El plan
Por Fran
2007
Disclaimer: Candy Candy, sus personajes e historia pertenecen a Kioko Mizuky y Yumiko Igarashi. Los derechos de distribucion a Editorial Kodansha y a Toei Animation. Sólo espero que no me demanden por eso, ellas son unas expertas.
El plan 1.- Amigos. Más que amigos.
Archie y Annie se despiden de mi y se alejan caminando despacio, conversando. Él la lleva sujeta del codo y tras caminar unos 200 metros se detienen bajo un árbol. Archie se sitúa frente a ella para mirarla a los ojos mientras conversan. Hay algo en la forma en que él se coloca que revela que hay mucha confianza entre ellos. Están muy cerca sin llegar a tocar sus cuerpos entre sí, aun así el cuerpo de Archie parece proteger el de Annie, envolverlo. Discuten suavemente, ella es así, no levanta la voz y siempre esta tratando de no llamar la atención lo que obliga a Archie a inclinarse sobre ella, aun sin tocarla. Ella se ve un poco disgustada pero en realidad no lo está. Con sus dedos le quita una pelusa, imaginaria seguramente, de los hombros del saco de Archie y después finge acomodar el cuello de la camisa y enderezar la corbata, como si Archie no vistiera siempre impecablemente. Sé de que se trata la discusión sin haber oído una palabra. A ella no le gusta que se toquen en publico se vale de esos trucos como arreglarle la ropa para tocarlo sin sentir que está violando las leyes no escritas del pudor femenino.
Desvío mi mirada momentáneamente hacia otra pareja que acaba de entrar al parque. Son muy jóvenes, amigos seguramente, pero se gustan lo puedo ver por su expresión corporal. Caminan a una distancia prudente, él hunde sus manos en los bolsillos de los pantalones como si estuviera escondiendo algo que nadie debe ver y ella sostiene el asa de su bolso con ambas manos como si estuviera colgada de una liana y fuera la única cosa que le impide caer. Van platicando pero no se voltean a ver o lo hacen cuando creen que el otro no lo esta mirando
Archie y Annie no se han movido, continúan conversando. Ella baja la mirada con esa timidez que te puede hacer sentir culpable por hacerla sonrojar tan vivamente sólo que en Archie tiene otro efecto. Con un dedo en su barbilla la hace levantar la cara, ella respira con agitación, estoy a punto de levantarme y correr hacia ellos para socorrer a mi amiga, ¿en qué? No lo sé. También sé que no es necesario, porque ella lo mira de frente y no se separa ni un centímetro del cuerpo de él. Se puede decir que casi están ocupando el mismo espacio sin apenas rozar sus cuerpos. Finalmente Archie se acerca a su rostro y ella mira nerviosamente hacia todos lados y se dan un suave beso en los labios. Reanudan su camino el intenta tomarla por la cintura pero ella hábilmente logra evitarlo.
Los sigo con la vista hasta que se pierden. Annie y Archie llevan de pareja varios años y ella aun no acepta con facilidad sus muestras de cariño en publico le importa tanto lo que los demás pensaran que se niega algo que desea mucho. Jamás lo entenderé.
Los chicos que paseaban se sientan en la banca contigua a la que estoy yo. Se han colocado prudentemente lejos uno del otro. Él parece monopolizar la conversación, ella sólo emite risillas nerviosas. Poco a poco la voz de él se va apagando sólo son algunos comentarios aislados a veces por él, a veces por ella. En un intento por tener motivos para seguir juntos sin ir más allá. Con el silencio estallando en sus oídos y poniéndolos nerviosos porque si rompen ese único contacto que hay entre ellos no tendrán nada más que los acerque. Y no se atreven a tocarse, a expresarse de otra manera, a buscar como comunicar sus sentimientos.
Estoy absorta en la observación de mis vecinos de banca que el cuerpo que llega de improviso a mi lado me hace respingar pero el aroma tan conocido que lo acompaña me hace recuperar la calma, se sienta junto a mi, muy pegado sin dejar espacio ni para una hoja de papel, siento como me empuja contra el brazo de la banca
Llegas tarde
Cosas de ser jefe. Todos tienen cosas de ultima hora que presentarte y si no están bien hay que esperar a que las corrijan
Se estira y se acomoda mejor en la banca, me pasa un brazo por los hombros y yo me muevo casi sin proponérmelo para mira de frente. En sus ojos me ofrece una disculpa que yo acepto porque esta rutina ya la hemos repetido tanto que no hacen falta palabras. Es cuando él se siente tranquilo y me sonríe
¡Hola Candy!
¡Hola Albert!
¿Hace mucho que...
...Annie y Archie se acaban de marchar. Te esperaron por hora y media, pero ella tenía un compromiso con sus padres y no se pudo quedar más
No te puedes quejar de la compañía
¡Claro que no! Dimos de comer a los patos, Archie nos compró un helado y Annie estuvo contándonos por más de media hora la novela que esta leyendo sobre una sufrida chica que pasa gran parte de los capítulos llorando por un hombre que la engaño
Lo que seguramente te convenció de no intentar siquiera leer la primer pagina
Reímos juntos, hace mucho que coincidimos que no nos gusta leer sobre tragedias románticas. Claro no es que tengamos mucho tiempo para leer, somos personas muy inquietas y preferimos hacer cualquier actividad que nos haga movernos a estar esclavizados en las paginas de un libro.
Me ayuda a levantarme dándome la mano y descubro que los chicos de la banca de a lado nos observan, quizás estén analizándonos de la misma manera que yo lo hice minutos antes. ¿qué pensarán? Supongo que intuirán lo amigos que somos, por la cercanía que hay entre nosotros, por la confianza con la que nos tocamos y por como nos entendemos sin hablar mucho. A algunos les cuesta hacerse amigos cuando hay amor entre ellos, temen fallar y sólo quieren mostrar sus mejores cualidades lo que los hace estar todo el tiempo tensos tratando de impresionar a su pareja. Eso es lo que nos hace diferentes a nosotros, nunca hemos pensado enamorarnos entre nosotros, ni creo que algo así suceda, llevamos tanto tiempo siendo amigos que no creo que otro sentimiento pueda ser más fuerte.
Antes de alejarnos del parque me atrevo a mirar por última vez a la parejita que me mantuvo ocupada minutos antes. Se han acercado más y me siento cómplice del romance que pronto florecerá. Mi descuido me ocasiona que no preste atención al camino y tropiece, la siempre oportuna mano de Albert me salva de quedar tendida en el suelo cuan pequeña soy.
Albert me pregunta si olvide algo, por mi insistencia en mirar hacia atrás. No quiero decirle que estoy de metiche pero su sonrisa me desarma, apenas curva los labios y la curiosidad tenuemente disimulada en sus ojos que exige sin exigir ser saciada. Con un poco de reticencia le cuento de mi “sano entretenimiento” de observar a ciertas personas e inventarme historias acerca de ellos. Le hablo de los chicos en la banca contigua a la mía. Albert me sorprende afirmando que se nota que se traen algo entre ellos. Sin embargo su mirada se nubla, me mira de reojo, recorriendo mi rostro como si pensara algo muy complicado acerca de mi, finalmente sonríe con un dejo de travesura y me reta a que le cuente que me imagino cuando lo observo a lo lejos.
Sin decirle que fingir abrir los velos de su misteriosa personalidad es uno de mis ejercicios favoritos, le revelo que lo más notable que encuentro al observarlo es esa tranquilidad con la que siempre parece hacer las cosas. Ni las discusiones con la Tía Elroy, los apuros que hace pasar a George con sus decisiones, los prejuicios y alevosía de sus socios comerciales o el agobio de los compromisos sociales le alteran, es como si la vida se tuviera que acoplar a él y no al revés. Siempre bromeamos sobre lo inquieta que soy pero pocas veces hemos conversado como hace para mostrarse siempre jovial en sitios que a mi terminan poniéndome nerviosa y con ganas de saltar por la ventana mientras él puede contenerse en situaciones que hasta llegan a parecer embarazosas. Me pide un ejemplo de lo que yo considero embarazoso y debo recordarle del acoso al que lo someten las chicas Davis en cada reunión que coinciden para siempre terminar abandonándolo con la madre de éstas. El asegura que la señora Davis es más interesante que sus dos hijas juntas.
Lo que me lleva a confesar que me sorprende que se muestre tan consecuente con los descarados coqueteos de algunas mujeres con las que convive en las fiestas. Albert solo ríe, por un segundo creo que se burla de mis conjeturas y me encuentro con la novedad de que el coqueteo en ocasiones es reciproco. Se explaya comentando que es una reacción natural, el magnetismo funciona para ambos lados, no te atrae lo que no está en tu misma frecuencia mandándote señales que solo tu puedes advertir. Busco en mi memoria gestos que pudieran haber pasado desapercibidos y la mención de la señorita Green y lo mucho que él suele concentrarse al conversar con ella es de lo poco que logro rescatar.
Que lo único que Albert diga al respecto sea acerca de lo apetecibles que son los labios de las señorita Green me deja de una pieza.
Horas después de compartir la merienda y contarnos lo que hicimos en el día. Llego a mi departamento. Al estarme cambiando de ropa mi reflejo en el espejo atrae mi atención hacia mis labios ¿serán apetecibles? ¿alguna vez los habrá mirado Albert evaluándolos? ¿qué otros detalles femeninos atraen su interés? No puedo evitar tampoco hacer el recuento de lo que paso en ese momento, sigo anonadada. Albert aseguraba, con toda razón, que no era su intención sonar como un atrevido y hacerme sentir incomoda. No pude explicarle que mi sonrojo no fue por su comentario, fue ante mi descuido de ignorar que él es también un ser humano, un hombre que encuentra atractivas a las mujeres. ¿En qué nube había vivido todo este tiempo creyendo que era tolerancia lo que él demostraba ante el asedio de ciertas mujeres?. Desde luego que debe disfrutar de la atención de la que es objeto, complacerle su compañía y sentirse atraído por más de una. Que egoísta soy pensando en mi mejor amigo como un ser asexual.
Esto que ni siquiera debería ser una revelación es el detonante hacia una nueva actitud de mi parte. No es posible que me atreva a llamarme amiga de Albert y ni siquiera tome en cuenta que encuentre atracción en el sexo opuesto, yo muchas veces creía que al acompañarlo a algún evento lo salvaba de ese terrible destino.
Sé de sobra el miedo que tengo de perderlo y esa es la causa por la que me negaba a ver la mínima posibilidad de que él encuentre alguien con quien compartir su vida y me deje a un lado. Es el momento de olvidar eso. Para permitirle aprovechar este tipo de oportunidades y para mi beneficio, para hacerme más fuerte, independiente y madurar.
Me propongo cambiar. Ser mejor amiga de lo que hasta ahora he sido. Es una sensación que me estimula al saber que todavía hay cosas que tenemos Albert y yo por descubrir y compartir.
El Plan 2.- Celestina por naturaleza.
No puedo evitar reír ante el comentario de mi amiga Annie. Es algo que últimamente no ha dejado de dar vueltas en mi cabeza. Al ver su cara compungida comprendo que lo mejor es explicarle que no me burlo de sus palabras, sólo de la coincidencia.
Si cada vez que alguien me pregunta sobre ese tema, me dieran un dólar, ya sería rica. ¿Ahora crees más en los chismes que en mi Annie?. Nos conoces a ambos, principalmente a mi, y sabes de sobra que es posible que exista una amistad tan grande, entre un chico y una chica.
Entonces siguen siendo sólo amigos”
No ‘sólo amigos’, somos más amigos cada vez
Yo... yo lo... lo siento Candy, no dudo de lo que me has dicho pero esa nota en el periódico... se veían tan felices en la foto... – desde luego que también estaba el famoso diario. Albert se ha visto sometido a tal acoso por parte de la prensa que ya no saben con quien ligarlo sentimentalmente. Lo extraño es que hayan reparado en mi por primera vez, ya que soy una de sus más frecuentes acompañantes.
No te sientas mal Annie, muchos lo han creído, tan sólo la jefa de enfermeras me felicito por el gran partido que me sacará de trabajar, ¡cómo si yo quisiera eso!. Pero yo no te ocultaría algo así. Albert y yo no somos de las personas que ocultan lo que les pasa, ¿no crees que si estuviéramos enamorados te daríamos asco de lo empalagosos y lujuriosos que nos pondríamos? – Por un momento me cruzó la visión de ver a Albert de esa forma, con una chica que lo haga dejar de medirse en todo momento. – jaja si muchas personas voltean la cara cuando nos saludamos o abrazamos, imagina algo más íntimo.
Pareces muy segura de que tus sentimientos por Albert son sólo de amigos
¿Cómo no estar segura de eso?
No es la primera vez que exploro el tema. Desde que compartimos el departamento durante su enfermedad, sabía que era más que agradecimiento lo que me motivaba a buscar su curación. Cuando se fue, era obvio que más que preocupación, lo que me provocó el llanto y el deseo de buscarlo fue la desesperación de pensar que no lo volvería a ver. Al descubrirlo como mi tutor, mi admiración por él llegó a rebasar cualquier limite. Su silencio fue porque quería ganarse mi cariño y respeto limpiamente, sin presiones o de manera forzada. Finalmente al saber que fue a quien en mi niñez llame Mi príncipe de la colina, ese amor que nació el único día que lo vi, se mantenía puro e inamovible. Pero no era lo que una mujer siente por un hombre. Era algo más grande, una ilusión eterna.
No se parecía en nada de lo que sentí por Anthony o por Terry. Esa ansiedad por verlos, añorando la primer caricia, que ese beso que te provoco tremendo revuelo en el estomago se repita. Que sus miradas, sus gestos, sus palabras te provoquen mil sensaciones que se extienden por todo tu cuerpo y se vuelven difíciles de soportar si no son canalizadas al tomar tu mano, o acariciarte el rostro. Que inventes mil formas de llamar su atención forzando roces “casuales”, contactos imprevistos y una cercanía física que dejan en ti una sonrisa boba y las piernas como si no tuvieran huesos. Que apenas despedirte ya estás anticipando la próxima vez que los verás, inventando fantasías de lo maravilloso y escalofriante que será ese nuevo encuentro, porque si estás lejos de él te duele y cerca no te puedes controlar.
Con Albert ha sido tan diferente, único, como si fuera una parte de mi, no una contraparte, una pareja, un complemento. ¡Es Albert! No necesito buscar pretextos para estar con él, para tocarlo, para abrazarnos, lo quiero hacer, lo hago y nada de pensar si creerá que estoy pretendiendo algo con él. Por eso estoy tan segura, porque con Albert las cosas son tan naturales, ante él me calmo y no me trastorna lo que pueda decir, pensar, equivocarme y quedar como una tonta frente a él porque no lo quiero impresionar ni convencerlo de lo que siento por él y el amor es imposible de puntualizar sólo lo sientes, te inunda, te sobrepasa como una sensación electrizante que no te abandona nunca y con Albert eso nunca ha llegado a suceder, no apremia, no arde, no golpea, simplemente está y nunca tengo dudas que así será.
Annie empieza a mostrarse inquieta, me estoy pensando mucho su respuesta.
Claro que si. He estado enamorada antes, sé lo que se siente y de ninguna manera se asemeja a lo que siento por Albert
¿Dirías lo mismo de Albert?
Sin duda. Su forma de actuar conmigo es la de siempre. No hay otras intenciones en los abrazos, las caricias y sus palabras. Lo sentiría, así como sabes cuando a alguien le caes mal, también sientes cuando alguien está enamorado – o cuando hay magnetismo, me aclaro recordando lo que él y yo conversamos ayer.
¿Han tratado el tema entre ustedes o por lo menos te lo has cuestionado?
Platicar con Annie, es como hablar al viento, así que cuando conversó con ella es mejor mirar hacia cualquier otro lado, porque ella rehuye la mirada de su interlocutor, ni siquiera a Archie es capaz de sostenerle la mirada por mucho tiempo, acaba volviendo la cara hacia el piso y sonrojándose. Por eso me sorprende que me mire directamente, pendiente de mi respuesta.
No puedo más que sonreír, Annie demuestra ese valor tan oculto en ella y porque no dejo de sentir que acabo de ser descubierta cometiendo una travesura
Jamás he dicho que no me gusta Albert, es apuesto y gentil y bueno, tanto tiempo juntos, nos hemos hecho confidencias de las personas que nos gustan – realmente sólo hablaba yo hasta la tarde anterior en que revelo su interés por la señorita Green. Mi amiga me escucha atentamente, sin intervenir, espera que le diga algo más, pero eso es algo que todavía estoy por averiguar – ¿a qué viene este repentino interés?
