Stearnamente....
Por Mina Scarlett
Febrero 2014
a) Stearfic dedicado especialmente para Frany.
b) En este mundo alterno, Anthony no existe.
c) Albert no pierde la memoria
d) Stear no va a la guerra
e) Contiene descripciones sexuales explícitas que pueden resultar del desagrado de algunos, por favor si es así, aquí mismo detente. Hay otros Stearfics donde no existe esta temática.
f) Habiendo avisado, no se admiten reclamaciones por eso.
g) Sólo adultos, estrictamente.
- Cuando éramos apenas unos chiquillos fuimos muy buenos amigos. El día que lo conocí sin saberlo probé por primera vez sus experimentos, no sabía que lo iba a continuar haciendo el resto de mi vida. En aquella ocasión, el coche que había construido con sus propias manos perdió una llanta y acabó en un lago. Me espanté horriblemente, es verdad. Me asusté muchísimo. Después me pareció muy divertido.
- No es para tanto Freckles.
- ¿Ah no? Probé unos zapatos para andar sobre el agua. Acabé mojada. Probé una caja submarina para apreciar la vida acuática. Acabé mojada. Probé un bote fuente. Acabé mojada.
- Ya entendimos. Dijo Albert sonriendo hablando por todos.
- Yo debo protestar. Interrumpió de nuevo seriamente Stear. No todos mis experimentos acabaron así. Tuve unos de mucho éxito. Como por ejemplo el paracaídas que te confeccioné. Agregó con una sonrisa muy pronunciada.
- ¿Qué me dices del avión, del simulador de terremotos, de las ventosas escaladoras? Se estrelló, no funcionó y te caíste del techo. Expresó Candy divertida.
- El simulador de terremotos funcionó perfecto, pero ya basta de hablar de mí, no soporto toda la atención.
- Es lógico rememorar épocas tan felices e inocentes. Comentó Candy ligeramente ruborizada. Sobre todo en las vísperas de nuestra boda.
- Pero aún no nos cuentan ¿Cuándo empezó todo esto entre ustedes?
- Verás Annie, no estoy muy segura. Contestó Candy muy sonrojada agachando la mirada. Creo que desde siempre. Entre Stear y yo había un lenguaje que sólo nosotros entendíamos.
- No sean tan tímidos ¡Cuéntennos! Insistió Annie muy interesada.
- Tampoco estoy muy seguro. Contestó Stear tomando la palabra. Teníamos un juego a escondidas.
- ¡Basta! Interrumpió Candy muy sonrojada echándose encima de Stear para taparle la boca con las manos.
- ¡Por favor Candy déjalo! ¿Sí?
- No quiero escuchar, me da muchísima pena. Iré a ver si ya está la cena. Contestó Candy guiñándole un ojo a su prometido.
- Candy y yo teníamos un juego. Éramos novios de mentiritas.
- ¿Qué estás diciendo? Preguntó Archie frunciendo el ceño.
- Jugábamos a las escondidas. Después de mucho perder le dije que ya no le veía el chiste. Ella un poco triste, me dio un beso. Un beso muy inocente en los labios. Y entonces, el juego se volvió interesante. Me dijo que si la encontraba me daría otro. Contestó Stear entre sonoras carcajadas. Después de un tiempo, el juego también se volvió aburrido.
- ¡Oh! Se quejó Annie sonrojándose hasta las orejas. Sin atreverse a preguntarle a Stear qué se le había ocurrido a su amiguita después, Albert y Archie intercambiaban miradas y se reían quedamente.
- No piensen mal. Fuimos muy inocentes en verdad. Excepto cuando nos encontraron escondidos en el clóset contando cuantos segundos aguantaríamos sosteniendo un beso.
- ¿De qué estás hablando? Preguntó Archie intrigado.
- No piensen mal, no era realmente un beso, sólo recargábamos los labios y contábamos en la mente, el que se quitara perdía. Conté 1200 hasta que Candy estornudó. Confesó él entre carcajadas. Lo cierto es que acabamos adoloridos de tener esta expresión. Stear estiró los labios fruncidos en una visión muy cómica haciendo a todos estallar en sonoras carcajadas. No fue tan divertido después créanme. No pudimos ni comer. Agrego él en tono de disculpa.
