REGALAME ESTA NOCHE
By Di
Pareja: Candy/Archie
Rating: pg-13
Advertencias: Universos Alternos. OOC de algunos de los personajes.
Con mucho cariño para: Yeimi ^^ Con motivo del 14 de Febrero.
***
Me sentía mal conmigo mismo por haber actuado de aquella manera tan ruin en el despacho, una semana atrás… Definitivamente fue culpa de los malditos celos que me dejé llevar. ¿Porqué otra cosa, sino? El verla ahí, frente a mí… tan dulce, tan radiante, tan hermosa… Pero en brazos de otro hombre.
Me aproveché de las circunstancias.
Aproveché del mal momento financiero, del excéntrico y ególatra duquecito Terry Grandchester. Y por tratar de vengarme de el, la arrastré a ella también. En aquel instante no pensé mas que en darle su merecido al muy canalla y hacerle sentir lo mismo que yo viví, muchos años atrás, en Londres, en el colegio San Pablo.
¡Cuando yo la sentía tan mía! ¡Cuando trataba de alegrarle el alma ante la irremediable pérdida de Anthony! ¡Cuando di todo porque ella se enamorara de mí! …Que me quisiera aunque fuese un poco.
Pero Candy lo prefirió a el.
A el antes que a nadie.
Y eso me dolió.
Fue una espina que mantuve enterrada muy dentro de mí los años posteriores…
Traté de ser feliz con Annie, tal y como ella me lo pidió, pero no pudo ser. Nunca la amé. Siempre que le hacía el amor, veía el rostro pecoso y respingón de mi dulce Candy. Sus rizos dorados cayendo gráciles por su tersa espalda… Sus labios rojos y jugosos, como terciopelo. Su risa. Y ese aroma a mujer… A hierba fresca… Definitivamente es toda una mujer; difícil de olvidar.
Ni la ternura y sencillez de Annie pudieron opacarla. Por eso fracasó mi matrimonio. Por eso me aislé y me dediqué de lleno al trabajo. Prosperé. Si, no lo puedo negar y por tal motivo, me convertí en el nieto preferido de la tía abuela. Como debía ser, según sus propias palabras…
Creo que el pasar demasiado tiempo en soledad, el dinero y el licor en exceso me convirtieron en el monstruo que soy ahora. ¡Si, soy un monstruo, una bestia abominable! ¡Como pude ser capaz de pedirle semejante sacrificio, a cambio de redimir la cuenta de su estúpido marido; no llevarle a la cárcel y dejar sin padre a su único hijo!
Fui un patán con ella.
¡Dios mío!
Lo que una mezcla de pasión odio y amor pueden hacer de un ser atormentado como yo. Manché lo más puro y sagrado que tenía guardado en mi corazón, que era Candy.
¡Perdóname, por favor, perdóname. No puedo olvidarte, ni olvidar aquella cita…, Simplemente no puedo!
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Tock, tock.
-¿Mr Archibald?
Una señora de edad, entró al despacho y se plantó delante del dueño y señor de la compañía, quien miraba ensimismado por la ventana, fumando un habano.
-Dime Henrietta… ¿Porqué entras de esa manera tan poco formal?
-Toqué la puerta en varias ocasiones Mr. Archibald. No respondió a mi llamado y pensé que…
-Pensaste que podías entrar como si fuera tu casa. Grave error. Estás despedida. Pasa a recoger tu cheque… Pero antes de que te vayas, dime de una buena vez a que viniste. Debe ser algo importante si osaste interrumpirme.
Haciendo un esfuerzo sobre humano, la mujer logró serenarse.
-La señorita… Candy White está…
-¿Candy está aquí?
Archie se levantó con velocidad de su cómodo sillón de piel. Sorprendido de que Candy estuviera en su lugar de trabajo. Hacía tiempo que no la veía. En realidad años.
-Si Mr. Archibald ella, está aquí y…
-¡Hágala pasar de inmediato! Y no me pase ninguna llamada, cancele todas las reuniones del día de hoy. Estaré muy ocupado.