Sin esquivarme la mirada y sin el menor rastro de su usual timidez, es más, hay esa displicencia con la que suele mirar Archie, dando a entender que no le interesa.
Porque se ven felices juntos, no sería tan difícil avanzar un poco más en su amistad, podrían tal vez ... enamorarse
Lo último no me lo dijo de frente, miró al piso y un leve sonrojo coloreó sus mejillas. ¿Annie, el papel de celestina te está dando problemas? Simplemente no te va, ¿tanto tiempo a mi lado y no has aprendido nada? No se puede ser tan obvia en tus intenciones.
¿Albert y yo tratándonos y conociéndonos más?, sería imposible. Nos conocemos desde hace años, hemos pasado por tales situaciones que nos han unido mucho, tenemos una promesa de compartir lo que nos pase. Es difícil que eso cambie de un día para otro, ¿no crees? – si Annie aunque me mires así, Albert conoce mis peores momentos y también los mejores y yo soy la persona que más lo conoce de la manera en que él siempre ha deseado, si era nuestro destino enamorarnos algo hemos hecho mal porque no lo hemos logrado y mejor no pensar que hay algo así de mal entre nosotros.
Pero ambos están solos, no hacen nada por conseguir una pareja, alguien sólo para ustedes. No es tan descabellado pensar que como siempre están juntos...
¡¡Hola Chicas!!” ¿las puedo acompañar un momento? – una amiga con el poder del viento para destruir los castillos de aire que Annie construía para mi y Albert
¡¡Hola Amanda. Qué sorpresa verte por aquí!! – Amanda deposita un beso en mi mejilla y de igual manera con Annie que sólo sonríe para darle la bienvenida. Rápidamente ocupa una de las sillas de la mesa que compartimos.
Estoy buscando al Doctor Langley, me atenderá en cuanto termine la ronda de sus pacientes. Lamento haberlas interrumpido
No interrumpes, comentábamos los chismes del periódico
¿Cómo te sientes de aparecer en el diario Candy? Y con Albert, nada menos. ¡quién tuviera tu suerte!
Amanda no debes hablar así, recuerda que tienes novio – exclamo Annie, interviniendo antes de que aclarara las cosas con Amanda
Ya no más. Es oficial. Jack me abandonó para volver con su exnovia
Lo lamento tanto Mandy – y comprendo porque a pesar de detestar los hospitales está aquí. Una decepción como la que acaba de tener puede causarle uno de esos periodos de tristeza que suele tener en ocasiones.
Que lastima, Mandy. Reían tanto cuando estaban juntos – Annie, la que reúne a las parejas por las causas más extrañas
Ya quedo atrás. Es pasado y ahora hay noticias frescas en el periódico – me mira específicamente a mi mientras se frota las manos como si estuviera frente a un banquete
¿Tu también crees en esos chismes?
Desde luego, tu has desbancado a toda la competencia. Albert nunca había sonreído para una foto - ¿me he perdido de algo? ¿Amanda también autentifica el amor de las parejas por la frecuencia con que sonríen?
Es que sus demás acompañantes – enfatizo DEMÁS ACOMPAÑANTES – no saben que hay que contarle un chiste en cuanto vean aparecer a los fotógrafos, lo ponen de mal humor
No vas a negar que tiene predilección por ti, eres su más frecuente compañía
Son familia Amanda. Por lo regular reciben las mismas invitaciones. Lo curioso es que no ocurran esas suspicacias cuando lo acompaña la tía Elroy – ¿Fue ironía lo que detecte en las palabras de Annie?, hace unos minutos ella defendía la misma idea. Definitivamente está pasando mucho tiempo con Archie, el espíritu combativo y su sarcasmo se le están arraigando muy fuertemente. Sin embargo no se puede pasar por alto la situación que plantea Annie y las tres nos reímos maliciosamente.
Es que esperan que Albert les pida matrimonio tras un breve encuentro y ni siquiera se dan el tiempo de conocerlo
Pero Candy, si tú que lo conoces tan bien, no has logrado rendirlo a tus encantos, ¿qué podemos esperar las demás que apenas podemos verlo en contadas ocasiones?
Jajaja Mandy por la forma en que lo dices es fácil imaginarse por un lado a la tia Elroy fulminando con la mirada a las pretendientas de Albert y por el otro a Candy acaparándolo para que no hable con nadie más
Eso es gracioso Annie. Albert necesitando que lo defiendan de las cazamaridos. Hasta el momento has hecho un magnifico trabajo
¿En serio creen que le espanto las pretendientes a Albert? No me había puesto a pensar que puedo ser un estorbo para que el tenga tiempo para dedicarle a una relación sentimental – obviamente lo que paso ayer y este intercambio de bromas entre Annie y Mandy me hacen sentir que he pasado por alto las necesidades de Albert de una forma totalmente egoísta.
No. Sólo bromeamos, creo que las intenciones de quienes se acercan a Albert son más que obvias y el se da cuenta
Exacto, van en plan seductor y como dijiste antes no se toman el tiempo para conocerlo
Me tranquilizan chicas. Albert mostraría interés si alguien se le presentara tal cual es, sin parecer desesperada por un marido, con total sencillez y naturalidad
¿Hey qué me dices de mi? Soy la honestidad en persona y Albert ni siquiera me ha notado
Jajaja. 1.- Nunca has hablado más de 5 minutos con él, 2.- Evitas toda reunión que tenga que ver con los negocios de tu papá y 3.- Estabas acompañada – de haberme repuesto de la sorpresa de saber que Amanda se interesaba en Albert habría vuelto a entrar en shock al oír a Annie hablar de esa manera tratando de desalentarla.
Amanda ¿realmente estás interesada en Albert? – su cara fue un caleidoscopio de expresiones, sorpresa, indignación, duda, desconcierto, para acabar sonrojada hundiendo la cara en su taza de café después de que tras intentar decir algo de sus labios apenas salían balbuceos. Tenia que reconocer que Amanda mostraba siempre mucho interés cuando platicábamos sobre Albert y que la idea de ella como parte del grupo era sensacional, me caía muy bien – Porque de ser así, sabes que estás ante la persona que puede ayudar a lograr a despertar el interés de Albert por ti.
¡¡¡Candy noooooooooo!!! – esta es la Annie que conozco de siempre, miedosa
Si. Si quiero. Realmente quiero conocer ese Albert que sonríe y como saber hacerlo sonreír, es tan sexy – el enorme contraste con la Amanda apagada y triste que conocí con la exultante chica que tengo enfrente de mi, es el indicativo de que lo que estoy pensando no puede estar mal. ¿a quién puede hacerle daño hacer una amiga sonreír, ilusionarse, olvidar las cosas que causan pena? y de paso procurar compañía agradable a un amigo que ha hecho tanto por ti. Es casi perfecto como encaja todo.
Entonces es un hecho. Ven a verme mañana a la hora del almuerzo y pensaremos en un plan para no parecer tan obvias ¿te parece?
No faltaría por nada del mundo
Mi tiempo de descanso termino. Hasta luego Annie – Ella no quita su cara de espanto y sólo asiente con los ojos abiertos como platos – Hasta pronto Mandy – ella al contrario se levanta y me despide con un fuerte abrazo.
El plan 3.- El plan
Me despierto antes de lo acostumbrado. Mi conciencia tuvo mucho que ver.
No dejo de pensar mientras me preparo para salir. Los argumentos se contrapuntean unos a otros.
La convicción que tenía ayer al proponer manipular la vida amorosa del que considero mi mejor amigo, se ha esfumado. Por enésima vez en estos últimos días me pregunto ¿qué clase de amiga soy? y me quiero golpear por la estupidez que he hecho. ¿quién soy yo para determinar qué clase de mujer le conviene? ¿por qué he hecho a Amanda una promesa que no está en mis manos cumplir?
Por otro lado Amanda es una gran persona, agradable y con unos labios que seguramente Albert encontrará apetecibles. Es una chica que se preocupa por su aspecto, siempre se encuentra bien peinada y a la última moda. Su cabello a veces me da envidia, lo tiene tan rizado como yo, pero nunca parece que acaba de salir de un huracán. Sus ojos grandes y risueños le aseguraran a Albert la permanencia del color azul en los ojos de los Andrew y sus labios son gruesos, no tanto como los de la señorita Green, pero si carnosos. Albert es muy atento con ella y no creo que sólo lo haga porque es mi amiga, los he visto entenderse muy bien cuando charlan.
Sólo es un intento para fomentar la amistad entre ellos, si se da algo más, será porque ambos lo quieran. No me puedo echar para atrás. Me preocupa el estado de ánimo de Amanda, se veía tan contenta ante la perspectiva de tratar a Albert que no quiero ser la causante de una recaída y esos ciclos de tristeza son muy negativos para su salud. Y pienso también en la reciente ruptura con su novio, así sea sólo como apoyo, le haría mucho bien estar cerca de Albert, es tan dulce y comprensivo y eso es la medicina que yo recomendaría. El frío y la soledad pueden ser contraproducentes para cualquiera y Albert logra desaparecer todo eso, aún sin proponérselo.
Miro el reloj y noto que aún es muy temprano para ir al hospital, debí haberme quedado en la cama sólo a descansar sin importar que no puedo dormir. Me veré muy mal bostezando en la reunión a la que acompañaré a Albert. Todo se junta: Amanda, Albert, mi cansancio, la fiesta. Pero debo pensar en las ventajas, Albert y Amanda pueden encontrarse ahí o ¡mejor aún!, Albert podría llevar a Amanda en vez de a mi y yo podría recuperar mis horas de sueño que estoy perdiendo al pensar en como reunirlos. Poco a poco la idea comienza a tomar forma y antes de que mi conciencia entrara en acción ya estaba tomando un auto de alquiler con rumbo a la mansión Andrew.
Soy muy bien recibida ventajas de ser miembro de la familia. Me llevan inmediatamente ante Albert que me recibe con una gran sonrisa. Pronto estoy a su lado con su brazo sobre mis hombros y un beso en mi cabello, intercambiamos los saludos habituales y antes de que pueda decirle el motivo de mi visita me invita a desayunar. Mi estómago me advierte que no debo dejar pasar esa oportunidad. Podemos conversar en el comedor o eso creí hasta que vi que la tíaabuela también desayunaría con nosotros.
El envento transcurre como suelen ser las reuniones entre nosotros tres. Con Albert hablando alternadamente con una o con otra, pero no entablando conversación entre nosotras. Ella me tolera, llevo su apellido, cuidé de Albert, aún así no me considera alguien de su clase. Yo por mi parte la respeto, es una persona mayor y es quien cuidó y quiere mucho a mis mejores amigos. Hace mucho dejó de ser incomodo este “civilizado” acuerdo.
Una vez concluido el desayuno Albert me indica que lo espere para llevarme al hospital. Me despido de Madame Elroy e intercambiamos frases de cortesía por segunda vez en lo que va de nuestro encuentro.
Una vez en el auto mientras el chofer se pone en marcha, Albert toma mis dedos entre sus manos que se retorcían nerviosas en mi regazo.
¿Pasa algo?
No. Si. Es decir... he tenido un par de cosas inesperadas y no quiero quedar mal contigo, ni en el trabajo y está Amanda ¿te acuerdas de ella?
La hija mayor de los Rivers, fue tu paciente el año pasado y se volvieron muy amigas. ¿Por qué no me explicas todo desde un principio?, seguro podemos hacer algo para que no te acabes las uñas
Pues no voy a acompañarte hoy en la noche.... tengo guardia
Tu guardia es el jueves
Si pero Ashley, la enfermera que tiene guardia hoy, pidió permiso y su reemplazo toma turno hasta mañana. De las que quedamos disponibles a Fern le toco anoche y a Zoe le toca mañana, así que la única fresca soy yo.
Descuida, las invitaciones de ese tipo sobran, ya habrá otras oportunidades
Claro, pero no quería dejarte plantado ni mucho menos. También dejaré plantada a Amanda, iba a verla después del trabajo y ahora no será, le dije a Annie, pero tiene un compromiso con sus abuelos. En estos momentos necesita mucho de la compañía de los demás.
¿volvió a recaer?
Es algo que temo. Es confidencial pero termino con su novio. Pensé que manteniéndola ocupada podría evitar o al menos retrasar esas mermas de su estado anímico.
Supongo que su doctor ya habrá tomado precauciones
Si, pero no sabes los trastornos que le causan esos medicamentos, mejoran su animo sí, pero momentáneamente. Al acabar el efecto tiene como un extravío, vuelve a la tristeza y requiere nuevamente el medicamento, es un ciclo sin fin – Albert me mira con ternura y con una sonrisa tenue, sabe lo importante que mis amigos son para mi.
Se me ocurren muchas cosas para ayudarte, pero ¿no crees que tu amiga se sentirá incomoda si aparezco yo en lugar tuyo?
Jaja dirá que he crecido mucho. Desde luego que no puedes reemplazarme, la iba a acompañar hasta que tuviera que arreglarse para la ...
¿...la?
Albert tu y Amanda Irán a la misma fiesta, ¿por qué no la llevas?
No le encuentro sentido a esto
Todo queda muy bien. Tu no vas solo a esa fiesta, y me quito un peso de encima por dejarte plantado. Imagina como influirá en el ánimo de Amanda que la vean llegar de tu brazo como si el exnovio nunca hubiera existido, además ya sabes que su grupo de amigos siempre andan revoloteando en esas fiestas, se reúne con ellos y tu a tus contactos. ¿es simple no?
Deberías estar diseñando rompecabezas y no curando personas
¿lo harás?
Lo haré, pero no destruyas tus neuronas arreglando el resto del mundo – y no puedo mirarlo a los ojos, seguro descubrirá la mentira a la que recurrí. Retiro mis manos de entre las suyas y rodeo su cuello.
Gracias. Eres tan bueno – debemos soltar el abrazo. Hemos llegado al hospital. Albert me acompaña hasta la entrada.
Gracias por todo. Ahora trabajaré mi doble turno sin distracciones.
Seguro estarás muy cansada mañana. Cuando termine tu turno ¿por qué no vas a cenar a la casa?
Me gustaría, sobre todo para no cocinar. Pero debo ver a Amanda.
Llévala contigo, sabes que la comida no es problema.
Será un placer. Nos vemos mañana diviértete hoy en la noche.
Tú no te metas en problemas – toma mis manos nuevamente – Adiós – las aprieta levemente antes de soltarlas y se aleja sonriendo. Lo que me deja más tranquila y puedo dar a mi conciencia un golpe silenciador más efectivo.
La noticia del periódico sigue dejando secuelas. Muchos de los enfermos aseguran sentir temor de que al casarme ya no los pueda atender. También están los comentarios de mis compañeras para evitar las suspicacias les he aclarado el parentesco que nos une a Albert y a mi, lo que ha sido contradictorio porque ahora soy un bicho raro que en vez de vivir la gran vida de los ricos y famosos prefiero recoger orinales y vendar heridas. Me da tristeza pensar que muchas de ellas si contaran con los recursos no harían nada por el bien de ninguna persona y que si se dedican a la enfermería es sólo porque es el único trabajo que pudieron desempeñar. No ha sido su elección.
Me refugio en el ala infantil, los niños están lejos de los prejuicios de los mayores y aprecian el cariño que tengo por mi trabajo llamándome su enfermera favorita. Y es como me siento nuevamente bien conmigo misma. Hago lo que me nace hacer, vivo la vida que quiero vivir tal como alguna vez lo expresó Albert.
Y veo que es lo que lo hace estar en calma con el mundo. Nuevamente esta claridad de lo que somos Albert y yo, de cómo sus palabras terminan siendo mis palabras, su manera de ser en mi manera de ser. Una permanencia de lo que él es en mi.
Llega la hora del almuerzo e impaciente, voy a la cafeteria a encontrarme con Amanda. Me espera en la misma mesa de ayer, acompañada de ¡Annie¡. Para ser una persona que se negó rotundamente a apoyar esta idea, muestra mucho interés por ver si concretaremos algo este día. Primeramente Mandy nos pone al día de su visita al doctor. La encontró estable y tuvo que responder varios de esos cuestionarios que les ha dado por hacer últimamente a los doctores y también debe llevar un diario de sus sueños lo que la tiene un poco atemorizada. No se siente cómoda relatándole a su doctor cosas que no le contaría ni a su sombra, de lo que pasa en sus sueños y tanto Annie como yo coincidimos en eso, a veces ciertos sueños son tan difíciles de compartir con alguien más. Pero ellas terminan más que ruborizadas por la mera posibilidad.