- ¿Ya hiciste la cara verdad? Preguntó Candy que regresaba de la cocina con los pasteles recién horneados en las manos envueltas con los guantes de cocina.
- Ya contó lo bochornoso, si es lo que te preocupa. Contestó Albert a su vez.
- ¿Ya les contó el anécdota de la caja de la felicidad?
- No te adelantes tanto. La interrumpió ahora Stear. Lo que sucede es que no quiere que les cuente cuando usamos la lengua por primera vez.
- ¡Stear! Regañó Candy arrojándole un guante que se quitaba en ese momento mientras Annie se ruborizaba escandalosamente.
- Mejor no nos cuenten eso. Se animó a decir Annie al fin y Candy y Stear comenzaron a reír.
- Annie, pronto entenderás como las cosas entre Stear y yo nunca han sido… normales. Cierta tarde a la hora del té me quemé la lengua. Stear inventó el “abraza-lenguas” que se suponía iba a sostenerme una cuchara helada en la lengua.
- ¿Qué sucedió? Preguntaron Archie y Albert al mismo tiempo.
- El abraza lenguas se me adhirió por dos días. ¡Dos días! Contestó Candy apretando un puño en la cabeza de Stear. Para cuando logró quitármelo, no pude hablar por otros dos días más. Así que dijo que para compensarme se sujetaría a sí mismo el abraza-lenguas también. Cuando Tía Elroy se enteró enseguida quiso intervenir. Nos asustamos y nos escondimos en el clóset y nos quedamos ahí toda la tarde. Yo insistía para que se quitara el abraza-lenguas y que si lo hacía lo perdonaría si recompensaba mi lengua. Yo me refería a un helado o algo así. Entonces él se liberó y quiso decirme “lo siento” pero yo entendí “doscientos”. Pensé que hablaba de cuántos besos tendría que darle…
- ¡No puede ser! Contestó Archie sin contener la risa.
- Si me permiten defenderme. Interrumpió Stear. Evité el contacto del segundo beso y sólo nos tomamos de la mano.
- ¡Yo nunca me di cuenta de eso!
- ¡Por eso era un secreto! Celebró Stear.
- No sé cuando comenzamos, pero sí sé exactamente en qué momento me di cuenta que no concebía mi vida sin él. Fue cuando comenzó a pensar en alistarse como voluntario de la guerra. Platicábamos a diario sobre la guerra. Cuando regresamos de Inglaterra yo ingresé a estudiar enfermería le conté que vacilé de ofrecerme voluntaria al campo y ese segundo que yo titubeé, alguien más se ofreció sin pensarlo. Yo inicié el tema. Se podría decir que yo le di la idea.
- En esas épocas, constantemente nos preguntaba qué pensábamos de la guerra o qué haríamos por ayudar. Ninguna respuesta lo satisfacía. Si no hubiera sido por ti Candy, se habría fugado en secreto para irse a enlistar como voluntario. Interrumpió Archie a su rubia amiga.
- Cuando construyó una cajita de la felicidad para mí, diciendo que me serviría cuando estuviera triste, lo sospeché inmediatamente. Si él estaba conmigo no tenía por qué estar triste. No pude conciliar el sueño esa noche y fui a buscarlo a Lakewood en secreto. No lo encontré, pero no vi su mochila y sus artilugios de viaje, la brújula, los binoculares. Lo supe al instante y fui a la estación de trenes aún faltaba un poco para el primer viaje. Y ahí lo encontré en el andén pensativo. No logré contenerme…
- Me dijo que si había algo que yo podía hacer por los aliados, me dijo que desde casa podía inventar artefactos de sobrevivencia y con el apellido Cornwell donar fondos para ellos. Pero que no había un Stear sustituto para ella…. Fue todo lo que siempre quise escuchar…
- Bueno, bueno. Nos estamos poniendo melancólicos. Interrumpió Archie. Ni yo pude imaginar que se escaparía. Gracias Candy.
- Fue un placer. Contestó la rubia con una sonrisa traviesa.
- Creo que ya es un poco tarde. Interrumpió Annie y nuestros anfitriones deben estar cansados. Dijo Annie tomando la palabra.
- Es verdad. Qué pases buenas noches Pequeña. Dijo Albert levantándose de la mesa.
