Remembranza
por
Sadness
Febrero 2017
Advertencia: situaciones o lenguaje de naturaleza sexual que pueden incomodar a personas sensibles a ello. Leer bajo tu propio riesgo.
Tus mejillas se sonrojan y bajas la mirada, tiemblas ante mi cercanía, me dices algo ininteligible y en susurro. Hago caso omiso, y con gran ternura despejo de tu hermoso rostro un grueso mechón, que oculta tu rostro avergonzado.
Tus labios trémulos, quieren decir algo, tus ojos al punto de las lágrimas, también. Pero finalmente, ambos callan, conceden, otorgan.
Eres tan bella, tan frágil, que temo que te rompas cual figurita de porcelana, -¡Tiemblas amor!- Mueves, negativamente la cabeza. Tu mente dice que no, pero tu cuerpo se estremece ante el leve roce de mi tacto.
Con algo de reticencia, van cayendo una a una tus prendas, te imagino como una flor despojándose de sus pétalos. -¡Ah, me vuelve loco tu desnudez, amor!- Y tú, navío silente, te dejas guiar.
Como Heracles ávido de los pechos de Hera, así me aferro a los tuyos, sediento de tu lasciva, que mana de tus poros y se exterioriza en un sublime gemido, apenas audible. -¡Detente!- Me dices no muy convencida, pero tú pechos, gritan -¡Continúa, son tuyos!-
Y en un milagroso portento, me invitas de tu mar a bregar. Naufrago en lo concupiscente de tus aguas, bebo del néctar único de tu flor.
Entonces, soy el cazador que con su flecha atraviesa a la temerosa gacela. Recorro tus dulces colinas, tus hondonadas, valles y mesetas. Atrevido explorador descubriendo nuevos mundos, en las curvas de tus caderas. Circunnavegando por tu cintura a la exquisita redondez de tus nalgas.
Y como un ser omnipotente, te tomo, eres la ofrenda a este terrenal semidiós, quien te ha poseído de todas las formas posibles.
Reposas, ofreciéndome el portentoso espectáculo de tu espalda, ocultas tu rostro debajo de tu negra melena. Y verte así, tan vulnerable, tan inocentemente provocativa, me renueva el apetito que tengo de ti.
Y comienzo mi faena, -¡Por favor, es que tengo vergüenza!- Y sollozas, ocultando tu lindo rostro.
-¿Vergüenza? ¿Vergüenza de qué amor? ¿Acaso te forcé a algo que no desearas?- Te cuestiono con ternura, al tiempo que beso lentamente tu espalda, deseando recordar con mis papilas la orografía de esa parte de tu anatomía.
-¡No, claro qué no!- Con tu voz tímida -¡Pero no puedo evitar sentirme así! ¿Qué pensaras de mí?- Y al fin, me das el privilegio de tu mirada azul profundo, a punto de desbordarse en lágrimas.
-¡Cariño! ¿Qué voy a pensar de ti? ¡Qué soy el hombre más afortunado, porque recibí de ti, tu primera vez! Vamos, tontita, no seas llorona- Seco tus lágrimas, te beso con suavidad y de a poco, mi boca se vuelve demandante de tus labios, de tu cuello, de tu pecho, de toda tú.
***
Y hoy, día, todavía tu recuerdo palpita en mi ser, como aquella vez, en que te entregaste por vez primera a mí. Seguimos caminos diferentes, experimentamos en otras pieles, pero la primera vez, siempre queda indeleble en nuestra mente y en cada espacio de nuestro cuerpo.
Así es Annie, Britter…a pesar de tu timidez, aún tengo presente ese fuego en que te convertías, cuando yo te acariciaba, cuando te entregabas a mí, sin el menor pudor.