Cuando ya hemos desmenuzado los asuntos del día, Mandy sugiere tomar de una vez el asunto que nos ha reunido. Annie hace un ultimo intento para que desistamos de esa locura. Cosa que debo rechazar inmediatamente, no cuando ya he dado el primer paso. La animación de Amanda es digna de ser envasada y almacenada para días que no se tienen buenas nuevas. Relato el proceso de mi idea, les confieso haber mentido a Albert y les pido arropen la mentira si se diera el caso. Para cuando le confirmo a Mandy que ella será la pareja oficial de Albert en la reunión de esta noche, sus ojos brillan como nunca los había visto antes. Annie por el contrario se muestra tan espantada como cuando le proponía que nos saltáramos las clases en el colegio.
Pero es el nerviosismo de Amanda lo que acapara mi atención. Me aseguro de tranquilizarla, de recomendarle que sea todo lo natural que pueda y que actúe como si no hubiera todo un plan detrás de esto. Que ni Annie ni yo estemos en la fiesta le provoca otro asalto de ansiedad que logro calmar haciéndole ver que esto lo hará más “honesto” ya que todo dependerá de su encanto y de sus ganas de lograr las cosas.
Al despedirnos acordamos volver a vernos mañana para ir a cenar a la Mansión Andrew para que nos cuente los detalles. Annie rechaza la invitación hecha con tanta premura con una mueca de fastidio porque no tiene posibilidades de cancelar el compromiso para mañana pero no deja de reprendernos por llevar este “retorcido plan” tan lejos. La emoción que nos embarga a Amanda y a mi, hace que las palabras de Annie no hagan mella en nuestra voluntad.
El Plan 4.- Señales de amor.
A diferencia de ayer, hoy me siento mejor. He dormido suficientes horas y estoy descansada. La mayor desventaja de vivir sola es tener que esperar a ver una cara conocida para hacerlo cómplice de mi alegría, alguien que aunque no se lo explique entienda que mi sonrisa no sólo es parte de mi habitual vivacidad, que detrás hay un motivo y se sientan felices por mi. Como con la señorita Pony y la Hermana Maria, en el Hogar de Pony. Con Annie y Patty en el colegio San Pablo. Como con Albert casi todo el tiempo.... él no se daría cuenta que es el mismo el por que de tanta alegría o tal vez si. Tengo tanta curiosidad que me resulta difícil esperar hasta la hora de la cena para ver a Albert y a Amanda y saber lo que paso.
Por tercera vez voy a la recepción a mirar la hora. Mi impaciencia me hará ganarme una llamada de atención. Reviso nuevamente las historias clínicas y las emergencias que atendí hoy hasta que mi compañera del siguiente turno llega. Creo que me he aprendido de memoria cada palabra de esas hojas cuando veo su cara sorprendida al escuchar el resumen del día y sus próximas prioridades.
Al salir tanto el coche de Albert como el de Amanda esperan por mi. Obviamente no quiero perderme las impresiones de Amanda de la fiesta pero tampoco rechazar la atención de Albert. Llegamos al acuerdo de despedir el coche de Amanda y usar el de los Andrew.
Una vez dentro.
¿Cómo lo pasaste anoche?
¡Candy, fue increíble!. Sé que discutiremos hasta el cansancio que lo peor que pude haber hecho es considerar Albert como un trofeo. ¡Era imposible no hacerlo! Me sentía como la reina de la fiesta tan sólo de ir de su brazo. Apenas llegar se hizo silencio, todas las miradas sobre nosotros, a lo mejor fue mi imaginación pero parecía que nos abrían el paso entre la multitud. Albert tan sereno como si fuera por el parque, pero yo por más que trate de mantenerme en calma no podía ocultar mi sonrisa, era como si mis músculos se movieran involuntariamente. No dejo de pensar que metí la pata hasta el fondo por no contenerme.
¿Te dijo algo al respecto? ¿se portó esquivo, distante?
No. Es el mejor acompañante que nunca he tenido. Ameno, interesante, muy cortés, siempre atento a mi opinión y comodidad, incluso dejó un poco de lado las conversaciones con sus socios por no desatenderme. No digas nada, que si crees que eso es lindo, espera que oigas lo demás. Yo pensaba en la mejor forma de decirle que se ocupara de sus cosas, por experiencia con mi papa sé que en las fiestas se cierran incluso más tratos que en las oficinas. Pero no tuve que hacerlo, me preguntó si quería saludar a mis amigos y me llevó con ellos, charló un rato con nosotros y después se retiro diciendo que me dejaba en buenas manos...
Pero Mandy la intención era que estuvieran ustedes dos solos.
De ninguna manera. De acuerdo con mi mama la mejor manera de tener a un hombre pendiente de nosotras es dándose a desear. Por tu cara no sabes de lo que te hablo ¿verdad? – negué con la cabeza – Es parte del flirteo, te alejas voluntariamente de ellos como si no tuvieras interés y en su orgullo ellos mismos buscarán atraer tu atención.
Eso es un juego peligroso, ¿qué tal si en verdad cree que no tienes interés en él? Lo mejor es siempre actuar con sinceridad.
Este no fue el caso, es decir él tenia que atender sus asuntos y yo no quería sentirme un estorbo. Además quería escuchar lo que tenía que decir la pandilla. Kate y Cloe azoradas, apenas hablaron de otra cosa que no fuera Albert. Ni siquiera mencionaron a Jack, creo que eso me hubiera hecho sentir muy mal. Esas noticias vuelan y ellos lo sabían.
No te pongas triste. Mejor dime si bailaste con él
No. No faltaron los oportunos que se apuntaron para invitarme y cuando consulté con Albert me dijo que eso sólo yo lo podía decidir. ¿Te das cuenta de lo que fue eso?, no era como con mi papa que siempre dice eso de ‘no desaires a tal señor’, ‘ni al otro’ o como con Jack que se ponía super celoso. Pude rechazar a quien no me agradaba y bailar con quien quise que hicieron un total de 4 bailes que disfrute mucho. Antes de que lo preguntes Albert no bailo conmigo ni con ninguna otra.
Lo debiste haber invitado tu a bailar si él no lo hizo
¡Ay no! Eso se me hace de mal gusto... las damas debemos conservar cierta dignidad... ¿crees que hubiera aceptado?
Jajaja. Lo habrías hecho si se te hubiera ocurrido ¿verdad?
Me cansé antes de siquiera pensar en algo para bailar con él. Cuando él lo notó resolvió que nos retiráramos.
¡Oh Mandy! ¿No resultó cómo lo esperabas?
Nada de eso. Me divertí más de lo que esperaba. Los nervios no sé en que momento desaparecieron, todo fue muy fácil. Oh oh deja que te cuente pasamos mucho tiempo hablando de viajes, él conoce varios de los sitios que yo y ya sabes lo diferente que es cada país y la gente y la fauna y... y... después hablamos de perros y resulto que pinky y bloo son de la misma raza que los perros que él también tenia de mascota cuando niño y se mostró muy interesado en ir a verlos un día...
Si conozco a Albert como creo que lo conozco sabía que este seria el resultado final, claro la simpatía mutua no el desmedido descontrol de mi amiga. Lo que empezó como una platica entre cuchicheos se convirtió en un monologo lleno de exclamaciones que era imposible que Martín, el chofer de los Andrew, pudiera ignorar. No quería ofenderlo pidiéndole discreción, además de que si algo se le escapaba a Amanda podría afectar el plan, pero algo tenia que hacer
Calmada, quien te vea pensará que es la primera vez que asistes a un baile – en mi tono de voz inyecté reproche pero con mis gestos le indicaba que era para el chofer mi actuación
Pero tú me conoces. Sabes como me gustan las fiestas y que esta no es para nada mi reacción más ferviente
Jaja claro a veces ni te reconozco, como cuando fuiste a la fiesta de disfraces y bailaste con el hijo del alcalde, no hubo quien te callara en tres días
¡Oh si! ¿Lo recuerdas? – y comenzó un repaso algo exagerado de las fiestas que más le habían emocionado
Llegamos a la mansión, Martín nos abrió la puerta del coche. Martín nos ayudó a bajar. Martín nos condujo a la entrada. Martín nos dejo en manos de August, el mayordomo. August, recogió nuestros abrigos. August nos guió a una de las salas para que esperáramos. August llamo a Henrietta, la mucama. August anunció que avisaría a Madame Elroy nuestra visita y nos deja al cuidado de Henrietta mientras Sir William llegaba de su oficina. Henrietta nos ofreció té. Henrietta trajo sin que lo pidiéramos además del té, muchos bocadillos. Candy tuvo que despedir a Henrietta, porque en esta casa la hacen sentir una
inútil.
Jajaj Candy!! Asustaste a esa muchacha. Ahora creerá que la despedirán porque no estuviste satisfecha con sus atenciones.
Ella lo sabe. Me abruman tantas ceremonias, no estoy acostumbrada.
No está de más dejarse consentir a veces. ¿Es por eso que no vives aquí? La casa es bellísima.
No vivo aquí para conservar la belleza de esta casa. De seguro ya hubiera acabado con los floreros y toda la porcelana, además de la paciencia de la tía abuela.
La casa le fascinó a Amanda de tal manera que lo único que escuché de ella por espacio de varios minutos se refería a la decoración, que si las cortinas eran de brocados rusos, que tal o cual diseño de muebles era el que prevalecía.
Para cuando Albert llego aceptó sus felicitaciones con orgullo Andrew y siguieron intercambiando comentarios sobre estilos, pintores, arquitectos y demás cosas que yo desconocía. Para aumentar mi incomodidad la tía abuela se dignó a compartir la cena con nosotros. Por fortuna mi presencia no provocó esa peculiar mueca que en anteriores ocasiones deja ver y charló amenamente con Albert y con Amanda y ¡oh sorpresa! a mi también me dirigió la palabra. Se interesó en mi trabajo, en mi impresión del clima, en mi opinión sobre la velocidad con que conducía Archie y por último si había sido de mi agrado la comida. Obvio todo era actuación para Mandy, apenas escuchó su apellido, indagó a cual rama de la familia Rivers pertenecía. Ella los conocía desde luego, también su importancia en la industria del transporte. Por un momento me alteré al pensar que si ella exponía demasiado su interés en la disponibilidad de Mandy podría ser contraproducente. Pero ella no es de las que cometen el mismo error dos veces. Si sus intenciones eran las mismas que las mías, lo disimuló muy bien. No ahondó en los comentarios disfrazados que suele dedicarle a Albert sobre sentar cabeza y encontrar a la candidata apropiada y que a él disgustan tanto.
Casi por concluir las cena la tíabuela nos invita a tomar el té en su acogedor salón de lectura, ¡que honor! Yo nunca he estado ahí, invitada por supuesto. August, Herrieta y Gladis hacen de una simple y reconfortante infusión todo un absurdo acto. Albert y yo intercambiamos miradas de fastidio mientras Amanda y Tía Elroy actúan como las grandes damas encumbradas que son. Por fin los empleados se retiran y la tía abuela hace un comentario llamando a Albert William, provocando en Amanda un acceso de risa y nos cuenta una anécdota demasiado colorida sobre las confusiones que ocurrieron anoche ya que ella era la única que lo llamaba Albert ( a fuerza de oírlo de Archie, Annie y de mi) a aquel al que todos llaman William. Albert ríe con sinceridad, sus ojos se entrecierran cuando lo hace mostrando unas arrugas pequeñitas en sus extremos.
Ante la curiosidad de la tiaabuela Amanda le cuenta como ha hecho amistad con nosotros y como no es posible dejar de escuchar de mi llamar a Albert por ese nombre todo el tiempo. La tía abuela confirma que ese nombre siempre le gustó más a su sobrino. No puedo evitar entrometerme diciendo que eso yo no lo sabía. Albert replica que eso es imposible porque yo sé demasiado de él. Por mi parte pienso que eso es mentira ya que tampoco sabía que de niño tenía un labrador retriever, es más ni siquiera sabía que hubiese tenido un perro. Sé que no lo dije en voz alta pero Albert me mira como si hubiera escuchado ese tonto reproche. Pero es una fracción de segundo, Amanda nuevamente llama su atención. Conocen tanta gente en común y están poniéndose al día mutuamente de lo que ha hecho cada quien.
La tía abuela se ha desentendido un poco de la conversación. Ha terminado su té y pretende tocar esa horrible campanilla que atraerá a un enjambre de sirvientes. Antes de que eso suceda ofrezco servirle una taza más, asegurándole que la tetera aún está tibia. Hoy es un día que quedara en los anales de la historia porque con un asentimiento ella consintió que yo le sirva el té. Y debo empezar a hablar para dispersar mi energía y que mis manos no empiecen a temblar y acabe por derramar la bebida y también para ocupar la atención de la tíaabuela y permitir que Amanda y Albert conversen.
De entre todos los temas que pude haber elegido prosigo con el té. Una dama del patronato ha impuesto que para algunos tratamientos se incluyan tés medicinales que ella afirma haber comprobado su eficacia. Dicha señora resulta ser conocida de la tíaabuela, pronto me encuentro escuchando chismes acerca de su familia, de cómo todos están directa o indirectamente relacionados con la medicina, hay doctores, farmacéuticos y claro involucrados en la administración y construcción de hospitales.
No puedo intercalar negativas a muchas de sus suposiciones de que seguramente por ser yo una más de los Andrew debo recibir un trato especial. Por un breve instante hasta creo que escucharé de sus labios la aprobación hacia mi carrera, pero termina como siempre demostrando su falta de comprensión hacia mi forma de vida. Albert parece que ha estado atento a nuestro intercambio porque acude en el momento exacto en que estoy a punto de imponerme y darle una charla acerca del valor del trabajo y lo que para mi significa.
Hace a la tía abuela una pregunta que hace que ella se olvide totalmente de mi y se concentre en ese tema. Mientras los tres platican curioseo en su comportamiento para hacer a un lado mi malestar por sentirme fuera de lugar en su conversación. Las mujeres muy propias dejan en Albert toda la responsabilidad de la conversación, asienten a sus palabras, ríen cuando él lo hace, completan sus frases solícitamente cuando él parece haber olvidado algún apellido o dirección y hacen preguntas como ¿ah si? o ¿realmente? cuando es tan obvio que ellas dominan el tema tan bien como Albert. Dejo observarlas a ellas y dedico mi atención a él, quiero ver en Albert algún cambio que signifique que hay algo nuevo en su vida, un nuevo sentimiento, una mirada especial para Amanda. Lo que noto es que está cansado, quizá aburrido. Finjo un bostezo que me hace merecedora de una mirada casi asesina de la Tía Elroy y que nos despida un poco cortante.
Es difícil convencer a Albert para que nos envié con el chofer pero lo logramos. Da a Amanda un beso en la mejilla y pienso que es un gran paso. Cuando me abraza a mi para despedirse me frota los brazos y me dice que procure descansar bien.
El plan 5.- Adivina quien viene a cenar.
Nunca espere una señal de cielo para saber que El plan era lo que el destino le tenia preparado a Albert y Amanda. Pero lo que sucedió el siguiente día bien podría ser esa “señal”.
Tomas Stevenson, viajó a Chicago y me visitó en el hospital. Lamentablemente fuera de mi horario de descanso y como él tenia asuntos que arreglar a esa hora, quedamos de vernos en la cena. Prometí llevar a Annie para recordar viejos tiempos.
El mensaje que envié a Annie me lo respondió ella misma a la hora del almuerzo. Tres días consecutivos almorzando juntas, Archie seguro hará muchas bromas al respecto. No pudimos citarnos a una hora en concreto. Archie nos acompañaría también y dependía de la hora en que terminara una reunión de trabajo con Albert. Annie había pasado por su oficina antes de confirmar. Le agradaba la idea de los 3 saliendo juntos pero si contábamos con Archie tendríamos un vehículo a nuestra disposición. Típico de Annie buscar la comodidad ante todo.
La mención de Archie y Albert fue inspiradora. Le pedí a Annie también avisara a Amanda. Archie también podría ser un enlace importante para perfeccionar la relación de Albert y Amanda. Conviven mucho tiempo por el trabajo y porque habitan en la misma casa. Son muy cercanos por ser familia. Indudablemente Archie tenia que formar parte del plan.
Mis amigos son lo más inapreciable en este mundo. Su apoyo, su cariño, su presencia hacen de tantos momentos pasados recuerdos más llevaderos.
Esa nostalgia me acompaño el resto del día.
