Silencio y Sombras
Por Carolina
Un relato de Día de Acción de Gracias
El manga Candy Candy y sus personajes fueron creados por Kyoko Mizuki y Yumiko Igarashi en 1974, y publicado por la editorial Kodansha de 1975 hasta 1982. El anime fue una producción de la Toei Animation Company Limited que fue difundida en Japón de 1976 hasta 1979. Otros personajes son de mi creación.
CAPíTULO 1
"La tragedia de la guerra, es que usa lo mejor del hombre para hacer lo peor del hombre." Henry Fosdick
El soldado recobró el conocimiento y se dio cuenta que yacía sobre una cama de hojas secas en el bosque. Tenía ampollas en el rostro, ardor en los ojos, dificultad para respirar y una herida sangrante en el muslo derecho, resultado de la alambrada de púas que le había atravesado el pantalón al salir de su trinchera para escapar del gas mostaza y las bayonetas.
Se puso de pie apoyándose en el tronco de un roble, mordiéndose los labios para no gritar de dolor. El cansancio y la pérdida de sangre no eran excusas para flaquear. En su corta vida como soldado había burlado a la muerte varias veces, y esta no sería la excepción. Debía regresar con su tropa antes de que el enemigo lo hiciera prisionero.
Con paso accidentado y rifle al hombro cruzó el bosque hasta llegar a un acantilado. Miró con desaliento como las olas golpeaban las rocas. En la playa estaban los restos de un bombardero V-69 alemán. Un barco monitor inglés patrullaba las aguas del Mar del Norte, por lo que un escape por mar era imposible.
¿Será este el final de su aventura? ¿Sus reconocimientos se convertirán en una oscura acotación en los libros de historia?
No, debía regresar con los suyos a como diera lugar. No importaba si debía robar o matar para obtener su objetivo. Caminó hacia la orilla del mar hasta que vio entre las rocas un paracaídas hecho jirones con la insignia francesa, su dueño yacía a unos cuantos metros, agonizando. Tenía las piernas lastimadas y el rostro ensangrentado cubierto de sal. Sus labios estaban hinchados y ampollados. Pero lo que más le llamó la atención fue su uniforme mojado y rasgado.
Una sonrisa se formó en sus labios. Ya no lo necesitarás, pensó complacido, y empezó a despojarlo de sus gafas protectoras, gorra y chaqueta.
Leyó el nombre bordado en la bolsa interior. "Cornwall... debes ser del escuadrón Lafayette. Me pregunto cuántos de nuestros aviones habrás derribado."
Stear se despertó al sentir unas manos tocándolo agresivamente, y vio a un soldado alemán tratando de quitarle la chaqueta.
"Hilfe" murmuró.
"Nadie te ayudará" vociferó, arrojándolo hacia un banco de rocas. "¡Auf Wiedersehen!"
La cabeza de Stear golpeó contra una roca, el dolor atravesando su cerebro. Luchando contra la inconsciencia, se asió de las rocas para evitar ser arrastrado por la marea. El dolor en la nuca se le estaba esparciendo al cuello y sus hombros. La frialdad del agua atravesaba sus ropas. Sentía los párpados tan pesados que no podía mantenerlos abiertos, y no pudo ver al soldado alemán morir instantáneamente al pisar una mina oculta en la arena.
CAPíTULO 2
"En la guerra, no hay soldados ilesos." José Narosky
El sonido del agua golpeando contra las rocas no dejaba descansar a Stear. El agua salada lo atacaba sin tregua. Tenía una sed terrible, y la luz solar lastimaba sus ojos. Su piel y cabello estaban cubiertos de sal; la herida en su frente le ardía horriblemente. Podía sentir cosas rozando sus piernas, mordisqueando sus pantalones en un intento desesperado por buscar alimento.
La oscuridad lo rodeaba, pero cambiaba de calidad a cada rato. Algunas veces era densa e impenetrable, otras eran con destellos de colores. Junto con la oscuridad estaba un ruido infernal.
Recordó el golpe que se dio en la cabeza con una roca. Trató de reincorporarse y se dio cuenta que le dolía mucho abrir los ojos. Quiso mover sus brazos y luego sus piernas. Su cuerpo no respondía. Sabía que debía concentrarse, pero no tenía caso. Estaba muy cansado y adolorido. Así que yació ahí, escuchando los gritos a su alrededor.
"Hay que llevarlo al hospital."
Otra voz dijo, más quedamente, "Aquí están los restos del que pisó la mina. ¿Quién sigue?"
"Acá está otro, traigan una camilla."
Una sacudida violenta hizo que un dolor terrible le atravesara el cuerpo, y los sonidos se desvanecieron.
Recobraba el sentido, lo perdía, lo recuperaba, lo perdía otra vez, hasta que no supo distinguir un estado del otro. El aire refrescó, las voces cambiaron, el dolor disminuyó, hasta que llegó la tranquilidad.
CAPíTULO 3
"Cuando eres una enfermera sabes que cada día tocarás una vida o una vida tocará la tuya." Autor desconocido
La enfermera recién llegada del frente entró con la jefa de enfermeras a la sala del Tercer Hospital General Londres del suburbio de Wandsworth. Había trabajado en hospitales móviles cerca de la trinchera en la frontera franco-belga hasta llegar al hospital homeopático de Neuilly-sur-Seine, suburbio de París. La necesidad de personal y material médico en Inglaterra por el aumento de pacientes de su armada y marina había motivado la clausura de ese hospital francés en marzo de 1916, por lo que ella y sus compañeras habían sido transferidas a este hospital.
