Advertencia: situaciones o lenguaje de naturaleza sexual que pueden incomodar a personas sensibles a ello. Leer bajo tu propio riesgo.
Él se incorporó de un golpe de su lecho, amodorrado, carente de toda lucidez, la frente perlada por el sudor, la pijama adhiriéndose a él, como una segunda piel debido a lo profuso de su transpiración, sus pupilas se encontraban dilatadas y una tensa, pero agradable sensación que iba en crescendo en el centro universal de su placer, indicándole esto, su tumefacto falo. Solo unos breves segundos le bastaron para liberarse del sopor que lo tenía aletargado.
En ese breve espacio de tiempo, mientras la consciencia retornaba, allí, frente suyo, la más exquisita criatura, mostrando con total desnudez, toda la magnitud de su sensualidad. Como una gata en celo, restregaba su impúdica desnudez contra el cuerpo del joven, ofreciéndole sus pechos, sus labios, su ser.
Ante esta inesperada acometida, pero deliciosamente grata, el joven intentaba razonar - ¿Dónde me encuentro? ¿Con quién estoy compartiendo intimidad?- no podía recordar, vano esfuerzo que era saboteado por la chica, que empujándolo con firmeza le había hecho caer sobre sus espaldas, y esa boca deliciosamente húmeda, cálida y salaz, que le recorría atrevida de la cabeza a los pies, sin dejar el mínimo espacio por explorar.
La acometida de la joven cesó por un momento, para centrar toda su energía y atención en el bajo vientre del joven, allí resguardado por una mata ligeramente ocre, se encontraba su virilidad, que se agitaba inquieta, ante la cercanía de la grana y voluptuosa boca, que le amagaba con tragarle, con la intensidad de la mar.
El joven luchaba por no abandonarse al placer que le producía este contacto, y trataba de encontrar una explicación razonable, a la situación que se encontraba viviendo. -Debe tratarse de una alucinación nocturna- El joven concluía y culpaba de este hecho a la prolongada abstinencia que de forma voluntaria él había ejercido para sí. Y hallaba como instrumento de esta jugarreta al cerebro, centro neuronal por excelencia, en donde se genera la máxima energía del placer sexual. -Y no es que no se le hubiese presentado la oportunidad para un desahogo sexual, era sumamente atractivo para el sexo opuesto y hubiera podido tener a más de una, si así se lo hubiese propuesto. O lo de menos acudir con una mujerzuela, para que le hiciera el trabajito. Pero no, ese no era su estilo, estaba decidido a no comportarse como un animal salvaje, que se deja llevar por su instinto nato, en pro de mantener la continuidad de la especie.
El era un hombre con sentimientos y con poder de raciocinio. Y sin embargo, hoy estaba allí con una desconocida, dando rienda a sus bajas pasiones-Cavilaba en silencio el joven, cuando una sensación grata, ejercida directamente sobre su falo, le hizo volver a la realidad. Se irguió un poco, recargándose sobre los antebrazos. Y allí, ella, apoyando su cuerpo sobre los bazos y rodillas, tomando una posición a gatas, succionábale como toda una experta, su esencia, su virilidad, sus ganas. El trataba de ejercer auto-control sobre sí mismo, para no dejarse fluir, en ese cauce que la desconocida le iba trazando-¿Por qué sino deseo ejercer mi sexualidad de esta manera, no la rechazo?- Se cuestionaba con dificultad el rubio. Y es que era tan fácil terminar con esta absurda situación, con sólo empujarle, él era más fuerte que aquel grácil cuerpo que le tenía sometido-¡Ahhh!- El joven, emitió un involuntario gemido, acompañado este de un estremecimiento por toda la red nerviosa de su ser-¡No, por favor!- Una débil súplica explayó de sus labios.
La joven se detuvo en seco y sin variar su posición, irguió su testa, dejándola ver su angelical rostro, de rasgos delicados y perfectos, piel blanca, enfatizados por un leve rubor, debido al ajetreo que estaba ejerciendo, su boca entreabierta y excesivamente húmeda daba a sus labios un aspecto de gran voluptuosidad. Sus grandes ojos de un azul eléctrico, fulguraban con una intensa lujuria. Su lisa y negra cabellera, ya acusaba los estragos de la lúbrica sesión, mojados se adherían al óvalo perfecto de su rostro.
El rubio, desde su comprometida posición, podía observar a su antojo el seductor panorama que le ofrecía la joven mujer, nalgas redondas y firmes, caderas amplias, brazos estilizados, pero bien marcados al igual que los muslos, sus pequeños pero tentadores pechos - ¿De verdad deseas que me detenga? - Le susurró enigmática y provocativa la joven, al tiempo que impulso el peso de su cuerpo hacia adelante. Y la fiera oculta en su entrepierna, abrió las fauces y tragó de un solo golpe el falo, que había esculpido, duro, imponente, a fuerza de estimularlo de forma oral.
El rubio al sentirse tragado por esa húmeda tibieza, no pudo evitar echar un respingo, ante lo agradable del acto que le era brindado, la joven colocó sus largos y esbeltos brazos sobre el torso del chico y montado sobre él, comenzó a marcar salaz ritmo, como una experta amazona - ¿De verdad quieres que pare? - Retaba procaz al joven - ¡No por favor...no...Continúa...ahh!- Al rubio se le nubló la razón, su animal salvaje emergió insaciable...su único objetivo la cópula animal...satisfacer su instinto natural.
Los primeros rayos del alba, se escurrieron como ladrones al través de los ventanales, por algunos espacios no cubiertos por los pesados cortinajes. El chico percibió un contacto tierno y tibio sobre su frente, mientras dormitaba, luego, un sintió un poco de frío, como si otro cuerpo le abandonará de nuevo a su soledad-¡!- Esa sensación de ausencia, le hizo reaccionar e instintivamente extendió su brazo en busca del cuerpo de su misteriosa amante, nada...sólo el vacío y el suave tacto de las sábanas, que aún guardaban de forma débil el calor de un cuerpo, que ya no se encontraba allí.
Albert, se incorporó de forma abrupta, y esta vez, con la mente lúcida y totalmente despejada, viró su cuerpo a la izquierda y luego, a la derecha, no encontró nada. Y luego, miro a su alrededor, nada. Por un momento, le invadió el desconcierto. ¿Acaso su prolongada abstinencia, le estaba cobrando factura? ¿Se trataba tan sólo de un sueño erótico, a falta de...? - Se cuestionaba, el joven, pero no, la evidencia era inequívoca, algunas negras hebras sobre una de las almohadas, los rastros del lúbrico festín en su piel y ropas, su total desnudez (cuando siempre tenía la costumbre de dormir en pijama) debajo de las frazadas - ¡No, no fue un sueño! ¿Pero entonces, quién, había doblegado su voluntad y lo había poseído? - Ante la falta de una respuesta razonable, el joven comenzó a elucubrar las más descabelladas ideas - ¡Un súcubo! - El joven había leído alguna vez, sobre la fantásticas historias de un demonio con apariencia de mujer, que tenía trato carnal con los hombres, haciéndoles creer, que todo había sido un sueño. Así quedó el atribulado joven, buscando una respuesta a su extraña experiencia.
Mientras, no lejos de allí, en la habitación de huéspedes, dormía a pierna suelta y muy quitada de la pena, la criatura nocturna, el súcubo que había poseído a Albert, la noche anterior, la tímida y modosita Annie Britter, que se encontraba de visita en Lakewood a petición de su rubia amiga, Candy.