Maldito patán.-Pensó Henrietta y de inmediato hizo llamar a Candy. Archie por su parte, corrió a mirarse en el espejo de su baño privado para comprobar que todo estuviera en su lugar. Regresó a su asiento y fingió una pose seductora para apantallarla.
La puerta volvió a abrirse, dejando ver un diminuto pié enfundado en una zapatilla de tiras delicadas. La vista de Archie fue recorriendo cada pedazo de piel en breves segundos, hasta encontrar una pantorrilla bien torneada, un vestido floreado, un abrigo, un sombrero con una hermosa flor y… ¡Por Dios, no! A su lado a un joven y elegante… Esposo.
El mismísimo Terry Duque de Grandchester. Pavoneándose con su recién adquirido-aunque desgastado- Titulo de nobleza.
Pero es que no se le despega ni a sol ni a sombra el muy cretino.-Pensó Archie no disimulando su enojo y decepción.
-¡Archie!
Candy como siempre, corrió a su lado y lo abrazó con toda la efusividad característica en ella, depositando un suave beso en la mejilla derecha.
-¡Me da tanto gusto verte Archie! Estás tan… Bien. Haz cambiado mucho, mírate, ahora todo un hombre de negocios.
-Olvidaste decir, todo un solterón.- Ambos sonrieron- ¿Y a quién más tenemos por aquí?- Preguntó Archie, dirigiendo una mirada fría al hombre a su lado- ¡A tu flamante esposo! Terry Grandchester, es un todo un placer volverte a ver.
Ambos individuos entrelazaron manos, dando un apretón más fuerte de lo normal.
-También para mi es toda una fiesta volver a ver tu rostro señor Mr. Importante Archibald. <¡Que bien disimulas tu facha, traidor!> No me mires así… Querido socio. Yo no puse esa inscripción en la puerta de entrada de tu despacho. Si tanto te molesta, mándala retirar y asunto finiquitado.
-No me molesta, al contrario, es bueno que la gente sepa quién es el que manda ¿no te parece?
Sintiendo que el ambiente se ponía un poco tenso, Candy decidió actuar. No era desconocido para ella, que los últimos meses, las relaciones de negocios entre ellos no estaban del todo bien.
-Eh, chicos, ¿porque no tomamos asiento? ¿O es que vamos a pasar el tiempo charlando, de pie?
-Oh, disculpa querida, no soy un buen anfitrión.
Con presteza, Archie acercó una silla hasta Candy, para que tomara asiento. Terry prefirió permanecer de pie.
-¿Puedo ofrecerles algo de beber?- Insistió.
-No gracias, en realidad nuestra visita será breve, no deseamos quitarte demasiado, tu valioso tiempo- indicó con ironía Terry- Hemos venido a liquidar el préstamo que tu carácter generoso, no ofreció hace tiempo.- Después colocó un sobre cerrado encima del escritorio.
Archie levantó una ceja incrédulo.
-Todo está completo. Pero puedes contarlo si te apetece.
-No hace falta querido amigo. Confío en ti, lo sabes. Siempre has sabido cumplir tu palabra. Eres leal y trajiste el dinero en el lugar, fecha y hora pactada… Y confío también que en ese sobre, se encuentren los pagos sobre intereses moratorios.
-¿¡Qué!? ¿Dé que cosa estás hablando?- Terry comenzó a exaltarse, al punto de dar un fuerte golpe con ambas manos en el delicado y fino escritorio.
-¡Terry, por favor cálmate! –Contestó Candy, tomándolo por un brazo- Todo debe tener una explicación ¿verdad Archie? – La mujer miró con ojos de súplica a su amigo.
-¡CLARO QUE LA HAY! –Grito Terry enardecido- ¡Este idiota quiere verme la cara de imbécil! ¡Quiere humillarme!
-Hay una explicación lógica querida Candy. Y no quiero humillarte Terry Tu sabes que en todo contrato hay cláusulas… Todas deben de cumplirse al pie de la letra. Y eso incluye el “revisar” hasta el más mínimo detalle. ¿De casualidad leíste las letras más pequeñas al final del acuerdo? Oh, por tu expresión, mucho me temo que no.
