Génesis 1:1

Reina-Valera 1960

En el principio creó Dios los cielos y la tierra.

בראשית ברא אלהים את השמים ואת הארץ

h'rts w-'th h-shmym 'th 'lhym br' b-r'shyth-

בְּרֵאשִׁית בָּרָא אֱלֹהִים אֵת הַשָּׁמַיִם וְאֵת הָאָֽרֶץ

LXX

εν αρχη εποιησεν ο θεος τον ουρανον και την γην

Vulgata

in principio creavit Deus caelum et terram

Almeida Revista e Atualizada

No princípio, criou Deus os céus e a terra.

King James Version

In the beginning God created the heaven and the earth.

La Nuova Diodati

Nel principio DIO creò i cieli e la terra.

La Bible du Semeur

Au commencement, Dieu créa le ciel et la terre.

Luther Bibel 1545

Am Anfang schuf Gott Himmel und Erde.

Russian Synodal Version

начале сотворил Бог небо и землю.

Principio.

ראשית [re'shiyth], "inicio", "principio", "primero".

En el principio

בראשית [bere'shiyth, berê'shîth].

Todo lo humano tiene un principio. Sólo Aquel que está entronizado como el soberano Señor del tiempo no tiene principio ni fin. De modo que las palabras con que comienzan las Escrituras trazan un decidido contraste entre todo lo que es humano, temporal y finito, y lo que es divino, eterno e infinito. Al hacernos recordar nuestras limitaciones humanas, esas palabras nos señalan a Aquel que es siempre el mismo, y cuyos años no tienen fin.

"Tú, oh Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura, y como un vestido los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán" (Salmo 102: 25-27).

"Antes que naciesen los montes y formases la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios... Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos" (Salmo 90: 2, 10).

Nuestra mente finita no puede pensar en "el principio" sin pensar en Dios, pues él "es el principio" (Colosenses 1: 18; cf. Juan 1: 1-3). La sabiduría y todos los otros bienes tienen su principio con él (Salmo 111: 10; Santiago 1: 17). Y si alguna vez hemos de asemejarnos de nuevo a nuestro Hacedor, nuestra vida y todos nuestros planes deben tener un nuevo principio en él (Gén. 1: 26, 27; cf. Juan 3: 5; 1 Juan 3: 1-3).

Tenemos el privilegio de disfrutar de la confiada certeza de que "el que comenzó" en nosotros "la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo" (Filipenses 1: 6). El es "el autor y consumador de la fe" (Hebreos 12: 2). Nunca olvidemos el hecho sublime implícito en estas palabras: "En el principio... Dios".

Este primer versículo de las Sagradas Escrituras hace resaltar decididamente una de las seculares controversias entre los cristianos que creen en la Biblia, por un lado, y los escépticos ateos y materialistas de diversos matices por el otro. Estos últimos, que procuran en diferentes formas y en diversos grados explicar el universo sin Dios, sostienen que la energía es eterna. Si esto fuera verdad y si la materia tuviera el poder de evolucionar, primero de las formas más simples de la vida, yendo después a las más complejas hasta llegar al hombre, ciertamente Dios sería innecesario.

Génesis 1: 1 afirma que Dios es antes de todo lo que existe y que es, en forma excluyente, la única causa de todo lo demás. Este versículo es el fundamento de todo pensar correcto en cuanto al mundo material. Aquí resalta la impresionante verdad de que, al formar el mundo, Dios no se valió de materia preexistente.

El panteísmo, la antigua herejía que despoja a Dios de personalidad al diluirlo por todo el universo, haciéndolo así sinónimo de la totalidad de la creación, también queda expuesto y refutado en Génesis 1: 1. No hay base para la doctrina del panteísmo cuando uno cree que Dios vivió sereno y supremo antes de que hubiera una creación y, por lo tanto, está por encima y aparte de lo que ha creado.

Ninguna declaración podría ser más apropiada como introducción de las Sagradas Escrituras. Al principio el lector conoce a un Ser omnipotente, que posee personalidad, voluntad y propósito, existiendo antes que todo lo demás y que, por lo tanto sin depender de nadie más, ejerció su voluntad divina y "creó los cielos y la tierra".

No debiera permitirse que ningún análisis de cuestiones secundarias concernientes al misterio de una creación divina, ya sea en cuanto al tiempo o al método, oscureciera el hecho de que la verdadera línea divisoria entre una creencia verdadera y una falsa acerca del tema de Dios y el origen de nuestra tierra consiste en la aceptación o el rechazo de la verdad que hace resaltar este versículo.

