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Imposible amor
Por Sadness
Fanfic escrito especialmente para el Festival de Fanfics 2014.
I
Habían pasado varias horas desde el terrible altercado que sostuviera con esa “testaruda” y aún en la soledad de su habitación, esa terrible sentencia resonaba en su cabeza, -Usted, no sabe lo que es amar-
-¡No sabe lo que es amar! Se repetía lentamente para sí, esa frase lapidaria que le laceraba el corazón, al tiempo que en su rostro se podía observar un rictus de desolación.
-¿Y tenías que ser tú, precisamente tú, quien me lo reprochara?- Acto seguido, contempló su imagen en la luna del primoroso tocador.
Por un momento, tuvo el deseo de hacerlo añicos, le dolía observar la imagen que el espejo le devolvía: Mujer en los cincuenta, con líneas profundas en su otrora lozano rostro, sus largos cabellos cobrizos, eran ahora salpicados por algunas mechas blancas, su cuello, su busto, sus manos...eran el rostro de la decadencia.
-¿Qué no sé amar? ¡Chiquilla estúpida! ¿Qué sabes tú, lo que es amar?...amar con real pasión, como ama una verdadera mujer. ¡Tú, que aún usas calcetas y las curvas de tu cuerpo aún no se desarrollan!- Finalmente, la mujer se derrumbó y se deshizo en llanto. La majestuosa e imperturbable matrona del Clan Andrew, caí de rodillas presintiendo su derrota.
Junto con el copioso llanto, emergieron los recuerdos:
Ella, mujer madura de talante hosco, la que nunca se había casado, porque el Destino se empecinaba en frustrarle tomar las riendas de su propia vida.
De pronto, se vio forzada a tomar las riendas como cabeza de familia del poderoso Clan Andrew y hacerse cargo, de dos pequeños. ¡Ella, que no concebía en sí, el amor maternal! Tenía que hacerse cargo de esa responsabilidad, de nuevo el Destino le jugaba sucio.
Fue, en esos días, en que Elroy, asumió la dirección temporal de los negocios familiares, que el joven George Johnson, protegido de su difunto hermano, se había dado a la tarea de asesorarle e introducirla en las cuestiones legales y procesos financieros de la fortuna de los Andrew, alguien tenía que asumir la dirección en lo que el sucesor directo alcanzaba la adultez necesaria para asumir esta posición.
Aunque, ya le había tratado antes y le conocía de tiempo atrás, nunca con el acercamiento que tenían en ese momento, las jornadas eran largas, pues era de suma importancia estar al corriente del manejo de las empresas.
Conforme pasaban más tiempo juntos, ella empezó a mirarle de forma distinta, se sentía cómoda con sus gentilezas, sus atenciones, la paciencia que demostraba al repetir una y otra vez, algún proceso que ella no entendía.
Alguna vez, ella misma, se sintió sorprendida, al percatarse que más de una vez, mientras él explicaba algún tema, ella se descubrió dibujando con la mirada el varonil perfil.
Y luego, a solas en su habitación, se recriminaba así misma, esas ligerezas:
-¡Elroy, eres una atrevida! ¿Acaso no te das cuenta? ¡Él es tu subordinado! -Y entonces, le embargaba una sentimiento que no podía explicarse, sentía dolor y a la vez, una felicidad enorme en su pecho.
-¿Cómo puedes imaginar siquiera, que él, pueda tener otro interés hacia ti? ¡Mírate, eres una mujer madura...podrías ser su madre! ¡Elroy, estás perdiendo la cordura!- Elroy, odiaba estar a solas en su habitación, pues ella era su más acérrima crítica.
El tiempo transcurrió, Elroy poseedora de una gran inteligencia demostró ser una avezada pupila para George, quien disfrutaba enorme la conversación con madame Elroy, no había pasado desapercibido para el joven el físico atractivo de la dama.
Y es que a pesar de no ser una joven, Elroy aún conservaba la belleza de su ya extinta juventud, su bronceado natural contrastaba con lo rojizo de su cabellera, su enigmática mirada de pocos amigos, sus labios carnosos y la sinuosidad de las curvas que brinda la madurez, resultaban aún, todo un atractivo manjar para los ojos masculinos.