-¡Eres un bastardo!
Terry deshizo el agarre de Candy y se arrojó hacia Archie. Ambos cayeron al piso enfrascándose en una pequeña lucha.
-¡¡Por favor, paren ya!! ¡TERRY BASTA YA, DEJALO EN PAZ!
Con mucho esfuerzo, Candy logró separarlos.
-¡Parecen un par de adolescentes malcriados! –Gritó molesta- ¿No pueden hablar civilizadamente? ¿Porqué recurrir siempre a la fuerza bruta?
-Pregúntaselo a tu duquecito- contestó Archie acomodándose su traje y limpiándose la sangre que ya escurría por su labio- Tal parece que los buenos modales no se pueden comprar con un absurdo y obsoleto título nobiliario… No Sabe comportarse enfrente de una dama.
-¡RETIRA TUS PALABRAS! –Volvió a gritar Terry, dispuesto a comenzar con lo que había dejado pendiente.
-¡Basta ya! Ustedes no pueden estar en una misma habitación por más de cinco minutos sin llegar a los golpes… Terry, por favor… Déjame hablar a solas con Archie, ¿quieres?
-¡De ninguna manera pienso dejarte sola con éste usurero patán!
-¡Por favor amor! Por favor… Hazlo por mí. Déjame hablar con el.
Candy regaló un tierno beso en los labios de Terry. Haciendo que Archie rabiara de celos.
-Pero Candy…
-Sólo unos minutos, anda. Espérame a fuera, no tardaré.
-Tu y yo nos veremos las caras después-Señaló Terry con el puño cerrado- Esto no se va a quedar así.
A pesar de su negativa, Terry tuvo que abandonar el despacho.
-Discúlpalo Archie. Estos últimos meses ha estado demasiado presionado. Como sabes, los negocios no salieron como el lo hubiese querido… Desde que tuvo que dejar la actuación para dedicarse de lleno a los negocios, tanto de su madre como de su padre pues…
-No lo disculpes Candy. Es y seguirá siendo un rebelde sin causa.
-Es un rebelde, pero también es mi esposo y el padre de mi hijo.
-¿Un hijo?- titubeó Archie ¿Quieres decir que…?
-Que soy una mamá.
Las mejillas de Candy se tornaron carmesí.
-Pero tu no… Pareces… Estás tan delgada…
-¿Acaso esperabas verme gorda Archibald?- Candy puso cara de puchero. A Archie le encantaba cuando la chica hacía aquello.
-No, no quise decir eso… ¿Cuánto hace que te convertirte en madre?
-Mi hijo tiene seis meses. Tengo una foto suya en mi cartera ¿quieres conocerlo?
Ni hablar, amaba a esa mujer, pero de eso, a querer conocer al hijo “del duquecito”…
-En otra ocasión Candy. En persona si te parece… si acaso el energúmeno de tu marido lo permite.
-Terry es una buena persona Archie. Me ama, ama a mi hijo y somos felices. Solo quiere lo mejor para nosotros.
-Pues no lo aparenta. Parece más preocupado por el que dirán que por tu persona… En fin, que no quiero seguir hablando de el por ahora. Me da salpullido.
-Archie- Candy se acercó hasta el y le tomó la mano, desarmándolo por completo- Por la amistad y el cariño que siempre nos hemos tenido dime… ¿Hay alguna otra posibilidad de saldar nuestra deuda, sin perder lo poco que nos queda?
Se veía tan indefensa, tan tierna… Tan apetecible… Mirándolo con aquel par de esmeraldas codiciadas por tantos y tantos hombres.
-Candy, yo… Sabes que no soy el único responsable de la firma. Hay más socios que reclamarán ese dinero en menos de lo que te imaginas.
-¡Yo podría trabajar también! –Contestó de manera natural- ¡Sé hacer muchas cosas, no me la paso todo el día como la tía abuela, bordando carpetitas! Y llenando las habitaciones con ese aroma amargo de su perfume vetusto–Sonrió y le hizo reír a el también.
