Buena Suerte
Año Nuevo (2007)
por Fran
Candy Candy pertence a Kyoko Mizuky y Yumiko Igarashi los derechos de transmision a Editorial Kodansha y Toei Animation.
Albert escucha la puerta abrirse sin previo anuncio, no tiene que levantar la mirada de su tarea para saber que Candy entra nuevamente en su habitación sin tocar. Ella tampoco volteó a mirarlo, se desplomó de manera dramática sobre su cama y mirando al techo, imploró
- ¡Albert tienes que ayudarme a librarme de ésta!!
- ¡Buenos Días para ti también Candy!! ¿cómo amaneciste?
- Mal. No debí haberme levantado, no debería pasar las fiestas en esta casa y tu no deberías ignorar mis problemas, después de todo estoy aquí por invitación tuya y debes reconocer que te has portado muy mal como anfitrión – finalmente se incorpora con el rostro sonrojado y mirando intensamente a Albert bajo el ceño ligeramente fruncido – ¡Por favor ayúdame!!
- Pequeña si estuviera en antecedentes de tus problemas sabría que hacer
- ¡¡Es el baile de fin de año!! – exclama un poco irritada como si con esas palabras Albert supiera que le pasa
- ¿Es el vestido?
- No, esa ridiculez de gasa y encaje se encuentra a salvo en un maniquí en el vestidor de la tíaabuela.
- Apenas ayer decías que era la cosa más bella que habías visto en tu vida. Morías por recorrer todo el salón bailando ¿qué cambio?
- ¿qué que cambio? T-O-D-O. La tía abuela no sólo no se conforma con elegir el vestido, los zapatos, las joyas y demás accesorios, también ha decidido que mi pareja será Neil, contaba con que al menos tu y yo estuviéramos juntos esa noche
- Tu sabes como manejar a Neil
- ¡Vamos Albert! Como si no supieras que la tradición del baile es besar a la media noche a tu pareja y él se lo tomará muy a pecho.
- ¿En serio?
- No te hagas él que no sabe, Archie y Annie me lo contaron. Son de la misma familia y debes haber asistido a los mismos bailes que ellos.
- Es cierto, es una costumbre para empezar el año con buena suerte, pero no recuerdo haber asistido a alguno, de pequeño nunca me quede despierto hasta la media noche, después era “peligrosa” mi presencia en público y tu conoces el resto de la historia.
- ¿Entonces nunca has celebrado el año nuevo?
- En un baile como el de mañana, no. Lo he celebrado a mi manera.
- Por la forma en que sonríes, adivino que tu pareja con la que iras es guapísima. ¡¡Claro!! es por eso que de repente debo de ir del brazo de Neil
- No es así – Albert se apresura a negar que ira al baile acompañado y Candy lo interpreta de otra manera
- Jajaja La tía abuela decidió también por ti – la risa de Candy se corta cuando descubre la maleta de Albert junto a su escritorio - ¿saldrás de viaje?
- Un par de días
- ¡¡Es año nuevo!! – argumenta como si con esa fecha el mundo debiera detenerse – No puedes trabajar en una fecha así – trata de disuadirlo y finalmente sabe que tiene que aceptarlo – ¿cuándo sales?
- En la tarde, regreso el 2
- No iras al baile, no tienes que ponerte un smoking, no tienes que besar a quien sabe quien al dar las doce campanadas – Candy se incorpora de la cama y comienza a pasearse como león enjaulado alrededor de Albert mirándolo acusadoramente – vine desde el Hogar de Pony, llevo esperando poder bailar contigo desde el festival de mayo del Colegio San Pablo y tu, sales de viaje
- Lo siento Candy. Es un asunto que debo tratar personalmente y el tiempo es factor importante, me gustaría...
- ¡Llévame contigo!
- Candy es un viaje de negocios, no será divertido para ti y...
- Por favor, no quiero ir a ese baile de besos, vine para estar contigo, iré a donde tu vayas
- De acuerdo
Candy se lanza al cuello de Albert y la resignación en la cara de este se convierte en una brillante sonrisa, envuelve el cuerpo de Candy y lo acerca más al suyo. Pone su mejilla en el hombro de la rubia, mientras la acusa de ser incorregible y ella ríe satisfecha.
