En Ese Entonces
Por Kittycaro
(Anthonyfic inspirado en el Manga Candy Candy Tomo 2 Página 73)
Advertencia: Este fic tiene clasificación R (Restringido) por escenas sexuales y lenguaje de adultos.
“El tiempo, la cuna de la esperanza… La sabiduría camina frente a ella, la oportunidad con ella, y el arrepentimiento detrás: aquel que lo ha hecho su amigo poco temerá de sus enemigos, pero aquel que lo haga su enemigo tendrá que esperar muy poco de sus amigos.”
Charles Caleb Colton
Capítulo 1
Chicago, finales de septiembre de 1913
Pasaba de la medianoche y Anthony seguía sin conciliar el sueño porque su mente estaba llena de imágenes y conversaciones de Candy. La cena que organizó la tía la semana pasada para darle la bienvenida resultó un éxito a pesar de las insolencias de Eliza y Neil. Con su gran actitud demostró que tiene lo necesario para convertirse en una gran dama que será el orgullo de la familia. Solo deseaba que la tía y sus maestros no fueran tan severos en sus lecciones. Candy tiene derecho a disfrutar de su nueva vida y si lo hace con él, mejor.
Cansado de dar vueltas en la cama aventó las sábanas y abandonó la habitación para seguir la recomendación de Archie de leer un libro aburridísimo, y si eso no funcionaba Stear aconseja tomar un vaso de leche tibia con miel porque tienen sustancias químicas que ayudan a conciliar el sueño.
Recorrió con la mirada las paredes cubiertas de libros: historia, administración, contabilidad, matemáticas, química, biología, arte, novelas de diferentes géneros y ninguno le llamó la atención. Por supuesto no leería algo sobre cuidado de las rosas aunque fuera su tema favorito porque era capaz de amanecerse leyendo.
Vio de reojo el librero con puertas de vidrio que guardaba libros antiguos; algunos los habían traído sus bisabuelos de Escocia, otros fueron comprados por sus abuelos y tíos en subastas o librerías de viejo en sus viajes por todo el mundo. Quizás ahí encuentre lo que necesita para conciliar el sueño.
La tía Elroy cuidaba celosamente el contenido de ese librero y no les prestaba la llave con facilidad. No importa, Anthony sabía de su escondite. Tomando asiento en el escritorio, pasó la mano sobre la orilla inferior de la gaveta hasta encontrar el pequeño recoveco. Sonriendo, cogió la llave y regresó al librero.
Había libros antiquísimos en latín, inglés, alemán, francés, italiano y español- una Biblia de la Edad Media con bellas imágenes, antropología, arte de Egipto, Historia de la Edad Media en tres volúmenes, historia natural, tratados de liberalismo, geometría, algebra, ética, filosofía y otras disciplinas.
Al abrir un enorme tomo sobre la historia del imperio romano se encontró un sobre amarillento.
Intrigado, desenredó el delgado hilo rojo que lo mantuvo cerrado por quien sabe cuánto tiempo.
Se quedó con la boca abierta al ver su contenido.
Era un juego de fotografías de mujeres desnudas en diferentes escenarios: descansando boca abajo en un diván mientras se admiraba en un espejo, parada frente a una ventana viendo el amanecer, retozando sobre una cama de flores, en una cama rodeada de cortinas vaporosas. Otras fotografías eran de parejas teniendo sexo en diferentes posiciones. Algunas tenían pies de foto… El semental, el toro, el elefante, el misionero… y la última foto era de una joven acostada sobre el regazo de un sujeto sonriente, quien tenía la mano levantada como si fuera a darle una nalgada.
¿Quién habrá escondido estas fotos? ¿Desde cuándo estarán aquí?
Rápidamente las ocultó en el bolsillo de su camisa, cerró el librero y dejó la llave en su escondite. Con el libro pegado a su pecho fue a la cocina. En caso de que se encontrara con su tía o sus primos diría simplemente que había bajado por un libro y leche con miel.
Capítulo 2
Recorriendo el pasillo oscuro que llevaba a la cocina Anthony escuchó unos ruidos extraños que provenían del cuarto de lavado y planchado.
