Compás de Espera
Microfic por Carolina
Impaciente, Albert se pasó una mano sobre el cabello. "Necesito estar con ella."
"Llegaremos en unos minutos" dijo Archie que conducía después de recogerlo en la estación del tren. Había perdido la cuenta de las veces que había tratado de tranquilizarlo durante el trayecto. No podía culparlo por su nerviosismo, estaba a punto de convertirse en padre. El médico había dicho que el alumbramiento sería hasta a mediados de enero, pero era evidente que el bebé tenía otros planes.
Albert continuó maldiciendo durante el recorrido de Chicago a Lakewood bajo una tormenta invernal que no daba tregua. "No debí hacer este maldito viaje de negocios a Nueva York cuando Candy me necesitaba más."
"No te preocupes, todo está bajo control."
Un par de horas después, Albert entraba a la habitación que compartía con Candy. Annie remojaba la frente de Candy con una toalla mientras la señora Elroy daba instrucciones a las mucamas. La mujer le lanzó una mirada ominosa. No era apropiado que el esposo estuviera presente en el alumbramiento.
Sin embargo, éste no se percató de la reprimenda silenciosa porque sus ojos estaban fijos en su esposa quien se encontraba en el centro de la cama. Su piel tenía un tono cenizo, sus labios hinchados y lastimados. Sus ojos estaban nebulosos. Nunca la había visto tan débil y frágil. Por un instante, tuvo miedo de perderla.
Tragando grueso, alcanzó a decir, "¿Dónde está el doctor McKenna?"
"George fue por él" respondió Elroy. "William, es mejor que salgas de-"
"Me quedaré" dijo. "Tú puedes salir si quieres."
Ella sacudió la cabeza. Ese tono cortante no aceptaba razones, así que le dijo a las mucamas que la acompañaran.
Candy sintió otra contracción y puso una mano sobre su vientre. "Albert" dijo en un suspiro, "¿Dónde estás?"
Corrió a su lado y se dejó caer de rodillas. Tomó la mano de su esposa entre las suyas y frotó su mejilla contra el dorso. "Aquí estoy, cariño."
Ese gesto la conmovió hasta las lágrimas. Albert tenía la barba crecida y se veía demacrado pero nunca lo había visto tan guapo. Él estaba aquí, como había prometido.
"Disculpa mi tardanza" dijo con una sonrisa trémula. "La tormenta de nieve retrasó la llegada de mi tren."
Candy sonrió levemente. Albert sintió que su corazón se encogía. Ella era tan fuerte, tan valiente. "Le dije a Annie que vendrías" murmuró. Cerró los ojos y respiró a través de otra contracción. "Creo que no puedo esperar más. Pero estoy asustada, Albert. Muy asustada."
"Lo sé, amor. Estoy aquí. El doctor viene en camino."
Le dio un beso en la frente y le pidió a Annie que se quedara con ella. Entonces salió al pasillo donde esperaban Elroy y Archie.
"Candy lleva más de ocho horas de trabajo de parto" anunció Elroy. "Y no dijo nada hasta hace poco, porque quería esperarte." Por el rostro desencajado de la anciana era obvio que recordaba el escenario de hace más de veinte años, cuando nació Anthony. El parto se había complicado de tal manera que Pauna nunca volvió a ser la misma.
"Todo saldrá bien, tía. Estoy seguro."
Sus palabras sonaban huecas en su mente momentos después. Las manos de Candy se agarraban de las suyas con cada contracción, mientras ella luchaba por controlarse.
Los ojos de ella se llenaron de pánico. "¿Me pasará lo mismo que a Pauna?"
"No digas eso" respondió. "No es la misma situación."
El dolor cerró sus ojos nuevamente, y sus dedos soltaron sus manos.
"¡Candis! ¡Por Dios, mírame!"
"Estoy muy cansada."
"Candis, quiero ver ese espíritu indomable tan tuyo. ¡No te dejes vencer!"
