Después del Exilio Babilónico

Los judíos y el calendario babilónico

Cuando los judíos volvieron a Palestina tras el exilio babilónico, llevaron consigo en forma modificada los nombres babilónicos de los meses. Por ejemplo, Abib se tornó Nisán, de Nisanu, primer mes del año babilónico. Algunos especialistas piensan que sólo después del exilio los hebreos comenzaron a intercalar un segundo Adar -el 13er. mes- para corregir el calendario. Pero la pascua debía sincronizarse con la cosecha de la cebada. Por lo tanto, desde los tiempos más remotos debe haberse usado un 13er. mes o su equivalente. Resulta claro que los israelitas no fueron fieles en la observancia de la ley levítica, pero no hay razón para suponer que nunca celebraron la pascua en el transcurso de los siglos.

Algunos piensan que los exiliados hebreos adoptaron directamente el calendario babilónico, incluyendo su ciclo de 19 años, y su sistema exacto de intercalar meses adicionales. Hay pruebas documentales de que después del cautiverio los judíos usaron el equivalente del ciclo de 19 años, es decir, la intercalación de 7 meses adicionales en 19 años; pero no hay prueba de que hubieran adoptado la costumbre babilónico de intercalar un segundo Elul (el 6.º mes) algunas veces en lugar de un 2.º Adar. Los eruditos judíos siempre han sostenido que sólo se usó el segundo Adar. Otros eruditos concuerdan en que en esto se diferenciaron de los babilonios. Quizá la razón de ello fue que la repetición del 6.º mes, Elul, en vez del 12.º, Adar, hubiera introducido un intervalo irregular entre las fiestas de primavera y otoño, causando así confusión en la asistencia de los judíos a sus fiestas otoñales.

La Biblia no da ninguna evidencia directa sobre esto, pero la orden de observar la pascua en el 1er "mes", el "mes de las espigas", y de observar 3 fiestas en el 7.º mes, es un poderoso argumento de que las fiestas de otoño debían realizarse 6 meses después del mes de las espigas, y de que no hubo irregularidad en el lapso de Nisán a Tishri.

En realidad, no tendría sentido un segundo Elul dentro del calendario hebreo, porque la necesidad de intercalar un 13er. mes sólo surgía de la exigencia de que Nisán concordara con la cosecha de la cebada. Esto podía lograrse mejor intercalando un segundo Adar, justamente antes de Nisán. No habría sido ventajoso el ubicar el mes adicional 6 meses antes si con esta anticipación se hubiese podido predecir la necesidad de hacerlo, y hubiera tenido la desventaja de interrumpir la sucesión normal de los meses de fiesta.

El ciclo de 19 años

La adopción de un ciclo de 19 años pudo haber sido muy útil para fijar por adelantado el día de la pascua. Mientras no se pudiera anunciar la intercalación del 13er. mes hasta comprobar que la cosecha de la cebada coincidía con el mes de Adar, no podía conocerse el mes de la pascua con suficiente antelación como para evitar inconvenientes a los que trazaban planes para asistir. Pero al tener un ciclo de 19 años, podrían haber intercalado los 7 meses adicionales en un orden regular a intervalos de 2 ó 3 años, para mantener así la pascua dentro de la época de la cosecha de la cebada. El calendario podría haberse regulado sistemáticamente, y el año de 13 meses, dado a intervalos predeterminados dentro de cada ciclo, podría haber sido conocido siempre de antemano.

Este ciclo de 19 años puede explicarse como una expresión de la relación entre el año solar y el lunar. Un lapso de 235 meses lunares equivale casi exactamente (con diferencia de una o dos horas) a 19 años solares. Pero 19 años lunares de 12 meses cada uno sumarían 228 meses, y no 235. Por lo tanto, si se agrega un mes lunar 7 veces en 19 años, el 19.º año lunar concluirá junto con el 19.º año solar. Por ejemplo, si el equinoccio de primavera cayera en el 1.º de Nisán en cierto año, volvería a caer en el 1.º de Nisán 19 años más tarde.