La jefa fijó su mirada en la joven espigada de cabello azabache que usaba lentes. Había recibido referencias excelentes de su desempeño en el frente. Era la eficiencia personalizada, según los doctores Hoyle y MacNish. Sabía trabajar bajo presión, además de ser bilingüe.
"Flammy, tú te encargarás del turno de la noche."
"Sí, señora Garrett" respondió, y empezó a recorrer las camas para revisar los expedientes y tomar notas.
Al llegar a la cama ocho, se percató de que no aparecía el nombre del paciente. Tenía vendados la cabeza y los ojos.
Caso. (Anónimo), ingresó al hospital móvil número tres con fractura de cráneo, fractura en ambas piernas, fractura de dos costillas. Se le operó en el cráneo para disminuir la presión del cerebro. Hay daño ocular. Hasta el momento se desconoce si el daño será permanente."
"¿Quién es?"
La voz del paciente era tan tenue que Flammy tuvo que acercarse para escucharla.
"¿Quién está ahí?" El hombre estiraba la mano mientras hablaba, tratando desesperadamente de alcanzarla.
"Aquí estoy" dijo ella tomando su mano para tranquilizarlo. "Soy la señorita Hamilton, su enfermera del turno de la noche. ¿Cómo se siente?"
"T-tengo sed" dijo con voz rasposa.
Le sirvió un vaso con agua y puso un brazo en su espalda para ayudarlo a saciar su sed. Luego le acomodó las almohadas. Se veía tan débil que Flammy consideró conveniente esperar para completar la información.
CAPíTULO 4
"El pánico no forma parte del entrenamiento de una enfermera." Elizabeth Kenny
Flammy y las otras enfermeras fueron muy atentas con el desconocido que progresaba lentamente. Había pasado ocho meses en otros hospitales, y había permanecido dos meses en Neuilly antes de ser transferido a Londres. Sus piernas regresaron a la vida con dolores intensos, las vendas de su cabeza fueron retiradas, aunque no la de sus ojos, y su cabello empezó a crecer nuevamente. Era negro y levemente ondulado.
Un tratamiento muy largo con reposo en cama y masaje había mejorado la condición de sus piernas, y en un par de meses podría ser enviado a casa a seguir el tratamiento de la vista.
Casos como este no siguen un curso rápido, no permiten una recuperación brillante y pertenecen propiamente a los supuestamente llamados "desechos de la guerra." Pero ellos reciben la mayor parte del trabajo duro y persistente del staff, y los pacientes estaban profundamente agradecidos por los beneficios recibidos.
Una noche mientras preparaba al paciente para dormir, éste dijo, "no puedo aguantar más, enfermera. ¿Cuánto tiempo falta para que me retiren las vendas de los ojos?"
"Le preguntaremos al doctor mañana, cuando empiece su ronda de las nueve. Por mientras seguiremos con las curaciones."
"Me dirá que tenga paciencia. Estoy cansado de estar aquí, sin poder moverme adecuadamente, sin saber que está pasando allá afuera."
"Es lo único que puede hacer por el momento, así que le aconsejo que descanse."
Flammy estaba convencida que el paciente conciliaría pronto el sueño y se fue a dejar la ropa de cama a la lavandería y revisar el inventario de medicamentos.
Cuando regresó a la sala encontró al paciente tirado en el suelo. Su compañera Emily esta arrodillada a su lado, presionando una gasa en la frente del paciente- una gasa bañada de sangre.
No fue difícil deducir lo que había sucedido. Había restos de porcelana y vidrio regados a su alrededor, y el buró estaba movido.
Corrió a su lado y cayó de rodillas, sin importarle que los pedazos de vidrio atravesaran su falda hasta sus rodillas. Retiró la gasa para poder examinar la herida en la frente del paciente.
Emily se levantó. "Lo encontré así cuando vine a aplicarle la inyección al de la cama tres."
Flammy cerró los ojos brevemente, y luego dijo, "Por favor llama al doctor Hawkes." Cuando vio que su compañera no reaccionaba, gritó, "¡Apúrate!"
Parecía que el sangrado estaba disminuyendo, solo confiaba que no fuera porque agonizaba. Lo asió de los hombros para asegurarse que no estuviera perdiendo sangre de otra parte. Con muchos esfuerzos pudo voltearlo para tomarlo entre sus brazos.
"Es un tonto y un terco" dijo tomándole el pulso. "Mire lo que pasó por no hacerle caso a su enfermera."
Sus pestañas se movieron lentamente para revelar unos ojos marrones que la miraron con aparente claridad que la hicieron estremecerse.
"¿Es usted, señorita enfermera?"
"Sí, soy yo."
Esos ojos se cerraron nuevamente.
"Me quité las vendas y al querer ponerme de pie, mis piernas no respondieron."
"Y trató de apoyarse en el buró."
"Mueble estúpido" Stear farfulló, antes de perder el sentido nuevamente.
CAPíTULO 5
"El silencio es la madre de la verdad." Benjamin Disraeli
Flammy retuvo el aliento mientras el doctor Hawkes examinaba a Stear, esperando que confirmara sus temores. Aún traía puesto el uniforme salpicado de sangre.
Tuvieron que coserle unas puntadas en la frente para detener el sangrado. El doctor después le tocó suavemente el cráneo, deteniéndose cuando Stear lanzó un quejido. "Tienes una contusión, pero no te abriste el cuero cabelludo. Tienes suerte que el daño no haya sido mayor. No debiste bajar de la cama sin ayuda."