Sin preguntar siquiera a donde se dirigen Candy pasa la mañana empacando y un par de horas discutiendo con la tíaabuela que estalla al enterarse que nuevamente dará plantón a Neil. Madame Elroy termina cediendo, tiene un baile que organizar y Albert está muy ocupado ultimando detalles que podrían ocurrir en su ausencia como para prestarle atención.
En la estación del tren todo es movimiento. Gente que va a casa y gente que viene a casa para celebrar. Gente como ellos que van de negocios, de placer, por compromiso, por emergencias. Hay quienes se han cansado de esperar un boleto cancelado o los retrasos de algunos trenes. Hay quienes llegaron tarde y su desesperación es evidente.
Albert atrae la atención de uno de los mozos para que cargue el equipaje, lejos de encaminarse a la taquilla por boletos de dirigen a uno de los andenes mas alejados de la estación. El vagón que ocupan parece una casa en miniatura, cuenta con literas, una pequeña oficina y una cocineta. Si por un momento creyó lo que Albert dijo que ese viaje le resultaría aburrido ahora ni lo recuerda. Las horas del viaje son una oportunidad de conversar con él, de reír, de ayudarlo con la correspondencia pendiente, de preparar juntos la merienda, la cena, el desayuno, de conversar de litera a litera mientras les llega el sueño como cuando compartían departamento.
El cambiante paisaje también es motivo de diversión. Le reprocha a Albert no haberla invitado antes a su “casa rodante”. Albert responde diciendo que a veces necesita reservarse ciertos placeres. Candy quiere decirle le gustaría compartirlos con él. Todos. Pero se detiene. No sabe si es por la mirada extraña de Albert o el tono ronco de su voz cuando dice “placeres”. Siente que está a punto de enrojecer y la llegada a una estación la salva de continuar mirando a Albert para presenciar como cambian el vagón a otro tren que según la explicación de Albert los llevará por toda la costa este de Florida hasta su destino.
Mientras Albert prepara documentación relacionada con su negocio. Candy mira uno de los periódicos financieros de Albert. Al enterarse que la cosecha de naranjas del año entrante será una de las mejores, la invade una risa tonta y le tiene que preguntar a Albert si recuerda cuando un hombre en el mercado le llamó señora cuando estaba precisamente comprando naranjas de Florida. Se enfrascan en una serie de recuerdos de las veces que los han confundido con una pareja casada y los malos entendidos a los que llegaba la gente cuando les aclaraban que tampoco eran hermanos. Nunca fueron lo uno ni lo otro, sin embargo era tan fácil convivir y reconocen que a veces no entienden como pueden estar lejos si se extrañan tanto. Albert le pide a Candy que no vaya a llorar por eso cuando la ve parpadear repetidamente. Ella no cree lograr contenerse y prefiere tomar un poco de aire abriendo una de las ventanillas. Lo que mira alrededor no deja de sorprenderle, el tren va por una vía construida sobre el mar, a lo lejos se ven las islas que son enlazadas por el camino del ferrocarril. Ante las exclamaciones de Candy, Albert también se asoma a la ventana justo detrás de Candy, la abraza contra él y durante varios minutos ella descansa sobre su cuerpo admirando el recorrido del tren sobre el mar.
Su destino es Key West cuando descienden del tren Candy se da cuenta de lo inapropiado de su ropa
- Aquí hace calor
- Y esa frase, señorita, es que la que impulso el desarrollo de esta zona – Albert le ayuda a quitarse el saco del vestido mientras el mozo los guía a un taxi – y por ese desarrollo estamos nosotros aquí, los turistas vienen huyendo del invierno, sin tener que dejar el país
- Es extraño un fin de año sin nieve, ¿a que temperatura estaremos?
- Arriba de 20° C
- Y esto es un día frío
- En realidad la temperatura mas baja registrada ha sido de 5° C, en 1886 – la mirada escéptica de Candy provoca que Albert acelere el paso y la apresure a entrar al taxi
- ¿Te leíste la enciclopedia antes de venir?