Los babilonios perfeccionaron ese ciclo tras larga experimentación. Hacia comienzos del siglo IV AC intercalaban el mes adicional siempre en los mismos años de cada ciclo de 19 años: un segundo Addaru(Adar) en lo que llamamos años 3.º, 6.º, 8.º, 11.º, 14.º y 19.º, y un segundo Ululu (Elul) en el 17.º año. (Se sabe cuáles años tenían 13 meses, pero no cuál de ellos era denominado primero del ciclo por los babilonios; de ahí que los números asignados a estos años sean arbitrarios.) Sin embargo, al parecer los judíos nunca usaron un segundo Elul, sino sólo el segundo Adar. No puede determinarse con exactitud cuándo adoptaron el ciclo de 19 años.

Ya que ese ciclo se conocía en Babilonia mucho antes de la era cristiana, y muchos judíos vivieron allí desde el siglo VI AC, parecería poco probable que los rabinos encargados del calendario ignorasen los principios del cálculo del calendario hasta el momento de introducirse el calendario fijo, mucho después del tiempo de Cristo. Es probable que tales principios se hubieran conocido mucho antes de abandonarse el método tradicional. Hasta el tiempo de la destrucción del templo, la cosecha de la cebada era el elemento principal del calendario; pero más tarde, y sobre todo cuando los judíos fueron expulsados de Jerusalén, era más importante tener un sistema de cálculo uniforme para usar en lugares muy distantes entre sí.

Aunque en ningún momento se habla en la Biblia de un ciclo de 19 años, la coincidencia de la cosecha de la cebada con la pascua daba como resultado automático un promedio de 7 meses adicionales en 19 años. De este modo las leyes de las fiestas, sin especificar ninguna regla en cuanto al cálculo del calendario, servían para regular en forma natural y sencilla el calendario palestino.

Cálculo de los meses "versus" observación

La cuestión del 13er. mes surgía sólo una vez cada dos o tres años, pero el asunto del comienzo del mes estaba siempre presente. Sobre todo después del cautiverio, cuando la mayoría de los judíos permanecieron en Babilonia, se convirtió en un problema muy real lograr que todos los fieles observaran juntos las nuevas lunas y las fiestas.

La diferencia en el fechado de documentos era cosa de poca monta, pero para los piadosos resultaba espantosa la posibilidad de que algún judío pudiese profanar un día sagrado mientras otros lo observaban.

La santidad del templo y el prestigio del sacerdocio hicieron que los judíos de Babilonia buscaran la solución de este problema en Palestina. Así el calendario postexílico, aun el que seguían los judíos que durante siglos permanecieron en Babilonia, era regulado desde Jerusalén.

El primer día del mes -al menos después de cada mes de 29 días- era anunciado por señales de fuego repetidas de cerro en cerro para hacer llegar la noticia a las zonas distantes de Palestina, y aun hasta Babilonia. Pero después los samaritanos encendieron falsas señales, un día antes de tiempo, y los judíos que vivían a gran distancia de Jerusalén comenzaron un nuevo mes después de 29 días, cuando ese mes debía haber tenido 30 días. Por eso las señales ígneas fueron reemplazadas por mensajes llevados por corredores o correos.

En Egipto, donde no se podían usar las señales de fuego, y posteriormente en todos los países fuera de Palestina, los judíos comenzaron a celebrar las nuevas lunas y las fiestas en dos días seguidos, para estar ciertos de observar el día debido.

Ni siquiera era seguro que un mes que seguía a uno de 29 días tendría 30 días. Esta duda respecto al comienzo del mes llevó a la observancia de dos días: el 30 y el siguiente. En Roma esta costumbre era bien conocida.

Horacio se refirió en sus Sátiras ( i. 9. 67-70) al "tricesima sabbata" o sea "sábado del día 30.º" de los judíos:

Horacio: Ciertamente no sé porque desean hablar en secreto conmigo, decías.

Fusco: Recuerdo bien, pero déjame hablar en mejor momento; hoy es tricesima sabbata: ¿Quieres ofender a los judíos de la circuncisión?

Una vez que la duración de los meses se estableció mediante cálculos, podía saberse por anticipado el número de días que tenían sin depender de la observación directa; pero no sabemos cuándo se realizó el cambio de la observación a una sucesión regular de meses de

30 y de 29 días.