Tom y Annie son mis hermanos. ¿Como no sentirlo así?. Compartimos el Hogar de Pony y a nuestras madres, la señorita Pony y la hermana María. Aún con tanto en común no podíamos ser más diferentes.
Tom es el chico más fuerte que he conocido, después de Albert claro está. Gracias a él nos encontraron a Annie y a mi. Con tantos chicos alrededor nosotros formábamos un trío peculiar. Tom nos veía como de su propiedad, nos repetía constantemente que él nos encontró como si fuéramos un juguete o un huevo de pascua. Nadie podía molestarnos excepto él. ¿cuántas veces no llegamos a los golpes? Principalmente porque él molestaba a Annie y eso me molestaba a mi, aparentemente yo lograba darle su merecido. El día de su partida comprobé que controlaba sus fuerzas conmigo y me dejaba ganar. Nunca he dejado de preguntarme si así habrá sido con todo, con el lazo, nadando en el río, trepando árboles, pescando.
Los chicos lo seguían mucho, pero él los rechazaba, no los quería tras el todo el tiempo. Yo por el contrario enmendaba la desatención que Tom impartía. Los consolaba cuando él los agredía, les enseñaba a hacer las cosas que él se negaba y los organizaba cuando armábamos una travesura. Con el tiempo supe que él no se quería encariñar, tenía muy presente que un día dejaría el Hogar. No como yo que tenía el sueño de permanecer ahí permanentemente.
Y que decir de Annie, era nuestra pequeña responsabilidad, la sobreprotegíamos debido a su docilidad y timidez. Sólo en casos extremos levantaba la voz y exigía lo que realmente quería y nadie se sentía capaz de negárselo. Era tan fácil hacernos caer en nuestra propia trampa de sobreprotección, le habíamos hecho creer que era capaz de todo y merecedora de todo para fortalecer su confianza, no cumplirle un capricho era negar nuestras propias palabras y sentirnos como si la hubiéramos traicionado. Su sueño de tener padres y vivir en una gran casa se presentó y se marchó tras el haciendo hasta lo imposible por mantenerlo. Sólo yo me aferraba a un futuro que no podía ser.
Archie, Anthony y Stear conformaron mi nueva familia pero nuevamente sucesos inesperados provocaron la separación de esta familia.
“Personas van, personas vienen”
me dijo alguna vez el doctor Martín y he tenido que aceptarlo como un hecho inherente de la vida. Así gozo la compañía de quienes están y despido con una sonrisa a los que se van.
Entre recuerdos e inyecciones el tiempo se diluye y mi turno termina. Camino a casa debo pensar que ropa usar. Si Archie tomaba el control nos llevaría a uno de esos restaurantes donde te ponen 20 tenedores y 20 cucharas para cada platillo y la gente te mira con reprobación cuando eliges el incorrecto. De querer imponerse Tom terminaremos en uno de esos sitios que se asemejan más a una taberna que a un restaurante donde los “riquillos” nos la pasamos recibiendo indirectas todo el tiempo. Archie podrá parecer muy refinado y más de alguna vez lo han insultado diciendo que parece una ‘señorita’, en todo el mal sentido que esa palabra se emplea al referirte a un hombre, pero de todos mis amigos es al que más rigen sus instintos masculinos cavernarios. Se va a los golpes fácilmente, acepta cualquier reto y verbalmente puede aplastar a cualquiera sin el menor esfuerzo. Su sorna y sarcasmo pueden hacer que cualquiera se sienta menospreciado frente ante él.
Tom por su parte ha sido educado de una manera muy ruda, en un ambiente donde hay que ser fuerte para ganarse el respeto de la gente ¿habrá alguna forma de mediar entre ellos y que ninguno quiera ejercer su papel de macho dominante?
Con miras a evitar un conflicto me doy un baño rápido y elijo un vestido sencillo pero muy fino, regalo de Albert por supuesto. Usaré mi encanto infantil y sugeriré ir a alguna cafetería donde tengan buenos pasteles. Sólo espero que Annie y Amanda no interfieran con el eterno pretexto de que no quieren romper sus dietas.
Casi estoy lista cuando tocan a la puerta. Tom está agradablemente elegante y ha prescindido de usar sombrero. Con una sonrisa de aprobación lo invito a entrar, lo instalo en la sala y le ofrezco un vaso con jugo.
Hablamos a gritos de las noticias más relevantes del Hogar, pero la platica se desvía por los comentarios que hace al verme andar de habitación en habitación buscando mis zapatos, mi bolso y otros accesorios que nunca tengo la costumbre de dejaren el mismo lugar. Ventajas o desventajas de vivir sola, depende de quien lo mire. Ya que Tom me regaña, me dice que debo ser más organizada, más madura, más responsable. No sería fácil si conviviéramos mas seguido.
Nuevamente tocan a la puerta. Anuncio a Tom que son Annie y Archie y con el peine atorado en mis rizos salgo a abrir. Debo levantar un poco más la mirada para sonreír a Albert que me mira con esa odiosa expresión de ‘sabia que no estarías a tiempo’. Mi saludo es un poco ahogado por la sorpresa. No esperaba verlo esta noche. El responde mi saludo y su mano se hunde en mi pelo suelto y se agacha para depositar un beso en mi mejilla y entra al departamento sin que lo invite a pasar. Nunca ha sido necesario.
Se sienta junto a Tom, después de saludarlo y mientras le traigo una bebida a Albert. Él comenta que Archie y Annie estaban un poco apresurados por el retraso. Agrega sin necesidad que conociéndome es innecesaria cualquier prisa. Le vaciaría el jugo encima si no supiera que no lo dice en serio. Después me tranquiliza diciendo que aún tenían algo que hacer y nos recogerán en unos minutos más. Tiempo que necesito para terminar de arreglarme y los dejo en buena compañía mientras regreso a mi recamara.
Desde ahí escucho los murmullos de la conversación que se desarrolla entre ellos, muchas risas. No tengo la menor duda que intercambian anécdotas de mis torpezas.
Cuando creo que ya no puedo hacer más por mi me dispongo a darle mi cara al mundo, pero un impulso extraño me hace asomarme sigilosamente a la puerta. Por los gestos de Tom sé que no hablan de mi, él hace los movimientos típicos del rodeo y Albert lo escucha atento, cuando termina de hablar recibe una palmada en el hombro de parte de Albert que puedo interpretar como una felicitación. La cara de Tom resuma de orgullo.
Sacudo la cabeza para borrar el remordimiento de haber pensado que mis amigos se burlarían de mi. Me enderezo y trato de mostrar mi mejor porte al caminar hacia ellos anunciando que estoy lista. Ambos se ponen de pie y me sorprende darme cuenta que Tom tiene la misma estatura de Albert, pero al contrario que con él, nunca me había impuesto eso.
Extiendo los brazos lateralmente buscando aprobación. Albert da un paso hacia mi y toma un mechón que ha tenido el mal tino de escaparse de mi peinado. Lo enrolla en su dedo y lo conduce hacia abajo deslizando su dedo suavemente por mi mejilla. Sonríe y se dirige a Tom comentando que estoy bellísima. Tom lo confirma diciendo que como siempre. Yo espero que Albert le haga notar que he hecho un esfuerzo sobrehumano, que luzco mejor que ese “siempre” de Tom. Pero Albert lo repite también y me siento decepcionada. No te pasas tanto tiempo frente a un espejo para sólo escuchar que te ves igual que siempre de las dos personas que te han visto en las peores condiciones que jamás favorecerán a una mujer, es decir sucia, enferma, limpiando, empapada o vestida incluso con ropa de hombre.
Les quiero reclamar, principalmente a Albert pero el claxon anuncia que Archie y Annie están aquí. Recojo mi bolso, Albert cierra por mi, ambos me ofrecen sus brazos y me coloco entre ellos para bajar por las escaleras en las que apenas cabemos los tres al mismo tiempo.
Archie y Annie por el contrario comentan el favorable cambio operado en mi y que ese vestido ha obrado un milagro en mi aspecto. Les dirijo a Albert y Tom una mirada cargada de resentimiento por no haber comentado algo así anteriormente, pero ellos ni se dan por enterados.
Creí que seria un lío acomodarnos en el auto. Pero Archie no se quita del volante y Tom después de saludar se subió al frente junto con Annie dejándonos a Albert y a mi todo el asiento trasero. De reojo miro a Albert buscando una reacción a esta disposicion. Este es su auto y el debería ser quien maneje o al menos el que lo lleva cuando no recurre al chofer, porque lo que el acostumbra conducir es un modernísimo biplaza. Pero lo veo tan tranquilo como si tampoco le importara que Tom lo haya relegado a la posición de pasajero “apoderándose” del puesto de copiloto.
Tom y Archie conversan. Hace un par de años que no se ven y se embroman un poco diciendo que Tom también es parte de su familia al ser “hermano virtual” de Annie y mío.
Cuando llegamos a casa de Amanda, Albert se ofrece a ir por ella y yo hago lo mismo. No habíamos contemplado la presencia de Albert y el plan tendrá que modificarse. Albert al conocer mis intenciones se detiene un segundo como si fuera a decirme que eso no es apropiado, pero sólo me mira con los ojos ligeramente entrecerrados como si sospechara algo y finalmente me ofrece su mano para ayudarme a bajar.
El mayordomo sube a anunciar nuestra visita y yo voy tras él. Rápidamente pongo al tanto a Amanda y ella se burla de la seriedad con la que me estoy tomando “el Plan” y sugiere que nos olvidemos de eso por esta noche.
Al bajar Albert halaga la apariencia de Amanda, nada de que se ve como siempre. ¿por qué ella si la encuentra diferente y no a mi? Tarde pero me doy cuenta que estoy enfadada por algo que no tiene razón de ser. Albert tiene que encontrar atractiva a Amanda y no a mi.
Nuevamente en el auto Albert le dice a Archie por que calles dirigirse, asegurando que hay un sitio que a las chicas nos encantará. No se equivoca. Es un lugar discreto con un jardín interior y pese a las quejas de Archie no hay mosquitos.
Nos colocan en una mesa circular por parejas: Annie y Archie, Amanda y Albert, yo y Tom. Albert justo frente a mi.
La comida deliciosa. El ambiente tranquilo. La conversación a veces general, a veces privada. La vida en el rancho de Tom, las nuevas del Hogar de Pony, las crisis del hospital, los negocios de Albert y Archie, las fiestas pasadas y por venir, las ultimas modas. Observo detenidamente la interacción entre Albert y Amanda. Platican, se ríen, el se anticipa a llamar al mesero cuando la copa de ella está por vaciarse, para que retiren el plato o traigan algún aderezo para su comida. También parece que hay más confianza entre ambos, ella coloca su mano sobre su brazo cuando quiere atraer su atención y permanecen así durante la conversación hasta que ella la retira para hacer ademanes que apoyen sus comentarios. Claro que nadie pensaría que eso es una señal significativa. También se da entre nosotros con la diferencia que frecuentemente terminamos con los dedos entrelazados. Pero ellos llevan unos cuantos días tratándose y él y yo tenemos años de conocernos.
Albert me descubre observándolos en ese momento, me sonríe, me guiña el ojo enterado de mis costumbres y me pregunta si se me ofrece otro pastel. Miro mi plato y veo que apenas he probado mi postre cuando por lo común suelo devorar hasta tres rebanadas. Niego con la cabeza y reconozco que no tengo mucho apetito. Tom un poco sorprendido de mi rechazo a más golosinas toma una cucharada de mi pastel y dice que no debe estar tan rico como el suyo para que yo me niegue a otra rebanada. Al probarlo exclama que el mío es incluso mejor que el suyo y recalca mi sexto sentido para encontrar siempre lo más dulce. Albert dice que ha de ser una condición implícita de mi nombre y comenzamos a bromear si los nombres deben darnos superpoderes todos deberíamos llamarnos Aurea y tener mucho oro, Amanda y ser muy amorosas y similitudes que terminan siendo ridículas y muy divertidas.
Cuando atraemos demasiado las miradas ajenas la conversación de divide nuevamente. Trato de conducir a Tom para que me hable de los rodeos, quiero que me repita esa conversación que tuvo con Albert. Tiene que ser algo extraordinario para ganarse la admiración de alguien como él. Sin embargo Tom no tiene tiempo para el rodeo, su papa aún tiene problemas de salud y él prefiere aligerarle sus tareas.
Archie interviene y le pide que investigue sobre cierto semental del que se está hablando mucho, le interesa cruzar sus yeguas. Me llama la atención porque no sabía que Archie gustara tanto de montar para tener más de un caballo. En realidad ese tipo de ejercicio y tanto sudor no son de su estilo, sus caballos son una inversión y mientras mejores antepasados tengan tendrán más valor de venta. Tom y Albert condenan eso y forman un frente contra Archie por poner la genética de los animales al capricho de tanta frivolidad. Annie y Amanda proponen conocer los caballos de Archie para ver si es cierto tanto alarde.
Archie dirige una mirada intensa a Annie, ella lejos de intimidarse deja caer muy despacio los párpados y esa caída de ojos es suficiente para que la mirada de Archie se vuelva más intensa si eso era posible y parezca que le falta el aire. Nos invita a montar y desayunar a la mañana siguiente a la mansión Andrew. La tensión se diluye como por arte de magia. Mientras nos ponemos de acuerdo con el horario Tom comenta que después de todo la ciudad no es tan aburrida como pensaba y está seguro que al menos Albert será tan buen jinete como lo era Anthony. Es cuando me entero que esa conversación en mi departamento tuvo que ver con la participación de Anthony en el rodeo. Tom se lo contó de principio a fin a Albert al enterarse que el enorme parecido entre ellos se debía a que eran tío y sobrino.
Recordar a Anthony nos pone melancólicos a todos y la velada llega a su fin. Cuando Albert me deja en mi casa me dice que a Anthony no le gustaría verme triste.
El Plan 6.- Peligro Inminente.
Desperté dudando en asistir a la cita con los chicos. Esa noche tenía guardia, lo que significaba que no dormiría en las próximas 24 horas. Pero entonces recordé que no habíamos avanzado nada para el plan de hoy y no podíamos descuidarlo. No después de esa nueva actitud que noté en Albert. Más dispuesto a divertirse y creo que se lo debíamos a la presencia de Amanda.
Miré mis trajes para montar y supe que estaría muy incomoda con ellos, así que saqué mis jeans, las botas más cómodas y la camisa de franela. Guardé mi uniforme en mi maleta y cuando Amanda pasó por mi estuvo a nada de regresarme para que me cambiara la ropa. Basto decirle que estaríamos entre amigos y que mis amigos me aceptan como soy para que entendiera mis razones.
El plan de hoy consistiría en despertar la admiración de Albert. Amanda se consideraba buena jinete y contaba que eso tan poco común en las mujeres la haría destacarse entre cualquier otra que él hubiera conocido. Coincidí completamente con ello, mostrarle que disfruta de su afición por la equitación nos llevaba a actuar con la mayor honestidad y eso es algo que Albert aprecia mucho.
Cuando llegamos Tom ya estaba ahí, vistiendo su habitual atuendo de vaquero e inspeccionando los caballos. No dejaba de elogiarlos. Archie y Annie llegaron un poco después con las ojeras muy marcadas. Algo me dice que la escena del restaurante tuvo mucho que ver y debieron arreglar esa diferencia. No me los imagino discutiendo, al menos no a Annie. Pese a todo ambos lucían como modelos de revista con su ropa de montar.
Ya estaban los caballos preparados y Albert no se dignaba a aparecer. Me separé del grupo para ir a sacarlo de su habitación y despertarlo con agua fría si era preciso. No fue necesario, venía bajando por la escalera con una combinación muy extraña. Si bien vestía las típicas botas de montar y esos pantalones tan ajustados prescindió de la rigorosa chaqueta y en vez de esas almidonadas camisas llenas de volantes que gustan a la mayoría de los jinetes que conocía – Anthony, Archie, Neil, Terry – portaba una cosa parecida a una túnica corta. No se le veían abotonaduras por ningún lado y por lo que necesitaba que la abertura del cuello fuera tan amplia al grado de mostrar parte de su bronceado pecho. La tela se amoldaba a su cuerpo, aprovechando la amplitud de sus hombros mostraba una suave caída que remontaba en sus pectorales y se levantaba sobre su cintura mostrando los músculos abdominales. Movimiento provocado por sus brazos en alto ya que se venia amarrando el cabello y los típicos lentes de sol colgaban de sus labios sostenidos de una de sus patitas.