- Información turística invaluable si quieres invertir en el complejo hotelero que se construirá en esta isla.
- ¿Construirás un hotel aquí...? ¿tu construyes hoteles...? Podríamos pasar todas las navidades aquí en tu hotel... y también en verano... ¡¡esas playas...!! – Candy estaba tan emocionada que no terminaba de decir una frase completa antes de empezar la otra
- No construyo hoteles, la compañía que lo construye necesita financiamiento que nuestro banco le dará, pero necesito llegar a un acuerdo hoy para que no le afecten los impuestos que entraran en vigor el año entrante – la decepción de Candy es palpable. Albert resiente ser un aburrido hombre de negocios que no tiene un sitio como este donde pasar las vacaciones – El clima es inestable Candy los huracanes tocan tierra muy seguido aquí – y tratando de restarle importancia a la belleza del lugar termina siendo un aguafiestas
- Será un gran cambio celebrar el año nuevo aquí al menos una vez – y ella como siempre le levanta el animo, con ese don que tiene para ver lo positivo de cualquier situación
Se quedan en silencio el resto del recorrido a Albert le ha emocionado que Candy piense que pueden pasar todas las navidades juntos y Candy se sorprende del cambio de Albert. Siempre lo consideró una persona seria pero era su aspecto y sus actividades anteriores lo hacían ver diferente menos solemne. Ahora habla de impuestos, de inversiones y cosas que ella no comprende y sobre todo él se muestra renuente a hablarlo con ella, como si su faceta de inversionista fuera una de esas cosas que le gusta reservarse y algo dentro de ella está gritando que le gustaría también compartirlo.
El hotel al que llegan es impresionantemente lujoso. Alfombras, pisos pulidos, muebles de maderas preciosas, altos ventanales que inundan de luz el vestíbulo y permiten ver las palmeras y los macizos de flores. En recepción se enteran que no hay habitaciones disponibles para Candy. Debido a la temporada difícilmente encontraran sitio en otro hotel de las mismas características. Albert no lo piensa dos veces y resuelve compartirán su suite, es la más grande del hotel y ni siquiera advierten las miradas cargadas de suspicacia que les dirigen los empleados del hotel.
Albert acompaña a Candy a la habitación pero se despide ahí, tiene una cita y supone que ira para largo. Le recomienda comer, dar una vuelta por los alrededores y comprar ropa adecuada para el clima, le deja una tarjeta con la que podrán cargar los gastos a la cuenta del hotel.
Candy fiel a las instrucciones de Albert busca pasar el tiempo en los alrededores. La ciudad es pintoresca, hay gente que habla español por todos lados, artistas callejeros y turistas que van cargados de recuerdos de la ciudad. El café que le recomendaron en el hotel tiene un ambiente de toque marino extravagante, los meseros interpretan a piratas, la decoración esta llena de barcos, sirenas y fotos de los peces más grandes capturados en el mar. Toma su comida en la terraza del muelle que se sostiene sobre el mar, el agua es tan transparente que se puede ver el fondo y los cardúmenes de peces nadando, si estirara la mano podría pescar uno. El mesero al ver su curiosidad le cuenta que los Cayos son formaciones de coral y eso junto con el clima es lo mas propicio para la proliferación de los peces tropicales.
A pesar de la belleza del sitio, de los diversos lugares y actividades que hay para entretenerse a Candy se le va haciendo cada vez más largo el día tampoco quiere estar encerrada en el hotel, al menos no sin Albert.