Tenemos muchas pruebas directas en cuanto al calendario postexílico, por documentos fechados de los judíos hallados en Egipto, pero la evidencia de estas fuentes ha dado lugar a diferencias de opinión sobre la cuestión del cálculo versus la observación.

Es probable que los funcionarios encargados del calendario hubieran empleado métodos para calcular mientras retenían aún la costumbre de

llamar testigos para que informasen la aparición de la luna nueva cada mes, o al menos en el mes de Nisán. Tales procedimientos tradicionales naturalmente se deben haber seguido mucho tiempo después de que ya eran innecesarios.

Durante el período cuando el mes dependía de la observación de la luna nueva, o al menos de su confirmación por testigos, había incertidumbre en los lugares distantes en cuanto a la fecha exacta dentro del mes, porque por ciertos factores variables la aparición de la luna nueva no podía predecirse.

El hecho de no verse la luna nueva al atardecer después del día 29 del mes, podía indicar que el mes debía tener 30 días; también podía indicar que las condiciones atmosféricas, desfavorables para la visibilidad, impedían que se la viese antes en Jerusalén que en otras partes. Además, la diferencia de longitud entre Palestina y Babilonia podía hacer que algunas veces la luna nueva fuese visible en Jerusalén, cuando ya se había puesto en Babilonia.

Estos elementos de incertidumbre influyeron aún después de computarse la luna nueva astronómico, llamada "la Luna en conjunción".

La Luna y el mes lunar observado

Es variable el intervalo entre la luna nueva astronómico y la luna nueva visible (o creciente), con la cual los antiguos semitas comenzaban cada mes de su calendario lunar observado. Mientras la Tierra gira en torno al Sol una vez en un año, la Luna gira en torno de la Tierra 12 veces y fracción. Durante cada revolución de la Luna (lo que marca un mes lunar), ese cuerpo pasa entre la Tierra y el Sol, y también por el lado de la Tierra opuesto al Sol.

Cuando vemos frente al Sol el hemisferio lunar que está completamente iluminado por la luz solar, decimos que la Luna está "llena". Cuando pasa entre nosotros y el Sol, no la vemos porque el hemisferio que nos muestra no está iluminado. Cuando sale de entre la Tierra y el Sol, y se hace visible en forma decreciente porque vemos el borde de su parte iluminada, decimos que hay "luna nueva".

A fin de comprender esto mejor, visualicemos una línea imaginaria que una el centro de la Tierra y el centro del Sol. Mientras la Luna gira en torno de nuestro globo, su trayectoria está sobre un plano diferente, inclinado con relación al plano de la órbita de la Tierra. Por lo tanto, algunas veces está por encima del plano de la órbita terrestre, y otras veces por debajo del mismo cuando cada mes pasa entre nosotros y el Sol y cruza el plano de la órbita terrestre en que se encuentra la línea Tierra-Sol.

Cuando ocasionalmente la Luna pasa directamente entre la Tierra y el Sol, de modo que su sombra se proyecta directamente sobre nuestro globo, los observadores que están dentro de esa sombra ven su disco negro que oscurece parte del Sol o la totalidad del mismo en un eclipse solar. La mayor parte de las veces, cuando no cruza la línea Tierra-Sol, no se oscurece el Sol, pero permanece invisible; por lo tanto, el momento exacto del cruce (llamado conjunción por los astrónomos) no puede observarse. El momento de la conjunción (la luna nueva astronómica) aparece en algunos almanaques y calendarios, simbolizado por un disco enteramente negro.

Pero no es común que la luna nueva se haga visible en la misma noche del día marcado "luna nueva" en el almanaque. Cuando la Luna entra en conjunción durante el día, está demasiado cerca de esa línea con el Sol como para verse esa misma noche después de la puesta del Sol. Sólo después de un intervalo -de aproximadamente un día y medio- se aleja aparentemente lo suficiente del Sol como para que se observe fácilmente la parte de su superficie iluminada con la forma que adopta en creciente. Cuando se hace visible la luna creciente, puede verse en una parte de la Tierra justamente después de la puesta del Sol; pero los observadores en otra parte del globo, más hacia el este, para quienes la Luna ya se habrá puesto, no podrán ver la luna nueva hasta la próxima noche. Por eso el mes lunar, comenzado al observar la luna nueva, algunas veces podía comenzar, por ejemplo, un día antes en Egipto o Jerusalén que en Babilonia.