Aunque Flammy se sintió aliviada por las palabras del doctor, seguía molesta consigo misma. Se suponía que ella debía cuidar a su paciente. En lugar de eso lo había dejado solo cuando la necesitaba más.
Pasó esa noche revisando su vendaje de posible sangrado y tocándole la frente por alguna señal de fiebre. Para el amanecer, el color había regresado a sus mejillas. Fue hasta ese instante que ella se permitió cerrar los ojos para descansar.
Flammy despertó abruptamente al escuchar las campanadas de la catedral. Eran las ocho de la mañana, y las enfermeras del turno de la mañana entraban a la sala a preparar a los pacientes para las visitas de los médicos y cirujanos. Su paciente estaba durmiendo tranquilamente. Si no fuera por las ojeras, nadie creería que él hubiera tenido una noche tan tormentosa. Decidió quedarse a su reexaminación por el doctor Hawkes.
¿"Qué ves ahora?" Le preguntó. "¿Sombras que se mueven? ¿Figuras?"
Stear sacudió la cabeza, entrecerrando los ojos para concentrarse. "La verdad, doctor, no veo nada."
Entonces acercó rápidamente una linterna al rostro de Stear, quien hizo una mueca.
"¿Y ahora?"
Retiró la cara para no ver directamente la luz. "Como si estuviera cerca del sol; tan brillante que no puedo resistir verlo."
"Bien."
"Doctor, en las últimas revisiones no podía distinguir entre luz y sombras, ¿por qué este cambio?"
"Creo que el golpe en la cabeza desbarató el coágulo que hubiera tomado meses disolverse por sí solo."
Stear se tocó levemente la cabeza. "¿Cree qué vuelva a ver?"
Hawkes puso una mano sobre el hombro de Stear. "Puede que requieras semanas o meses para que tu cerebro pueda distinguir algo más que sombras y figuras, muchacho. Pero estoy casi seguro que te recuperarás completamente."
"Gracias, doctor."
"Flammy, en caso de algún cambio, me avisa inmediatamente."
Stear frunció el ceño. ¿Flammy? Yo he escuchado ese nombre.
"Sí, doctor" respondió sin quitarle la vista de encima al paciente.
Hawkes se retiró muy complacido de su progreso. Ella aprovechó para seguir con sus labores. "Quizás este sea el momento para completar los datos en su expediente. Su familia debe ser notificada inmediatamente de su paradero para que venga por usted y pueda seguir el tratamiento en casa."
A pesar de que Stear no podía verla, sentía que ella estudiaba su rostro. Su análisis lo hizo sentirse incómodo. Esos ojos habían visto mucho, y él tenía mucho que esconder.
"¿Sabe?" Dijo ella, "no puedo evitar pensar que ya nos conocemos."
Recordó cuando fue con Archie al hospital a buscar a Candy para avisarle que habían regresado a Chicago por orden del tío William. Su compañera fue a buscarla para decirle que había terminado la hora del desayuno y la regañó por no cumplir con sus deberes.
Una chica linda de ojos grises, pero con muy mal carácter.
"Voy enseguida, Flammy," había dicho Candy, tratando de ocultar su incomodidad.
No había duda, era la misma enfermera.
"Lo siento, no recuerdo."
"Debe ser por la contusión" dijo Flammy sin querer desviarse del tema. "No me explico que hace aquí en Londres, a menos que haya venido por una emergencia familiar."
"Puede ser."
"O vino de voluntario por la guerra, como yo. ¿De dónde es oriundo? Yo soy de Chicago-"
"Disculpe, señorita" dijo Stear cubriéndose con las cobijas. "Tantas emociones me han dejado exhausto. ¿Podemos dejar el interrogatorio para más tarde?"
Ella asintió. "De acuerdo. Podemos completar esta información más tarde. Sólo recuerde que su familia debe estar muy preocupada por su paradero."
"Lo sé" murmuró Stear avergonzado, escondiendo la cara en la almohada. Pero es mejor que no lo sepan.
CAPíTULO 6
"Si el amor no puede curarlo, una enfermera sí puede." Autor desconocido
Flammy leía el expediente del paciente de la cama ocho. Ha pasado largas noches tratando de recordar donde lo ha visto. Antes de que le quitaran las vendas de la cabeza y los ojos habían sostenido conversaciones muy largas de temas diversos. Le había confiado su afición por los inventos y los experimentos, aunque la mayoría no le funcionaban no se dejaba abatir.
Es necesario localizar a sus familiares para que vengan por él. Se resiste a proporcionar alguna información.
Desde su accidente pasa la mayor parte del tiempo ensimismado, sin querer convivir con el resto de los pacientes. El único placer que se permite es escuchar el viejo gramófono, regalo de un amable visitante inglés.
Ese rostro, esos ojos marrones, ese cabello negro ondulado...
Flammy se puso de pie abruptamente, su libreta y lápiz rodaron por el suelo.
¡Fue en el hospital Santa Juana!
No intercambió palabra con él, pero estaba segura que era el mismo chico que estaba con Candy, cuando fue a buscarla porque no regresaba de su hora de desayuno. Estaban acompañados de otro joven de cabello rubio y ojos azules, él cual se le quedó viendo con cara de asombro. Estaba tan molesta por su irresponsabilidad que no le había importado ponerla en evidencia ante sus amigos.