Se acercó a la puerta entreabierta y descubrió la fuente de esos sonidos. Eran Doris y Graham teniendo sexo. Ella estaba sentada al borde de la mesa con la falda de su uniforme a la altura de su cintura y la blusa abierta revelando sus pechos mientras que el chofer- con los pantalones a la altura de los tobillos- la embestía una y otra vez.
Doris lo asió de la nuca para besarlo en la boca y luego llevarlo a sus senos. Graham inmediatamente les dio la atención que ella deseaba, besándolos, lamiéndolos, succionándolos con abandono. Todo eso sin dejar de penetrarla.
“Oh, Graham,” murmuró. “Así… así… ¡ah!”
“No grites,” masculló.
“No puedo… Graham, ¡oh!”
“Doris… ¡demonios!”
Sus gemidos y murmullos aumentaron de volumen y cuando la chica llegó al orgasmo, le cubrió la boca con una mano para que no se oyeran sus gritos por toda la mansión. No pasó mucho tiempo para que él empezara a estremecerse con su propio orgasmo.
Anthony abandonó el pasillo antes de que su cuerpo lo traicionara y fuera descubierto por los sirvientes. De regreso en su habitación cerró la puerta con llave y se recargó sobre ella. Estaba increíblemente excitado, sudoroso, con el rubor cubriéndole el rostro y el cuello.
Sabía de la mecánica del acto sexual por pláticas con Stear y Archie, y le había tocado ver a César montar a Cleopatra una noche que había ido al establo a dejar unos sacos de semillas. Pero era la primera vez que veía a un hombre y una mujer teniendo sexo.
Si Candy y él tuvieran unos años más…
Podrían tener todo el sexo que quisieran.
Furioso, se despegó de la puerta y se quitó la camisa húmeda arrojándola al suelo. La vida no era justa, apenas tiene 14 años y Candy 12. Falta una eternidad para que puedan consumar su amor.
Miró su reflejo en el espejo de la cómoda y suspiró desalentado. Se estaba portando como un imbécil, pensando en un futuro con Candy sin estar seguro de sus sentimientos. ¿Quién le asegura que algún día se convertirá en su esposa? ¿Acaso no le ha dicho en repetidas ocasiones que le recuerda a su Príncipe de la Colina? Ese pariente que le dejó el broche podría aparecerse y arruinar sus planes.
Se dejó caer en la cama imaginando ese enfrentamiento. Nunca renunciaría a Candy. Aunque fuera el mismo tío abuelo William quien se lo exigiera. Será un Andrew, pero primero es un Brown. Y los Brown siempre consiguen lo que quieren.
Entonces ese ceño fruncido se transformó lentamente en una sonrisa. Se estaba quejando de su corta edad, sin entender que el tiempo era su mejor amigo.
El tiempo le permitirá madurar, estudiar la carrera de su preferencia, seguir el ejemplo de su padre fundando su propia empresa y amasando una fortuna considerable. Todo esto mientras ella se convierte en una bella dama a la cual podrá cortejar sin ningún obstáculo.
Y fue revisitado por la imagen que se formó en su mente durante la cena mientras admiraba la fortaleza de Candy.
Ambos saliendo de la iglesia como marido y mujer. Ella con una bella sonrisa opacando a todo el mundo. Ese maldito mundo que quiso separarlos muchas veces sin lograrlo.
“En ese entonces… yo seré… inmensamente feliz porque Candy será mía. Mía para amar en cuerpo y alma.”
Capítulo 3
Pasada la tempestad, Anthony sacó las fotografías. Viéndolas con calma decidió que no se comparaban a la escena salaz presentada por Doris y Graham.
El simple hecho de recordarla hizo que su pene se contrajera. Metió la mano bajo su pijama para cubrirlo y le dio leve jalón, su mano recorriéndolo de la base a la punta.
Se imaginó que era Candy que lo sostenía, y casi brincó de la cama.
Dio otro jalón y apretó los dientes. No era difícil imaginarse que eran amantes compartiendo la cama. Ella lo vería con esos ojos verdes luminosos, desnuda en su cama, abriendo sus piernas para él. Podía imaginárselo en su mente, ¡podía sentirlo! La suavidad de su piel, como si estuviera tocando pétalos de rosa.