Se excusó con todos, había olvidado el compromiso y había empezado el día como un día habitual de trabajo. Aún cuando me uní a los comentarios de que hubiera sido perfectamente capaz de montar en traje y corbata y en nada hubiera desmerecido su apariencia. Sabia que mentía. Por nada del mundo me hubiera perdido de verlo vestir así tan casual, es una parte de Albert que ya no se ve con frecuencia.
Primero Albert y Archie dieron a los invitados un recorrido por la propiedad, el lago, los jardines, el solario, etc. Después nos adentramos al bosque a paso controlado en “consideración” a nosotras. Como Albert no dejaba de ver el reloj propuse regresar para no llegar tarde a mi trabajo. Juraban que aún había tiempo, que los caballos eran tan veloces que en un santiamén nos llevarían de vuelta a la mansión a pesar de lo malo que fuera cualquier jinete, lo que desató una seria discusión sobre quien sería el más rápido. Amanda era la más empecinada en que eso se debía demostrar en una carrera, ante las dudas y comentarios sexistas ella se reveló como Campeona infantil de equitación y entrenadora del próximo campeón que sería su hermano. Eso pico varios orgullos y se organizó una competencia donde todos fuimos obligados a competir.
Cuando Annie quedo rezagada, Archie olvido su deseo de ganar, la esperó y corrió al paso de ella. Tom y Albert se disputaban el primer sitio. En algún momento llegué a emparejarme con Tom y le hice una señal para que disminuyera su velocidad. Con una sonrisa de complicidad empezó a perder terreno y yo junto con él. Al final Albert y Amanda peleaban por ganar.
Faltaban 300 metros para la meta cuando el caballo de Albert reaccionó ante algo, encabritándose. Hombre y bestia lucharon escasos segundos por el control y para que Albert calmara al animal y retomara a su carrera. Fue cuando pude volver a respirar y darme cuenta que me había quedado petrificada y detenido también a mi caballo.
Albert llego en 2° lugar. En la meta lo esperaba una excitadísima Amanda que no dejaba de caminar en círculos con su caballo celebrando su victoria. Albert la ayudó a desmontar, la retuvó en sus brazos y la elevó un poco para hacerla girar. Tom llegó en ese momento y yo unos segundos después.
Amanda estaba irreconocible, ese brillo en sus ojos no lo había visto antes, sus mejillas llenas de color y su respiración algo descontrolada. No se percató del incidente de Albert y su caballo. Felicitamos a Amanda, le colocamos una corona de hojas y otra a su montura. Pero el que se llevo todos los honores masculinos fue Albert. Reconocieron la fuerza del brioso corcel y alabaron el gran trabajo que hizo Albert dominándolo.
Sonreía pero no totalmente. Vi el desasosiego en sus ojos, no como esa vez cuando salto frente a león que parecía lleno de seguridad, esta vez no mostraba esa serenidad. No nos decía algo, se quedo un poco más hablando con los encargados del establo.
A los demás nos condujeron a nuestras habitaciones para que nos refrescáramos y mudáramos de ropa. Acomodaba mi cofia cuando llamaron a mi puerta a causa de las orquillas en mi boca no pude responder. Insistieron una vez más y la voz de Albert me advirtió que me cubriera si estaba desnuda porque iba a entrar. Fingió decepcionarse al notar que ya estaba lista. Su expresión se tornó muy seria cuando a través del espejo encontró que mantenía la palidez de mi rostro, se disculpó por haberme provocado ese susto. Me apoyé en su pecho por unos minutos y me rodeó con sus brazos. Hasta ese momento me permití expresar mis sentimientos en toda su magnitud, mi cuerpo comenzó a temblar contra el de Albert.
¿No vas a llorar verdad?
Ja. No. No quiero arruinar tu ropa. Ya te has cambiado muchas veces
Me gustas más cuando sonríes – yo hubiera podido haber predicho que diría eso. Sin embargo no su efecto, el nudo en mi garganta se deshizo - ¿bajamos a desayunar?
Al salir de la habitación Tom también bajaba. Se repitió una escena parecida a la de ayer con dos altos caballeros custodiándome.
El desayuno contó además con la presencia de la tía abuela. ¡Cielos! La había visto más veces esta semana que los últimos seis meses. Ella miró por unos segundos con desconfianza a Tom. No sé si lo habrá reconocido, se mostró tan seca como siempre, conmigo y con Annie, al contrario que con Amanda. Ellas se entendían muy bien y acapararon la atención de Albert la mayor parte del tiempo.
Cuando llegó el momento de partir Albert nos envió a Tom y a mi con su chofer, íbamos por el mismo camino. Apenas arrancó el auto Tom dio palabras a la extrema curiosidad con la que me miró durante el desayuno.
¿Me explicarás qué fue lo que paso en la carrera?
¿a qué te refieres?
No sé. Por eso quiero una explicación. Creí que me pedías que dejara ganar a Albert para ser tu la que...
...La que ¿que?
No sé. Todo ese coqueteo que se traen entre ustedes...
¿Coqueteo?
¿vas a estar repitiendo todo lo que digo?
Lo siento, realmente no entiendo de que estas hablando
Si me dejaras completar una frase lo sabrías
Desde luego, creo que estoy muy a la defensiva
Algo raro traes eso si no lo puedes negar – Le hice un gesto para señalar al chofer – ¡ah! Creo que tengo un poco de tiempo y puedo acompañarte un rato en el hospital. Tal vez deba hablar con un medico que me diga que todo sigue bien en tu cabecita.
No supe si golpearlo o besarlo por haber entendido que este tema se debía tratar lejos de cualquier persona que se relacionara con Albert. Charlamos de cosas triviales, de los caballos y de lo agradables que eran los chicos. También Tom se sorprendió cuando vio a la tíaabuela y nos sumergimos en los recuerdos de nuestra adolescencia.
Al llegar al hospital me ayudóo a bajar del auto y despidió al chofer diciendo que antes atendería algo conmigo. Fue directo al grano
¿Andas con Albert?
¡¡¡No!!! – no quisiera sonar tan vehemente en mi negación pero a veces no sé como reaccionar ante los que llegan a esa conclusión – Es mi amigo, lo somos desde hace tiempo. Lo quiero y me quiere, mucho – esto es preciso recalcarlo – pero no de la manera en que todos piensan
Sólo se quieren, sin compromisos, ¿es eso? – asiento, pero la incredulidad en Tom, me deja dudando – ni tu estás enamorada de él, ni él de ti
Exactamente. No sé porque últimamente la gente llega a esa conclusión tan equivocada – la mirada escéptica de Tom dice lo contrario “¿en realidad quieres que me crea eso?”
Desde afuera la perspectiva de ustedes dice todo lo contrario
¿cómo?
Candy no le quitas la mirada de encima, ayer mismo estabas más atenta a lo que él hacia que a tu propia comida y eso no es típico de ti.
¿Eso es todo? Jaja – debo reír un poco, la actitud inquisidora de Tom me pone nerviosa – Eso es porque quería ver si hay algo entre él y Amanda, y antes de que siquiera lo pienses, no es porque este celosa de ella. Todo lo contrario me parece que ella sería una gran pareja para Albert. Ella es sensacional, muy alegre y del mismo ambiente que Albert. Tienen mucho en común.
¿Andas de celestina otra vez? – bajo un poco la cabeza, a Tom le disgusta que las mujeres siempre estemos a la búsqueda del matrimonio y emparejando gente, dice que se siente como si lo estuvieran cazando. - ¿Cómo sabes que Albert no ha pensado en alguien más?
Me lo hubiera dicho.
Pareces muy segura. ¿Y si fueras tú ese alguien más?
Esta conversación ya la he tenido muchas veces con Annie. Ella que nos ve más seguido que tu ha tratado de conducirme a eso mismo, pero no. Es Albert. – desde luego que para los demás eso no explica todo lo que yo quiero decir, pero da igual – Y entre él y yo las cosas siguen igual que como el día en que nos conocimos.
¿Se tocan de esa manera desde siempre?
¿y como es “esa manera”, según tú?
Todo el tiempo. El te acomoda el pelo, te acaricia la mejilla. Se abrazan por todo, al llegar, al despedirse, para que le perdones una broma, para consolarte cuando te portas como chiquilla regañada. Tu te cuelgas de su brazo, de su cuello cuando está sentado. Lo usas de respaldo si te cansas de estar parada. Lo comprometes a cualquier cosa sin que él se niegue y eso de no quitarse los ojos de encima. Es así todo el tiempo lo provocan, se buscan, se comunican de una manera que sólo ustedes se entienden. Es como si los demás no fuéramos parte de lo que tienen entre ustedes.
¿Piensas que eso es incorrecto?
Incorrecto si crees que es Amanda quien está buscando que Albert se interese en ella, porque él pasa demasiado tiempo al pendiente de ti. Míralo de esta forma la confianza con que se tratan para ustedes es lo más normal, pero desde afuera lo vemos distinto, más de uno le comentará eso a Amanda y la harán sentir insegura, es difícil competir con la mejor amiga de su objeto de interés.
¿Me estás diciendo que debo mantener las manos lejos de Albert?
En realidad pienso todo lo contrario, que su cercanía se debe a algo más profundo, pero si insistes en negarlo, tus razones tendrás – quiero hablar y ponerlo al tanto de mis razones, pero él me pone tres dedos en la boca en señal de que debo permanecer en silencio y me siento otra vez como el día que me gano una pelea por primera vez, como su hermanita pequeña – pero si tu meta es que el sea feliz con alguien más, debes empezar a actuar un poco al margen de él, esa comodidad que han logrado quizá más adelante se vuelva en tu contra.
¿Cómo podría suceder eso?
¿Tratas a tus demás amigos de la misma forma que a él? ¿Albert demuestra la misma confianza con alguna otra amiga? – antes de que piense en alguna respuesta Tom indica que se le hace tarde, me da un beso en la mejilla y se aleja dejándome paralizada en medio de la sala de visitas.
Tom me dejo una gran inquietud. Sabia que las cosas con Albert cambiarían cuando él encontrara una pareja, pero nunca me puse a pensar de que manera y le debo dar la razón a mi amigo porque no hay ninguna otra persona con la que tenga el mismo trato que con Albert y esta comodidad que hay entre nosotros nos impide esforzarnos en fomentar nuestra relación con los demás.
Es un día muy largo que me da suficiente tiempo para meditarlo y decidir que cambiar un par de cosas entre Albert y yo, nos beneficiara mucho a ambos.
El Plan 7.- Algo pasa con Albert.
Ando algo distraída, apenas dormí un par de horas entre el final de la guardia y el comienzo de mi turno. Más que el cansancio es mi cabeza dando vueltas en torno al asunto de mantenerme alejada de Albert. De abandonar una costumbre que para mi era tan confortable. Saber que siempre está ahí sin dudarlo, sólo mover mi mano y saber que tomaré la suya, ni siquiera anhelar un abrazo porque él siempre se adelanta y me abraza, a veces sin que lo necesite, por el simple gusto de hacerlo. Así ha sido desde que lo recuerdo cómodo, desahogado, inconsciente, una conducta forjada por la cercanía. Es su mirada siempre la primera que busco porque sé que la voy a encontrar. Romper con los viejos hábitos será realmente muy difícil y no sé siquiera como empezar.
Me avisan que alguien me espera en la sala de visitas y presiento que ganaré una llamada de atención porque últimamente he recibido muchas visitas. Que sea Albert quien me espera es una casualidad difícil de creer. Estoy pensando en él y es él a quien encuentro. Si no fuera tan imposible diría que es magia.
Saludarlo sin apenas tocarlo requiere de mucha concentración pero demanda mucha más después de que me comunica el motivo de su visita. Pensó que querría despedirme de Tom y me vino a buscar para llevarme a la estación del tren. Quiero abrazarlo y gritarle que es un encanto. Pero lo que hago es decirle que a causa de mi trabajo no me será posible. Claro que conociendo a Albert los imposibles no existen, ya ha hablado con el director y trae en su mano la autorización para que pueda ausentarme unas horas por un asunto familiar.
Es cuando me doy cuenta que en realidad paso mucho tiempo tocándolo, en este momento he tenido que contener 3 abrazos. Para disimular lo apuro para que vayamos con la jefa de enfermeras a avisarle. Ella está un poco reacia a dejarme salir, mis tareas, mis obligaciones, el deber de la enfermera.... Le basta a Albert una sonrisa y un “por favor, es un asunto familiar muy importante” en un tono ligeramente sugerente para que ella deje de protestar. Promete devolverme después del almuerzo y a ella he dejado de importarle yo y sólo se ocupa de mi amigo.
No es la primera vez que Albert usa esa sonrisa y su encanto para conseguir algo, tampoco es la primera vez que veo el efecto que causa en la mayoría de las mujeres. Pero es la primera vez que caigo en la cuenta de que nunca la usa conmigo. Como si no fuera necesario encandilarme, trastornarme. Y por un estúpido momento quiero reclamar mi derecho a recibir una sonrisa como esa de parte de Albert y me siento como una niña de 3 años en plena rabieta porque cree que no recibe la atención suficiente. Cuando es por mi que está desplegando su fascinante personalidad.
El chofer nos lleva a un edificio de oficinas, Albert me dice que subamos a buscar a Tom, pero no es necesario él está saliendo en ese preciso momento. Se sorprende de vernos, pero se alegra no tener que caminar hasta la estación del tren. Nos comenta que no logro resolver el asunto que lo trajo a Chicago y que deberá volver.
Hacemos planes para su próxima visita. El viaje a la estación es largo, estoy sentada entre Albert y Tom y cada vez que quiero buscar la aprobación de Albert para sugerir un sitio debo contenerme de tocarlo, la cantidad de veces que repito “¿verdad Albert?”, ¿no es cierto Albert?”, “Albert no me desmentirá”, es inmensa. Albert me mira con seriedad, suelo ser una parlanchina incansable pero esta vez he roto el record. No se que más hacer para distraerme de que tocar a Albert ya no es una opción. Hablar me mantiene concentrada en otra cosa. Por su parte Tom me mira con burla.
Al bajarnos del auto, Albert sugiere nos adelantemos mientras da instrucciones a su chofer y Tom me dice que eso de evitar a Albert lo estoy haciendo muy bien, añadiendo que mi idea de elegirlo a él para que me acompañe a despedirlo fue la mejor que se me pudo haber ocurrido. Ni hablar. Tom encuentra sumamente divertidos mis intentos de evadir el contacto con Albert y no deja de darme palmaditas y levantar el pulgar en señal de aprobación.
El tren de Tom está próximo a salir y lo acompañamos a los andenes. Albert ya no se muestra tan atento a nuestra charla, seguro lo aburrí. Sencillamente camina junto a nosotros sin intervenir en la conversación, ya ni siquiera cuando pido su opinión obtengo más de un monosílabo. Me retraso un poco para ayudar a una señora con dos bebes, asuntos de pañales. Albert y Tom me esperan un poco más adelante y veo que platican muy cómodamente. Me agrada la idea de que se lleven bien, Tom se ríe y Albert quita esa expresión inescrutable que tenía en los últimos minutos. No sé de que hayan hablado pero al reunirme nuevamente con ellos, la ironía ha desaparecido de los ojos de Tom y Albert nuevamente muestra tan amistoso y amable que hace que cualquiera recupere el buen humor a su lado.
El ferrocarril se va y corro un poco tras él, de lo contrario ya estaba pensando en recargarme del cuerpo de Albert para verlo alejarse. Regreso junto a él y sé que si hago caso a lo que deseo hacer lo estaría abrazando por ser así conmigo, no me lo merezco. Así que le reclamo que sea complaciente conmigo de esa manera, ya estoy grande para que me malcríen. Albert dice que esto no es ni la décima parte de lo que le gustaría hacer para complacerme. El torpe movimiento que hago para evitar que pase su brazo por mis hombros y caminemos juntos a la salida crea una tensión extraña entre nosotros y ni siquiera pienso que es todo lo que haría por complacerme.
Caminamos por el anden y el vestíbulo de la estación, uno junto al otro pero sin ir de la mano ni mucho menos abrazados como comúnmente sería. Albert camina mirando al frente con un poco de nostalgia y yo al piso. Albert ha adivinado que estoy tratando de establecer un limite de contacto entre nosotros y lo ha aceptado como acepta cada una de mis extrañas locuras.
Sé que si le pregunto porque no cuestiona mi conducta, él me dirá que respeta cada una de mis decisiones y también agregará que no es un intento más por complacerme sin que sea necesario aclararlo. Es lo que dice su expresión tan calmada, simplemente lo sé, con el tiempo he desarrollado un sexto sentido en cuanto a Albert, nos comprendemos muchas veces sin tener que decir palabra alguna, sólo una mirada o un gesto, a veces ni eso.