El intervalo entre la conjunción y la luna creciente visible varía no sólo por la hora de la conjunción y el lugar de observación, sino también porque la velocidad de la Luna es variable. El movimiento angular aparente de la Luna, unido a los factores antes expuestos, puede alargar el tiempo en que se pueda observar la luna nueva, quizá hasta 2 ó 3 días.

Además, las condiciones atmosféricas afectan la visibilidad, y en ciertas estaciones la luna nueva puede estar enteramente cubierta de nubes en la primera noche; por eso, un mes lunar de 29 días podría calcularse en 30 días y así el comienzo del nuevo mes se demoraría un día.

Los nombres postexílicos de los meses

Después del regreso del exilio, se adoptaron los nombres babilónicos de los meses, con ligeras variantes ortográficas. En lo que se refiere al comienzo del año, parece que en los libros postexílicos de la Biblia se usa tanto el cómputo que empieza en otoño como el que empieza en primavera.

Debe recordarse que de cualquier manera que se calcule el año, Nisán siempre es el 1er. mes, Tishri el 7.º y Adar el 12.º. Así el año civil comienza con el 7.º mes y termina con el 6.º. Esta correlación de los meses y los equivalentes aproximados en nuestro calendario, aparecen en la tabla abajo.

El año postexílico en la Biblia

Ezequiel no deja en claro si los años de su era, comenzando con el exilio de Joaquín, se computaban a partir de Nisán o de Tishri, o si se los contaba por aniversarios de la fecha del cautiverio del rey. Pero si Ezequiel computó el año a partir de la primavera, como generalmente se cree, puede haber procedido así porque vivía en Babilonia y usaba el calendario oficial babilónico, en el cual el año comenzaba con Nisanu (Nisán). De ser así, su sistema no hubiera tenido nada que ver con la práctica judía.

Se cree generalmente que Hageo, y también, posiblemente, su contemporáneo y colega Zacarías (aunque en este caso no hay seguridad), usaron el año contado a partir de la primavera, porque si los acontecimientos narrados en Hageo 1: 1 y 2: 1, 10 están en orden cronológico, los meses 7º y 9º siguieron al 6º mes del 2º año de Darío, lo que no podría haber ocurrido si en el 7º mes se hubiese comenzado un nuevo año.

El libro de Ester, que identifica a Nisán como 1er. mes, Siván como 3º y Adar como 12º, no aclara la forma en que computaban los judíos el comienzo del año, puesto que las fechas en este libro aparecen en relación con actos oficiales de los magistrados del gobierno persa. Quizá esos acontecimientos estaban fechados según el calendario babilónico, adoptado por los gobernantes persas desde el momento cuando Ciro conquistó Babilonia.

En tiempos de Esdras y Nehemías (Esdras y Nehemías fueron originalmente un solo libro), hay pruebas de que los judíos que habían vuelto a Palestina contaban los años del rey a partir del otoño, probablemente según el calendario civil cuyo año comenzaba en Tishri.

Nehemías menciona el mes de Kislev (Quisleu o 9º mes) como anterior a Nisán (el 1er. mes) en el 20º año de Artajerjes (Nehemías 1: 1; 2: 1). Evidentemente computaba así como se habían computado los años de reinado en el antiguo reino de Judá, a partir del 7º mes, el de Tishri, y no de acuerdo al año nuevo persa, en Nisán.

Aunque los acontecimientos mencionados en estos dos meses sucedieron en el palacio del rey persa, el libro no fue escrito hasta después de que Nehemías fuera a Jerusalén para reconstruir allí la comunidad judía. En tal situación - durante la restauración de una administración judía en la antigua capital de Judá - era natural que hubiese un resurgimiento de patriotismo y un retorno al antiguo calendario y año de reinado de Judá.

Además, el documento de una colonia judía en Egipto, escrito en el mismo siglo de Esdras y Nehemías, indica que también los judíos de Egipto usaban un calendario cuyo año comenzaba en el otoño.