9:2

"El temor y el miedo de vosotros estarán sobre todo animal de la tierra, y sobre toda ave de los cielos, en todo lo que se mueva sobre la tierra, y en todos los peces del mar; en vuestra mano son entregados."

LXX:

και ο τρομος υμων και ο φοβος εσται επι πασιν τοις θηριοις της γης και επι παντα τα ορνεα του ουρανου και επι παντα τα κινουμενα επι της γης και επι παντας τους ιχθυας της θαλασσης υπο χειρας υμιν δεδωκα

Vulgata:

et terror vester ac tremor sit super cuncta animalia terrae et super omnes volucres caeli cum universis quae moventur in terra omnes pisces maris manui vestrae traditi sunt

El miedo de vosotros.

Puesto que el pecado, con sus consecuencias, había debilitado el vínculo de sujeción de parte de los animales a la voluntad del hombre, de allí en adelante tan sólo por la fuerza él podría regir sobre ellos, mediante ese "miedo" que Dios ahora inculcó en la creación animal. La naturaleza había quedado apartada del hombre.

El miedo que todos los animales terrestres, volátiles y acuáticos habían de tener no excluiría su rebelión ocasional contra el dominio del hombre sobre ellos. A veces se levantarían y destruirían al hombre. En realidad, Dios los usó en algunos casos para administrar justicia divina (ver Exo. 8: 6, 17, 24; 2 Rey. 2: 24). Sin embargo, la condición normal de las criaturas inferiores sería de instintivo temor hacia el hombre, lo que haría que más bien lo rehuyeran y no que buscaran su compañía. Es un hecho que los animales se retiran siempre que avanza la civilización humana. Aun las fieras, a menos que se las provoque, generalmente rehúyen al hombre antes que atacarlo.

En vuestra mano son entregados.

Este pronunciamiento divino ha encontrado su cumplimiento en la domesticación de ciertos animales cuya ayuda necesita el hombre, en la doma de animales salvajes mediante el poder superior de la voluntad humana y en la exitosa reducción de los seres dañinos a la impotencia mediante la inventiva y el ingenio.

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