"¿Sabrá Candy que su amigo está aquí? Debo avisarle inmediatamente que un joven con esa descripción se encuentra internado en este hospital."
Flammy aprovechó su hora de desayuno para enviarle un telegrama a Candy, lo último que supo por Mary Jane fue que trabajaba bajo las órdenes del doctor Franck en el Santa Juana.
Al regresar se dirigió con gran determinación a la sala de pacientes y encontró al muchacho en silla de ruedas frente a una ventana. Seguía con los ojos vendados, pero disfrutaba de los rayos del sol.
"Tú conoces a Candice White Andrew." No era una pregunta, sino una afirmación.
Él se puso nervioso. "N-no entiendo, no conozco a nadie con ese nombre."
"No finjas conmigo, tú eres el chico que causó un escándalo con un globo aerostático en el Santa Juana, mis compañeras no dejaban de hablar de eso."
El rostro de Stear se descompuso, como si las palabras de Flammy le hubieran robado el aire.
"No le has dicho, ¿verdad? ¡Júrame que no le has dicho!"
"Pero..."
"No le dirás a nadie que estoy aquí. No debes."
"Primero tranquilízate. ¿Cuál es tu nombre?"
"Alistair. Pero no se lo digas a nadie, te lo suplico."
"Tus seres queridos deben saber que estás aquí, Alistair. ¿Acaso no te importa su sufrimiento?"
"Claro que me importa" dijo suavemente. "Por eso no puedo permitir que me vean así. ¿No le has avisado a Candy, ¿verdad?"
Ante su agitación, Flammy no tuvo opción que mentir.
"No, no lo hecho."
"Ella no debe saberlo, porque le dirá a mi familia, a Patricia." La voz de Stear se quebró, y cogió la mano de Flammy de manera agresiva. "Debes prometerme... debes prometerme que no hablarás."
"No está bien."
"Tú viniste de voluntaria a esta guerra que no te pertenecía, ¿por qué?"
"Porque soy enfermera, y mi misión es ir a donde requieren de mis servicios, sin importar el peligro."
"Yo pensaba lo mismo, por eso me enlisté en el Escadrille Lafayette sin avisarle a mi gente. No podía seguir leyendo como luchaban los franceses y los ingleses mientras nosotros vivíamos tranquilamente en nuestros hogares, lejos del peligro."
"Comprendo."
"Mi novia y mi familia me amaban a pesar de mis ocurrencias, pero nunca me han visto de esta manera, y no quiero que lo hagan. Cuando deje el hospital, me iré muy lejos."
"Puede que a tu novia no le importen tus lesiones."
"No lo dudo, Patricia es amable y generosa. Pero no quiero esta carga para ella. Prefiero que viva de los recuerdos."
"Y tú, Alistair ¿podrás vivir sólo de los recuerdos?"
"Tendré que hacerlo."
"No es justo."
Stear apretó su mano. "¿Guardarás mi secreto? ¿No me traicionarás?"
"Yo... puedes confiar en mí. Todo estará bien."
Una sonrisa triste se formó en sus labios. "Gracias, Flammy."
CAPíTULO 7
"El amor nos inunda de esperanza." Jareb Teague
Candy se balanceaba contra el suave vaivén del barco, viendo las luces tenues de la costa de Southampton. En esta noche fría sin luna parecían un sendero de estrellas contra el horizonte.
Escuchó unos pasos y se quedó quieta. Reconociendo el aroma tranquilizante a sándalo se dio la vuelta, apoyándose en el barandal.
"Albert, ha sido un viaje muy largo e incómodo."
Él sonrió. "Pronto llegaremos. Acabo de enviarle un telegrama al detective Marsh para que nos espere en el puerto."
"¿Hicimos bien al no decirle a la familia el motivo de nuestro viaje?"
"Primero tenemos que asegurarnos de la confiabilidad de la información, no queremos crearles falsas esperanzas."
Candy se tocó la frente con sus pequeños dedos enguantados, queriendo borrar cualquier rastro de confusión. "El telegrama de Flammy dice que un chico muy parecido a Stear es paciente en el Tercer Hospital General de Londres. Imagínate, Albert, ¡Stear podría estar vivo!"
Albert sonrió levemente. "Muchas veces he soñado que Stear regresa a casa sano y salvo."
"Tiene que ser verdad, Albert. ¡Mi corazón me dice que es verdad!"
"Yo sé que podemos confiar en los llamados de tu corazón" dijo, acariciándole la mejilla con la yema de su dedo índice. "Pero prométeme algo."
"¿Qué?"
"Prométeme que tomarás las cosas con calma en caso de que sea un error de identidad."
"Lo prometo." Sabía que podía confiar en Albert, apoyarse en él si fuera necesario. "Cómo deseo darles esta alegría a la familia, especialmente a Patty."
"¿Te he dicho cuánto te admiro, pequeña?"
Se rió nerviosamente. "Creo que no, aunque no es necesario. No tengo necesidad o deseo de ser admirada."
"¿Y qué te parece adorada?"
El corazón de Candy empezó a latir rápidamente. "Dice la tía Elroy que sólo las jovencitas tontas con ideas románticas quieren esa clase de atención."
Albert levantó una ceja. "No tienes que tomar todo lo que dice ella como verdad absoluta."
"Supongo que tienes razón."
"Te amo, Candy" dijo solemnemente. "No puedo expresar con palabras todo lo que representas para mí."
Antes de que pudiera responder, la tomó entre sus brazos, moviendo su boca ansiosamente sobre la suya, besándola con una ternura salvaje que le robó el aliento. Para cuando él separó sus labios de los suyos, ella estaba abrumada por el deseo.
