5:24

"Caminó, pues, Enoc con Dios, y desapareció, porque le llevó Dios."

ויתהלך חנוך את־האלהים

ואיננו כי־לקח אתו אלהים

;וַיִּתְהַלֵּךְ חֲנוֹךְ, אֶת-הָאֱלֹהִים

וְאֵינֶנּוּ, כִּי-לָקַח אֹתוֹ אֱלֹהִים

LXX:

και ευηρεστησεν ενωχ τω θεω και ουχ ηυρισκετο οτι μετεθηκεν αυτον ο θεος

Vulgata:

ambulavitque cum Deo et non apparuit quia tulit eum Deus

Desapareció, porque le llevó Dios.

El suceso más significativo de la era antediluviana, un acontecimiento que llenó a los fieles de esperanza y gozo, la traslación de Enoc, es relatado por Moisés en estas pocas y sencillas palabras. Enoc fue trasladado "para no ver muerte" (Heb. 11: 5). Este significado es implícito en la palabra laqach, "él [Dios] llevó", palabra que nunca se usa para denotar la muerte.

El empleo cristiano moderno de esta misma expresión como un eufemismo en lugar de la muerte, no tiene respaldo en las Escrituras. Sin embargo, se usa la palabra en relación con la traslación de Elías (2 Rey. 2: 3, 5, 9, 10). La Septuaginta (LXX) lo traduce "pues Dios lo trasladó", la misma expresión de Heb. 11: 5 - μετεθηκεν αυτον ο θεος [metethêken auton ho Theos].

Hasta donde sepamos, Enoc fue el único creyente antediluviano que no vio la muerte. Como un modelo de virtud, Enoc "séptimo desde Adán", resalta en agudo contraste con la séptima generación del linaje de los cainitas, Lamec, quien añadió el crimen del asesinato al vicio de la poligamia (Jud. 14; cf. Gén. 4: 16-19).

Fueron testigos de la partida de Enoc tanto algunos de los justos como de los impíos. Dios dispuso la traslación de Enoc, no sólo para recompensar la piedad de un hombre piadoso, sino para demostrar la seguridad de la liberación que Dios prometió del pecado y la muerte. El recuerdo de este notable acontecimiento ha sobrevivido en la tradición judía (Eclesiástico 44: 16), el registro cristiano (Heb. 11: 5; Jud. 14) y aun en las fábulas paganas.

El apócrifo Libro de Enoc describe al patriarca como exhortando a su hijo y a todos sus contemporáneos, y amonestándoles acerca del juicio venidero. La obra judía El libro de los jubileos dice que fue llevado al paraíso donde consignó por escrito el juicio de todos los hombres. Algunas leyendas arábigas lo mencionan como el inventor de la escritura y la aritmética. Su partida debe haber hecho una tremenda impresión en sus contemporáneos, si hemos de juzgar

por la extensión alcanzada por el relato de Enoc que ha llegado a las generaciones posteriores. La vida ejemplar de Enoc con su pináculo glorioso testifica en nuestros días de la posibilidad de vivir en un mundo perverso sin pertenecer a el.

Inspiración

Enoc caminaba con Dios, pero la historia sagrada dice lo siguiente del mundo que lo rodeaba: "Y vio Jehová que la maldad de los hombres era mucha en la tierra, y que todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal" (Génesis 6: 5). La vida recta de Enoc estaba en marcado contraste con los impíos que lo rodeaban. Su piedad, su pureza y su integridad invariable fueron el resultado de su caminar con Dios, al paso que la impiedad del mundo fue el resultado de su caminar con el engañador de la humanidad. Nunca ha habido y nunca habrá una era cuando la oscuridad moral sea tan densa como cuando vivió Enoc una vida de rectitud irreprochable.

Enoc fue el primer profeta entre los hombres. Proféticamente predijo la segunda venida de Cristo a nuestro mundo, y su obra en ese tiempo. Su vida fue un ejemplo de cristianismo consecuente. Sólo labios santos debieran presentar las palabras de Dios en forma de acusaciones y juicios. Su profecía no se encuentra en los escritos del Antiguo Testamento. Quizá nunca encontremos libro alguno que relate las obras de Enoc, pero Judas -profeta de Dios- las menciona (Judas 14).