Regalo de Cumpleaños
Minific por Fran
Para Candy en su cumpleaños
Mayo 7, 2004
El lujoso auto se estacionó con asombrosa precisión a un costado de la acera, frente al edificio de departamentos, sus frecuentes visitas habían dejado de atraer hacia mucho la curiosidad de los vecinos. De su interior descendió la alta figura de William Albert Andrew, el traje azul marino contrastaba de manera muy atractiva con el ligero bronceado de su piel y el rubio de su cabello, destacando el azul cielo de sus ojos. Con mucha habilidad equilibró en sus manos la gran caja envuelta como regalo y el ramo de flores que sacó de su coche y una vez en el interior del edificio, con una nueva maniobra llamó a la puerta de uno de los apartamentos, donde una chica sonriente lo recibió
- Sr. Andrew bienvenido
- Buenas noches Katie – al ver la chica las dificultades que tenia para estrechar su mano ofreció:
- Permítame ayudarlo
- Es usted muy amable- y le entregó la caja que a pesar se su tamaño, resultaba muy ligera.
Sin dejar de sonreír Katie, grito voz en cuello para ser escuchada por encima de los invitados – ¡¡¡Candyyyyy!!! ya llegó por quien esperabas
- ¡¡Hola Albert!! creí que no llegarías a tiempo.
Albert cerró la puerta tras de si – Hola pequeña – entregó las flores en manos de Candy que las coloca con cuidado junto con los demás arreglos florales, mientras Albert espera con una sonrisa por demás espectacular y extiende sus brazos para recibir entre ellos al pequeño cuerpo de su pupila, en un saludo que ya se ha hecho una costumbre con un beso en la frente, pero algo se interpone en el camino de la festejada y provoca que tropiece y su cuerpo pierde momentáneamente el equilibrio, abrazando mas fuerte de lo normal a Albert y provocando que sus cabezas y sobre todo sus labios queden peligrosamente cerca.
Candy abre los ojos con incredulidad, mientras que Albert cede ante el impulso y toma el rostro de Candy entre sus manos, posando ligeramente sus labios sobre los de ella. Candy sintió como el calor de la boca de Albert sobre la suya se extendía por todo su cuerpo, disparando una sensación desde sus entrañas, provocando que sus labios se entreabrieran expectantes..., esperando, deseando que el beso adquiriera una mayor intensidad.
Albert sintió como Candy se estremecía, fue tan conciente de la cercanía de sus cuerpos, le gustaba lo bien, lo excitante que era tenerla tan cerca, sin embargo las risas y los aplausos los sacaron a ambos del trance en que parecían estar, supo que este había sido el detonante de un cambio entre ellos y ameritaba ser explorado en otro mejor momento. Su sonrisa se hizo mas amplia, Candy levanto la vista se encontró con los ojos de Albert que la miraban juguetones.
- ¡¡¡¡Feliz Cumpleaños pequeña!!!!
- Muchas gracias Albert,- respondió sonriendo de igual manera, lo tomo de la mano y le presenta a los que aun no conoce, rápidamente el ambiente recupera su festividad, saluda a Annie y Archie con su calidez habitual, los demás invitados son amigos de Candy, expacientes y compañeros del hospital, de una manera u otra los conoce, debido a la estrecha relación que hay entre él y la enfermera, muchas veces ha solicitado su ayuda para solucionar algún contratiempo, involucrándose de lleno en el mundo de ella.
- Hola Albert, realmente no me acostumbro a verte tan elegantemente vestido
- Dr. Martín que gusto verlo. La apariencia no tiene porque cambiar mi forma de ser, considérelo como un uniforme de trabajo – la cortesía y sencillez de Albert derrumban cualquier prejuicio y pronto esta tan integrado como uno mas, conversando desde los temas mas intrascendentes hasta los de mayor actualidad.
Candy por su parte debe cumplir con su papel de anfitriona, y con la ayuda de sus amigas mantenían las charolas con los bocadillos y las bebidas al alcance de todos los invitados. Le llevo una copa a Albert, sus dedos se rozaron, solo lo suficiente para revivir el recuerdo del beso, y provocando un ligero rubor en el rostro de la chica, que solo permaneció un momento, junto a él haciéndole compañía y después continuo departiendo con sus amigos, las risas llenaban la noche, todos pasaban un buen rato. Por casualidad o quizá de manera inconsciente Candy encontró su lugar cerca de un espejo, desde ahí era testigo de todos los movimientos de Albert, lo vio reír, vio sus gestos al hablar y sus ojos siempre alegres y atentos con esa dulzura que siempre lo ha caracterizado. Vio también como de cuando en cuando sus cabellos caían sobre su cara y con un movimiento de su mano que le pareció sumamente sensual los echaba hacia atrás, varias veces también lo miro directamente, como si hubiera algún magnetismo en sus ojos en cada ocasión él estaba pendiente de ella, enviándole respuestas de preguntas aun no han sido formuladas, como si pudiera llegar a sus mas íntimos pensamientos, era algo tan común entre ellos y a la vez nuevo y excitante, ¿desde cuándo estaba sucediendo? quizá todo el tiempo que tenían de conocerse.