"¿C-cuánto falta para llegar a Southampton?"
Los ojos de Albert se iluminaron, y la encaminó a su camarote. "Un par de horas, tiempo suficiente para calmar esta energía nerviosa."
CAPíTULO 8
"En la guerra, la verdad es la primera baja." Aeschylus
Candy y Albert se encontraron en el puerto de Southampton con el detective Marsh que le había dado seguimiento al caso de Stear desde que recibieron el telegrama de Flammy. Después de presentarles su reporte, se entrevistaron con el presidente de la Sociedad Británica Homeopática, el Dr. Wynne Thomas, quien fuera parte del comité que fundó el hospital en Francia, donde supuestamente Stear había pasado una larga temporada.
Le enseñaron la documentación que recibieron del Escadrille Lafayette, el escuadrón del Servicio Aéreo Francés que estaba compuesto principalmente de pilotos estadounidenses. De acuerdo a los registros del Lafayette, el piloto Alistear Cornwall de Illinois murió en combate, dado que los restos carbonizados de su avión fueron localizados en el mar del Norte.
"Hemos lamentado la muerte de mi sobrino por casi dos años" dijo Albert, su voz atormentada. "Pero este telegrama de la señorita Hamilton ha puesto en duda la confiabilidad de este dictamen. Tenemos que aclarar esta situación inmediatamente."
"Entiendo perfectamente, señor Andrew" dijo Thomas. "Es cierto que se han cometido errores lamentables en la identificación de personal militar, y estamos haciendo lo posible por corregirlos. Pero debe entender que en tiempos de guerra, la información no fluye con mucha facilidad."
Albert apretó los labios al recordar la frase que les dijo George al despedirlos en la estación de tren en Chicago, que había prendido nuevamente la flama de la esperanza.
"En la guerra, la verdad es la primera baja."
"Esto es inaceptable" dijo Albert poniéndose de pie. "Cuántas familias habrán llorado en vano por errores administrativos."
Molesta, Candy tomó el expediente. "Mientras ustedes revisan sus archivos, doctor Wayne, mi prometido y yo iremos a buscar a Flammy."
CAPíTULO 9
"Alabado sea el puente que te ayudó a cruzar." George Colman
Candy y Albert tomaron un taxi que los llevó al Tercer Hospital General de Londres. Flammy les explicó con detalle el estado de salud de Stear, y les confesó que recientemente había descubierto su identidad.
"Te envié el telegrama sin decirle a Alistair. Tuve que mentirle, prometerle que no revelaría su secreto. Pero no era justo que su familia no supiera la verdad."
"Hiciste muy bien, Flammy" dijo Candy sonriente. "Nunca olvidaré este gesto tuyo."
"A nombre de la familia Andrew, te agradezco todo lo que has hecho por mi sobrino" dijo Albert, tomando la mano de Flammy entre las suyas. "Cualquier cosa que necesites puedes contar con nosotros. No lo olvides."
Ella no estaba acostumbrada a estas muestras de afecto, así que dijo simplemente, "De nada, señor Andrew. Permítanme llevarlos con Alistair."
Un oficial de alto rango francés había llegado para dirigir una ceremonia de entrega de medallas. Hoy se trataba de un paciente que no pudo asistir a París a recibir su Crux de Guerre debido a sus lesiones. El general fue recibido por el staff médico en la sala. Las camas estaban acomodadas en hileras para que los pacientes pudieran ser testigos. Otros ayudaban a aquellos que no podían caminar, y el soldado que sería condecorado estaba en cama.
Cruzaron las galerías al aire libre donde estaban los nuevos trofeos de guerra- armas alemanas, cañones y partes de aeroplanos y Zeppelines. Ahí estaba Stear en silla de ruedas, completamente solo.
"¡Stear!" Gritó Candy, corriendo a abrazarlo seguida de Albert. "¡Estás vivo! ¡Estás vivo! ¡Es un milagro!"
"No Stear, no te resistas" dijo Albert, poniendo un brazo alrededor de sus hombros. "No queremos que te lastimes."
Pareciera que la voz de Albert o sentir los brazos de Candy lo hicieran entrar en razón, y finalmente se tranquilizó.
"¿Candy? ¿Albert?"
"¿Quiénes más podríamos ser?" Candy dijo entre lágrimas. "Stear, mi querido, dulce amigo. ¡Qué alegría!"
"¿Flammy te pidió que vinieras?"
Ella se acercó. "Lo siento, Alistair. Ellos tenían derecho a saber la verdad."
"No te enojes con ella" dijo Candy. "Sólo cumplía con su deber."
"Flammy" dijo Albert, "¿serías tan amable de llamar al médico que atiende a mi sobrino?"
Una tenue sonrisa apareció en el rostro de la joven. "Con mucho gusto."
"¿Sobrino?" Murmuró Stear. "No comprendo."
"Stear, soy tu tío William, William Albert Andrew."
"¡Pero la tía Elroy nos hizo creer que eras un anciano!"
"Albert contestará todas tus preguntas en el viaje de regreso a América."
"No puedo ir con ustedes en estas condiciones."
"Eso no está sujeto a discusión" dijo Albert terminante. "Yo lo he decidido. Tú regresarás a casa con nosotros."
Stear tuvo una demostración exacta de quien era Albert cuando persuadió al hospital que lo diera de alta ese mismo día. Al principio el doctor Hawkes no estaba convencido, pero Albert le dijo que su casa estaba preparada para un convaleciente, y enfatizó que habría gente para atenderlo.