-Te ves tan hermosa cuando sonríes Candy. Envidio a Terry… Por que el te tiene todos los días. Amanece a tu lado… Respira el mismo aire que tú respiras…
-Por favor Archie, no sigas.
-No Candy, no me detengas, es algo que siempre he querido decirte, pero que por cobarde nunca me he atrevido… No quiero arruinar nuestra hermosa amistad Candy, pero quiero que sepas…
Candy acerco uno de sus dedos hasta los labios de Archie y le hizo callar.
-Sé lo que quieres decirme Archie y te lo agradezco, pero mi corazón ya tiene dueño. Yo te quiero, pero no en la forma que tú deseas ¿comprendes? Amo a otro hombre con todas las fuerzas de mí ser…
-Candy…
-Y porque lo amo y por mi hijo, estoy dispuesta a hacer cualquier cosa.
-¿¡Cómo dices!?
-¡Estoy desesperada Archie! Sabes que a mí no me importa el dinero, y que sería feliz en cualquier parte del mundo, en una humilde casita rodeada de árboles, de aire fresco… Rodeada de paz y tranquilidad, al lado de mi familia. Cosas que deseo y no poseo en estos momentos… Por culpa de esa deuda.
Fue todo para Candy, pues el llanto le cerró la garganta. Y Archie la abrazó.
-Te lo suplico Archie, ayúdame.
-Shh, no llores pequeña… No llores que me rompes el alma… Ay Candy. Me pones en un predicamento.
Archie alzó la barbilla de Candy y le obligó a mirarle a los ojos.
-Candy, creo que no es el momento, ni el lugar adecuado para hablar de estas cosas. ¿Aceptarías una invitación a cenar a mi casa y hablar con más calma?
-No creo que sea correcto que yo vaya a tu casa, podría prestarse a malas interpretaciones. Soy una mujer casada.
-Solo una noche para platicar, tú y yo solos, recordando viejos tiempos. Bailar, tomar alguna copa… Solo eso.
Candy se alejó de Archie dándole la espalda, secándose las lágrimas. Cerró los ojos, pensativa. Lo que su “primo” le estaba pidiendo iba total y completamente en contra de sus principios, pero por otro lado pasarían años antes de que pudieran reunir ese dinero y estaba segura de que el hombre podría ayudarla.
-…Si yo accediera a tener esa cita contigo. ¿Me ayudarías a…?
-Trataría, por supuesto. Serías… feliz, con Terry, y tu hijo para siempre. No tendrías que preocuparte más por esa ridícula deuda. Hablaré con mis socios Candy. Te lo juro. Te doy mi palabra de honor.
-N-necesito pensarlo.
-El tiempo que necesites.
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Dios, a veces quisiera regresar el tiempo. Pero no hay marcha atrás… Aunque para ser honestos… Sinceramente aquella noche que vi a Candy llegar al portón de mi casa, poco importaron los sentimientos de remordimiento. Estaba radiante con ese vestido negro, largo y ceñido a su cintura. Dejando al descubierto los hombros y el cabello corriendo libremente por su espalda.
Una visión inigualable de sensualidad y erotismo.
Por mi parte- al enterarme de que vendría- Recorrí almacén tras almacén buscando algo especial que regalarle durante la velada, y por supuesto elegir el atuendo que trataría de arrancarle un suspiro a mi amada Candy.
Todo tendría que salir perfecto, y casi así sucedió…
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-Buenas noches Candy, por favor hazme el honor de pasar. Ponte cómoda, estás en tu casa… Dame tu abrigo no lo necesitarás, he prendido la chimenea y la casa conserva una temperatura agradable…
-Gracias- Contestó la rubia casi, en un susurro. Estaba altamente nerviosa.
-¿Puedo ofrecerte algo de beber?- Preguntó Archie.
-Preferiría un vaso con agua, sino te importa. Tengo la boca seca.