La conversación entre nosotros es trivial, cuando por fin me atrevo a mirarlo en un intento por pedirle disculpas por mi actitud distante y repentina, tomo un poco de aire y ubico el brillante zafiro de sus ojos pensando encontrar la sombra del reproche o la exigencia para que madure y deje de hacer chiquilladas pero él me está sonriendo. No es una sonrisa comprensiva es una sonrisa enigmática que me dice que él sabe algo que yo no y que disfruta al ver en mi cara la duda reflejada.
Una punzada de culpa me invade cuando me pregunta donde quiero comer. Le comento que Amanda, Annie y yo hemos estado almorzando todos los días en la cafetería del hospital y no quiero dejarlas plantadas. Anteriormente le habría dicho que lo dejáramos para otro día, pero no puedo perder la oportunidad de invitarlo a que comparta el almuerzo con nosotras y por supuesto con Amanda.
Albert sin embargo dice que no tiene tanto tiempo para ir hasta el hospital y regresar a su oficina. Me invita a acompañarlo a caminar por el parque en lo que llega la hora de mi almuerzo. Compra un hot dog para él y me dice que arruinaré mi apetito al ver que no le quito la vista de encima a su almuerzo pero termina comprando uno para mi también. Nos sentamos en una de las bancas frente al estanque, es nuestro sitio favorito, después de la colina que está al oeste del lago Michigan. Pero en este momento no podemos ir, mientras trabaja Albert debe cuidar de su ropa y dar una buena imagen.
Continuamos platicando por varios minutos más y es increíble como no se nos agotan los temas de conversación, sobre todo si pasamos tanto tiempo juntos y lo único que hacemos es hablar. Albert mira su reloj y me indica que es hora de que regrese al hospital. Buscamos su auto, al llegar a él, me abre la puerta y se despide sin un beso, sólo agitando la mano. Por primera vez desde que lo conozco este adiós es una despedida definitiva. Es como un vaticinio de que las cosas ya no son como antes ni lo volverán a hacer. He perdido algo pero no puedo precisar qué.
Amanda y Annie me esperan en la cafetería. Están hablando de recetas, ambas tienen gustos parecidos en cuanto a comida francesa y esas cosas. Ordeno algo sencillo, perdí el apetito y no sólo por haberme comido ese hot dog.
Les cuento que fui a despedir a Tom y que Albert me acompaño, pero no les digo nada de que ya no toco a Albert porque Tom tenía la misma idea que Annie sobre nosotros como pareja y fue lo único que se me ocurrió para borrar esa falsa impresión.
Amanda quiere saber que le gusta comer a Albert. El intercambio de recetas se debe a que mañana estamos invitados a comer a la casa de los papas de Amanda. Annie y Archie tenían compromisos previos y no han aceptado. Albert por su parte había confirmado la invitación ayer mismo y cuando me entrega el sobre le hago saber que a lo mejor no asista para que pueda dedicar toda su atención a Albert como anfitriona.
Ella sólo suspira ilusionada y dice que eso es como un sueño mientras acaricia un cuaderno. Me llama la atención la ilustración de la portada, unos bellos caballos con alas, a mi me parece demasiado sensible para llenarlo de recetas de cocina, pero me aclara que es para escribir sobre sus sueños y cada vez está más convencida que no debe dejar que su doctor los lea. Asegura que hay cosas que la avergonzarían.
Son sólo sueños ¿cómo puede avergonzarla lo que no puede controlar con su imaginación?. En un susurro nos dice que soñó con Albert. A punto estoy de decirle que yo sueño con él frecuentemente pero me recuerdo mantener las distancias así que opto por preguntar sobre lo que soñó.
Se ruboriza y baja aun más la voz obligándonos a agacharnos para escuchar que fue con sus manos. Desde que Albert la ayudo a desmontar ayer, se dio cuenta lo grandes que son sus manos, los dedos largos y fuertes y como la sostuvieron por la cintura. No se lo pudo quitar en todo el día y por la noche soñó de-ma-sia-do con esas manos. Annie le dio la razón sobre la fuerza y tamaño y de pronto parecía que las manos masculinas eran un tema muy importante porque también las manos de Tom emergieron en la conversación con su aspereza y la forma en que saltan sus venas al sujetar las riendas. Amanda quiso enfatizar el tamaño de las manos de Archie, Annie salió inmediatamente en su “defensa” destacando lo bien cuidadas que las tiene y por lo tanto lo suaves que son.
Estuve poco concentrada en la conversación, me gustaba el tamaño de las manos de Albert cubrían por completo las mías y ahora que eso ya no sería tan frecuente, me sentí un poco apesadumbrada. Por eso no seguí el curso de la conversación y no entendí hasta que fue demasiado tarde el por que los pantalones de montar tan ajustados eran el siguiente tema.
Annie y Amanda estaban un poco exaltadas, se ruborizaban ligeramente pero no por pena, sólo era una ligera excitación por el tema que estaban tocando. No sé porque yo si enrojecí violentamente al regresar de mi retraimiento. Deteste de inmediato el tema de conversación, muchísimo más que ellas hablaran así de mis amigos, de los comentarios que otras mujeres hacían sobre Albert y me parecía un descaro que una mujer que no tenia una relación con un hombre hablara así de él.
Pensé en Albert teniendo la misma reacción que yo ante esos comentarios. Me despedí de mis amigas dudando si Amanda era después de todo una opción para Albert. Furia, indignación, censura me traen de un lado para otro sin descanso. ¿cómo se atreven a poner los ojos de esa manera en Albert? ¿Evaluándolo como si fuera un pedazo de carne? No lo consiento. Me cuesta admitir horas después que mi proceder fue irracional. No se porque me moleste tanto, ni mucho menos espere que Albert me diera la razón, si hipotéticamente se lo contara, cosa que no pienso hacer jamás.
Cada día me doy cuenta que ser la mejor amiga que Albert puede tener es lo más difícil que he hecho jamás. Debo dejar de lado mi instinto de sobreprotección hacia él. Por alguna razón siempre he tenido la necesidad de defenderlo y cuidarlo, sin que él lo necesite.
Decidida a convertirme en la promotora de esta unión profundizo en lo sucedido con Amanda y resuelvo que es un punto a favor de el plan que ella se muestre tan atrevida en ocasiones. Albert también debe mostrar ese tipo de interés por ella y debo encontrar una manera de fomentarlo.
Como una especie de reparación a mis actos y pensamientos anteriores me convenzo de no asistir a la comida de mañana y me deshago de la invitación resuelta a no hacer mal tercio.
El plan 8.- Receta para la felicidad.
Tengo libre un sábado de cada mes y puedo disfrutar del fin de semana completo. Ayer me sentía pésimo por mis juicios vertidos hacia mis amigas y me afané limpiando y adelantando los quehaceres que regularmente hago los fines de semana. Hoy puedo levantarme tarde, saludar a los vecinos y claro ¿por qué no? Probar hacer unas galletas con chispas de chocolate.
Voy a la tienda por los ingredientes que me faltan y trato inútilmente que el chocolate derretido tenga forma de gotas y no esas plastitas que obtengo como resultado. Como si no hubiera sido lo suficientemente complicado saber como se preparaba a baño maría. Estoy pensando seriamente en buscar ayuda cuando tocan a la puerta. Espero sea una de las vecinas y me pueda auxiliar.
Pero no. Es Albert.
¡Hola Albert!
¡Hola Candy! – se inclina para besarme en la mejilla pero no lo hace, sólo aspira muy cerca de mi cabello – hueles delicioso – se incorpora y me hago a un lado para que pueda pasar
No te esperaba
Supuse que no estaría de más pasar a recogerte un poco más temprano
¿Recogerme? ¿pasa algo?
Hice bien en venir, olvidaste que hoy es la comida con Amanda
Mandy no me dijo cuando era. Creo que no iré. Nos vimos ayer, no mencionó nada y odiaría llegar de improviso. A lo mejor no quiere que vaya y por eso no me confirmó la fecha.
No digas eso. Tu eres bien recibida con los Rivers.
Si a Mandy se le olvido invitarme debe ser una señal ¿no crees?. Además – le señalo mi delantal – mira no estoy lista.
Entonces no iremos. ¿Tienes algo más para comer que chocolate? Tengo mucha hambre.
Tu no vas a plantar a Amanda y sus papas. Y no te alimentaré, el chocolate es para mis galletas – trato de guiarlo a la puerta sin tomar su brazo. Controlar mis movimientos para no acercarme mucho me hace ser consciente de todo el espacio que ocupa Albert. Finalmente el espacio se acaba y tropiezo con la canasta de la correspondencia y debo aceptar su mano para no caer.
¿Estás bien? – estoy en sus brazos. Me separo de él con algo de prisa, asintiendo y recojo lo que tiré. Mal movimiento. Albert se agacha para ayudarme, vuelvo a tirar lo que tengo en las manos cuando por accidente nuestros dedos se encuentran al recoger el mismo sobre – ¿qué tenemos aquí? – no podía ser peor es la invitación de Amanda – Amanda no olvidó recordarte la fecha. Mira – me extiende el sobre
¿En serio? creo que se revolvió con la publicidad y por eso no la vi – le arrebato el sobre para asegurarme que esté bromeando, pero no tengo que confirmarlo conozco de sobra el papel de correspondencia de los Rivers.
Ahora no tienes pretexto para asistir, estás doblemente invitada
¿Doblemente?
Tienes la invitación formal de Amanda y te invito yo a que me acompañes.
Pero ya tengo todo listo para hacer las galletas, sabes lo que me cuesta cocinar y realmente no las estaría haciendo si no tuviera tantas ganas de comerlas y si vamos con Amanda regresaremos tarde ...
No sirve de nada poner pretextos Albert está decidido a derribarlos uno por uno. Todo lo resuelve diciendo que me ayudará a prepararlas y las llevaremos como obsequio junto con las flores y el vino que lleva él y podremos aprovechar la hora del té para que no me quede sin comer galletas. Sólo faltó que me diera unas palmaditas en la cabeza y me dijera buena chica cuando accedí.
Se quita el saco y se dobla las mangas de la camisa, propone irme poniendo los ingredientes mientras estoy amasando. Encontramos un ritmo para no tocarnos y tal como hacíamos antes, sin ni siquiera preocuparnos por donde estaba el otro, con la certeza de que al voltear ahí estaría ahora es a la inversa. Albert pasa detrás mío mientras yo le hago espacio y después me muevo a la derecha para que busque otra cuchara en los cajones frente a mi. Es como si estuviéramos bailando, preciso y muy sincronizado.
Tengo la masa casi lista, Albert me pasa el rodillo sin que se lo pida, extiendo la masa pues creo que me ha quedado un poco dura ya que apenas la estiro sobre un lado y el otro vuelve a su estado original. Albert ve mi problema y se coloca detrás de mi. Toma el rodillo encima de mis manos y guía mis movimientos. Está a escasos centímetros detrás mío, no me toca excepto por sus manos sobre las mías y un ocasional roce de nuestros brazos. Aprovecha su estatura para estar prudentemente lejos de mi. Sin embargo me llega su olor, su calor y su respiración en mi cabello. Se exactamente donde está y esto es más tenso cada vez. Antes lo sabia pero no era consciente, ahora que lo tengo que evitar, me parece un poco sospechoso nuestro afán por siempre estar a alcance del otro, anteriormente. Ahora hacemos lo imposible por hacerle saber al otro nuestra presencia, para evitarnos. Tan incongruente y al mismo tiempo tan típico de nosotros.
Una vez que logramos que la masa este suave Albert me ayuda a incorporar las chispas de chocolate. Le indico donde encontrar los moldes pero resulta que los he prestado y no me los han devuelto, hago un gesto de impotencia. No voy a regalar unas galletas que no sean remotamente redondas, lo que sucederá si les tengo que dar forma con las manos ¡que vergüenza!. Albert sabe lo que pienso, se estira sobre mi para alcanzar el estante superior y sacar algo de ahí. La distancia se reduce, casi me incrusto en la mesa huyendo de su contacto pero él me cubre con su peso, al parecer lo que busca está hasta el fondo. Su peso contra mi espalda y sus piernas presionando las mías. Siento la dureza de sus músculos estirados y suspiro con nostalgia. Extraño apoyarme en el. Es tan familiar la postura que por un instante deseo extender por más tiempo ese momento, recargar mi cabeza en su hombre y mecerme suavemente. Sin embargo Albert alcanzo lo que buscaba, un vaso, y libera mi cuerpo de su prisión.
Extendemos la pasta y cortamos ruedas perfectas con los vasos. Cuando están listas para el horno. Albert me manda a arreglarme diciendo que el se ocupará del resto. Lo obedecí sin protestar. Me siento derrotada ante Albert siempre termino haciendo lo que él dice. Pero una voz en mi cabeza me dice que es todo lo contrario que soy yo quien consigue todo lo que quiere de él.
Albert toca la puerta de mi recamara para apresurarme. Es mi ultima oportunidad para evitar ir con Amanda. Salgo tratando de buscar una excusa. Albert está comiendo una galleta al mirarme reconoce que este vestido no me lo había visto antes. Sorprendida por que note detalles como ese, le recuerdo que no tengo control frente a los vestidos rojos y cuando lo vi en una tienda, lo aparte de inmediato, pese a que tuve que hacer unos cuantos sacrificios. Se acerca a mi, parte la galleta que está comiendo y me la da a probar asegurando que somos un gran equipo en la cocina.
Sin tiempo de reaccionar al sentir sus dedos rozando mis labios abro la boca para tomarla, cierro los ojos al sentir que todavía está tibia y no me doy cuenta que cierro mis dientes en torno a los dedos de Albert. Otro en su lugar los hubiera retirado para salvarse de una mordida, pero él se mantiene en calma incluso bromea apresurándome a marcharnos para que calme mi hambre porque estoy a un paso del canibalismo. Me quiero morir en ese instante y no sé si las galletas me han parecido sublimes o el sabor de los dedos de Albert es lo sublime.
Lo suelto un poco avergonzada. Mientras él tiene que aliviar el dolor de su dedo en su boca. Su mirada es un poco oscura como si estuviera enfadado. No vuelvo a mirarlo a la cara hasta que llegamos al auto. Tan distraída estaba que tampoco noté que Albert llevaba nuestras galletas en una bolsa de papel. A veces me pongo a pensar que sería de mi sin Albert cuidándome las espaldas la mayor parte del tiempo. Pierdo tan fácilmente la cabeza, me impaciento y me olvido de lo más elemental.
Llegamos a la casa de los Rivers. La doncella recibe nuestros abrigos. Amanda y sus hermanos Lilah y Justin nos esperan en el recibidor. Los chicos son presentados ante Albert y me saludan efusivamente a mi. Justin es un bromista nato y no pierde ocasión en resaltar que tanto Amanda como yo tenemos los mismos gustos aludiendo a que ambas estamos vestidas de rojo. Amanda se altera y anuncia que subirá a cambiarse. Lilah a todas luces incomoda entre nosotros sube tras ella para “ayudarla”.
El pequeño Justin queda como anfitrión y con un encogimiento de hombros nos pide que lo sigamos para saludar a sus papas. En el camino a la sala se muestra impertinente con mis pecas sugiriendo que debería subir también con Amanda para que me preste todos esos mágicos maquillajes que podrían hacerlas desaparecer. Albert dice que hacer eso es como querer borrar las estrellas del cielo y querer destruir lo que la naturaleza nos regala. Justin me mira fijamente y dice que le gustaría saber si algunas de mis pecas tienen forma de constelación. Yo me sonrojo, Justin sonríe satisfecho por haberme hecho sentir incomoda, me pregunto si realmente sólo tiene 10 años. Albert susurra en mi oído que me tranquilice, en vez de un cielo estrellado parezco una fresa, roja y llena de pecas y Justin además querrá comerme.
Los señores Rivers nos reciben con cortesía, la señora Anthea agradece nuestros obsequios y ella misma se hace cargo de ellos. La plática se centra en un principio en Amanda, desde luego, su salud, lo mucho que he hecho por ella, lo contenta que estaba por invitarnos y que habla constantemente de nosotros. Cuando ella regresa ahora vestida de verde y se ve preciosa. Lilah se siente orgullosa de haberla ayudado a elegir y Justin le dice que debió haber hecho algo más por si misma. Veo la interacción de los hermanos. Justin y Lilah discuten por todo, se desacreditan uno a otro. Cuando piden ayuda a sus papas para hacer callar a su hermano les recuerdan que no deben empezar algo si no saben como pararlo. Amanda hace equipo con Lilah, pero Lilah no lo acepta porque eso es reconocer que está perdiendo ante alguien menor que ella y creo que esto es una rutina de todos los días porque sus padres apenas prestan atención.