Por su parte Albert se encuentra en las oficinas de la compañía que maneja el tren de la Costa Este de Florida. La FEC es una empresa solvente pero no pretende comprometer su liquidez. El hotel en cuestión será uno de los mas lujosos, la inversión que requiere es muy grande por lo que hay que minimizar los riesgos y reducir los gastos de operación, varios consorcios financieros están tras ese contrato y sólo el que ofrezca mayor margen de beneficios será el elegido. Albert comparte la visión de ellos en cuanto a la rentabilidad del negocio. Es importante ofrecer algo que los demás no hayan considerado. La idea de concretar el contrato antes del 1 de enero fue de George. El incremento de los impuestos previsto el año entrante hará que tanto Banca Andrew como la FEC tengan que desembolsar grandes porcentajes de sus ganancias a la oficina de Hacienda. Albert ha hecho el viaje en espera de convencer a los propietarios de aceptar su crédito y firmar ese mismo día, llevan meses compitiendo por conseguir cerrar el negocio, todo está claramente estipulado. Las condiciones favorables se sobreentienden. Key West será el punto de encuentro entre la mercancía que llegue por tren del país a los barcos que van al caribe y viceversa. Las empresas transportistas establecerán oficinas aquí, lo que requerirá el crecimiento de las vías de comunicación, lo que redundara en comodidades que aunado al clima atraerá a mas visitantes. El potencial turístico y empresarial es innegable. Sin embargo lo único que a él lo mueve es la remota posibilidad de tener una propiedad donde pasar todas las navidades con Candy. En un audaz movimiento Albert se ofrece a financiar esa etapa de construcción a cambio de una participación dentro del negocio. Lo que tenía miras de ser un financiamiento de rutina se convierte en una sociedad.
Comienza a anochecer y a Candy le duelen los pies de tanto caminar. Algunos recuerdos para sus amigos y la gente del Hogar de Pony llenan las bolsas de compras, ha probado cuanto dulce le han ofrecido los vendedores ambulantes. Decide que es el momento de regresar, no sabe si Albert regresará para la cena y donde celebrarán el año nuevo. Revisa su ropa nueva y se sorprende de lo atrevidas que son algunas prendas preguntándose si a Albert le molestará que las pecas de sus hombros se muestren más de lo debido. Es difícil acordarse hace cuanto tiempo lo único que hace es tratar de agradar a Albert. Concluye darse un baño de varias horas y evadirse de lo sola que se siente buscando la compañía de Albert a cada paso que da.
El intempestivo arribo de Albert a la habitación mientras se prepara para su baño la descoloca. Es sorprendida mientras está a punto de desvestirse por un Albert que la abraza por la cintura y la hace girar con él varias vueltas
- ¡¡Candy, lo logramos!! Firmamos el contrato en el tiempo previsto – con el movimiento, el vestido de Candy se abre mostrando su ropa interior y mucha piel, ambos lo perciben, se sonrojan pero no hacen nada por separarse o remediarlo.
- Me da mucho gusto por ti
- Y también te debe dar gusto por ti
- ¿por qué?
- Participo como socio, lo que significa que podrás tomar tus vacaciones en el hotel cuantas veces quieras – ante la expresión de Candy Albert sólo atina a dar mas vueltas
- ¡¡Albert!! No tenías que hacer eso
- Quise hacerlo – la manga del vestido de Candy elige ese momento para deslizarse por su hombro, Albert tiene que tomar conciencia de lo inapropiado de la situación – No me esperabas tan pronto ¿verdad?
- Si. No, es decir acabo de llegar de la calle. – Candy finalmente se separa de Albert y se acomoda la ropa y sus pensamientos. Si deseaba que llegara, no pretendía mostrarse tan impaciente – Tu diste a entender que llegarías muy tarde
- Obviamente es un mal momento. Regreso más tarde.
- No. Iba a tomar un baño. La bañera es muy grande, podríamos nadar ahí – la frase los pone ante una situación en la que no saben como mirarse. Candy se siente incapacitada para aclarar que lo que dijo sólo es una tontería de chica deslumbrada por el lujo del hotel, porque hay una parte que no lo es y Albert se repite cada palabra asegurándose que jamás significó una invitación a bañarse juntos, que de hecho no dijo juntos, que dijo nadar no bañarse, ni acariciarse con la espuma. No resbalar sus manos por la piel húmeda de Candy ni flotar libremente buscando el contacto de sus cuerpos desnudos.
- Necesito un trago. Bajaré al bar y después haré unas llamadas desde el lobby. Me tomará el tiempo suficiente para que estés lista para ir cenar y celebremos.
