Déjalo ir
Songfic
Por Martha
2006
A ti, a quién la vida sin duda daño tanto, que eres insensible al Amor.
Déjalo ir, déjalo que se pierda que se lo lleve el viento.
Transcurridos tres años de la separación de Candice y Terruce, ella se había cerrado definitivo al amor. Debido a su temperamento afable, sencillez y a una hermosa sonrisa para todos, no dejaban de lloverle propuestas amorosas que ella rechazaba una y otra vez. La rubia se había prometido nunca más volver a enamorarse, temía volver a sufrir una desilusión, ese temor de volver ha caer en terrible depresión hasta perder los deseos por vivir, le había hecho crear sus propios mecanismos de defensa: Cuando una amistad tornaba por convertirse en algo más, ella cortaba por lo sano y nunca más volvía a ver a aquél que le insinuara interés romántico; se había convertida en una compulsiva del trabajo, quería caer extenuada al final de la jornada para no pensar en nadie, ni en nada , evitaba a toda costa fraternizar con los jóvenes considerados buenos partidos, en definitiva Candice, había levantado un muro impenetrable en su corazón. Así que su vida transcurría del trabajo a su casa y de la casa al trabajo.
Yo te salvaré y te ampararé,
ven a mi tus barreras destruiré.
Yo te calmaré, te protegeré,
ven a mi, la tormenta acallaré.
Candice había elegido radicar en Chicago, que en los últimos años había sostenido una expansión demográfica, económica y urbana como pocas ciudades en Illinois; había perdido su encanto rural para convertirse en una bulliciosa y transitada metrópoli.
Candy se había empleado en el Hospital General, que se encontraba ubicado cercano a un apacible y encantador parquecito, uno de los últimos reductos de areas verdes y como si fuera poco corría a un costado una remanente del lago Michigan. Caminar sin prisas, respirar el olor a verdor, contemplar la remanente cristalina del lago, aguardar en una banquilla, cerrar sus ojos y escuchar los sonidos de la naturaleza era uno de las pocas cosas que solía disfrutar enorme la rubia.
Cierta vez, al termino de una más de las extenuantes jornadas a que la sometía su profesión, quizó recargarse de energía y elegió una banca situada en estratégico lugar, alejada del bullicio de paseantes, rodeada de frondosos árboles y con una incomparable vista al lago, como era su costumbre cerró sus bellos ojos y se dispuso a deleitarse de la naturaleza.
Ya no digas nada más, rompería el encanto,
cierra los ojos y ábrelos, el sol está saliendo.
-¡Caracoles, los ángeles existen!-Una voz masculina a sus espaldas le interpelaba-¡Y vaya que son hermosos!- Candice continúo con los ojos cerrado ignorando al atrevido-¡Un momento…no es un ángel…¿Acaso es la bella durmiente del bosque que espera el beso de amor de su príncipe?
-¡Esto es demasiado-pensó para sí la rubia, ya fastidiada- ¿Qué se cree este insolente?-Al tiempo que abría sus ojos y buscaba al atrevido para hacerlo blanco de su furia- ¿Y acaso no será usted el horrible sapo del cuento? ¡Insolente!-Al tiempo, que su mirada de mar se encontraba con la imagen del atrevido: Un hombre joven, aproximadamente de 25 años, alto y delgado, piel muy blanca que contrastaba a la perfección con el azabache de sus cabellos y negros ojos.
-JAJAJAJAJA…Tiene usted razón ¡Sí soy el feo sapo! Jajajaja-Riendo de buena gana por la ocurrente respuesta de la rubia- Soy el feo sapo que con un beso de tan hermosa princesa me hará libre de terrible encantamiento-pronunció con voz por demás cautivadora. Candice no pudo evitar perderse en la encantadora sonrisa de aquel desconocido- Disculpe señorita no fue mi intención importunarla..sólo que….
-¡Pues, lo hizó!-Fingiendo enojo, la furia inicial que había sentido quedo eliminada por completo al ver aquel joven reír tan de buena gana.