-No hay problema, enseguida… ¡Oh! perdona, ¿con o sin hielo?
-Con un poco de hielo, hace… calor aquí.
-Enseguida vuelvo Candy. Di la noche libre a la servidumbre. Permíteme ser yo quien te atienda.
Cuando Archie desapareció de su campo visual, Candy tomó asiento en un cómodo sofá de piel en color negro. Se frotó ambas manos y acomodó un rizo de su cabello que había escapado de su lugar.
Estaba intranquila.
…Y apunto estuvo de salir por la puerta que había traspasado breves minutos atrás aprovechando la ausencia momentánea de Archie.
El arrepentimiento, sumado a la tristeza por haberle mentido a su marido.
Nunca antes había habido secretos entre ellos.
Y esa noche, no solo vestía el delicado vestido que Terry le había regalado en su primera noche como esposos, sino que se encontraba a solas con otro hombre, en una cita clandestina.
Demasiado para ella.
Pero haciendo un repaso mental, renovó nuevos bríos. Estaba en casa de Archie, tratando de encontrar una solución a un problema que aquejaba a su querida familia años atrás. No estaba haciendo nada malo, solo pasaría una velada… Unas cuantas horas…
Lo haría por ellos.
Abrió su bolso y sacó la cruz que la hermana María le había obsequiado siendo apenas una niña, y la besó.
-Ayúdame, por favor. Haz que el corazón de Archie vuelva a ser el mismo de siempre. Te lo suplico.
Los pasos de Archie alertaron a la rubia. Guardó el crucifijo discretamente y aparentó que todo marchaba a la perfección, como toda una actriz con nervios de acero al pararse en medio de un escenario. Si algo había aprendido a Terry como un estupendo actor de teatro, era precisamente el ocultar los miedos.
-Aquí tienes, Candy. Espero que te agrade.
-Gracias Archie.- La rubia apuró un gran sorbo- Está deliciosa.
-Me alegro. Ahora… Pongamos algo de música, esto parece un funeral; pero es todo lo contrario, es una noche maravillosa.T todo te lo debo a tí.
En una pequeña y confortable esquina, se encontraba un lindo y bien trabajado fonógrafo londinense que dejó escapar las más bellas piezas de opera de la colección personal del anfitrión.
-No pensé que gustaras de las Arias opera.- Dijo Candy- Siempre pensé que las considerabas- Hasta cierto punto- aburridas. En alguna ocasión te escuché comentárselo a Annie.
-Cuando pasas la mayor parte del tiempo en soledad- Como es mi caso actualmente- Llega un momento en que les tomas el gusto. Son muy buenas compañeras para hacer negocios. Cuando estoy en una disyuntiva, suelo escucharlas por horas y horas, hasta que finalmente obtengo –indirectamente- una respuesta.
-Claro, por supuesto. Entonces debo suponer que en éste preciso momento estás en una disyuntiva.
-Si, lo estoy.- Archie terminó su copa espumosa de un solo trago- Al parecer Candy no era la única persona nerviosa en la mansión.- Te ves hermosa ésta noche. Realmente bella. La más bella de todas.
La rubia no sabía si agradecer el cumplido o sentirse insegura. En la mirada de Archie se podía reflejar claramente el deseo. Pero debía ser valiente. Si Archie encontraba en ella algún síntoma de debilidad, las cosas podrían complicarse.
-En cambio, tú, te ves enigmático. El negro te sienta bien, pero te hace ver un tipo rudo.
-Lo soy, de cierta manera… Y bien Candy ¿podría preguntar cómo es que lograste escaparte la noche de hoy? si vamos a ser cómplices, debemos tener una coartada.
Cómplices… Coartada.
Si Archie quería hacerle sentir mal, a dar a entender algo erróneo, no lo iba a lograr.
-No somos cómplices. Y no hay coartada alguna. Simplemente le dije a Terry que tenía una importante cita con una amistad. Es todo.
-Oh, una mentira piadosa…
-Te equivocas Archie. Nunca le he mentido a Terry.