II
Fue así, que una tarde-noche de un frío verano, el Destino caprichoso movía de nuevo sus hilos misteriosos:
Y era lógico imaginar lo que iba a ocurrir en la privacidad de esa habitación, una mujer con los deseos tanto tiempo aletargado, fuego y estopa; un navío a punto de naufragar; sed no satisfecha y fuente inagotable donde saciarla; un hombre y una mujer dando rienda a su instinto natural.
Eran dos almas solitarias, con una demandante necesidad de afecto, bastó que coincidieran en una mirada, un inesperado roce de sus manos. Luego, un beso robado, torpe y medroso al principio, y de a poco se volvía descarado, demandante y anhelado con urgencia.
El tiempo se detuvo para los amantes. Las manos trémulas del joven van descubriendo la sinuosidad de esta tierra prometida, tan anhelada.
Lo primero en caer en la refriega amorosa, fue la tupida y cobriza melena que dotaba a su dueña, de una apariencia salvajemente sensual, acto premonitorio de lo que habría de venir después, carnalidad al rojo vivo.
Venus salvaje, emergiendo, no de la espuma marina, sino de capas de seda y encaje, que cubrían con esmerado recato esa anatomía femenina.
Él, la contempla arrobado en su plena desnudez, le encanta lo que ve, un cuerpo grueso sin ser robusto, caderas deliciosamente amplias (amplías como sus propios deseos), frondosos pecho que le invitan a colmar de ellos su lasciva.
Sin duda lo que logró vencer en él, todo asomo de reticencia, fue ese triángulo cobrizo, seductor, atrevido que nacía en la entrepierna de su diosa mortal.
Ante ese espectáculo, el joven trigueño cae de hinojos ante él, como si se tratara de un objeto sacro al que debe rendirle pleitesía. George, bebe con inaudita urgencia de la cavidad sagrada el elixir carnal. Ella, a cada embate de esa rugosa y cálida sierpe que hurga, le penetra y demanda de ella el placer, se deja fluir libre, natural.
Es inevitable no estremecerse ante el impacto de esas caricias en su bajo vientre, el placer la trasforma, y ella, es el vivo retrato de la lujuria. Con su propias manos mesa sus pechos, los despierta y estos solícitos apuntan al cielo; con la otra, sujeta la cabeza de su joven amante y al igual que con la brida de su corcel, ella marca la intensidad, ritmo y dirección de donde detona su placer sexual.
El tiempo se detuvo en esa habitación, y sin embargo, se han poseído de todas las formas posibles, y aún fatigados, no se encuentran del todo satisfechos, demandan más.
-¡Al diablo, las buenas maneras y lo que opine la sociedad! ¿Qué ella es una mujer madura y el un mozalbete? ¡Quizá! ¿Qué él no puede ofrecerle nada?, ni siquiera quitarle a su amor la categoría de clandestinidad. ¿Qué él, es sólo un subordinado y ella la matriarca de un poderoso clan? ¡Eso que más da!-
Porque cuando está con él, ella es material dúctil a sus deseos, masa maleable de carnalidad. Juntos, alquimistas en busca de la piedra filosofal, sus cuerpos que se buscan, se encuentran, se funden, tan sólo un hombre y una mujer.
A la par de estos encuentros clandestinos, en Elroy, se fueron dando algunos cambios, su gesto siempre adusto se dulcifico, un extraño brillo en su mirada solía delatar de estos cambios en su persona.
Y es que, de ser un simple escarceo amoroso, donde imperaba sólo el placer, satisfacer una necesidad natural del cuerpo, sin existir compromiso o promesa de amor, esto se fue transformado en un sentimiento amoroso en ella.
Conforme, Elroy demandaba más tiempo, atenciones, encuentros sexuales con él, el comenzó a comportarse de forma distinta, evitaba en lo posible permanecer a solas con la señora Elroy, los encuentros íntimos fueron haciéndose más escasos, hasta desaparecer.
Y mientras, George se alejaba cada vez más, ella lo iba amando con todas sus fuerzas.
III
-¿Qué no sé amar? Y precisamente, tú ¿me lo echas en caras? ¡Tú, pequeña ladrona, tú la que me has robado el amor de Georgie!
Y el llanto comenzó de nuevo a fluir en esa mujer de mirada apagada y el orgullo vencido.
‘¡Pauna, mi querida y adorada Pauna, me has robado lo que más he amado!
Y toda desmadejada, sentenció de forma implacable –Pero sí él, no ha de ser mío, tampoco lo será para ti!-
La diosa mortal caía una vez más, ante su poderoso oponente, su propio destino.
FIN