Danza sensual
Por
Sadness
(Para el Festival de Venus 2013)
-¡Albert, llévame al baile por favoooooor!- Y esta cantaleta la acompañas con un puchero.
-¡Qué niña eres!- suspiro ante tu pueril actitud. -¡Cielos! ¿Cómo es posible que siendo tan infantil, me atraigas tanto, y me tengas vuelto un loco?- Me cuestiono en silencio.
Mientras, tu continúas con el mismo sonsonete –Albeeeert, Albeeert llévame al baile, anda no seas malito ¿Sí?- Un poco fastidiado, ante tu falta de comprensión, te respondo –Bien sabes, que soy antisocial, no me resulta grato las multitudes, tengo aversión a los actos sociales. Por favor, linda, deja de insistir- Apelo a tu buen juicio, a sabiendas de la ausencia de él.
-Sólo esta vez, Albeeeeeert. Tengo mucha ilusión de asistir a ese baile en tu compañía- Percibo que esta discusión no nos llevará a ningún lado. Así, que confieso mi gran secreto.
-¡No sé bailar, Candy!- Suelto a boca jarro ante tu estupor y a riesgo de irte de espaldas, apuro a ofrecerte mis brazos.
-¿Es broma, verdad? ¡No puedo creerlo, Albert! ¿Tuuuuuuú?- Recuperada de tu aturdimiento, ahora ríes a carcajadas.
-¡Pues, aunque lo dudes!¡Es cierto, no se me da el baile!-Agrego algo ofendido en mi orgullo. Guardas silencio sepulcral, algo raro e inusual en ti, me observas detenidamente para finalmente, iluminarse tu rostro con una amplia sonrisa.
-¡Tengo una gradiosísima idea, Albert!- De nuevo, se proyecta en ti, la niña. Algo temeroso, me atrevo a preguntar.
-¿Una idea? Candy, por experiencia temo a tus gradiosísimas ideas- Expreso algo perturbado.
-Albert, me ofendes- De nuevo haciendo tu mohín infantil.
-Perdón pequeña, no fue mi intención- Tratando de solventar la situación –Cuentame, tu grandiosísima idea ¿Quieres?- Mirándole tierno.
-¡Yo, te voy a enseñar a bailar! No soy experta, pero me defieno. ¿Qué te parece mi idea Albert?- Sonríes entusiasmada.
-Esta bien, ¿Cuándo iniciamos las clases?- Respondo sin mucho entusiasmo.
-¡Ahora mismo!- Y me arrastras al centro del salón.
-Pero, ¿Aquí mismo?- Algo cortado y mirando alrededor en busca de posibles mirones.
Como única respuesta, rompes la distancia entre tu cuerpo y el mío, tomas mi mano y la depositas en tu breve cintura, este contacto provoca en mí una ligera erección -¡Dios, Albert, qué descarado eres!- Me reprocho a mí, mismo. Creo que no pasa desapercibida esta reacción y te detienes de golpe, te alejas y me miras con furia.
-¿Te pasa algo Candy?- Cuestiono, pero mi voz a tomado un matiz especial, no la reconozco y debes haber observado algo en mi semblante, porque te veo temblar, no sé sí de temor o ¿Excitación?
Ese ligero titubeo en ti, me ánima y ahora, quien rompe la distancia soy yo. Antes de que intentes huir, te apreso entre mis brazos y busco con ansía tu boca. Luchas, pero mi boca y las caricias que prodigo en tu cuerpo van venciendo tu reticencia, nuestros cuerpos se mueven armoniosamente al compás de una cadenciosa danza sensual.
Fin