La hora final estaba acercándose, propusieron abrir los regalos, cada vez que una nueva envoltura caía, las exclamaciones no se hacían esperar, Candy se mostraba satisfecha y agradecida por lo que recibía.
Albert no dejaba de admirar la deliciosa criatura en que se había convertido su dulce pequeña, ese día cumplía 20 años, toda una mujer, independiente, alegre, generosa y por mas que quisiera negarlo muy hermosa, su cuerpo se había moldeado con unas curvas que se delataban bajo el elegante vestido que usaba, dándole esa mezcla de ingenuidad y sofisticación, que muchas veces le enviaban mensajes contrarios y por lo que no se animaba a dar el siguiente paso. Llevaba el cabello suelto, sus rebeldes rizos enmarcaban su rostro, dotándole con ligeros toques de misterio a sus verdes ojos, dándole nuevos significados a la miradas entornadas, la sorprendió mirándolo varias veces a lo largo de la fiesta, cada vez que el pretendía observarla discretamente sus ojos estaban clavados en él, algunas ocasiones sonreía, las mas de veces se mostraba muy concentrada como si por su mente pasaran cosas trascendentes.
Toco el turno al regalo de Albert para Candy, con una sonrisa que llenaba todo su rostro desato el fino listón que envolvía la enorme caja, al abrirla su contenido la dejo boquiabierta. Albert sabía del nuevo proyecto de asistencia social del Memorial Hospital, en el que ella prestaba sus servicios como enfermera, y de la falta de espacio para atender las peticiones de quienes necesitaban ayuda, en la caja se encontraba el titulo de propiedad del terreno colindante al hospital a nombre de ella, así como los planos y los permisos y financiamientos necesarios para iniciar de inmediato su construcción. Quería lanzarse a sus brazos, pero la curiosidad de los demás lo impidió, el regalo fue del agrado de la mayoría, algunos estaban involucrados de una manera u otra en la puesta en marcha de dicho proyecto o solo por amistad a Candy se sentían muy contentos por ella, en medio de los abrazos y agradecimientos ella no tuvo el tiempo ni el espacio para agradecer de la manera adecuada el regalo. Poco a poco fue pasando la euforia, en medio de la gente ellos nuevamente intercambiaban sugerentes miradas en un lenguaje mudo Candy se mordió el labio inferior con los ojos verdes brillantes de emoción y solo moviendo los labios y sin emitir sonido alguno dibujo un “gracias” que él respondió de igual manera “Felicidades pequeña” y un coqueto guiño.
Era momento de partir, muchos tenían que trabajar al día siguiente o asistir a clases, uno a uno se fueron despidiendo, Albert como siempre fue el ultimo en quedarse, ofreció su ayuda a Candy para recoger y limpiar los restos de la fiesta, cada uno por su lado y excesivamente concentrados en sus labores, silenciosamente terminaron, ya en la cocina lavando los trastes fue que todo se complico, el espacio era muy estrecho constantemente se tocaban, roces sutiles y sin intención aparente pero cada vez que sucedían cortaban la respiración de ambos. La singular seducción llego a un punto cumbre cuando sus dedos accidentalmente se tocaron, Candy sintió un delicioso bochorno, el tacto de su piel le envió un sin fin de descargas eléctricas que recorrieron todo su cuerpo al grado que soltó el plato que sostenía entre sus manos. Ambos bajaron la mirada hacia el montón de pedazos sobre el piso, un gemido de contrariedad escapo de los labios de Candy, Albert la estrecho contra si, el contacto era lo que había deseado toda la velada, levanto la vista y lo miro con la boca entreabierta, sintió los labios de aquel al que en algún momento había llamado su príncipe quemando como brasas los suyos, también noto como el cuerpo de ese hombre aprisionaba el suyo, y comenzaba a recorrer sus labios con la lengua, ella abrió la boca, rendida a la avidez de su lengua, sintió como el deseo recorría todo su cuerpo, se dejaron llevar con urgencia por los besos solo se interrumpían para tomar aire, el murmuraba el nombre de Candy y el suyo se perdía entre los labios cubiertos de la chica, la realidad se impuso al delicioso placer que estaba experimentando, él era Albert, su tutor, siempre se habían visto como hermanos ¿o no?, Albert sintió a Candy ponerse rígida bajo su cuerpo, tomo su rostro entre sus manos y la beso tiernamente para luego separarse
- ¿Qué me has hecho para que me sienta así? – murmura Candy entrecortadamente
- Es tan fácil enamorarse de ti
- ¿amor? ¿eso sientes por mi?