"Mi sobrino nunca estará solo" insistió. "Ni un solo momento, inclusive cuando la enfermera se retire a descansar, porque por supuesto contrataré a una enfermera altamente calificada."
"Flammy, ¿no quieres acompañarnos?"
"No, Candy" dijo ella ajustándose los lentes. "Te agradezco el ofrecimiento, pero me gusta mi trabajo aquí en Londres. Quizás algún día regrese a Chicago. Por favor, me saludas a Mary Jane, Nathalie y Judy. Diles que soy muy feliz aquí."
"Te lo prometo, Flammy. Y gracias otra vez por tu gran ayuda."
Antes de que abandonaran el hospital, el doctor Hawkes habló con Albert en privado.
"Hay cosas que debe saber, señor Andrew. Su sobrino está mejor, pero su salud ha sido comprometida seriamente, y siempre será así. Con grandes cuidados y una vida tranquila podrá tener una larga esperanza de vida."
"El tiempo que sea, doctor, será mejor que no tenerlo entre nosotros."
CAPíTULO 10
"Las sombras: algunas ocultan, otras revelan." Antonio Porchia
Archie vio George salir del estudio- una salida silenciosa como las que él acostumbraba hacer- luego de tener una larga entrevista con la tía Elroy y aprovechó la oportunidad para abordarlo.
"¡George! ¡Espere un momento!"
Éste se detuvo cerca del automóvil y vio al joven Cornwall correr a su encuentro.
"¿Qué se le ofrece, señor Archie?"
"¿Cómo pudieron el tío Albert y Candy salir de viaje sin avisarnos?"
"El señor William dijo que era una oportunidad que no podían dejar pasar."
"Sólo al tío Albert se le puede ocurrir hacer negocios en estos tiempos tan convulsionados en Europa. Aunque me dijo que tenía plena confianza de que podría encargarme de los asuntos del conglomerado, a veces necesito de su consejo."
George resistió la tentación de revelar la verdad. Archie era astuto, no estaba convencido de tan débil excusa. Y William que no se reportaba. Hasta la señora Elroy estaba sospechando que algo raro estaba sucediendo. Lo bueno es que pronto tendría visitas para distraerla.
"Yo lo ayudaré en lo que pueda, señor Archie. Por cierto, ¿quiere que vaya por la señorita Patricia a la estación?"
Archie sacudió la cabeza. "No, gracias. Annie y yo iremos por ella."
"Muy bien, en ese caso regresaré al banco."
Archie se cruzó de brazos. Ese hombre se traía algo entre manos. Pero, ¿qué podría ser? Si tan solo tuviera la habilidad de Stear para inventar un aparato que obligara a la gente a contar sus secretos.
CAPíTULO 11
"Mucho tiempo, ¡qué mucho tiempo esté mi corazón lleno de recuerdos!
Como el florero en el cual rosas alguna vez se han destilado;
Puedes romperlo, puedes estrellar el florero si quieres,
Pero el aroma a rosas seguirá en él." Thomas Moore
Patty vio el portal de las rosas que llevaba a la mansión y recordó el primer día que Stear la invitó a tomar el té con la señora Elroy. Aunque la había conocido en la casa de verano de Escocia, los nervios por el reencuentro hicieron su aparición. Temía que la señora hiciera algún comentario por el penoso incidente del cuchillo.
Afortunadamente Candy había impedido que cometiera ese acto tan desesperado. Stear no hubiera querido que se dejara llevar por su tristeza, le dijeron hasta el cansancio. Hacía lo posible por recordar los momentos felices a su lado. Sin embargo, había días que los recuerdos tristes pesaban, pesaban mucho.
"Quizás hice mal en aceptar la invitación de Albert y Candy" murmuró, ajustándose las solapas de su abrigo verde bosque.
"No digas eso" Annie exclamó, viendo la reacción de Archie. "Nos hará bien pasar unos días en esta mansión tan bella, y con tan agradable compañía."
"Sí, Patty" dijo Archie. "Haremos que tu estancia sea lo más placentera posible, ¿verdad Annie?"
"Así es" respondió ella sonriente. "Candy y Albert quieren que pasemos juntos Acción de Gracias. Hasta convencieron a los papás de Archie que nos acompañen. Ya verás que la pasaremos muy bien."
Patty forzó una sonrisa. Por más que traten de aparentar, la ausencia de Stear siempre estará en sus mentes.
Dos años. Dos años era muy poco tiempo para aceptar que nunca volvería verlo.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, y desvió la mirada a la ventana.
"No se preocupen por mí, amigos. Stear siempre estará conmigo, amándome, como yo lo amaré siempre."
CAPíTULO 12
"Siempre en Día de Acción de Gracias
El corazón encontrará su camino a casa." Wilbur D. Nesbit
Era la víspera del día de Acción de Gracias en la mansión Andrew y los invitados se encontraban en el comedor tomando un desayuno ligero, preguntándose cuándo llegaban sus anfitriones, que tenían casi dos meses ausentes.
La tía Elroy calificaba de locura viajar a Europa y pensaba que Candy no debía apoyar a William en sus ocurrencias. Archie salió en su defensa argumentando que habían demostrado muchas veces que sabían cómo cuidarse. Los señores Cornwall contaban de sus andanzas por Egipto a Annie quien no perdía detalle pensando que podría un buen destino para unos recién casados. Patty sonreía cortésmente, deseando poder regresar a su casa en Londres, estar lo más lejos posible de este lugar que le traía recuerdos agridulces.
