
—Azi va fi o zi profitabilă pentru hoți! — răspunse unul dintre însoţitorii săi, nu mai puţin robust decât primul, nici mai puţin însetat şi
Irlandez.
— Da, spuse celălalt; Este indicat ca toată lumea să stea cu ochii pe buzunar dacă nu vrea să-l găsească gol când ajung acasă, deoarece nu vom putea face asta.
Se știe că orașele moderne ale Statelor Unite își orientează străzile după longitudini și latitudini, dându-le regularitatea liniilor unei table ca de dame (sau ca de șah).
Un agent de serviciu, de-al poliției municipale, care se afla la colțul străzii Beethoven cu strada North Wells murmură:
— Oare tot orașul va invada acest cartier? Acest agent era un individ înalt, de origine irlandeză, ca majoritatea colegilor sai, paznici curajoși care-si cheltuiesc aproape întregul salariu de o mie de dolari pentru combaterea insațiabilei sete, atât de firească celor născuți în verdele Erin.
—Azi va fi o zi profitabilă pentru hoți! — răspunse unul dintre colegii săi, nu mai puţin robust decât primul, nici mai puţin însetat, nici mai puțin Irlandez.
— Da, spuse celălalt; ar fi indicat ca tot omul să-și păzească buzunarul dacă nu vrea să și-l găsească gol când ajunge acasă, pentru ca noi în sigur nu vom putea răzbi cu treaba asta.
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—Hoy —continuó el segundo— tendremos bastante trabajo con sólo ofrecer el brazo a las señoras para ayudarlas a cruzar la calle.
—Apostaría a que habrá un centenar de accidentes —añadió su compañero.
En América, afortunadamente, hay la buena costumbre de protegerse uno a sí mismo, sin esperar de la autoridad auxilios que es incapaz de dar.
Y, sin embargo, ¡qué tumulto amenazaba al Barrio Veintidós si solamente la mitad de la población de Chicago se trasladaba a él!
La metrópoli no contaba entonces menos de un millón setecientos mil habitantes, cuya quinta parte había nacido en los Estados Unidos, quinientos mil eran alemanes y otros tantos irlandeses. El resto se componía de ingleses y escoceses en número de cincuenta mil, cuarenta mil canadienses, cien mil escandinavos, bohemios y polacos en igual proporción, amén de quince mil indios y diez mil franceses.
Por lo demás, la ciudad, según ha hecho observar Elíseo Reclus, no ocupa aún todo el territorio municipal que los legisladores le han asignado sobre la ribera del Michigan, o sea, una superficie de cuatrocientos setenta y un kilómetros cuadrados, superficie casi igual a la del departamento del Sena.
La población debe, pues, crecer bastante para poblar la totalidad de estas cuarenta y siete mil hectáreas.
Lo cierto es que aquel día los curiosos afluían de las tres secciones que el río Chicago forma con sus dos ramas del Noroeste y del Sudoeste, lo mismo del North Side que del South Side, considerados, por algunos viajeros, el primero como el barrio de Saint-Germain y el segundo como el de Saint-Honoré de la gran ciudad de Illinois. Tampoco faltaba gente procedente de la parte occidental del ángulo formado por los dos brazos del río, ni los residentes en las miserables moradas de los alrededores de Madison Street y Clark Street, en su mayoría bohemios, polacos, italianos y chinos.
Aquella multitud dirigirse, pues, tumultuosamente hacia el Barrio Veintidós, y las ochenta calles que a él conducen eran insuficientes para encauzar a semejante muchedumbre. (2037 bytes)
„Astăzi”, a continuat al doilea, „vom avea destulă muncă doar să oferim brațul doamnelor să le ajute să treacă strada”.
„Pariez că vor fi o sută de accidente”, a adăugat însoțitorul său.
În America, din fericire, există un obicei bun de a te proteja, fără a te aștepta la ajutor de la autoritate pe care aceasta este incapabilă să-l ofere.
Și totuși, ce tumult a amenințat Secția 22 dacă doar jumătate din populația din Chicago s-ar muta în el!