- amor, no hay mas que amor, ¿cuál es tu excusa?
- Albert, llevo esperando por mi príncipe desde que tengo 6 años, y creo que al fin puedo aceptar que no tengo porque buscarlo si siempre ha estado a mi lado, enseñándome que más allá de cualquier sufrimiento uno puede vivir… uno puede seguir adelante… uno puede encontrar nuevamente el amor
- y estaré siempre que me quieras a tu lado
- Albert... mi amor... – antes de que pudiera decir algo mas Albert tomo su cara entre sus manos, acaricio suavemente sus mejillas, antes de torcer la cabeza y capturar sus labios.
- Desearía pasar mas tiempo contigo, mas tengo compromisos hechos y a mi tía le dará un infarto si no estoy presente en la cena con los inversionistas. ¿Te gustaría acompañarme?
- Preferiría que no, aun no cuento con la simpatía de la tiaabuela. ¿Es muy importante esa cena?
- En realidad solo es el pretexto para cerrar una importante operación que nos traerá muchos beneficios y blah blah blah
- jajajajaja tenias razón cuando dijiste que te convertirías en alguien como la tiaabuela
- jajajaja ¿puedo venir todos los días a visitarte? no soportaría pasar mas tiempo así, viéndote solo como una amiga y no como algo más - la voz de Albert se convirtió en un murmullo ronco que acelero aun mas el corazón de Candy
- Hazlo por favor, yo también deseo estar contigo todos los días.
Se despiden, Candy acompaña a Albert a la puerta y en son de broma le coloca un gorro de los que algunos usaron en la fiesta, lo que provoca que Albert la arrastre hacia su cuerpo y tome su barbilla con una mano y levanta su cara para poder mirarla a los ojos. La risa de la rubia muere en ese instante sofocada por un beso, mientras la otra mano de Albert se introduce en su abundante cabello. Las manos de ella se encuentran prisioneras entre sus cuerpos, las extiende para recorrer su pecho acariciándolo sobre la camisa, palpando los músculos claramente definidos, ascendiendo por sus pectorales hasta sus hombros le intenta quitar el saco. Las manos de Albert se retiran una fracción de segundo para dejar caer el saco, y permitir a Candy enredar sus dedos en el pelo de su nuca, mientras el se aferra a la cintura de la chica como si no hubiera mañana. Los labios de Candy se prendieron al cuello de Albert, mordiendo con delicadeza, succionándolo, causando que la piel de su príncipe se erizara. Albert recorría libremente sus manos por el cuerpo de la chica, encontró el camino de botones que dejarían expuesto ese bello cuerpo solo para él, aun cuando deseaba quitar esa barrera que le impedía deleitarse con la cálida piel de la mujer de su vida, no lo hizo y continuo solo adivinando lo que se escondía bajo la tela.
Candy llevaba ventaja, ya había soltado la corbata y abierto los botones de la camisa, bajaba sus manos hasta llegar a la cintura y las deslizaba por debajo de la camisa, rozando con las yemas de los dedos la piel de él, besando el pecho desnudo, murmurando cosas ininteligibles sobre la suave piel de su pecho, sonando a sus oídos de manera sensual y provocativa; entretanto, él se llenaba los pulmones con el aroma de su cabello y depositaba en el uno que otro suave beso y su cuerpo contrariamente a lo que dictaba su mente había comenzado a rozarse contra el cuerpo de ella y su excitación iba en aumento respondiendo a las caricias de la rubia fue cuando Albert la detuvo
- Candy este no es el lugar mas adecuado para...- la chica no dejo que terminara la frase tomo sus labios con ternura y pasión entremezcladas que le hicieron saber que era algo que los dos deseaban. La mano de Candy entre la suya lo conducía hasta la habitación, la arrastro hasta el lecho y poco a poco fue despojándola de su ropa y cubriéndola con caricias de sus manos, recorriendo los contornos, valles y depresiones, coloco la mano por la curvatura de su cintura, deslizándose sobre su cadera, mano y cadera encajaron a la perfección que parecían estar hechos el uno para el otro. Con sus labios, probo cada centímetro de su piel deslizándose desde el cuello hasta sus senos desnudos, que se endurecieron al roce húmedo y caliente de su boca
Las manos de ella exploraban su cuerpo con tanta inocencia recordándole que él que el era el primer hombre con quien compartía la intimidad, ajena a los pensamientos de su amante, ella termino de despojarle de las ropas para contemplar la poderosa desnudez de aquel cuerpo masculino que tanto deseaba en aquel momento, emitiendo ligeras exclamaciones de sorpresa como si fuera la primera vez que veía un cuerpo masculino completamente desnudo, desde luego tenía el conocimiento mas no la experiencia, esto era algo nuevo para ella, a continuación dejo caer deliberadamente sus dedos sobre su erección, y no se detuvo ahí continuo buscando la manera de enloquecer a Albert con sus avances y lo estaba logrando.