- De acuerdo
Esta vez prefiere tocar a la puerta. Candy lo invita a pasar con una nota de alegría en la voz.
- Para ser una ridiculez de gasa y encaje te queda espectacular Candy
- No te burles. Casi temí que la tíaabuela se negara a dármelo después de escapar de la fiesta. Tu traje está impecable. – señala el traje de Albert sobre la cama, como si el haber desempacado su equipaje también, fuera tan normal, tan domestico – Tu también habías previsto la celebración
- O perseguir a mis ahora socios hasta en la fiesta de fin de año
- ¿Habrías hecho eso?
- Jajaja. No lo sé, George y yo planeábamos recurrir a medidas extremas
- ¿Ya le contaste?
- Si. Primero me sermoneo por el riesgo que tome sin consultarlo antes, pero después le pareció un gran acuerdo.
- Un digno discípulo
- Si. Te mando a felicitar – nuevamente el distanciamiento que Albert pone al hablar de su trabajo se manifiesta y cambia de tema – Me tomará media hora estar listo, si deseas hacer algo antes de la cena es el momento.
- ¿Te puedo tomar una fotografía en el baño?
- Fuera
- Aburrido
- Precoz.
Aprovecha el tiempo para hablar también por teléfono. A Annie apenas la alcanza a saludar anda muy apresurada arreglándose. Archie por su parte se toma su tiempo para reclamarle haber dejado de tan mal humor a la tíaabuela pero le termina diciendo que sus pasteles favoritos serán todos para él. A Patty le sorprende que esté tan cerca y no se le haya ocurrido pasar a saludarla. Candy se siente importante a decirle lo imprevisto que fue y que se trata de un viaje de negocios. Todavía piensa en hacer un par de llamadas más cuando Albert se acerca tan fresco y elegante que merecería que lo enmarcaran decide repartir los abrazos personalmente los siguientes días.
Le ofrece su brazo y caminan hasta el comedor donde los reciben con un exceso de atenciones, cuando les han tomado la orden y servido los aperitivos Albert bromea
- Si ellos supieran que también fui mesero como ellos no harían tanto circo.
- ¿Dónde estabas el año pasado?
- ¿Cómo?
- Dijiste que no habías asistido a el baile de la tíaabuela
- En realidad no hizo baile, estaba aun de luto por Stear
- ¿Dónde lo celebraste?
- En el bosque
- ¿Por qué?
- Recibí como 200 invitaciones para esa noche. Tía Elroy sugirió que me dejara ver en unos 5 o 6 lugares, los más importantes. Pero tanta insistencia me hizo sentir como un objeto en exhibición. Me perdí durante todo el día y regresé a tiempo para la primera comida del año.
- ¿Es difícil?
- En absoluto el auto respondió maravillosamente y conduje a toda velocidad
- Me refería a si es difícil tener toda esa atención sobre ti
- Es complicado. Durante años mucha gente se escondía al verme, hubo incluso quien gritó y se desmayó
- ¡Qué malo eres!
- Y aun así recibo 200 invitaciones y tu me suplicas por estar a mi lado
- ¡Te imaginas que hubiéramos asistido a la fiesta de fin de año que organizó la tíaabuela cuando vivíamos en Chicago!
- Si nos hubieran dejado entrar la historia seria otra
- ¿Tu crees que no nos dejaría entrar?
- Candy, tu y yo la conocemos muy bien
- Lo hubiéramos intentado
- Estabas muy agotada emocionalmente para siquiera pensarlo
- Y tu también pasabas por una crisis. ¿qué hubieras hecho para celebrar?
- Lo que tu pidieras, en esos días yo no sabia que era lo que me agradaba o había aprendido a agradarme por influencia de otros
- Sigues haciendo todo lo que te pido
- Cierto. Eres toda una manipuladora.
- Cuéntame como cerraste el negocio...
- No quieres escuchar eso...
- ...cada palabra, desde que llegaste y los miraste con determinación para decirles que no te irías de ahí sin una firma..