La tía Elroy estaba a punto de llamar al chef para preguntar cómo iban los preparativos de la cena de mañana, cuando George se presentó sorpresivamente con un mensaje del señor William- este año la cena de Acción de Gracias se realizará en Lakewood porque Candy y él quieren darles una grata noticia y prefieren hacerlo en un ambiente más íntimo.
Ante la resistencia de George de proporcionar más información, concluyeron que de seguro aprovecharían la ocasión para anunciar la fecha de su boda, así que dispusieron salir lo más pronto posible a la casa de veraneo.
Ellos no sabían que Albert y Candy habían llegado semanas antes con Stear. En cuanto zarparon en Nueva York, Albert había dispuesto para que viajara en una ambulancia en compañía de Candy.
En la casa fue recibido por Whitman y Mary, Doug, Dorothy y Judy, con flores y mensajes de buenos deseos del resto de la servidumbre quienes bajo la supervisión de George y promesa de guardar el secreto habían preparado la casa para Stear. Sus habitaciones fueron equipadas que podría parecer que estaba en un hospital, la habitación de enseguida para la enfermera, y otra cerca para Candy.
Al principio lo dejaron solo, conscientes que él necesitaba más descanso que cualquier otra cosa, y durmió por dos días antes de despertarse para sentirse mejor en mucho tiempo porque estaba de regreso en su querido Lakewood.
Candy y Albert estaban con él todo el tiempo, inclusive cuando la enfermera lo estaba atendiendo o lo revisaban los médicos especialistas.
Fueron ellos quienes lo pusieron de pie y lo sostuvieron mientras él trataba de caminar. De una silla de ruedas progresó a unas muletas.
"Estás mejorando muy rápido" dijo Candy. "A este ritmo podrás bailar con Patty en nuestra boda."
Stear tomó asiento, jadeando levemente del esfuerzo que había hecho. "No quisiera que Patricia me viera así-"
"¿No quieres que te vea tan delgado y pálido?" Preguntó Candy sonriente.
"Ustedes saben a qué me refiero. Puedo caminar con muletas, pero mis ojos siguen sin responder."
"No puedo creer que todavía estemos discutiendo sobre esto" dijo Albert. "Debes hablar con Patty y darle la oportunidad de decidir si te acompañara en tu rehabilitación."
Stear tenía miedo enfrentarse a Patty. "Les prometo que lo pensaré."
CAPíTULO 13
"Damos gracias por bendiciones desconocidas que vienen en camino." Anónimo
Día de Acción de Gracias, Lakewood 1918
Elroy y Lady Cornwall estaban sentadas en un sofá, tomando un cordial. Annie tocaba el piano mientras Archie la ayudaba con las partituras. Sir Cornwall caminaba frente a la chimenea, bastón en mano, mientras Patty estaba sentada en uno de los sillones a un lado del fuego, con una fotografía de Stear de niño, que Archie le había regalado.
"William, creo que tengo derecho a saber dónde has estado estos tres meses" dijo la tía Elroy, lanzando una mirada amenazadora a Candy.
A Candy le hubiera encantado escapar del salón. Era una tortura estar sentada a la orilla de su silla con el rostro serio cuando su corazón estaba dividido entre la esperanza y el desaliento.
Antes de que pudiera explicar, Albert dijo firmemente, "Con mi prometida atendiendo unos asuntos muy importantes." Aunque no miró a Candy a los ojos, la calidez en su voz era obvia.
Dorothy se presentó para anunciar que la cena estaba lista, a lo que Albert dijo, "Gracias Dorothy. Por favor dile Doug que la mantenga caliente un rato más."
"Sí, señor Andrew" contestó haciendo una leve reverencia antes de retirarse.
Cornwall golpeó su bastón sobre el piso. "William, ¿qué asuntos son esos? ¿Qué es ese anuncio tan importante?"
Respirando profundamente, Albert dijo, "Antes que nada, quiero que se tranquilicen. Candy y yo fuimos a Inglaterra porque recibimos información de que Stear estaba vivo."
"¿Cómo? Preguntó Cornwall, acercándose a su esposa que se estremeció al escuchar el nombre de su hijo.
"William, eso no puede ser" dijo Elroy con los ojos desorbitados. "Nosotros recibimos un telegrama de Francia diciendo que-"
"Fue un error de identidad, permítanme explicarles."
Stear había sido derribado en una batalla encarnizada sobre el Mar del Norte, había llegado en paracaídas a las orillas de Bélgica donde padeció la mezquindad de un soldado enemigo que le robó su uniforme, causando su identificación tardía.
Sus heridas lo tuvieron postrado por meses en diferentes hospitales, hasta que un golpe de suerte llevó a Flammy- una compañera de Candy- a trabajar al hospital donde él se encontraba bajo una identidad falsa por decisión propia, porque consideraba que era lo mejor para su familia. No quería ser una carga para ellos.
"¿Cómo pudo pensar eso?" Preguntó Lady Cornwall al borde las lágrimas.
"Porque somos unos malos padres" murmuró Cornwall llevándose una mano al cabello. "Los dejamos solos tanto tiempo, que no nos tienen confianza. Somos unos egoístas."
"No digas eso, padre" murmuró Archie, buscando los brazos de Annie.
Patty se puso de pie, con la foto de Stear en sus manos, sus ojos llenos de lágrimas. "¿Dónde está?" Susurró. "Quiero verlo."