Definitivamente se estaba volviendo loco.
Empezó a mover la mano más rápido cuando visualizó a los dos en su cama, las piernas de Candy alrededor de sus caderas mientras la embestía. Apretó los ojos, imaginando como se movía dentro de ella, sintiendo su calor, escuchando sus murmullos, sintiendo como sus brazos se apretaban alrededor de su cuello mientras susurraba su nombre…
“Anthony… ah… ¡Anthony!”
Apretó la mandíbula al sentir que su pene se hinchaba en su mano. Agarró la orilla del colchón y se vino sobre su estómago, gimiendo mientras sus caderas se movían fuera de control.
Exhausto, dejó caer la cabeza sobre la almohada, sus ojos entrecerrados de placer.
Capítulo 4
Le tomó una eternidad a Anthony para incorporarse, para que su respiración se normalizara, para que pudiera abrir los ojos y verse solo en su alcoba y no compartiendo un lecho con Candy.
Finalmente se levantó de la cama. Tenía que tomarse una ducha y después bajar a cortar unas rosas para presentárselas a Candy en el desayuno.
Camino al baño pasó frente a la cómoda, y se paró en seco.
Retrocedió y se vio en el espejo.
¡Qué rayos!
Se restregó los ojos y miró nuevamente.
¿Y esa barba de dónde salió?
Se pasó una mano sobre el rostro y sintió el picor de la barba dorada que difuminaba la línea de su mandíbula. Tenía los pómulos más marcados, sus ojos tenían pequeñas marcas de expresión al igual que las comisuras de sus labios. Aunque su cabello era un desorden, pareciera que se lo hubiera cortado recientemente. Estaba más alto y delgado.
¡No es posible! Es como si en una noche hubiera envejecido una decena de años.
Vio que su pecho y vientre estaban cubiertos de un fino vello dorado oscuro. Recorrió con los dedos la definición de sus músculos. Hombros anchos, brazos fuertes, vientre plano, caderas angostas. Tantos años de natación y cargar sacos de fertilizante y semillas finalmente habían dado fruto.
Estiró el cinto de su pijama para ver hacia dentro y dejó escapar el aliento en un silbido. ¡Hasta su pene había aumentado de tamaño!
“¿Anthony?”
Giró al escuchar su nombre.
¿Candy? Su voz sonaba extraña.
“¡Candy! ¿Dónde estás?” Su voz también sonaba diferente. Más gruesa, más varonil.
“Anthony, ¿estás ahí?”
La puerta de la habitación contigua se abrió, los rayos del sol escapando del cuarto para rodear a Candy en un halo dorado.
Capítulo 5
Dios mío, se veía hermosa. Enfundada en un camisón blanco de algodón con tirantes delgados a través del cual podía ver sus calzones del mismo color. Sus hombros se veían tan suaves y desnudos, que Anthony sintió la necesidad de cubrirla con su cuerpo. Si la vieran Archie y Stear se volverían locos. Definitivamente tendrá que usar batas y camisones de franela como los de la tía Elroy si pretendía salir de esta habitación.
“¡Eres un dormilón!” murmuró. “Estaba a punto de desayunar sola. Me estoy muriendo de hambre.”
Aunque también se estaba muriendo de hambre y su estómago estaba haciendo ruidos vergonzosos, le era difícil pensar en comida viendo a Candy convertida en una hermosa mujer.
Sonriendo, ella se acercó y le dio un beso suave en los labios. “Te veías tan bello durmiendo que me dio pena despertarte. Le pedí a Mary que nos subiera el desayuno. Vamos antes de que se enfríe,” dijo, tomando su mano y jalando levemente.
Anthony siguió quieto por unos instantes, viéndola a los ojos. Lo que sea que estaba buscando, lo había encontrado. “De acuerdo,” dijo suavemente.
En el centro de la habitación había una mesa para dos, adornada con un delgado florero de cristal con una Dulce Candy, charolas cubiertas, platos, tazas, cubiertos, y una cafetera. Podía percibir el rico aroma a café, panecillos y tocino.