Cada familia tiene sus diferencias, yo siempre he considerado a Annie y Tom, junto con los niños del hogar de Pony como mis hermanos, pero no había entre nosotros esa abierta combatividad. Aun Archie, Stear y Anthony que crecieron como hermanos no discutían, al contrario se mostraban muy unidos y conspiraban pero por una causa común no unos contra otros. Sus comentarios insolentes y provocadores me recuerdan más a Terry y a mi en la época del colegio. Todo para obtener atención y buscándola de la peor manera posible.
Albert hace también caso omiso de ellos y platica con los padres de Amanda. Ella por su parte está en el juego cruzado de sus hermanos y sus intentos por entrar en el mundo de los adultos y se nota que prefiere el juego con sus hermanos.
Me mantengo al margen de las conversaciones. Justin sólo se dirige a mi para burlarse. Lilah parece tenerme celos por lo bien que me llevo con su hermana mayor. Amanda no sabe ni para donde voltear. Los señores Rivers son excesivamente amables, me cohíben y Albert, no quiero pensar en él. Últimamente está siendo muy complicado mirarlo, hablar, y sobre todo estar con él. En el momento que anuncian el postre es liberador. Me hace falta algo dulce para recuperarme de todo lo que ha sido este día.
Saber que es un pastel de fresas me obliga a voltear violentamente hacia Albert, que también me está viendo y vuelve a tener esa expresión enigmática. La cosa no acaba ahí, la madre de Amanda le pregunta si le agrada el postre y Albert confiesa que las fresas le fascinan. Me pregunto si lo hace para hacerme sentir incomoda, después de que creí que trataba de ayudarme con el asunto de Justin y mis pecas, ahora no se que creer.
Se habrá contagiado del entusiasmo de Lilah y Justin. Muchas veces cuando la gente quiere saber la naturaleza de nuestra relación, decimos que nos queremos como hermanos, pero no es del todo cierto. La afinidad que tenemos no es del tipo fraternal. Podría ser mi hermano mayor desde luego, sin embargo, no tenemos esa responsabilidad afectiva que impone la familia los lazos de sangre. Fuimos amigos y nos quisimos mucho antes de ser familia. Desde siempre ha sido nuestra elección buscarnos y procurar mantener nuestros vínculos. Jamás lo podría considerar como mi padre ¿qué padre deja que su hija haga todas las tonterías que suelo hacer, sin tratar de gobernar su vida?.
No sé porque nuevamente debo estar buscando definiciones para él y para mi. ¡¡Es Albert!! Debería ser fácil, pero por alguna razón ya no lo es. Desde esa tarde en el parque Albert ya no es el Albert en el que siempre creí y debo descubrirlo bajo otra luz, profundizar y transmutarme con él.
Al terminar de comer Amanda insiste en que conozcamos a sus perros y lleva a Albert de la mano hasta el jardín. Son apenas unos cachorros bastante juguetones que no tardan ni dos segundos en adorar a Albert. Por desgracia mi acompañante es Justin, sigue insistiendo en encontrar un patrón en mis pecas y comienza a ponerse impertinente preguntando si no tengo más en otras partes del cuerpo. Para mi fortuna tienen que ir al club campestre a visitar a un amigo y me relaja despedirme de las miradas de reproche de Lilah y las impertinencias de Justin.
Nos quedamos Albert, Amanda y yo en el jardín conversando. Amanda interroga a Albert sobre su infancia. Nos revela muchas cosas de su familia. Cosas que nunca antes me había contado. Supongo que será el encanto de Amanda lo que lo hace soltarse de esa manera, hasta el día de hoy tenía por hecho que Albert no hablaba sobre su infancia. Al menos no conmigo y llevamos varios años conociéndonos.
Nos retiramos después de tomar el té. Albert y Amanda han quedado de ir al zoológico mañana. Cuando Albert comenzó a platicar de su viaje por África ella quedo muy intrigada por varios de los animales que el menciono y mañana la llevara a conocerlos. Esta vez tendrán que prescindir de mi presencia. Yo no tengo servidumbre como ellos y debo tener limpios mis uniformes para el lunes y llenar mi despensa. Esta vez puedo excusarme logrando incluso hacer que se sientan culpables. Estaban tan sonrientes y complacidos que no me pareció justo que yo me sintiera fuera de lugar por estar de chaperona y menos tolerar las bromas de Justin. ¿qué más podía haber causado esa reacción en mi?
Me despido con premura de Albert y le urjo a ir a descansar para que haga el paseo de Amanda algo inolvidable. Pero Albert está demasiado contento y no me replica nada, me dice adiós con la mano y una sonrisa ligera y se aleja silbando.
Si no tuviera esa indefinible sensación bullendo en mi estómago, me habría sentido satisfecha de los avances del plan. Una tarde con Amanda y Albert mantiene una sonrisa deslumbrante.
El Plan 9.- 10 cosas que amo de ti.
Desde que tuve esa idea de encontrar la mujer que haga a Albert feliz mi percepción de él se ha modificado. Ya no solo es el amigo que siempre estará cuando estire la mano. Él ha cambiado para mi. Ahora cada movimiento suyo tiene que tener un significado cuando tiempo atrás no hubiera merecido mi atención. Él busca cosas en las mujeres que no encuentra en mi. A ellas les coquetea, les sonríe de forma diferente a mi, les cuenta cosas sobre las que no habla conmigo. Le significan un reto y no la placida amistad que se desarrollo en nosotros, sin compromisos, mucha comprensión hasta por lo incomprensible, sin irritaciones, provocaciones, conflictos, cediéndonos nuestro espacio. Sin pedir ni dar nada, sólo compañía, gentileza y un refugio de las exigencias de la vida diaria.
Ayer me sentía molesta por algo, quizá por saber que entre Amanda y Albert, yo estoy de más. La idea de estar de más en la vida de Albert me descolocaba mucho. Sobre todo ¿qué iba a hacer yo sin su constante presencia? ¿soportar compartir el tiempo que hasta hoy sólo me dedicaba a mi? ¿A quién iba a abrazar cuando lo necesitara?.
Mi voz interior que últimamente no se callaba nunca me empujaba a admitir que estaba buscando que Albert viviera el romance que yo no me atrevía. De ser sólo eso tendría una sensación malsana más parecida a la envidia cuando sé que están juntos y yo sola. Una cosa era cierta estaba celando a mi amigo, no porque tuviera a alguien especial, sino porque me robaba la alegría de su compañía. Es algo que tengo muy claro, quiero que Albert sea feliz, aunque yo deba hacer algunas concesiones.
Acallar esa voz requería medidas desesperadas. Concentré mi energía en lograr un blanco deslumbrante en mis uniformes y en planificar mis compras por las próximas 20 semanas. Recorriendo el mercado recordé una charla con mis compañeras. Una de ellas estaba próxima a casarse y le asustaba dejar de depender de la experiencia y cuidados de su mama para embarcarse en la vida en pareja donde ella debía ser responsable del cuidado de su casa y su marido.
Comparé esa situación con la mía. Era escalofriante imaginar que Albert haría su vida y yo me quedaría estancada. Mi independencia, dependía mucho de Albert. Pero si él ya no me necesitaba como una compañera sin exigencias con quien pasar el rato de lo que lo cansaba en su trabajo y vida social. Me pareció absurdo pensar en lo que perdería yo, sin sopesar lo que Albert tendrá. Recuperé mi paz pensando que también era bueno para mi probar mi capacidad para valerme por mi misma.
Me esforzaría por perfeccionar mis habilidades para sobrevivir por mi misma. Cocinar era una de ellas. Apenas se preparar unos cuantos platos y no todos con buenos resultados. Me felicité por estar atenta a los consejos que le dieron a esta chica que se va a casar, porque incluyeron unas recetas muy fáciles de lograr, que hasta yo había entendido.
Puse manos a la obra para ensayar algunas recetas y mantenerme ocupada para sacar a Albert y a Amanda de mi cabeza.
Estoy preparando lo que será una crema de verduras, si algún día se ablandan las zanahorias desde luego, pero me tengo que secar las manos para atender la puerta. Ver a un Albert demasiado sonriente frente a mi puerta hubiera bastado para que me devolviera el mal humor de ayer, pero hoy lo veo como una oportunidad de mostrarle todo lo que he logrado pulir mis aptitudes en la cocina.
¡Hola Candy! – nada de inclinarse a darme un beso, ni acercarse a mi, sólo su amplia sonrisa
Como es que teniendo llave aun sigues tocando. – sus ojos se empequeñecen y echa su cabeza un poco hacia atrás para reír abiertamente
No me gustaría hallarte en una situación comprometedora
Jajaja – Sólo puedo reír ante esa afirmación – Hace unas horas pensaba justamente lo contrario, no tengo vida Albert. Lo más comprometedor que pasa en este departamento son las visitas de cierto hombre de negocios y el revuelo que causa por no usar la llave cuando sabe que estas puertas están siempre abiertas para él.
No me digas que estabas esperando visitas – niego con la cabeza y él quiere seguir especulando – Cocinabas para mi ¿verdad? Estabas segura que no podría evitar traerte del zoológico un regalo y esperabas por el – busca en los bolsillos de su saco y encuentra un pequeño león de felpa con un bastón de caramelo en sus garras
¡¡Ahhh Gracias!! En realidad no te esperaba – pero llevó todo el día esperando por algo y su visita hace que me sienta en paz – Cocino para mi, pero ya que has tenido la oportuna ocurrencia de visitarme probaras mis intentos de guisados – empieza a quitarse el saco con intenciones de ayudarme
No te empieces a desvestir todavía, quiero hacerlo yo todo, esta vez sólo te toca mirar
Lo que digas – contiene la risa. Parece más feliz que cuando llegó, debo ser todo un caso cocinando. Se sienta del otro lado del mostrador y pone atención a lo que está sobre el fuego – pero esas zanahorias casi han perdido el color de tanto hervir
Han necesitado el doble de tiempo para cocerse que las demás verduras
Las hubieras cortado en rodajas
Shhh tampoco debes intervenir con consejos, jamás aprenderé a cocinar de esa manera
¿Tu has hecho todo esto?
Si
Has estado muy ocupada
Estoy probando recetas. Son recetas para recién casada y se supone no tienen dificultad
Y supongo que adquirirás ese nuevo estado civil si es que aprendes a cocinar
No tonto. Esas recetas se las dieron a una chica del hospital que está próxima a casarse.
¡Ah vaya! Creí que seguías con esa idea de que sólo una cocinera puede ser una buena esposa
Tu no tendrás problemas si tu esposa no sabe cocinar, tu sabes por los dos. Pero yo no podría tener en la conciencia haber matado a mi marido por inanición. Cocinar es importante
¿Por qué estamos hablando de matrimonio? ¿Me quieres contar algo Candy?
Claro, lo olvidaba, al “Señor Libertad” el matrimonio ha de parecerle una cadena, una prisión, un calabozo. No te molesto más con este tema. – me pongo a la defensiva. Si tan sólo Albert sospecha que fui yo la del plan de emparejarlo con Amanda, arderá Troya. Vierto mi confusión macerando las verduras.
Menos mal, una palabra más y hubiera creído que eras la tía Elroy – a pesar de haberle dicho que no interviniera mientras cocino, no deja de estar atento a mis movimientos, debería sentirme presionada pero el brillo de sus ojos me dice que lo está pasando bien.
Pero yo soy más divertida - toma una manzana del frutero y la muerde como si pensara un poco que contestar
Eso ni hablar – contesta enigmáticamente, no sé si será un “si tu lo dices” o si será “estoy completamente de acuerdo”
Como si hablaras de muchas cosas – sondeo buscando una invitación a resolver los misterios que lo rodean
Eso lo dices porque eres una charlatana – hombre después de todo, no capta una indirecta
¿Así que no hablas porque yo no te dejo hablar? – la ensalada pagará mi frustración, quiero obtener tantas cosas de Albert, pero no encuentro la forma.
Ten cuidado con ese cuchillo...
Shhh, quedamos que sólo vas a mirar
¿ves como no me dejas hablar? – con un puchero que me dieron ganas de ir a abrazarlo, cruzó los brazos en la mesa, hundió la barbilla entre ellos, dio otra mordida a su manzana y no volvió a hablar en mucho tiempo.
Afortunadamente tenía cosas que hacer después de picar y lavar la ensalada como preparar la carne de ternera para freírla. Albert seguía al pendiente de mis movimientos. O eso creí porque cuando tuve un titubeo para condimentar la carne, él no hizo ni un sonido que delatara su intervención. Quise consultarlo sin consultar, que me dijera con la mirada, un guiño o una señal, si era la cantidad adecuada. Pero no estaba mirando lo que hacía, me miraba a mi.
Por un instante quede atrapada en sus ojos. Nos comunicamos algo de esa manera. La intensa concentración de Albert se disipó y él se relajo. Se recargo en el respaldo de la silla con comodidad. Mi corazón o algo dentro de mi dio un salto y dos giros mortales. Si Albert se sintió molesto por mi comportamiento en este momento lo había superado.
Me conoce tan bien. Era la confirmación que necesitaba para deshacerme de esta extraña inquietud que me llenaba. Aun en los más largos silencios entre él y yo no hay vacíos. Llenamos esa quietud con miradas, gestos y señales que llegan a decir más que las propias palabras. Respire con alivio. Volvíamos a retomar la naturaleza balsámica de nuestro entorno, sin chispas, sombras, briznas ni nada que la empañe.
Seguí cocinando tratando de no tener ninguna falla. Si él miraba tenía que complacerle lo que veía. Quería demostrarle experiencia, habilidad, confianza. Pero todo se vino abajo cuando una chispa de aceite brinco del sartén a mi mano. Brinqué, grité, no sé que paso, pero Albert estuvo un segundo después junto a mi indagando que me había sucedido. Tome una cuchara para mantenerlo atrás mientras explicaba que sólo fue una chispa de aceite y que eso entraba también en la parte de que no debía intervenir.
Aun así el invadió mi espacio vital, me aísló del resto del mundo para que sólo sea consciente de él. Huelo el sol en su ropa, la manzana que acaba de comer, su preocupación y ese aroma que sólo le pertenece a él. Muy cerca, sin rozarme mira mi mano en mi boca y la cuchara que empuño como un arma frente a él. En realidad eso no lo detendría de tocarme. Pero no lo hace, no habla, sólo me mira un eterno momento asegurándose que no me he hecho daño. Con movimientos deliberados se mueve en la cocina, en latente proximidad pero totalmente fuera de mi alcance. Cambia la carne a otro sartén y se regresa a su sitio tras el mostrador.
Rompo la tensa calma que se produjo buscando entablar conversación. Reconozco que aun soy bastante torpe para cocinar pero que si él está todo el tiempo resolviendo las cosas por mi, jamás lo lograre. Él promete dominar sus nocivos impulsos protectores y dejarme quemar, arruinar y inutilizar todos los alimentos que yo quiera. Me pregunta si considero una atroz intervención que él ponga la mesa. Le concedo el privilegio de hacerlo. Finjo recordar que durante mis clases de modales en la mansión Andrew, me dijeron que ese era el trato que se le debía dar a los invitados.
La comida es buena, en una escala del 1 al 10 se llevaría un 7.5, sólo porque confundí la manzanilla con el orégano en la pasta y no la probaría ni siquiera uno de esos chicos que andan en la calle pidiendo algo para comer. Albert quiso darle una segunda oportunidad, pero tuvo que aceptar que no tenía remedio. Pero todo lo demás lo comió con singular apetito. Durante el paseo en el zoológico no pudo probar nada, Amanda desconfiaba de comer comida callejera y él no iba vestido para llevarla a un restaurant. Rechazó comer en su casa y no tenia planes para volver pronto a la suya, así que consideró venir a invitarme a comer.
Terminamos de comer y continuamos charlando en la sala. Claro después de perder tiempo en vano tratando de convencerlo que los invitados no lavan los trastes. No funciona así, al menos no con Albert. Juntos en ese pequeño espacio hicimos malabares para no romper ni un sólo plato.
Lo interrogo respecto a Amanda, si le gusta, si tanto tiempo pasando juntos no ha crecido algo más que una bonita amistad, si ya le dijo algo sobre lo apetecibles que son sus labios. Albert responde que él no le anda diciendo a las mujeres que tienen labios apetecibles. Cuando reclamo que a mi me lo ha dicho, él revierte recordándome como me subieron los colores al rostro.