- ¿Stear vienes? Preguntó Archie.
- Iré más tarde. Gracias por haber venido.
Las visitas tomaron sus respectivos abrigos y partieron dejándolos solos con una sonrisa pícara. Candy y Stear se besaron tiernamente una vez estuvieron solos.
- No sé qué habría hecho sin ti Stear, seguramente te habría seguido a la guerra. Me habría ofrecido de enfermera voluntaria.
- No digas eso. Nada más de pensarlo se me eriza la piel.
- Pues lo mismo digo. ¡No sabes la que me hiciste pasar!
- Oh Candy, de haber sabido que de esa forma estarías conmigo, habría intentado irme antes.
- ¡No juegues con eso! ¿y por qué dices eso? Si tú y yo siempre estuvimos juntos.
- Candy, para mí era juegos de niños. Jamás pensé que tú… bueno que tú me amaras, que quisieras estar conmigo.
- Pero si nunca hubo nadie para mí que no fueras tú, ¡me ofendes!
- Tranquila cariño. Estoy muy feliz. Dijo Stear besando profundamente a la chica.
El beso se fue tornando tórrido. Las manos buscaban la piel desnuda. Debajo de la falda, debajo de la camisa. La sostuvo contra la puerta y la alzó de la cintura. Ella se abrazó a él con las piernas. La llevó a la cocina, la sentó en la barra. Candy le quitó los lentes.
- Eres mucho más apuesto sin los lentes. Le dijo ella y le quitó sus anteojos.
- Tú eres mucho más hermosa sin cofía. Contestó aquel y se la desprendió del pelo.
- Eres mucho más atractivo sin chaleco. Le decía la rubia con voz temblorosa por todas las caricias que Stear le prodigaba debajo de la falda y le quitaba la prenda.
- Eres mucho más hermosa descalza y traviesa. Le contestaba él ahora enterrando su cara entre sus piernas, besando la piel de sus muslos mientras le quitaba las botas y calcetas.
Subió de nuevo hasta alcanzar sus labios y la besó con pasión, la volvió a sostener de la cintura y la llevó a la cama. La cama recién desempacada que iba a ser su lecho matrimonial. Se hincó en el colchón y la depositó suavemente sobre ella.
- Eres mucho más hermosa despeinada. Le confesó mientras le quitaba los listones de sus coletas y revolvía los rizos rubios con sus manos y se sacaba los zapatos.
- Eres mucho más atractivo sin camisa. Le dijo ahora ella y comenzó a desabotonarla desesperada.
- ¡Me vuelves loco! Dijo Stear interrumpiendo brevemente el juego. Me encantas sobre todo, desnuda. Agregó y le sacó el vestido dejándola con sus prendas íntimas.
- Ya no quiero jugar. Contestó ella. Dime que me quieres.
- No.
La rubia se detuvo en seco, buscó sus hermosos ojos marrón y le clavó sus pupilas.
- ¿Qué dijiste?
Stear sonrió, pero no contestó y se ahogó en sus labios. Mordiendo, lamiendo. Invadiendo con su lengua la tibia cavidad bucal de ella. Mientras desabrochaba el sostén con una sola mano.
- Me vuelves loco. Contestó finalmente él. No tiene sentido mi vida sin ti. No te quiero, te amo con locura.
Ella buscó el cierre del pantalón de él, lo bajó y metió su mano. Arrancándole un gemido de placer. Lo encontró húmedo, endurecido y palpitante. Stear detuvo su mano y la atrajo a sus labios. Llenó de besos los delgados dedos.
- Pequeña, detente.
- No quiero. Nos casamos en una semana y quiero que seas mío. Ya no me basta tu boca. Ni tus manos. No me basta besarte, no me basta.
- Podemos hacer como siempre, sobre la ropa hasta que termines.
- Me niego.
- Candy, yo soy débil y tú no me lo facilitas. Contestó el empujando su pelvis fuertemente sobre el pubis de ella sobre su ropa íntima.
