"Porque ciertamente demandaré la sangre de vuestras vidas; de mano de todo animal la demandaré, y de mano del hombre; de mano del varón su hermano demandaré la vida del hombre."
LXX:
και γαρ το υμετερον αιμα των ψυχων υμων εκζητησω εκ χειρος παντων των θηριων εκζητησω αυτο και εκ χειρος ανθρωπου αδελφου εκζητησω την ψυχην του ανθρωπου
Vulgata:
sanguinem enim animarum vestrarum requiram de manu cunctarum bestiarum et de manu hominis de manu viri et fratris eius requiram animam hominis
La sangre de vuestras vidas.
Resalta el valor de la vida del hombre, néfesh [nephesh], a la vista del cielo. Dios se ocuparía personalmente en vengar el derramamiento de sangre humana, tal como está implicado en la palabra "demandaré", literalmente "iré en pos" con un propósito de castigo.
De mano de todo animal.
La vida del hombre quedó a salvo de los animales tanto como de otros hombres mediante una solemne proclama de la santidad de la vida humana. El decreto de que una bestia que matara a un hombre debía ser destruida fue incorporado posteriormente al código mosaico (Exo. 21: 28-32). Esta orden no fue dada para castigar a la bestia asesina, que no está bajo la ley moral y que por lo tanto no puede pecar, sino para la seguridad de los hombres.
De mano del varón.
Esta advertencia va directamente contra el suicidio y el homicidio. Dios requiere del hombre que se quita la vida tanto como del que quita la vida de su prójimo, que rindan cuenta de sus actos. El mandamiento "No matarás" (Éxodo 20: 13) es tan amplio en sus alcances que prohíbe toda forma de acortar o quitar la vida. El hombre no puede dar la vida y por lo tanto no tiene derecho a quitarla, a menos que se le pida que lo haga por orden divina.
Nadie que esté en posesión de sus facultades mentales y morales, y que por lo tanto sea responsable de sus actos, puede escapar del castigo de Dios, ni aun el hombre que vuelve su mano contra sí mismo. En el día del juicio final cada individuo aparecerá delante del tribunal de Dios para recibir lo que merece: "todos compareceremos ante el tribunal de Cristo" (Rom. 14: 10); "es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo" (2 Cor. 5: 10).