Durante largos siglos los teólogos han especulado con la palabra "principio", esperando descubrir más de los caminos misteriosos de Dios de lo que la sabiduría infinita ha visto conveniente revelar. Pero es ociosa toda especulación. No sabemos nada del método de la creación más allá de la sucinta declaración mosaica: "Dijo Dios", "y fue así", que es la misteriosa y majestuosa nota dominante en el himno de la creación.

Establecer como la base de nuestro razonamiento que Dios tiene que haber hecho así y asá al crear el mundo, pues de lo contrario las leyes de la naturaleza hubieran sido violadas, es oscurecer el consejo con palabras y dar ayuda y sostén a los escépticos que siempre han insistido en que todo el registro mosaico es increíble porque, según se pretende, viola las leyes de la naturaleza. ¿Por qué deberíamos ser más sabios que lo que está escrito? Muy en especial, nada se gana con especular acerca de cuándo fue creada la materia que constituye nuestro planeta.

Respecto al factor temporal de la creación de nuestra tierra y todo lo que depende de esto, el Génesis hace dos declaraciones:

(1) "En el principio creó Dios los cielos y la tierra" (vers.1).

(2) "Acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo" (cap. 2: 2).

Los pasajes afines no añaden nada a lo que se presenta en estos dos textos en cuanto al tiempo implicado en la creación. A la pregunta: ¿Cuándo creó Dios"los cielos y la tierra"? y a la pregunta: ¿Cuándo completó Dios su obra?, tan sólo podemos contestar: "Acabó Dios en el día séptimo la obra" (cap. 2: 2),"porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día" (Exodo 20: 11).

Estas observaciones acerca del relato de la creación no se hacen con el propósito de cerrar el debate, sino como una confesión de que no estamos preparados para hablar con certeza si vamos más allá de lo que está claramente revelado. El mismo hecho de que tanto dependa del relato de la creación, aun el edificio completo de las Escrituras, impulsa al piadoso y prudente estudiante de la Biblia a restringir sus declaraciones a las palabras explícitas de las Sagradas Escrituras.

Ciertamente, cuando el amplio campo de la especulación lo tienta a perderse en divagaciones en áreas no diagramadas de tiempo y espacio, no puede hacer nada mejor que enfrentar la tentación con la sencilla réplica: "Escrito está". Siempre hay seguridad dentro de los límites protectores de las comillas bíblicas.

Creó

ברא [bara'], "crear".

Se dice que bara' significa creación de algo a partir de la nada. Esta idea no está implícita en la palabra, y si se entiende así en algún pasaje debe ser como deducción a partir de otras consideraciones, tales como el contexto o textos relacionados con aquél.

Se pueden citar numerosos casos en los que la creación de algo nuevo o diferente procede de material ya existente. El más notable es el registro de la creación del hombre, que afirma que fue formado del polvo de la tierra, y sin embargo fue "creado" (ברא bara'); Génesis 1: 26, 27).

Otras cosas mencionadas en las Escrituras como "creadas" (ברא bara') por Dios son: hombre (Génesis 1: 27), estrellas (Isaías 40: 26), corazón limpio (Salmo 51: 10), "el viento" (Amós 4: 13), y cielos nuevos y tierra nueva (Isaías 65: 17).

El registro de la creación es sumamente breve, y está escrito en el estilo sencillo del informe bíblico y no en los términos técnicos de un hombre de ciencia. Siempre debemos recordar este hecho cuando intentemos interpretar estos pasajes. A menudo, de una sencilla palabra o frase hebrea se extraen conclusiones filosóficas o científicas indefendibles que van mucho más allá de lo que era la intención original del autor.

El relato comienza con una afirmación sencilla: "En el principio creó Dios los cielos y la tierra". Las Escrituras aclaran que antes de todo era Dios, quien por medio de Cristo trajo todas las cosas a la existencia. "Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada lo que ha sido hecho, fue hecho" (Juan 1: 3). "Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él. Y él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en él subsisten" (Colosenses 1: 16, 17). "Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y todas las cosas que en ellos hay" (Éxodo 20: 11).

"Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía" (Hebreos 11: 3).

Dios.

אלהים ['Elohim]. Un título general para "Dios".

