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Me alimento de tí

Por Fran

Albertcumpleaños 2008

Como de costumbre se despertó por esa sensación recurrente ante una ausencia que se alargaba desde hace dí­as. En algún momento de la madrugada solí­a sentir frí­o, debido su forma inquieta de dormir sus sabanas siempre terminaban a los pies de la cama o en el suelo. En un dí­a común se resolví­a acurrucándose contra su compañero compartiendo el calor de su cuerpo. Inútilmente tanteo el otro lado de la cama en busca de esa calidez, encontrándolo vací­o.

Entre sueños aun busco las mantas y se encogió bajo ellas tratando de encontrar una postura cómoda para seguir durmiendo. En medio de un gran suspiro se despertó completamente. El aroma que impregnaba las sabanas no tení­a porque esta ahí­ a menos que...

Se levantó rápidamente, encendió la luz esperando encontrar a alguien con ella. Recorrió con avidez toda la habitación con la mirada y nada. Volvió a acercar las sabanas a su nariz para confirmar que lo acontecido anteriormente no habí­a sido producto de su ansiosa imaginación. Al descubrir la cama pudo observar con más detalle las sabanas arrugadas y el hueco en la otra almohada señalando sin lugar a dudas que alguien más habí­a dormido ahí­ o al menos estuvo recostado junto a ella.

Conteniendo su impulsividad para no bajar corriendo por las escaleras logró caminar con la prisa necesaria y que no se considerara peligrosa. La casa apenas despertaba y los miembros del personal domestico debí­an estar apenas preparándose para iniciar sus labores. Los encontró donde esperaba. Cuchicheando frente a la puerta de la despensa. Al escucharla se callaron de golpe y le sonrieron con gran simpatí­a, asintiendo y dirigiendo sus miradas complacidas hacia su vientre que mostraba lo avanzado de su embarazo.

Devolvió con impaciencia los saludos y aceleró el paso conciente de que iba a encontrar a Albert en la cocina. Cada vez que él tení­a el capricho de cocinar se veí­a en la necesidad de echar fuera a la gente que trabajaba en la cocina ya que era incomodo tanto para él que lo abrumaban con sus ofertas de ayuda como para ellos enfrentarse al dilema de que el señor de la casa se encargue de las labores domesticas.

Candy empujó la puerta con mas fuerza de la necesaria y Albert volteó inmediatamente para mostrarlo sosteniendo una gran cuchara en una mano y un sartén en la otra. Con la ropa de viaje aun puesta, el cabello desordenado y la barba de casi dos semanas cubriendo la mayor parte de su cara, pero sin ocultar sus brillantes ojos azules ni su gran sonrisa.

─ ¿Cuándo regresaste?

─ Hace unas pocas horas ¿Qué haces levantada? Te iba a llevar el desayuno a la cama.

─ Tení­a que verte. Debiste despertarme apenas llegaste - Se acercó a él, para tocarlo, para olerlo, para sentir que es la realidad y no otro sueño.

─ Es muy importante que descanses - Albert dejó lo que esta haciendo y se acercó para abrazarla y acariciar su vientre - nuestro bebe esta siendo muy exigente desde antes de nacer.

─ Te extrañé - tomó la cara de Albert entre sus manos y con firmeza lo atrajo hacia ella, sintiendo la textura de la barba bajo sus palmas hundió sus dedos en ella mesándola rí­tmicamente y lo besó con toda la ansiedad que dan tantos dí­as de separación. Se apoya totalmente en su cuerpo y siente como los brazos de él la ciñen con firmeza.

Albert se separa sólo lo suficiente para murmurar entre un suspiro "y yo a ti".

A Candy no deja de sorprenderle la manera en que ambos se quedan sin aliento a veces con sólo mirarse ya ni se diga tras compartir un beso. No recuerda cuando comenzó a suceder, claro tampoco recuerda haberse enamorado de él. Lo que tienen entre ellos es como el sol, de verlo todos los dí­as siempre igual no lo notas, pero no puedes vivir sin eso.

─ ¿Cómo has estado?

─ Como en un tornado, realmente este bebe será más inquieto que tu y yo juntos

─ De tal palo...

─ ¿A ti como te fue?

─ Bien - es lo único que dice pero la sonrisa plena y la manera en que sus ojos se iluminan dicen mucho más. Candy está segura que ha asestado un golpe contundente que impedirá que los cazadores de pieles usen trampas y cepos que además de atrapar a los animales con los que trabajan dañan a otros que caen en ellas como victimas aleatorias. - Me sueltas o no tendrás tu desayuno.

─ La próxima vez iré contigo o buscaré una de esas trampas que tanto odias para mantenerte junto a mi.

─ ¿Es una amenaza?

─ Es una promesa. Te espero en la cama - salió de la cocina guiñándole el ojo y sonriendo de una manera que intenta ser sexy, cuando ella sale Albert dice muy quedo.

─ Me atrapaste hace muchos años, pequeña