Candy lo empujó para quitárselo de encima. No iba a permitir que nuevamente la hiciera terminar a base de frotarse sobre la ropa. Lo recostó sobre la cama mientras besaba su pecho. Stear contorsionándose de placer como si de brazas ardientes se trataran sus labios. Besó el amplio pecho y descendió sobre el abdomen, desabrochó los pantalones y encontró la virilidad urgente. La extrajo de sus calzoncillos y ésta se expulsó fuertemente de su prisión, apuntándola. Lo sujetó con una mano para dirigirlo hacia su boca. Con su lengua lo humedeció poco a poco hasta cubrirlo entero. Stear contenía gemidos guturales que la iban encendiendo hasta un punto insoportable. Le dolía su sexo. Introdujo el pene en su boca, resultándole casi imposible abrazarlo. O su boca era pequeña o se asustó al percatarse que la virilidad de Stear era demasiado grande y grueso. Repentinamente tuvo miedo. Al imaginarlo dentro de ella por completo. Y apenas al pensarlo sintió una punzada castigando su cavidad vaginal. Lo lamió nuevamente, lo succionó poco a poco. Hasta que Stear gruñó fuertemente y la detuvo por los hombros.
- Lo siento Pequeña. No puedo resistirlo. Quiero tenerte, quiero sentirte. Déjame unos momentos. Me controlaré.
Pero su confesión lejos de hacerla desistir la hizo dar vueltas la cabeza. Escaló su cuerpo. Lo atrapó entre sus piernas y lo condujo hacia su interior por un lado de su prenda. Su humedad ya la había preparado para la penetración y a pesar del tamaño de su virilidad, se dio cuenta que se acoplarían. Apenas hubo tocado su intimidad y Stear se enderezó en la cama en medio de un profundo gruñido.
- ¡AAhhh Pequeña!
Candy se meció sobre él, pero no sabía si era el movimiento correcto ya que sentía que algo impedía que llegara a introducirlo y un ligero ardor la detenía. Stear la sostuvo por las rodillas y frenó sus arremetidas.
- No lo aguanto Candy. Confesó con sufrimiento.
Desplazó sus manos por sus muslos y la sostuvo de la cadera fuertemente entonces él la embistió fuertemente. Candy respingó de dolor y dejó escapar un grito.
- Lo lamento ¿te duele mucho?
- Es natural. Contestó ella con una mueca.
Stear se ancló dentro de ella. La sintió tan apretada y pulsante, abrazándolo. Tan caliente y húmeda en su interior. Sentía como si fuera cayendo en una profunda dimensión. Candy se recuperó tras unos minutos, y volvió a mecerse suavemente, esta vez percibió en roce de su pena en su clítoris y se volcó de placer. Gimió profundamente.
- ¿Te duele? ¿Qué hago? Contestó el preocupado.
- No me duele… Contestó ella ruborizada.
Lo volvió a embestir profundamente, una nueva punzada la estrujó en su interior. Notando que ya había logrado introducir por completo el miembro viril dentro de ella a pesar de su tamaño. Se revolvió el pelo a sí misma. Sacudió la cabeza y el placer que sentía la arrollaba, la desquiciaba.
- Candy, Candy Te amo, me enloqueces.
Aceleró la velocidad hasta que sintió claramente como si algo se hubiera desatado. Una sensación que la lleno de locura. Que le disparó el pulso. Que la hizo vibrar completamente. Comenzó a gritar al tiempo que se dejaba caer sobre su amado.
El la giró sobre la cama, le arrancó la ropa y se desnudó completo. Se hundió en los pesados pechos, pellizcó sus pezones erectos mientras ella se retorcía de placer. Levanto una pierna y se acomodó en el medio. Se condujo a sí mismo a su interior y arremetió contra ella. Lentamente y poco a poco aceleró, sincronizaron movimientos de cadera y cada vez la alcanzaba más profundo.
- Stear, te amo, te amo stearnamente. Gritó ella sofocada entre convulsiones.
Stear se dejó arrastrar por la sensación tan exquisita de las paredes internas de ella apretando su miembro y sin el freno que él siempre se había propuesto y que Candy acababa de burlar, se dejó llevar al orgasmo dentro de ella. Con intensas sacudidas que acompañaba de sonoros quejidos. sus voces mezcladas eran la más sublime música.
Se desplomó sobre ella, tratando de recuperar el aliento. Aspiró profundamente el perfume de la cabellera rubia y sin darse cuenta, se rindieron a un apacible sueño…
FIN