-Dime una cosa Candy… Ponte en el lugar de tu duquecito por un momento. ¿Qué pensarías tú, al ver a tu flamante esposa salir con un vestido provocador a mitad de la noche, con “una amistad”?
-Archie, no tengo porqué ponerme en el lugar de nadie. Terry confía en mí y yo en el.
-¿Indicaste el género masculino ó femenino en tu plática con tu…, esposo?
-No hay necesidad. Te repito que hay confianza mutua.
-Bien, dejemos todo como está.- Archie pareció desconcertado y molesto- Lo importante es que estás aquí.
-Sabes porqué estoy aquí Archie- Candy se levantó- Dime ¿pudiste hablar con tus socios? ¿Hay alguna manera de resolver lo de la deuda?
La mirada de Candy reflejaba angustia y súplica. Archie le dio la espalda por breves segundos. En realidad no existían tales socios. El era el único responsable. Si se había inventado todo, era para tener en sus manos al maldito Duque de Grandchester y hacerle pagar.
-No te preocupes Candy. He hablado al respecto con los socios principales y estamos llegando a un acuerdo. A pesar de todo el apellido inglés pesa mucho todavía en el mundo de los negocios… Oh, aquí viene mi parte favorita- Dijo Archie refiriéndose a la melodía- ¿Me permite esta pieza, señorita?
Ofreció caballerosamente su mano a Candy. Esta titubeó no encontraba absolutamente nada de “bailable” en aquella pieza, pero aceptó. Archie la tomó por la cintura con delicadeza y fuerza mezcladas.
El vaivén fue lento y pausado.
Minutos pasaron, en donde no se dijo ni una sola palabra. Solo las respiraciones entrecortadas de dos individuos que luchaban con sus propios pensamientos y sensaciones, mezcladas con el aroma dulzón de las fragancias impregnadas en sus ropas.
Fue Archie quien inicio el primer contacto.
Un ligero roce de su mejilla con la de su acompañante; motivo que estremeció a la rubia, quien se vio obligada a cerrar sus ojos y tratar de pensar en otras cosas… Cosas que nada tuvieran que ver con Archibald y en esa extraña sensación que empezaba a recorrer todo su cuerpo, haciéndola vibrar como hacía tiempo no sentía. Terry era un buen amante, pero el lado sexual de su relación había llegado a un estancamiento- quizás involuntario- por las presiones monetarias. Candy siempre se iba a la cama con un casto beso en la frente. Y hasta esa noche, pensó que podría vivir con solo una tierna muestra de cariño de parte de su esposo.
…Pero el nervio del primer contacto con aquel cuerpo juvenil y varonil, -que la aprisionaba como si en ello le fuera la vida-terminó para ella y las palabras “¿porqué no?” se dibujaron claramente en su mente.
Alzó su rostro hacia el de Archie. Este, al sentir la mirada esmeralda taladrarle los sentidos acercó sus labios hacia los de ella… Y esta vez ya no aceptaría un rechazo, había alcanzado ese pedazo de piel de terciopelo y no lo dejaría escapar.
Todo fue tierno y dulce al principio.
Pero la pasión no quería esperar más tiempo y Archie profundizó el beso, explorando hasta el último rincón de la boca de Candy, quien respondió sin oponer resistencia.
-Oh Candy, Candy- Exclamaba Archie cuando se separaba por breves instantes de aquellos labios jugosos- Te deseo… Te deseo tanto… Quiero hacerte el amor… Fundirme contigo… Como siempre he soñado…
-A-Archie… No sé… Qué es lo que provocas en mí… Sé que esto está mal, sin embargo… No puedo dejar de sentir…
-Siénteme Candy… Siente éste gran amor que ha vivido año tras año en mi corazón… Siente ésta pasión… Siente mi amor… Por favor. Regálame ésta noche. Hagamos de cuenta que tu y yo somos uno. Que nadie más existe…
Archie pasó de la boca, al delicado hombro, entregando diminutos besos en cada rincón.