- ...en realidad no es tan emocionante como crees
- ...y ellos quedaron impresionados por tus lindos ojos azules
- Ok, te digo todo antes de que termine golpeándolos por una firma en tu imaginación
Albert abre esa brecha que Candy suponía estaba vedada para ella y lo siente como una victoria. Descubre que contrario a lo que creía el mundo de los negocios no es algo que Albert deteste. De hecho encuentra fascinante buscar el potencial en peticiones que para otros resultan incongruentes. Su comportamiento es el reflejo de lo que siempre ha sido desde que lo conoce, un rebelde. Negociar hasta las ultimas consecuencias por lograr lo que desea, encontrar un proyecto que le enfrente para dar su máximo esfuerzo, andar por rutas donde otros no se atreven. Se enfrascan en la conversación en un nivel más intimo. Candy escucha con atención cosas que Albert no cuenta a nadie más y para él es un alivio saber que su modo actual de vida no es algo que lo haga ver como un aburrido ante los ojos de Candy. Candy se estremece cuando Albert le sorprende con su entrega a sus funciones como director del Emporio Andrew. Candy llega a una favorable conclusión.
- Entonces encuentras desafiante el mundo de los negocios
- Totalmente
Quedan mutuamente atrapados en el verde y el azul de sus ojos, en lo mucho que aun se tienen que decir pero no encuentran las palabras para definirlo. El dialogo de miradas se ve interrumpido por el mesero que llega a retirar los platos y preguntar si quieren más vino. Albert pide la cuenta y consulta si para asistir al baile del hotel era necesario hacer reservación. Por fortuna como huéspedes del hotel disfrutan de la entrada libre. Candy señala a Albert como desenfrenado, pero él le dice que ella no trajo su vestido para nada y si esperaba bailar toda la noche lo debe hacer.
El salón es más grande de lo que imaginaban y está lleno a reventar. La orquesta en vivo no deja de tocar, se nota lo que el calor influye en los ánimos de las personas, se siente la alegría. Candy se promete recordar esta noche y más que nada las horas que pasó bailando con Albert.
La gente comienza a verse nerviosa y Albert consulta su reloj. Toma de la mano a Candy y la lleva a la salida. Ante su ¿por qué? Albert le recuerda que pronto llegará el momento de los besos y si no quieren quedar atrapados deben escapar, además le asegura que lo que van a ver es casi tan bueno. Candy se siente decepcionada al saber que Albert no se quiere quedar en el baile para evitar besarla. Se dirigen al muelle, donde hay muchas personas aglomeradas. Albert se abre paso hasta el barandal y la coloca entre la seguridad de su cuerpo y la madera. La cuenta regresiva se escucha y al dar el cero es un mar de abrazos, abrazan a desconocidos y Albert vigila que ninguno se pase de listo con ella, al tiempo que los fuegos artificiales cubren el cielo, cuando el momento de los abrazos pasa, todos disfrutan con entusiasmo el espectáculo. No sólo de la isla, destellos lejanos indican que a lo largo de los Cayos se repite la exhibición y seguramente también en el área de Miami. Permanecen abrazados acariciados por la brisa marina y cuando los fuegos artificiales cesan, varios artistas de circo hacen las delicias de los bulliciosos asistentes.
Dos horas de música, juegos y saltimbanquis y Albert nuevamente se aleja de la diversión. Candy no quiere irse a dormir aun y le piensa sugerir que vuelvan al salón de baile, pero Albert no se dirige al hotel. Antes de que ella pregunte Albert comenta que como ella ya tuvo su momento ahora es tiempo de celebrar a su manera. Camina por varias calles llevándola de la mano. La vitalidad de ambos se convierte en una ventaja cuando Albert le dice que su forma de recibir el año nuevo es presenciando el amanecer.
Albert no tiene un plan para aguantar despierto hasta esa hora, para él es tan simple mantenerse caminando sin rumbo fijo. Recorren la zona comercial, la misma que Candy recorrió por la tarde, los cafés, restaurantes y bares permanecen abiertos, definitivamente más animados que horas antes. Por la calle también hay todo tipo de diversiones dignas de verse. Pasan frente a diversos escaparates desde ropa, muebles hasta artículos totalmente inútiles a precios exorbitantes.