George irrumpió en la habitación, seguido por Elroy. "William, el doctor McKenna tuvo un accidente automovilístico por culpa de la nieve y se encuentra muy delicado. Así que fui por el doctor Martin."
Albert sintió que el alma le regresaba al cuerpo, y puso las manos sobre los hombros de George. "Gracias, hermano. Hazlo pasar."
"¿Qué?" dijo la anciana. "No puedes permitir que tu esposa sea atendida por un matasanos."
Las protestas de la matriarca fueron ignoradas. Martin tomó control de la situación inmediatamente. "Escúchame Albert" dijo, después de lavarse las manos. "Candy tiene a su favor su juventud y buena salud. Ahora necesito que todos salgan de la habitación."
Albert se resistió a dejar a su esposa, pero George logró convencerlo de que dejaran trabajar al doctor en paz.
"Candy" dijo Martin, "Ha llegado la hora."
Durante el día las contracciones se habían acercado más, incrementando su fuerza y urgencia. Pero ahora no había necesidad de luchar. Arqueando la espalda, lanzó un gemido lastimero.
"¡Puja con todas tus fuerzas, Candy!" Instruyó Martin. "¡Otra vez!"
Ella gritó, un grito que estremeció los cristales de la casa y las mentes de sus ocupantes.
"No puedo más."
"Veo la cabeza. ¡Puja!"
Las manos del doctor se cerraron suavemente alrededor de la cabeza del pequeño, cubierta de rizos dorados.
"De nuevo, ¡puja!"
Ansiosa, cansada y temerosa a la vez, obedeció. Respirando hondamente, pujó con todas sus fuerzas.
Martin capturó al bebé en sus brazos. Candy cayó al lecho, exhausta.
"Es un niño" escuchó al doctor decir. "¡Un niño!"
Candy percibió el temblor de su voz. Levantó la cabeza de la almohada, sin poder ocultar su miedo. "¿Está bien? Dígame doctor, ¿está bien?"
Alcanzó a ver la cabecita remojada entre las manos de Martin y las lágrimas en los ojos del viejo doctor.
No, pensó. No puede estar...
Entonces el bebé anunció su llegada con un grito furioso que la hizo olvidar su cansancio.
Candy empezó a llorar. "Por favor, doctor. Déjeme cargarlo."
"Espera un momento" dijo entre risas. "Tengo que limpiarlo." Ella seguía llorando cuando Martin colocaba al pequeño en sus brazos.
Martin observó la escena conmovedora por unos instantes, entonces fue hacia la puerta. En el pasillo todas las miradas se posaron sobre su persona.
"¿Todo salió bien?" Preguntó Albert sudoroso.
"Sí, ambos están bien."
¿El bebé?" dijo Archie.
"Es un niño completamente sano."
"Gracias a Dios" dijo la tía Elroy, dejándose caer en un sillón.
"Ven para que conozcas a tu hijo, Albert" dijo Martin tomándolo del brazo.
"¿De verdad está sano?"
"¡Por supuesto! Está completito. ¡Y tiene unos pulmones tremendos!"
Sigiloso, Albert se acercó a la cama y sonrió aliviado. "Candy estará feliz" murmuró, viendo a su hijo dormido envuelto en una frazada, su pequeñísimo puño rozando su mejilla. El poco cabello que tenía era rubio como el suyo. La emoción que lo embargó fue tan grande que casi se le doblaron las rodillas.
"Dios mío" murmuró.
"¿Qué te pasa Albert?" dijo Martin al ver la palidez del joven padre.
Albert tocó levemente el puño de su hijo. "Doctor, no sé cómo explicarlo. Nunca me imaginé que tendría a una mujer como Candy... un hijo... Lakewood lleno de felicidad nuevamente. Ahora que los tengo... me da miedo. Muchas cosas dependen de mi."