Metropola avea atunci nu mai puțin de un milion șapte sute de mii de locuitori, dintre care o cincime s-au născut în Statele Unite, cinci sute de mii erau germani și tot atâtea irlandezi. Restul erau formați din cincizeci de mii de englezi și scoțieni, patruzeci de mii de canadieni, o sută de mii de scandinavi, boemi și polonezi în proporție egală, precum și cincisprezece mii de indieni și zece mii de francezi.
În plus, orașul, după cum a observat Elíseo Reclus, nu ocupă încă tot teritoriul municipal pe care legiuitorii i l-au atribuit pe malul Michiganului, adică o suprafață de patru sute șaptezeci și unu de kilometri pătrați, o zonă aproape egală cu cea a departamentului Seine.
Populația trebuie, așadar, să crească suficient pentru a popula toate aceste patruzeci și șapte de mii de hectare.
Adevărul este că în ziua aceea curioșii se înghesuiau din cele trei tronsoane pe care le formează râul Chicago cu cele două ramuri ale sale de Nord-Vest și Sud-Vest, atât din partea de nord, cât și din partea de sud, considerate, de unii călători, prima ca fiind cartierul. de Saint-Germain și al doilea ca cel de Saint-Honoré al marelui oraș Illinois. Nu au lipsit nici oamenii din partea de vest a unghiului format de cele două brațe ale râului, nici locuitorii mizerabilelor locuințe din jurul străzii Madison și străzii Clark, în mare parte boemi, polonezi, italieni și chinezi.
Acea mulțime s-a îndreptat, deci, tumultuos spre Cartierul 22, iar cele optzeci de străzi care duceau spre el erau insuficiente pentru a canaliza o asemenea mulțime.
--„Astăzi” --a continuat al doilea-- vom avea destul de muncă chiar si doar cu oferim brațul doamnelor pentru a le ajuta să treacă strada”.
„Pariez că vor fi o sută de accidente”, a adăugat însoțitorul său.
În America, din fericire, există un obicei bun de a te proteja, fără a te aștepta la ajutor de la autoritate pe care aceasta este incapabilă să-l ofere.
Și totuși, ce tumult amenința Cartierul 22 dacă cel putin jumătate din populația din Chicago s-ar fi mutat în el!
Metropola avea atunci nu mai puțin de un milion șapte sute de mii de locuitori, dintre care o cincime s-au născut în Statele Unite, cinci sute de mii erau germani și tot atâtia irlandezi. Restul era format din cincizeci de mii de englezi și scoțieni, patruzeci de mii de canadieni, o sută de mii de scandinavi, boemi și polonezi în proporție egală, precum și cincisprezece mii de indieni și zece mii de francezi.
În plus, orașul, după cum a observat Elíseo Reclus, nu ocupă încă tot teritoriul municipal pe care legiuitorii i l-au atribuit pe malul Michiganului, adică o suprafață de patru sute șaptezeci și unu de kilometri pătrați, o zonă aproape egală cu cea a departamentului Seine.
Populația trebuie, așadar, să crească suficient pentru a popula toate aceste patruzeci și șapte de mii de hectare.
Adevărul este că în ziua aceea curioșii se înghesuiau din cele trei tronsoane pe care le formează râul Chicago cu cele două ramuri ale sale de Nord-Vest și Sud-Vest, atât din partea de nord, cât și din partea de sud, considerate, de unii călători, prima ca fiind cartierul. de Saint-Germain și al doilea ca cel de Saint-Honoré al marelui oraș Illinois. Nu au lipsit nici oamenii din partea de vest a unghiului format de cele două brațe ale râului, nici locuitorii mizerabilelor locuințe din jurul străzii Madison și străzii Clark, în mare parte boemi, polonezi, italieni și chinezi.
Acea mulțime s-a îndreptat, deci, tumultuos spre Cartierul 22, iar cele optzeci de străzi care duceau spre el erau insuficiente pentru a canaliza o asemenea mulțime.