Después de recorrer varias cuadras llegan a una zona donde las casas parecen sacadas de las ilustraciones de algún cuento. Candy admira fascinada el diseño, el vibrante colorido, las columnas, los balcones, las torrecillas, los techos a dos aguas y el ornamento exterior de muchas de ellas. El alumbrado público y el de la mayoría de las casas permiten apreciarlas en todo su esplendor. Como perfecto guía de turistas Albert cuenta a Candy que este estilo arquitectónico data de la era victoriana y que la junta del ayuntamiento ha apoyado a los propietarios para que lo mantengan dando a la ciudad un sabor muy especial. Una vez que cada uno ha elegido la casa donde le gustaría vivir continúan su recorrido por calles menos iluminadas y definitivamente más peligrosas.
Las tabernas llenas de ruido y los borrachos en la calle intimidan a Candy que casi camina escondida muy pegada al cuerpo Albert. Cuando una voz femenina le ofrece compañía a Albert Candy se yergue frente a la mujer para hacerle ver que ya está acompañado. Que la mujer les ofrezca precio especial si ocupan sus servicios juntos, hace que Candy urja a Albert a dejar esa zona. Se adentran por el área pobre de la ciudad, las casas pequeñas y descuidadas como muestra de la inequidad de la vida los hace caminar abrazados como dándose consuelo mutuamente por la impotencia de no poder hacer algo más que tener que aceptar que existan tantas cosas fuera de su alcance. Una de las calles está cerrada y se celebra una fiesta, su intento de pasar de largo es evitado por la gente que se divierte ahí y los instan a compartir su alegría. Aprenden a bailar con los ritmos latinos, beben ron, comen tantos tipos de mariscos que no pueden recordar sus nombres y escuchan las leyendas, las tradiciones y las anécdotas de sus anfitriones, son casi las 5 de la mañana cuando los dejan marcharse y se despiden satisfechos de que sus primeras impresiones de ese lugar no fueran acertadas.
Hacen otra escala en un almacén de pescadores que ya empieza a mostrar movimiento, Albert compra una lámpara, una manta y una bebida de color extraño seguramente hecha de frutas. Se alejan de la ciudad, de las tiendas, de la civilización. Cada vez está más oscuro y la arena bajo sus pies les indica que se dirigen a la playa. Albert enciende la lámpara para alumbrar su camino, se descalzan para andar con mas facilidad y apresuran el paso cuando se escucha el murmullo del mar.
Buscan una duna prominente y disponen la manta sobre ella. Se sientan muy juntos mirando al horizonte, hablan mucho de nada mientras el azul del cielo va emergiendo del negro y los primeros rayos tiñen de colores imposibles las nubes y se reflejan en el mar. El azul se mezcla con el amarillo, se vuelve violeta, rosa, naranja, se difumina desde el amarillo hasta palidecer y sólo ser luz que muestra el océano y su impresionante extensión cuando el disco del sol emerge en su totalidad sobre la línea del horizonte y ellos están abrazados vibrando ante esta maravilla. Candy voltea hacia a Albert quiere ver la emoción en sus ojos, el sol naciendo en el azul de mirada. Pero es su cara lo que hay en las pupilas de Albert y cada vez más cerca. El roce de sus labios tiene la tibieza del sol al nacer y como tal va creciendo.
Albert murmura buena suerte antes de tomar por completo sus labios, de volverse una tormenta solar, explosiva y devastante. Candy arde y se ilumina. Enreda sus manos en el cuello y los dedos en su cabello y las piernas inquietas buscan también participar del momento y pronto están tan entrelazados que sería necesario cortar de tajo para deshacer el nudo que han formado.
Dos gaviotas atraídas por el destello de la botella pelean entre ellas rompiendo el enajenamiento de la pareja y se sorprenden de sí mismos cuando toman conciencia de quienes son, donde están y lo que por años han compartido.
“Albert no necesito de buena suerte si te tengo a ti”