Candy asintió. "Stear está aquí en Lakewood, pero antes de que entre quiero que sepan que camina con muletas, y que por el momento no puede ver debido a una lesión en el nervio óptico. Por favor, no se alteren, los especialistas dicen que podrá hacerlo muy pronto."
Albert abrió la puerta. Sir Cornwall tomó la mano temblorosa de su esposa y la apretó muy fuerte. Elroy y Annie se incorporaron, viendo al recién llegado de lentes oscuros guiado por George.
Patty puso una mano sobre su boca para detener un sollozo.
Fue Archie quien rompió el silencio.
"¿Hermano?"
CAPíTULO 14
"Una vez que escoges la esperanza, cualquier cosa es posible." Christopher Reeve
Gritando de alegría, Archie arrojó sus brazos alrededor del cuello de Stear. El resto de la familia los rodearon- su madre y tía Elroy ahogándolo con sus brazos perfumados mientras Sir Cornwall lo palmeaba cariñosamente en la espalda, mientras se enjugaba las lágrimas con el dorso de su mano. Albert temía que a la tía Elroy le afectara la impresión pero era obvio que volver a ver a Stear le había dado nuevos bríos.
Patty se preguntaba porque Stear la ignoraba. Volteó para ver a Candy en brazos de Albert, su espalda estremeciéndose de la emoción. Cuando la mirada del joven Andrew se encontró con la de Patty pudo ver un destello de empatía en sus ojos.
Stear no sabía que estaba aquí.
Ella se levantó y salió del salón, sintiendo que no era su lugar. Se dirigió al jardín frente al estudio de Albert, manteniendo la compostura en caso de que algún sirviente estuviera viendo. Con una mano cubriendo su boca para mitigar sus sollozos, se dejó caer sobre una banca, en una mezcla de alegría y tristeza. No sabía si lloraba por Stear o por ella.
Stear estaba donde pertenecía, en los brazos amorosos de su familia. Ella podía esperar un poco más.
"Patricia, ¿estás ahí?"
Ella se volteó para encontrar a Stear sin lentes.
¿Qué pasa?" Patty vio detrás de él preocupada. "¿Te están siguiendo?"
"Sí, mi familia." Se pasó una mano sobre su cabello alborotado. "Es muy difícil escapar de alguien que no puedes ver. Me siento abrumado con tantos abrazos y lágrimas. ¿Dónde estás?"
Agradecida que no pudiera ver sus ojos hinchados y las lágrimas en sus mejillas, dijo, "En la banca frente al estudio del señor Albert."
Stear caminó lentamente y se sentó junto a ella. "Albert y Candy me acaban de confesar que estabas aquí. ¿Por qué te fuiste del salón sin decir palabra? ¿Te doy lástima porque estoy ciego?"
Patty levantó una mano, para acariciar su mejilla. "Me fui porque estoy molesta conmigo misma. Por haber pensado que eras un egoísta por haberte ido a una guerra que no te pertenecía. No quería comprender que estabas haciendo lo que tu conciencia y corazón te dictaban. Pero me causa mucha tristeza lo que te ha costado. No creo que puedas perdonarme."
"¿Perdonarte? ¿Por querer protegerme? Tú eres quien debe perdonarme por no haberme atrevido a decirte personalmente mis intenciones de enlistarme, en lugar de enviarte esa carta."
"Por no amarte tal y como eres." Patty dejó caer su mano de lado. "Estaba tan desesperada por tu muerte, que estuve a punto de seguirte."
Stear cogió su mano para llevarla a sus labios. "Patricia, no digas eso" murmuró, sus ojos brillaban con una tierna luz. "Yo no quiero que sufras por mí."
"No puedo evitarlo, te quiero demasiado."
"Yo también te quiero, Patricia. Antes eras un sueño solamente. Ahora un sueño hecho realidad. Quiero que estés conmigo cuando pueda ver mi primer amanecer."
"Oh, Stear" exclamó. "Te ayudaré en tu rehabilitación y seré tus ojos mientras sea necesario. No me apartaré de tu lado, te lo juro."
Cuando los labios de Stear tocaron los suyos, una sensación dulce y abrumadora recorrió las venas de Patty. Deslizó sus brazos alrededor de él, respondiendo a su beso con un ardor que los dejó temblorosos.
"Cuando el doctor Hawkes me dijo que recuperaría la vista, me di cuenta que la única cosa que quería ver en este mundo era tu bello rostro."
Patty se quitó los lentes para enjugarse las lágrimas con las yemas de los dedos. "Me temo que vas a desilusionarte, soy un desastre."
"Nunca podrás desilusionarme" dijo solemnemente. "Vamos, nos están esperando para cenar, aunque tendrás que ayudarme con los cubiertos."
"Sí, tenemos mucho que agradecer."
Stear se acercó para besarle tiernamente la nariz. "Por algo le llaman Día de Acción de Gracias. Después de la cena te platicaré sobre esta tradición."
"Me puedes platicar todo lo que quieras, siempre estaré dispuesta a escucharte."
"Y yo a ti, querida Patricia."
FINIS
11/25/2008
Páginas utilizadas en la elaboración de este minific
Lafayette Escadrille - Wikipedia the free enciclopedia
http://en.wikipedia.org/wiki/Lafayette_Escadrille
WWI The Medical Front - The Homeopathic Hospital at Neuilly in France, 1914-1916
http://www.vlib.us./medical/hmehosp.htm
Flyboys - 2006