Nota adicional al capítulo 1

El versículo inicial de Gén. 1 ha sido objeto de muchos debates en los círculos teológicos a través de la era cristiana. Algunos han sostenido que el versículo se refiere a una creación de este mundo físico y de toda la vida que hay en él en un momento de tiempo muy anterior a los siete días de la semana de la creación.

Este concepto es conocido como la teoría de la catástrofe y la restauración. Esta teoría ha sido sostenida durante siglos por teólogos especuladores que han leído en la expresión hebrea tóhu wabóhu, "desordenada y vacía" (vers. 2), la idea de que un intervalo de tiempo -ciertamente, de gran duración- separa el vers. 1 del vers. 2.

Se ha hecho significar a tóhu wabóhu como que "la tierra fue obligada a estar desordenada y vacía". En este enfoque del texto se basa el concepto de que el mundo fue creado perfecto en algún momento de un remoto pasado (vers. 1), pero un tremendo cataclismo destruyó todo rastro de vida en él y redujo su superficie a una condición que podría describirse como "desordenada y vacía". Muchos que sostienen esta opinión creen que hubo varias creaciones. Finalmente, después de incontables eones, una vez más Dios procedió a poner orden en el caos y a llenar la tierra con vida, como se registra en los vers. 2-31.

Hace más de un siglo, varios teólogos protestantes se aferraron firmemente a este enfoque pensando que encontraban en él un medio de armonizar el relato mosaico de la creación con la idea que entonces divulgaban ciertos científicos: que la tierra había pasado por largas eras de cambios geológicos. Este concepto es popular entre ciertos fundamentalistas. Según él, las capas

estratificadas de rocas que forman gran parte de la superficie de la tierra fueron depositadas durante el curso de los supuestos cataclismos, y se supone que los fósiles sepultados en ellas son las reliquias de la vida que existió en esta tierra antes de ese tiempo.

Otros hallan en esta teoría un argumento para sostener la idea de que cuando Dios realizó su obra creadora registrada en los vers. 2-31, dependió de materia preexistente. Así limitarían su poder disminuyendo, o aun negando, el hecho de que trajo la materia a la existencia y que "lo que se ve fue hecho de lo que no se veía" (Heb. 11: 3). Varios aspectos de esta teoría se han reflejado en

diversas traducciones modernas de la Biblia.

El concepto de una "restauración" debe rechazarse de plano porque:

(1) Las palabras hebreas tóhu wabóhu no dan la idea de algo dejado desolado, sino más bien describe un estado de la materia, desorganizada y sin vida. Por lo tanto, la interpretación dada a estas palabras es completamente injustificable.

(2) Las Escrituras enseñan claramente que la obra de la creación de Dios "estaban acabadas desde la fundación del mundo" (Heb. 4: 3).

(3) Este punto de vista implica la blasfema doctrina de que diversas tentativas de creación de Dios, muy particularmente la del hombre, fueron imperfectas y sin éxito debido a la operación de fuerzas sobre las cuales él tenía sólo un dominio limitado.

(4) Seguido hasta su conclusión lógica, este punto de vista en realidad niega la inspiración y autoridad de las Escrituras en su conjunto, limitando al Creador al empleo de materia preexistente en la obra de la semana de la creación y sometiéndolo a las leyes de la naturaleza.

(5) La idea de sucesivas creaciones y catástrofes anteriores a los acontecimientos de la semana de la creación no tiene para apoyarse ni una pizca de evidencia válida, ya sea de parte de la ciencia o de la Palabra inspirada. Es pura especulación.

(6) Podría añadirse de paso que el origen y la evolución de este punto de vista están contaminados con las paganas especulaciones filosóficas de varias sectas heréticas y teñido con los conceptos racionalistas del naturalismo y la evolución.

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