Esta palabra tiene forma de plural, aunque cuando se refiere a Dios, generalmente aparece con el verbo en singular. Algunos eruditos asocian este término con el verbo árabe "temer", "reverenciar", en el sentido de que muestra a Dios como el Ser Supremo, a quien se debe reverencia. La raíz de esta palabra implica "fuerza", "poder", "capacidad". Se usa por primera vez con referencia a Dios como Creador (Gén. 1: 1). La obra de la creación es una demostración asombrosa del poder y de la majestad de Dios, de la omnipotencia divina en acción. El poder creador de Dios despierta en el hombre un temor reverente y un sentido de dependencia total. El nombre 'Elohim representa al Dios que se ha revelado por sus poderosas obras en la creación.

Al referirse a Dios, se usa el sustantivo 'Elohim casi exclusivamente en plural. Algunos han entendido que aquí se deja traslucir la doctrina de la Trinidad. Fue 'Elohim quien dijo: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza" (ver com. de Gén. 1: 26). Este uso del plural sugiere ciertamente la plenitud y las múltiples capacidades de los atributos divinos. Al mismo tiempo, el uso constante de la forma singular del verbo recalca la unidad de la Deidad y constituye una reprensión para el politeísmo.

En algunas ocasiones se usó la denominación 'Elohim para referirse a hombres que estaban ocupando la importante posición de voceros de Dios. Por ejemplo, Dios le dijo a Moisés que debía ser para su hermano Aarón "en lugar de Dios ['Elohim]" (Éxodo 4: 16). Dios le dio su mensaje a Moisés, quien se lo dio a Aarón, y él a su vez se lo transmitió a Faraón. Esto se ve nuevamente en Éxodo 7: 1, donde Dios le dice a Moisés: "Mira, yo te he constituido dios ['Elohim] para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta". Estos hombres de responsabilidad eran los representantes del único verdadero 'Elohim, de Aquel que por su gran poder creó todas las cosas, y que por lo tanto es digno de toda reverencia, temor piadoso y culto de parte de los hombres creados.

También se usa la palabra 'Elohim para referirse a "jueces" (Éxodo 21: 6; 22: 8, 9) teniendo en cuenta su función como representantes de Dios.

Cielos.

שמים [shamayim].

421 veces en el AT.

Griego: ουρανος [ouranos].

Describe:

1. El cielo atmosférico. El espacio en el que vuelan las aves (Génesis 1: 20), del que desciende la lluvia (Génesis 7: 11; Deuteronomio 11: 11) y donde soplan los vientos (Daniel 8: 8). En el día del juicio el cielo atmosférico se disolverá con el fuego (2 Pedro 3: 10; cf Isaías 51: 6), después de lo cual Dios creará un cielo nuevo y una tierra nueva (2 Pedro 3: 13; Apocalipsis 21: 1).

2. El cielo astronómico, el de las estrellas. Es el espacio en el que giran en sus órbitas el sol, la luna y las estrellas (Génesis 1: 14, 15, 17; Isaías 13: 10; Joel 2: 30; Mateo 24: 29).

3. La morada de Dios (1 Reyes 8: 30, 39; Salmo 11: 4; 53: 2; 80: 14; 102: 19; 139: 8; etc.). Jesús se refirió con frecuencia al Padre que está en los cielos (Mateo 5: 16, 45, 48; 6: 9; etc.). Descendió del cielo en su encarnación (Juan 3: 13, 31; 6: 38), ascendió a él después de su resurrección (Hebreos 9: 24) y descenderá de allí en su 2ª venida para llevar consigo a todos los redimidos (Juan 14: 1-3; 1 Tesalonicenses 4: 13-18; 1 Pedro 1: 4). Será la morada de los benditos hasta que los santos hereden la tierra nueva al final del milenio (Apocalipsis 21: 1-7).

El término a veces se usa como un sustituto del nombre divino (Marcos 11: 30; Lucas 15: 18, 21) y refleja la renuencia a pronunciar el nombre de Dios.

Tierra.

ארץ ['erets], "tierra".

Se usa para referirse al planeta Tierra con el fin de diferenciarlo del cielo atmosférico, y tal vez del estelar también; a una porción de tierra (Génesis 23: 15); al territorio ocupado por cierto pueblo o nación (Gén. 47: 13); a la tierra seca para distinguirla del mar (Génesis 1: 10); al mundo habitado (Génesis 18: 18); o, en sentido figurado, para referirse a los habitantes del mundo (Jeremías 22: 29).

La "tierra" mencionada en este versículo evidentemente no es el terreno seco que no fue separado de las aguas hasta el tercer día, sino todo nuestro planeta.

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