-Sí lo sé, pero no pude resistirme, no podía dejar que tan bella señorita caminara tan en solitario por estos apartados lugares-Una vez más obsequiándole con una irresistible sonrisa. Candice no podía explicarse el porqué seguía conversando con aquel extraño, había algo en él que le hacía confiar plenamente, aún sin conocer detalle de su vida.
-¡No necesito de guardián alguno, se defenderme muy bien! Replicó la rubia.
-No lo dudo señorita, pero estaría más tranquilo si le hago compañía, si usted quiere en silencio- Al ver la cara de duda de la rubia- ¡Pero que descortés he sido! Christian La Croix, soy reportero del Chicago Daily y sería un honor el que me permitiera cuidar de usted- Extiendo su brazo y tomando la mano de la rubia y depositando un beso en el dorso. Este contacto provocó en la pecosa un estremecimiento- Candice White, enfermera del Hospital General- la rubia se sorprendió asi misma al verse tan condescendiente con aquél extraño. Luego de un rato ambos chicos departían cordialmente como si tuvieran años de conocerse.
Yo te salvaré y te ampararé,
ven a mi tus barreras destruiré.
Yo te calmaré, te protegeré,
ven a mi, la tormenta acallaré.
Las semanas transcurrieron y para quiénes conocían a la pecosa no pasó inadvertido su cambio, se le veía más alegre, siempre sonriente e incluso bastante distraída y se le veía sonrojarse a cada momento, era una castañuela, ese velo de nostalgia en su mirada había desaparecido y ahora le sustituía un brillo lleno de esperanza. Antes era la última en retirarse y ahora faltando unos minutos para terminar su jornada miraba con impaciente insistencia el reloj.
-Buenas noches Candy ¿cómo estuvo tu día?- El joven periodista se acercaba a la pecosa y depositaba un tierno beso en la mejilla.
-¡Chris, que susto me has dado!- Para de inmediato rodearle con sus brazos- Es agotador pero me gusta lo que hago. ¡Te he extrañado mucho!
-¡Yo más linda!- Abrazándole con mayor demanda.
Los jóvenes solían conversar por horas, ella arrobada en su conversación, él hablando con pasión de su profesión, que solía absorberle gran parte de su tiempo. Mientras, Chris hablaba de sus proyectos, Candice en silencio, cavilaba para sí:
-¡Cielos! Me encuentro muy confundida, hace mucho que no me sentía así, nadie me robaba el sueño y se apoderaba de mis pensamientos, la cercanía con Chris me hace sentir inmensamente feliz…sin embargo, tengo miedo, miedo de amar y volver ha sufrir, pero él, esta derrumbando todas mis mecanismos de defensa, creo que me estoy enamorando de nuevo-Y una amplia sonrisa iluminó su bello rostro.
-¿En qué piensas cielo?-Al no pasar inadvertida la reacción de la bella joven.
-¡En que me encanta estar a tu lado!-Respondió sin titubeos la pequeña rubia.
-Tú sabes mi sentir, linda, tú eres quién ganaste mi corazón y que realmente me interesas y quiero establecer una relación formal contigo-Argumentó el joven-La pregunta es ¿Te gustó yo a ti?
-Me gusta charlar contigo, solemos hacerlo por horas y parecen que fueron minutos, me encanta tu sentido del hu mor, siempre estas alegre, me gusta tu ternura …..
-¿Pero….?-Cuestionó el joven de forma aprensiva.
-¡SIIIIIIIIIII!¡Sí me gustas…todito tú, completo!-Casí a gritos y de forma por demás atropellada-¡Me gustas mucho, mucho Chris!
-¡Gracias cariño!
Ya no digas nada más, rompería el encanto,
cierra los ojos y ábrelos, el sol está saliendo.
