DICIEMBRE 10
Por Caro
Anthony cultivaba con esmero sus rosas, si, inclusive en el cielo hay portales de rosas que requieren de sus cuidados, lo cual no debiera causarnos sorpresa dado que ese espacio lo comparte con su madre. Sin embargo ahora tienen un visitante, también cohabitante de las alturas que en lugar de disfrutar de la paz y tranquilidad tiene la nariz metida en un libro. Es una suerte que ya no requiera de esos pesados anteojos para continuar su pasión eterna por la lectura y su sed de conocimiento.
"Stear, ¿qué estás leyendo?"
"Un libro sobre los viscos y muérdagos."
Anthony elevó las cejas a la altura de su fleco, diciendo, "En lugar de leer eso deberías ayudarme a plantar estas rosas."
Stear levantó la cabeza y sonrió. "No, eso mejor se lo dejo al experto."
"Siempre me dices lo mismo."
"Escucha esto, "son plantas parásitas con ramas de 15 a 80 cm de largo, que crecen en otros árboles. El follaje es dicotómico o de ramaje verticilado, con pares de hojas verdes que hacen algo de fotosíntesis, pero que toman su agua y minerales del parasitado. Las flores son verdosas-amarillentas, de 1 a 3 mm de diámetro. El fruto se llama drupa, blanca, amarilla, naranja o roja al madurar"
"Así que el muérdago es un parásito" dijo Anthony mientras enterraba la palita en la tierra repleta de nutrientes para hacerle un recoveco a otro ejemplar de Candy Blanca.
Stear cerró el libro. "Considerando la costumbre de la cual es parte central, no suena muy halagador."
Pauna se acercó ellos, diciendo, "Muchachos, dejen eso. Es hora de poner nuestro plan en acción."
Ambos compartieron la sonrisa conspiradora de la bella dama. Tenían a una pareja potencial en la mira, y si el buen Dios lo permitía su relación se formalizaría después de su encuentro con un muérdago.
La fiesta de Navidad de la oficina estaba en su apogeo, hombres y mujeres de buena voluntad disfrutaban de los manjares y la bebida que su anfitrión había solicitado. Uno se imaginaría a un anciano bonachón lleno de experiencia y sabiduría dispuesta a compartir. Sin embargo era un joven de apenas 25 años, alto, rubio y apuesto a rabiar. Lástima para las jóvenes casaderas ya que él solo tiene ojos para su acompañante, una muchacha de 18 años enfermera de profesión, y que por azares del destino (por lo menos eso dicen algunos) era además su pupila.
"No te rías, Albert" dijo ella con un puchero.
"Lo siento, Candy, es que George tiene razón, te ves graciosa con hipo."
"Debí suponer que te platicaría el incidente del barco en Año Nuevo. No puedo evitarlo, son las burbujas de la champaña."
"Si tú lo dices" murmuró con una sonrisa, sin poder evitar admirar el leve toque carmesí en las mejillas de la chica.
"Necesito un poco de aire fresco."
"¿No será mejor una bolsa de papel, o un buen susto?"
"Hic- unos minutos en el balcón será suficiente."
Albert tomó sus copas y se las entregó a un mesero. "De acuerdo, iré por nuestros abrigos."
"Listo" dijo Pauna saliendo al balcón al encuentro de su hijo y sobrino. "Vienen en camino."
"Apúrate Stear" dijo Anthony, mientras le sostenía la escalera a su primo que terminaba de amarrar el muérdago sobre el balcón. "No me presiones, Roma no fue construida en un día."
"No tienes un día sino segundos."
"Bah, el paso del tiempo es diferente para nosotros."
"Stear, no te pongas filosófico en este momento."
"Ya está. Ahora solo tenemos que sentarnos a esperar."
La pareja salió al balcón sin percatarse de las tres almas que tenían de público.
"Ahh" exhaló Candy. "Aire fresco, justo lo que recetó el doctor."
Albert levantó la cabeza para imitar su acción, y vio la planta de muérdago con sus hojas verdes brillantes y sus frutos al rojo vivo.
¿Será una señal? Fue su pensamiento inicial. O era la realización de ese sueño reiterativo de varias noches. Tenía que aprovechar esta oportunidad caída del cielo. Es ahora o nunca.
"Candy-"
"Dime Albert."
"Mira" dijo apuntando hacia arriba.
Ella hizo lo propio, y una sonrisa enmarcó su rostro. "Muérdago" susurró.
Tomándola de los hombros, le dijo, "Debes conocer la costumbre, cuando una pareja se encuentra bajo un muérdago-"
"Tienen que darse un beso" ella terminó la frase, viendo como Albert se acercaba y presionaba su boca contra la suya, con un beso que sabía a promesa.
"Candy, esto no es para seguir una tradición, es nuestra realidad. Quiero que te cases conmigo."
"Albert-"
"Tú sabes que haré cualquier cosa para conseguir lo que anhelo, y yo te quiero a ti, para siempre a mi lado."
"¿Para siempre?" dijo ella, sus ojos luminosos.
"Sí, yo te amo, Candy."
"Yo también te amo, Albert. Creo que te amo desde siempre, aunque otros digan que es imposible."
"Entonces cásate conmigo" dijo suavemente. "Pon la fecha."
"¿Qué te parece una boda en abril?"
"¿Hasta abril?" exclamó él. "Tendré que esperar una eternidad."
Candy ocultó su rostro en su cuello, entre risas y lágrimas, feliz de que esta Navidad sería muy diferente a las otras, porque ahora estaría con el hombre de su vida.
"Cómo tu digas" dijo él con resignación. "Ahora creo que debemos regresar para anunciar nuestro compromiso. Hic-"
Candy se empezó a reír. "Te dio hipo."
Albert se le quedó viendo por un instante, entonces soltó una carcajada. "Hic- ¿habrá sido el beso?"
"¿Quién sabe?" respondió entre risas. "Lo bueno es que me harás compañía."
"Hic- siempre." La estrechó en sus brazos. "Te lo prometo."
Su audiencia se felicitó por su misión cumplida, aunque Pauna y Anthony tuvieron que llevarse a Stear casi a rastras cuando empezó a enumerar posibles soluciones para quitar el hipo. Otro día les harán otra visita para darles la solución, quizás cuando le den la bienvenida a su primogénito.
FINIS
(Información del muérdago (mistletoe) cortesía de Wikipedia)