Albert no podía explicarse como permitía todo eso, mas nunca en su vida había experimentado un deseo tan intenso ni había sentido una necesidad tan imperiosa de tomar lo que se le ofrecía tan candorosamente, el aroma, la piel, sus caricias, incluso el sonido de sus cada vez mas excitados gemidos, le nublaban la razón. Una parte de su cerebro aun se negaba a aceptar lo que estaba sucediendo, a menudo había imaginado lo que sería tenerla como su esposa, poniendo el mundo a sus pies y no en un arrebato por parte de ambos. Ella ajena a los pensamientos de Albert recorría con su lengua su piel húmeda, la lucha que Albert entablo tratando de imponer la disciplina y el auto control que siempre habían regido su vida, estaba perdida de antemano, la amaba, la deseaba y ninguna idea preconcebida le impedirían hacer suya a la mujer con la que llevaba soñando hace tanto tiempo.
Se introdujo lentamente en ella, cuidando de no causarle dolor, los embistes lentos y poderosos de su ahora amante la obligaban a actuar también, a hundirlo mas en su interior, la forma en que sus cuerpos se amoldaban provoco en ambos un placer indescriptible. Con la razón perdida y los sentidos gobernando sus acciones Candy clavaba las uñas en la fuerte espalda de Albert cuando las oleadas de sensaciones se incrementaban, sentía los dientes de él apresando sin causar daño en sus hombros o en sus labios, sus movimientos se volvieron frenéticos hasta alcanzar ese punto en que la vida parece escaparse de los cuerpos en medio de temblores placenteros que los inundan de calor y satisfacción.
Ella permaneció entre sus brazos aun vibrando hasta que quedo dormida, tras contemplarla unos instantes, acariciando con un dedo sus mejillas aun encendidas y sus labios carnosos y apetecibles, despertando tal vez un intimo sueño en Candy ya que su boca se curvo en una sonrisa de satisfacción, convenciéndose de que lo importante no era el como sino que fuera para siempre. Se durmió entre sus brazos, sabiendo que solo el la podría proteger de lo que fuera.
El reloj emitió la ultima campanada, no sabia a ciencia cierta cuantas habían sido, en un estado total de adormilamiento busco una mejor posición entre los fuertes brazos que la rodeaban, con un suspiro recordó el maravilloso momento vivido con Albert, se preguntaba cuantas veces mas el dejaría todo por estar a su lado, lo que trajo a su memoria el hecho de que él tenia compromisos pendientes y ella no debía retenerlo por mas tiempo
- Albert despierta,
- ¿Que pasa?
- es media noche
- No te preocupes, tendrás otro cumpleaños el año siguiente
- No bromees, tienes una cena en tu casa, llegaras retrasado
- no iré
- ¿que dices?
- estoy cansado
- yo... lo siento no creí ... es decir, eres tan fuerte y ...
Albert sonrió, esa inocencia era tan gratificante y se sentiría muy orgulloso de enseñarle lo que aun le falta por aprender - no me refiero a eso, me refiero a que estoy cansado de pasar las noches lejos de ti, de pasar noches enteras pensando en ti y no poder buscarte, de necesitarte a mi lado
- Puedes venir cuando quieras, yo estaré ansiosa de verte también
- Haré algo mas que eso, no pienso regresar a la mansión, me quedare a vivir contigo como antes, no mejor que antes
- Pe..pero tu no puedes hacer eso
- Es lo que quiero, pasar toda mi vida junto a ti
- Tiene que haber otra solución, tienes deberes y una casa mas cómoda que este pequeño apartamento
- Entonces tu te mudaras conmigo, y en cuanto arregle los papeles nos casaremos
- Me parece una mejor solución, una magnifica solución mi amor- la alegría expresada en abrazos y besos al por mayor trae muchas mas consecuencias
Fin