Aquella nueva ilusión, había forjado un gran cambio en la actitud de nuestra joven amiga, se le vía más feliz, más plena, tal vez, más mujer. Pero ese no era el único cambio notable en la pecosa, ahora era mucho más fuerte y no permitía jamás hablarán mal del que ahora ocupaba su corazón. E incluso no dudó en enfrentar a su familia adoptiva cuando les notificó de su compromiso formal con el joven periodista. Se fue alejando de sus amigos y de lo que antes disfruta hacer…su mundo ahora se llamaba: Chris.
Yo te salvaré y te ampararé,
ven a mi tus barreras destruiré.
Yo te calmaré, te protegeré,
ven a mi, la tormenta acallaré.
Chris solía ausentarse con frecuencia de Chicago y de Candy, aduciendo a que su trabajo, solía ser demasíado exigente. Estas largas ausencias, sin tener noticias de su joven amado, mellaban tremendo en el corazón de la joven enamorada. La relación había cambiado y Candy se negaba asi misma a aceptar esta triste realidad. Ella creía con fe ciega, todo lo que él le decía.
-¡Ni una sola carta en un mes!-indignada, al revisar el correo y no encontrar la ansiada misiva-¡Pobrecito Chris, trabajas demasíado amor!-De inmediato justificando el olvido.
-¿Acaso tendrás tiempo de leer mis cartas Chris?-con cierto tono de reproche, para de inmediato rectificar-¡No, no debo dudar de él!¡Tengo que creer en él, en sus promesas! ¡Además….!-Y volvía a su taciturno semblante-(Por favor, Chris, no me falles)
Yo te salvaré y te ampararé,
ven a mi tus barreras destruiré.
Yo te calmaré, te protegeré,
ven a mi, la tormenta acallaré.
Para el joven cabeza de familia, no había pasado desapercibido la lucha interna en el corazón de Candy, ni el cambio en su semblante y que ella se esforzaba por ocultar ante los demás, pero imposible ocultarlo para él, que la conocía como a la palma de su mano. Vestido casual pero sin dejar su elegancia nata, el joven rubio, se dirigió a las habitaciones de su protegida y tocó suavemente a la puerta:
-Talk-talk. Candy ¿Puedo entrar?
-¡Albert!-Incorporándose intempestiva de su aposento-¡Un momento por favor!-Después de breves minutos, abrió la puerta- ¡Buen día, Albert!-Con un entusiasmo fingido.
-¡Buen día pequeña! ¿Pero aún estabas en cama? ¡Perezoza! Fingiendo desaprobación.
-¡Vamos Albert, no me retes por favor!- Ligeramente sonrojada.
-Esta bien, pero con una condición, ponte aún más bonita, porque quiero me acompañes a un almuerzo de negocios….por favor..Candy, tú bien sabes, como me aburren estos eventos-Realmente, el objetivo de Albert, era que Candy saliera a distraerse y olvidara un poco su soledad.
-¡Esta bien, sólo por tratarse de ti! Jajajaja-Riendo de buen gana, pues, Albert, había hecho unos pucheros tan infantiles que habían provocado de buena gana una sonrisa en la joven.
El almuerzo donde los jóvenes Andrew habían asistido, se desarrollaba al aire libre en uno de los enormes jardines de la mansión Gail. La familia Gail había logrado su fortuna al tomar el control de la mayoría de los diarios que se publicaban en el Este de Norteamerica.
-Bienvenido, señor Andrew, es gusto contar con su amable presencia-Saludabales el Sr. Richar Gail-
-¡Muchas gracias por la invitación Sr. Gail, es un placer!La señorita Candice White, mi pupila- Señorita-Haciéndo una reverencia.
-Gloria, cariño acércate por favor-El señor Gail se dirigió a una joven pareja quiénes departían animadamente cercano suyo.
-¿Si padre?-La joven alta, complexión media, de rubia melena, vestida de forma elegante y muy actual, venía del brazo de un joven elegantemente vestido para la ocasión.