A pesar de las palabras de Albert, Martin sólo veía su fuerza. Una clase de fuerza que no puede verse en la resistencia, habilidad o el poder. Era la fuerza que venía del interior.
"Estoy seguro que todo lo que te propongas, lo conseguirás" declaró.
Albert abrió los ojos sorprendido por la solemnidad del viejo doctor. "Gracias por su voto de confianza."
Entonces escucharon un pequeño suspiro que venía de la cama.
Martin sonrió. "Ahora los dejo solos."
"Gracias por todo, doctor."
"De nada" dijo tomando su maletín y abrigo. "Para qué son los amigos."
Albert se sentó a un lado de Candy. Sonrió ante esos ojos esmeraldas somnolientos y con un dedo acarició su mejilla.
"Candis, creí que dormirías hasta mañana."
"Nuestro hijo, Albert, ¿está bien?"
Tomó al niño, retirando la frazada para ver su rostro. "Está perfecto, y creo que tan apuesto como su padre."
"Gracias, Albert."
"Tú hiciste todo el trabajo, pequeña."
La mirada amorosa de Albert compensaba todo el dolor que había padecido. Él murmuraba palabras dulces al bebé que lloraba, acariciando su mejilla sonrojada por el esfuerzo. El pequeño se calmó y giró la cabeza en dirección de Albert, cogiendo el dedo de su padre para llevarlo a su boca.
El corazón de Candy estaba rebosante de felicidad. Padre e hijo se habían conectado, el amor entre ellos era evidente.
Albert le entregó el bebé, ella lo abrazó con cuidado.
"¿Dónde está el doctor Martin?" preguntó Candy.
"Debe estar con George en el estudio, celebrando el nacimiento de nuestro hijo con mi mejor whisky. Se lo ha ganado con creces."
A la mañana siguiente la nevada había cesado y un sol esplendoroso cruzaba por el cielo...
Tocaron a la puerta, y Annie asomó la cabeza. Candy seguía en cama. Albert estaba sentado en la mecedora con su hijo en brazos.
"Candy, ¿cómo te sientes? ¿Cómo está el bebé?"
"Muy bien, Annie, gracias. Acaba de comer."
"Felicidades, tío" Archie se acercó y lo golpeó en el hombro. "Queremos ver al pequeño. Está guapo el jovencito, como todo un Andrew."
Candy sonrió. "Gracias, Archie. ¿Verdad que está bello?"
Annie le hizo mimos al bebé, acariciando su pequeña nariz y mentón, entonces le dio un beso en la frente. "Se parece mucho a ti, Albert."
"Digamos que se parece a los dos" dijo Albert con un guiño.
¿Vino la tía Elroy?" preguntó Archie.
"Sí" dijo Albert. "Quiso ser muy ceremoniosa, pero en cuanto tuvo al bebé en sus brazos, sus defensas cayeron. Lo besó varias veces y le dio su bendición. Le pedí que ella se encargará de avisarle al resto de la familia."
"¿Cómo se llamará?" preguntó Annie, mirando el rostro fruncido de su primo.
Candy volteó a ver a Albert. "Tenemos algunos nombres. Siguiendo la tradición familiar, todos empiezan con A. ¿Cuál prefieres, amor?"
Sentándose a su lado, Albert le dio un beso en el cabello y permitió que tomara al bebé. "Alexander. Siempre me ha gustado ese nombre. ¿Qué opinas?"
Ella consideró por unos instantes. Alexander es un bonito nombre, viene del griego Alexandros que significa que defiende o ayuda al hombre.
Miró al bebé en sus brazos y sonrió. Será igual que su padre.
"Sí, William Alexander Andrew. Me gusta."
Albert asintió orgulloso. "A mí también."
FINIS
12/31/2010
Nota: las palabras de aliento de Albert para Candy antes del nacimiento están inspiradas en la novela "Devil"s Embrace" de Catherine Coulter (Signet 2000)
El significado de Alejandro cortesía de la página BehindTheName