Le dio un enorme placer ayudarla a tomar asiento antes de hacer lo propio. Candy empezó a levantar las tapas, sirviéndole su desayuno mientras lo hacía.
Anthony aprovechó para servir el café, y tomó un sorbo del suyo. Era la mezcla especial de Oriente que les gustaba a sus padres.
“Hmmm… el pan está riquísimo, abre la boca.”
Anthony obedeció inmediatamente. Cerró los ojos y levantó la cabeza. Era como una explosión de mantequilla y azúcar en su lengua.
“¿Quieres más?” dijo Candy con una sonrisa juguetona.
Abrió la boca y el segundo bocado fue mejor. Tomó otro trago de café. Candy no le daba respiro. En cuanto se pasaba el bocado de pan, tenía listo otro pedazo, observándolo cuidadosamente. Como si fuera a despreciar el mejor pan dulce que ha comido en su vida. Y luego con tan hermosa compañía.
Después de eso, comieron huevos estrellados, tocino, pan tostado con mantequilla y jalea de frambuesa.
La observó comer, divertido con su gran apetito. Ella no hacía nada a medias tintas. Simplemente aceptaba todo lo que la vida le ofrecía, lo bueno y lo malo.
“Me gusta tu manera de comer,” dijo, cuando la vio tomar el último pan de la canastilla.
Ella hizo una mueca. “Más vale que te acostumbres. Es otro de mis defectos que no pudieron corregir Tía Elroy y mis tutores.”
Arrancó un pedazo de pan y se la ofreció a Anthony.
Atrapando su mano, le lamió los dedos suavemente. “Riquísimo.”
Candy se sonrojó. “¿Quieres más?”
“Quizás más tarde,” le dijo, poniéndose de pie. “Ahora prefiero una cosa más dulce.” Y se movió alrededor de la mesa para tomarla en sus brazos.
Capítulo 6
“No puedo creer que sea tu esposa,” dijo Candy suavemente, acariciándole la mejilla con el dorso de la mano. “Parece un sueño.”
“Eres mi esposa, mi bella y adorable esposa,” respondió, besándole la sien.
“Te amo, Anthony.”
“Ahora lo sé,” murmuró aliviado, pensando efímeramente que ese pariente que se había retirado para que fueran felices. “Y yo te amo.”
Candy le rodeó el cuello con sus brazos, escondiendo la cabeza en su hombro.
Anthony le levantó el rostro y empezó a besarla, probando sus labios como si fuera la primera vez. Sintió como ella se estremecía y eso lo excitó. Incrementó la presión en su boca suave hasta que la abrió, permitiéndole que la invadiera con su lengua. Ella respondió a su asalto en igual medida, recorriendo sus músculos, sus dedos enredándose en ese vello dorado y suave. Las manos de Anthony acariciaban la suavidad de su cuerpo, deteniéndose en esos lugares recién descubiertos, grabándolos en su memoria. El tiempo pareciera detenerse mientras se exploraban íntimamente.
“Eres hermosa, señora Brown. Dime que me quieres.”
Ella sonrió tiernamente. “Te quiero mucho, señor Brown,” murmuró, sabiendo perfectamente lo que él buscaba. Exhaló suavemente, dejando caer su cabeza de lado como si fuera una rosa muy pesada para su tallo.
Anthony no pudo resistir esa invitación. Deslizando los tirantes del camisón de sus hombros, lo dejó caer a sus pies. Luego se arrodilló para ayudarla a quitarse su prenda íntima.
Al incorporarse, abrió los ojos desorbitados. “Candy,” dijo, su respiración entrecortada. Nunca se cansaría de verla en todo su esplendor.
Tomó sus senos en sus manos. Eran hermosos. Suaves y delicados. Sus ojos verdes se cerraron cuando dejó que sus pulgares le frotaran los pezones.
“Eres tan bella, Candy,” murmuró con una sonrisa. “Si fuera por mí, siempre estaríamos encerrados en esta habitación… desnudos y haciendo cosas perversas.”
Ella abrió los ojos, riendo suavemente. “Tú no estás desnudo.”
Sonriendo, Anthony se arrancó el pijama, arrojándolo quien sabe dónde. Cogió una silla del comedor y la puso en el centro de la habitación. Tomando asiento, le hizo una seña con el dedo índice para que se acercara.
