Nació en Bulgaria, en 1916. Llegó a la Argentina después de haber pasado en Europa la Segunda Guerra Mundial, buscando aquí un refugio de paz y libertad. Adoptó a este país como propio, legalizando la ciudadanía argentina en 1953. Como ofrenda de amor a la Argentina, Kurteff ha legado todo su patrimonio artístico, donando, a instancias de la creación del Museo que lleva su nombre, el fruto de su extraordinaria experiencia, su depurada técnica y su fecunda inspiración: 120 piezas realizadas a lo largo de 50 años de persistente dedicación. La colección cedida por el artista es una verdadera colección maestra, única en su género, valuada por expertos en cientos de miles de dólares. Sin embargo, y a pesar de los muchos ofrecimientos de compra que recibió, Kurteff se negó a la venta fragmentada de las obras, ya que en su conjunto resumen una secuencia temática de singular profundidad, que suele conmover el alma del observador sensible a la belleza y a la genuina espiritualidad. La misma sensibilidad que trasunta en las obras, precisamente, es la que llevó al artista, de joven, a convertir vainas de proyectiles de la segunda guerra mundial en estilizadas siluetas de flores. En 1998 el Gobierno de Bulgaria le ofreció a este extraordinario orfebre la construcción de un museo en la capital de ese país, pero Kurteff respondió que toda la obra realizada en Argentina debía quedar en Argentina y eligió a la Villa de Merlo, en la provincia de San Luís, como lugar para depositar su legado a perpetuidad.