-Srs. Andrew permítanme presentarles a mi querida hija Gloria y su prometido Christian Lacroix
Candy se aferró con todas las fuerzas que poseía en ese momento al brazo de Albert, para no desfallecer-(¡Chris y su prometida!¡Chris y su prometida!)
Déjalo ir, déjalo que se pierda que se lo lleve el viento.
Déjalo ir, déjalo que se pierda que se lo lleve el viento.
-Chris ¿Porqué?¿Por qué me mentiste?-Después de un breve desvanecimiento, Albert partió de inmediato con la rubia en sus brazos, presentía perfectamente la causa del estado deplorable en que se encontraba una vez más su querida niña.
-¿Él era Chris?¿El prometido de miss Gail?-Cuestionó severo, sin dejar de abrazar a la joven.
-¡Síii, él es Chris, mi prometido!-Volviendo a estallar en llanto.
-¡Candy, lo siento mucho!¿Por qué no le desenmascaraste, a ese cretino, canalla?-Crispando los músculos de sus maxilares.
-¡Por qué miss Gail, es ajena a esta situación y para qué desenmascararlo, si él es evidente que no me amaba.
-Te juró Candy, que ese canalla recibirá su merecido….
-¡No, no Albert….no quiero que le hagas daño..¿acaso no te das cuenta que le amo demasíado?
-¡Candy….!
-¡Qué es el hombre a quién me entregue por primera vez!¡Con él me hice mujer!¡De él deseé tener un hijo!…Y ahora….¡Oh, Albert, cuánto debes estar decepcionada de mí!
-Jamás pequeña, oyélo bien, jamás tú me vas ha decepcionar-Levantándole el mentón y buscando su mirada-Entregarse por amor, es algo natural y tú no tienes porqué avergonzarte, no te juzgues tan severa Candy.
-¡Oh, Albert! Quiero morir….sin él….
-No, nunca vuelvas ha repetir esas palabras, no sé porqué actúo él así, no lo voy a juzgar, no me corresponde. Pero escucha con atención, porque la que me interesa eres tú…Hoy no te voy ha dar consejos, no me los pidas, ningún consejo puede alivar ese dolor que tienes dentro. Ojalá pudiera ahorrarte ese sufrimiento, pero no está a mi alcance pequeña. Y no hay solución para él, porqué nada lo aliviará, sólo el tiempo y va ha doler y mucho, te quitará los ánimos de seguir adelante y llorarás y renegarás de tu destino y querrás ser, entonces la chica más malvada del mundo…pero no está en tu naturaleza la maldad, sólo es el dolor él que te hace actuar así…ese dolor que envenenará tu alma, tardará pero lo estoy seguro que lo habrás de superar.
Con el tiempo te darás cuente que Christián no era para ti, no estaba en tu destino, no estaban en tiempo y circunstancia pertenecerse, ignoró si más adelante exista alguien para ti…pero lo que si puedo asegurarte, es que siempre te tendrás a ti misma y te darás cuenta del gran valor de tu persona y que Chris no te merecía.
Linda, aprende a vivir sin la necesidad de estar con la esperanza de la compañía de un hombre, conoce y descubre tu fortaleza, aprende a amarte más a ti y sólo tal vez, hasta entonces, en tu destino encuentres a alguien.
No lo sé, realmente no estoy para dar consejos…lo que te aseguro, es que éste dolor pasará y sólo será un mal recuerdo.
Sabes, que te quiero mucho y que cuentas con todo mi apoyo, ahora llora amiga, llora y limpia tu corazón, es natural llorar es parte de tu duelo, pues perdiste una gran ilusión y es muy válido, pero nunca te olvides de tu fortaleza , de tu fe en ti y en Dios.
TU DÍA PRONTO LLEGARÁ,
TU CORAZÓN COMPRENDERÁ,
TU ALIENTO NADIE FRENARÁ,
TU SUEÑO VUELO EMPRENDERÁ... VUELO EMPRENDERÁ...
***Fin***
Letra: Déjalo ir .
Autor: Benny Ibarra.