-Archie… E-estoy.. Confundida… Para, por favor…
A pesar de la pasión y calor que Candy sentía por dentro, la razón comenzó a mandarle pequeños aguijonazos a su subconsciente. Imágenes de la señorita Pony y la hermana María, sonriéndole y extendiéndole los brazos.
¡Candy, tu hijo y tu esposo te aman! ¡Regresa con ellos!
-¡No!
La rubia se separó bruscamente de Archie, quien la miró desconcertado.
-Esto no es correcto, será mejor que me vaya.- Candy se apresuró hacia la salida. Pero Archie la interceptó.
-¡Espera! No puedes irte así como así… Hace frío y es muy tarde. Candy, mira, tengo algo para ti. Es, un pequeño presente pero estoy seguro que…
-¡No!-Interrumpió la rubia- No quiero nada, por favor déjame salir.
-No puedo permitirlo Candy… Yo… Candy respondiste a mis besos y mis abrazos ¿cómo puedes ahora, dejarme así?
-¡Olvidalo Archie, esto no debió pasar! me dejé llevar...Por favor, permite que me vaya.
-No, no, no...-Dijo desesperado-¿Qué pasaría si yo no te permitiera irte? Nadie sabe que estás aquí…
Candy palideció.
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Fue así como pasaron las cosas. Y no como yo hubiese deseado.
Recuerdo que volví a besarla con intensidad, pero su entrega no fue la misma. Parecía un inmenso bloque de hielo.
Y cuando la “arrastre” -literalmente- hasta la habitación, ¡Dios! Prácticamente fue… Tuvo miedo de mí y si accedió a todos mis caprichos fue por temor y no por amor. La obligué y con ésta inmunda acción la manché para siempre.
Es por eso que me siento el ser más vil sobre la tierra. Perdí a Candy, sin haberla tenido siquiera.
¡Soy un imbécil…!
Mi Dios, Mi Dios… Cuando desperté, después de aquello, y la vi, llorosa, sentada al pie de la cama, cubriéndose con la sábana de seda, me sentí morir. Traté de consolarla pero me dio la espalda.
¿Y que otra cosa podría esperar de ella, sino desprecio? ¿Cómo “remediar” aquel desastre por el cual había comenzado todo?
No había ninguna respuesta. Lo hecho, hecho estaba, y nada podía cambiarse.
Cuando tuvo las fuerzas necesarias para levantarse, se dirigió al baño, y estuvo encerrada por varios minutos.
Escuché el agua correr. La imagine tratando de borrar cualquier rastro de mí sobre su piel. La imaginé llorando y que sus lágrimas se confundían con el agua de la regadera.
¿Qué hacía yo mientras tanto?
Caminar desesperado por toda la habitación como un animal salvaje. Nervioso, intentando calmarme… Cosa que no conseguí. Y para ser honestos, nunca conseguiré mientras tenga vida.
No esperé su salida del tocador.
Fui directo a mi armario y saqué algunas prendas de vestir. Me cubrí con ellas y después, me dirigí hacia el escritorio… Ahí estaban esos inmundos papeles… Los tomé… Los miré por un momento, antes de colocarlos sobre la cama, junto con la ropa de mi amada Candy y una pequeña nota pidiéndole perdón por mi asqueroso comportamiento, junto con las llaves de mi auto.
Fui un cobarde. No pude enfrentarla.
Fue así que abandoné la residencia, sin decirle un adiós… La dejé ahí, sola…
Ya no quiero pensar… Ya no quiero pensar en ella… Sin embargo no puedo. La tengo muy dentro de mí… Hasta que muera.
¡CANDY, PERDONAME MI AMOR!
Si con mi vida puedo remediar mi falta, entonces tómala, es tuya…
_______
FIN.
Recuerdo que aquella noche; llovía intensamente. Me encontraba completamente solo en mi hermosa y sombría mansión en Lakewood. Había tenido una intensa jornada laboral durante la mañana y tarde, y lo único que deseaba a las dos de la madrugada de un viernes; era perderme un poco en mi subconsciente con la ayuda de algunas copas de licor y música de violín.