Candy se le quedó viendo, mordiéndose el labio inferior. “No quiero.”
“¿No quieres?” Gruñó, “Eso ya lo veremos.” Y moviéndose abruptamente la jaló hacia su regazo.
“¡Ay!”
Anthony sonrió maliciosamente al darle una nalgada, haciéndola gritar, más por la sorpresa que el dolor. Su mano repitió el tratamiento tres veces más.
“¡Déjame Anthony!” Exclamó, agitando su trasero.
“¿Estás lista para obedecerme?” Trató de sonar molesto, pero la verdad es que estaba disfrutando el juego al igual que ella.
Candy soltó la risa. “¡Sí! Haré lo que tú quieras.”
Ansiaba tenerla, ahora mismo. No quería imaginarse que otro hombre la tocara, que otro hombre la poseyera. Sus manos se tornaron agresivas jalándola hacia su cuerpo. Se volteó sosteniéndola en un brazo y con el otro despejó el comedor. El florero y los platos cayeron a la alfombra pero eso no le importaba cuando la acostó sobre la superficie de caoba.
“Candy, te quiero,” dijo, abriéndole las piernas para meterse entre ellas. “Nunca podré saciarme de ti.”
Abrió los ojos para mirarlo fijamente. “Siempre seré tuya, Anthony.”
La tomó en sus brazos para que ella envolviera sus piernas alrededor de su cintura, llenándola completamente.
Desesperada, lo asió de la nuca para buscarle la boca y luego dirigirlo a sus pechos. Anthony les dio la atención que merecían entre besos, mordiscos y chupeteos. Cuando levantó la cabeza, vio que los pezones rosados estaban mojados y erectos.
Flexionando las nalgas, empujó con toda la fuerza de sus caderas hasta quedar incrustado en la calidez de su cuerpo.
“Mía,” masculló. “¡Solo mía!”
“Solo tuya.”
Sus miradas se encontraron. Estaban compartiendo más que sus cuerpos, estaban compartiendo sus almas. Anthony fue el primero en cerrar los ojos. Sus manos asieron sus caderas y empezó a embestirla con todas sus fuerzas.
“Anthony… ah… ¡Anthony!”
“¡Candy!”
“No puedo… ¡Anthony!” No pudo gritar más, pero su cuerpo lo hizo por ella cuando empezaron las contracciones de su orgasmo.
Sintió como si lo empujaran de un acantilado hacia el vacío. Con una última embestida, logró alcanzarla en ese mar de placer, su cuerpo derramándose dentro de ella, su orgasmo tan intenso que lo hizo perder toda noción del tiempo y el espacio.
Capítulo 7
Abriendo los ojos, Anthony se encontró en el suelo a lado de su cama, abrazando una almohada que había tenido mejores noches.
“¡Anthony! ¿Estás ahí?”
Se levantó como un resorte al escuchar a Candy detrás de la puerta. Por supuesto que no le abriría para que viera como atacaba una almohada.
“Sí, Candy. Me acabo de levantar.”
Escuchó su risa cantarina. “Eres un dormilón. Ya casi son las 9. Tía Elroy y los chicos nos están esperando para desayunar. Ella quiso enviar a Doris para que te avisara, pero yo me ofrecí de voluntaria. ¿Quieres qué te espere?”
“¡No!” Gritó azorado. “No es necesario. Por favor diles que bajo en unos minutos. Tengo que darme una ducha.”
“De acuerdo. Te prometo que no me acabaré los panecillos.”
“Gracias,” dijo, y pudo escuchar los pasos de Candy alejándose.
Anthony se paró frente a la cómoda para verse al espejo y se encogió de hombros. Nuevamente era un adolescente de 14 años. Pasándose una mano por el cabello, pensó que había tenido el mejor sueño húmedo de su vida.
“Si ese sueño fue una pequeña muestra de lo que tendré con Candy cuando estemos casados, por supuesto que la espera habrá valido la pena.”
Y una sonrisa iluminó su rostro. “El tiempo es mi mejor amigo.”
Finis
Febrero 25, 2014