Quiero explicarle que ese no fue el motivo de mi rubor. Pero Albert insiste en que hablándole así no es forma de halagar a una dama. Repite constantemente que no quiere discutir sobre esto o tendrá que demostrármelo. Para mi es difícil resistirme a retarlo ... mejor lo hubiera hecho.
Desde el otro extremo del sofá, cómodamente sentado ocupando mucho espacio, dominándolo todo desde una esquina, con las largas piernas abiertas y los brazos extendidos uno sobre el brazo del mueble y otro a lo largo del respaldo. Se inclina ligeramente hacia mi, entreabre los labios con la punta de la lengua, muestra una leve sonrisa ladeada y sin perder de vista mi boca me dice “Nena, no se trata de que unos labios despierten el apetito, sino de cómo satisfacer ese apetito”.
El calor en mi rostro fue lo de menos. Algo en mi estomago hizo explosión y definitivamente no fue lo que comí. Siento como ese calor que nace en mi estomago se expande hacia todos lados principalmente entre mis muslos. Trato en vano de hablar, pero me falta el aire, tras dos intentos por llevar oxigeno a mis pulmones, por fin lo logro. Albert primero me ofrece su vaso de jugo y después se echa para atrás y se reacomoda en el sofá esperando que le de la razón.
¿Cómo puede una mujer sobrevivir a esa arma mortal que es la voz de Albert diciendo cosas así?
En un mero intento de protegerme subo los pies al sofá y recojo mis piernas bajo mi cuerpo apretándolas firmemente, controlando el temblor que esa voz rasposa y la forma de arrastrar las palabras provoco en mi.
Le recomiendo que si lo haga, seguro tendrá muchas mujeres a sus pies con sólo hablarles de esa manera. Bromea diciendo que no es precisamente a sus pies donde le gustaría tenerlas, pero se niega a continuar con el tema cuando quiero saber más. ¿Qué más hace para lograr la atención de las mujeres?, ¿qué le atraen además de sus labios?, ¿su cuerpo? ¿cuál es su tipo? Si es que tiene alguno definido. Apelo a la confianza que siempre nos hemos tenido y que soy más un chico que una impresionable damisela, asimismo hago la más solemne promesa de no revelar sus artes de seducción a nadie.
Lo que hace es todo lo contrario, me relata un par de anécdotas donde todo le salió mal y quedo como un tonto ante mujeres que quería impresionar. No me lo creo del todo pero lo escucho sin perder detalle. Ha doblado el brazo que tenía en el respaldo del mueble y sostiene la cabeza con su mano, se ve tan cómodo y sereno. Su voz tiene la misma característica rasposa que delata su origen desde la garganta como hace un instante pero en un tono más apagado. La somnolencia propia de la digestión se nota en su pronunciación arrastra las palabras, no articula del todo y su voz se asemeja más a un ronroneo.
Bajamos la voz deliberadamente, como si nos estuviéramos contando secretos que no queremos compartir con nadie más. Como si nos encerráramos en un mundo sólo para nosotros dos. Mientras tocamos diferentes temas me sorprende que el mismo hombre que provoco que me subiera la presión ahora me contagie su estado de relajamiento. Y es a fin de cuentas el mismo de siempre, con sus bromas, sus guiños, su sonrisa y esa aura de armonía que es una invitación a acurrucarse junto a él y sumergirse en esa paz que nunca lo abandona. No poder hacerlo es lo más injusto.
Afuera todo es oscuridad. Albert se ha despedido 3 veces y cuando no ha sido él he sido yo quien lo ha impedido bajo un pretexto muy endeble. Esta última vez ha llegado a la puerta, recargado del marco hace una pausa para decirme que me extraña. Me quedo en medio de la sala sin saber que hacer mientras una solitaria lagrima corre por mi mejilla. Mientras es se aleja por el pasillo corro tras él y lo abrazo sólo un breve instante. Con una sonrisa triste acaricia mi mejilla y me dice que es mejor así.
10.- No es más que otra tonta historia de amor.
Vi a Amanda antes de su cita con el doctor, difícilmente logramos tener una conversación coherente, saltaba de tema en tema sin esperar una respuesta de mi parte. Supuse que estaría nerviosa por lo que su medico le diría, así que la deje hablar. Casi todo giraba en torno a Albert, lo guapo, lo musculoso, lo atento, lo atractivo, lo sexy que es. ¿Cómo si alguien tuviera que recordármelo?. Pero Amanda seguía ignorante al hecho de que Albert y yo nos conocemos mejor que nadie. Por un momento me sentí tentada a aclarárselo y mi voz interior que últimamente no me dejaba en paz me pregunto si no estaba celosa.
Albert llegó un momento después, tan guapísimo que muchas miradas se volvieron hacia él. Me levanté de prisa después de lo de ayer no me ponía de acuerdo conmigo misma si debía o no tocarlo. Él me saludó con un gesto y una sonrisa, ocupó la silla junto a Amanda y se ofreció a hacerle compañía mientras yo me retiraba a cumplir con mi trabajo. Al pasar junto a él no resistí el impulso de agacharme y susurrar en su oído que calmaré a Amanda, que sólo él podía lograrlo. Y en el último instante le di un beso rápido en la mejilla para despedirme antes de salir casi corriendo.
Dos horas después mi turno terminó, me cambié rápido para llegar donde mis amigos estaban esperando. Al entrar a la cafetería me encontré con un cuadro un poco inesperado, Albert y Amanda estaban un muy muy cerca y hablaban en susurros, por los sobresaltos en la respiración de ella es seguro que estaba llorando. Me impactó de una manera que jamás espere esa cercanía, esa intimidad. Me escondí tras una columna para que no notaran mi presencia.
Sus sillas estaban juntas, Albert sólo tenia ojos para ella y no dejaba de sonreír tratando de transmitirle calma seguramente. Ella se abrazó muy fuerte a él y Albert le acarició el pelo y creo que incluso lo estaba oliendo. Con delicadeza la separó de él y tomó su barbilla para levantarla y que lo mirará a los ojos. Ella había dejado de sollozar y se veía más tranquila, él seguía hablando y la cara de ella se fue transformando, sonrió ligeramente. La sonrisa de Albert se amplió y dijo algo que provocó que la cara de Amanda se iluminara completamente. Casi puedo adivinar esas palabras, él le estará diciendo lo hermosa que se ve sonriendo.
Ante mi todo se desfigura y Albert es un típico seductor que a todas las chicas nos dice lo mismo y veo la facilidad que se puede caer ante esa frase que por muchos años creí dedicada exclusivamente a mi y me invaden los celos, no puedo aceptar que sea Amanda y no yo, quien esté entre sus brazos y escuche su voz decir esa frase y estoy a punto de gritar que es sólo MÍA. Albert es mío. Debería ser sólo mío.
Un inoportuno mesero viene a cuestionar mi comportamiento, pero se detiene y me ofrece la servilleta que trae en su brazo, me pregunta si estoy bien y es cuando me doy cuenta de que mis lagrimas llegan a mi boca al sentir su sabor salado. Me recompongo tanto como puedo, tranquilizo al mesero y camino con tranquilidad hacia donde Albert y Amanda me esperan.
De la escena que protagonizaban antes no quedan secuelas, ni siquiera los rastros húmedos de las lagrimas de Amanda, sólo están peligrosamente juntos, ninguno puede moverse sin tocar al otro.
Expongo una banal excusa, un dolor de cabeza producto de un día difícil y sólo me quedo el tiempo suficiente para avisarles que no los podré acompañar. Tres son multitud y mis sensaciones en estos momentos me harán una pésima compañía, cuando lo que menos deseo es verlos juntos. Salgo sin esperar respuesta de parte de ellos. Albert me llama pero no quiero escucharlo. Paso rápido por el ventanal de la cafetería pero no puedo evitar voltear hacia donde ellos están. No se han movido, la mano de Albert en la nuca de Amanda la acerca más hacia él y ella lo mira con embelesamiento. Unos centímetros más y sus bocas estarán tocándose, no lo vi suceder pero fue la imagen que me acompaño en el trayecto a casa.
Camino con prisa, mis manos tiemblan tanto que me cuesta varios intentos introducir la llave en la cerradura. En la semioscuridad dejo mi maleta en cualquier sitio, rebusco en la cocina algo dulce que me quite este gusto amargo pero sólo tengo agua, tomo dos vasos sin siquiera sentir sed. Quiero golpear algo, destruir algo, acabar con lo que sea, quiero tener un motivo para sentirme mal y llorar. No voy a llorar por Albert y porque encontró una mujer que lo hará feliz. No voy a llorar porque de repente creo que esa mujer debo ser yo. No voy a llorar porque acabo de caer en cuenta que cometí la peor estupidez de mi vida al unir a Amanda y a Albert. No voy a llorar como una niña pequeña que siempre despreció lo que tenía, hasta que vio que alguien se lo podía arrebatar. Soy tan egoísta, quiero tantas cosas de Albert sólo para mi. No es amor, es egoísmo.
Me lo repito incesantemente en el camino a mi recamara donde casi me arranco la ropa por la desesperación de no saber que diablos estoy sintiendo. Finalmente me derrumbo en mi cama y uso mi camisón sobre mi almohada como paño de lagrimas. ¡No es amor! me repito una vez mas, el amor difícilmente duele tanto. ¿dónde está esa eterna lista de razones que siempre le recitaba a los demás cuando intentaban descubrir hasta donde llegaba lo que sentía por Albert? Esas razones que me harán olvidar lo que vi hace unos momentos, lo mal que me sentí en esos momentos, no logran materializarse. Extrañamente es la sensación de perdida lo palpable ¿Cómo puedo perder algo que nunca tuve? No es amor. El amor es un acto de madurez. El mismo Albert me diría que debo sentirme feliz de haber vuelto a amar, de saber que soy capaz de volver a abrigar este sentimiento sin miedos.
Eso es lo que duele. No es egoísmo. Es saber que si debo olvidar mis sentimientos debo olvidar a Albert. Lo cual resulta imposible. Es parte de mis recuerdos más tempranos, es lo que ha quedado intacto en mi corazón roto, es mi valor y mis ganas de sonreír, es el antídoto para mi hiperactividad, es soledad en compañía. Está muy dentro de mi que no lo puedo sacar.
Mis fuerzas me abandonan lentamente, voy cayendo en el sopor del sueño pero antes de caer rendida oigo los ruidos del exterior, el golpeteo de una puerta, una voz diciendo un nombre parecido al mío. Despierto totalmente al notar que el ruido proviene de más cerca de lo que creía. La manija de la puerta se mueve y estoy pensando seriamente que es un ladrón. Cuando la puerta se abre me incorporo de un salto decidida a dar batalla a ese intruso que no es otro que Albert. Él enciende la luz, los dos estamos frente a frente, él un tanto desesperado y yo... semidesnuda.
Intento tomar mi camisón, pero el tacto con la tela húmeda me detiene. Albert camina dos pasos hacia mi y se interrumpe. Estira su brazo para tratar de tocarme pero al final lo deja caer a un costado de su cuerpo. Intenta hablar, miro su boca abrirse para decir algo pero sólo un resoplido emerge de ella.
Niega varias veces con la cabeza y se da la vuelta abandonando la habitación y diciéndome que me espera en la sala. Ayer apenas hacía referencia lo fácil que me sonrojaba y ahora al voltear al espejo veo nuevamente mi rostro de un rojo furioso. Antes me negaba a reconocerlo, era por él, por su forma de mirarme, por el efecto que tenían en mi su presencia, sus palabras y su sonrisa. Trato de eliminar los rastros de llanto de mis mejillas, pero nada puedo hacer por mis ojos inflamados. Ensayo una sonrisa con la cual enfrentarme a Albert y es fácil por que estoy patéticamente feliz de que esté esta noche aquí.
Pienso que es ridículo buscar ropa con que cubrirme, Albert ya vio demasiado. Tomo un camisón limpio y seco y me suelto el pelo tratando de acomodarlo con los dedos. Al no encontrar mis pantuflas en medio del caos, resuelvo ir descalza.
Albert me espera sentado en el sofa, casi en la misma posición de ayer, pero su actitud no es tan relajada. No me quita la vista de encima desde que atravieso el umbral de la puerta. Bajo su escrutinio siento la necesidad de haberme puesto más ropa, una armadura para ser exactos. Él vera a través de mi, descubrirá porque he llorado.
Me subo al sofá buscando la misma posición de ayer también, las circunstancias son distintas pero quisiera alcanzar ese ambiente que nos envolvió ayer. Albert me acerca la taza de té, al probarla me invade un poco de alivio, delicadamente tibio y abundantemente azucarado tal como me gusta.
Has llorado
No. Estaba cansada, ¿lo recuerdas?
No te veías tan fatigada. No han pasado ni tres horas y ahora... ¿estás enferma? ¿llamo al doctor?
Estoy bien. No te preocupes ¿qué haces aquí?
Quería asegurarme que habías llegado bien a casa. Saliste muy de prisa, Amanda y yo hubiéramos estado más cómodos viniendo contigo, en la cafetería estábamos montando un espectáculo. Quise detenerte...
Pero no lo hiciste
No. Amanda recibió malas noticias. Tu esperabas que yo fuera de ayuda tranquilizándola. Lo intenté.
¿fue por su visita al doctor que estaba así?
Ya te lo contará ella.
Desde luego.
¿Ya cenaste? Puedo preparar algo
No tengo hambre. Si Amanda estaba alterada ¿por qué no estás con ella?
La acompañé a su casa. Es mejor que esté con su familia. Tu me necesitas más
Estoy bien, te lo aseguro – eso hubiera sonado más convincente si mi voz no se le ocurriera quebrarse al decirlo.
Dime la verdad.
¿Qué podría decirle en vez de la verdad?. Termino mi té y dejo la taza sobre la mesita. Me acerco a Albert para abrazarme a él. En realidad necesitaba de él, de muchas formas. Aún cuando era incongruente que fuera él quien me consolara por otro enamoramiento frustrado más, esta vez en su persona. No hubiera acudido a otro que no fuera él.
Y funciono.
En el preciso instante que me conforto su calor, la memoria física de mi cuerpo lo reconoció. Tanto bienestar, tanto relax, tanto calor. Sólo estoy bien en sus brazos. Nada lo sustituye. Lo encontré diferente a él de otros amores, por eso no me di cuenta antes. Cada persona despierta diferentes formas de amor. Lo que siento por Albert es sólo una más, a la que le he dado la libertad para crecer y profundizarse que no necesita de las señales externas, me nace desde mi interior. Me atrevo a pensar que no sentiría esta calma si el mismo interior de Albert no estuviera en comunicación con el mío. Si él también captara esta resonancia interior cada vez que nos abrazamos. Tiene que ser así. Nada explicaría mejor esa empatía que hemos desarrollado. Es como si nos leyéramos la mente y el corazón.
El Plan 11.- Amor a segunda vista
Advertencia. Este capitulo contiene escenas de corte erotico. Si te incomoda leer algo asi, puedes saltar al capitulo 12
Acaricio suavemente el pecho que me está soportando. Me sorprende no estar llorando. Albert no me abraza, debe esperar otra cosa de mi. Una verdad que no me siento capaz de contarle. Un ligero gemido escapa de su garganta y sólo se mueve para echar su cadera un poco adelante, para estar mas cómodo. El movimiento me hace dirigir una mirada a sus piernas, con una curiosidad no común en mi, noto como sus pantalones le quedan muy ajustados. Divago pensando que su sastre debe estar en problemas si no logra buenos resultado en lo que llama ropa a la medida. Sin embargo la realidad me da una bofetada al reconocer el porque de lo abultado de su entrepierna. Me incorporo para mirarlo a la cara
Estas... excitado
Se me pasará – se encoge de hombros como restándole importancia
Vuelvo a recargarme en su pecho pensando que hacer ante esta situación.
Miento.
Quiero esconder mi turbación. Los repentinos deseos que me asaltaron, no podían ser más parecidos a los de Albert. Desde mi perspectiva veo como la mano de Albert que está crispada sobre el brazo del sofá se va relajando poco a poco hasta que la levanta y me abraza. Intento levantarme pero me retiene contra su cuerpo. Aun así levanto un poco la cara para poder hablar
Por mi
Es un jadeo lo que tengo por respuesta. Y podría ser ¡¡claro niña tonta!! ¿a quien más acaba de ver semidesnuda?. Pero tratándose de Albert es un intento superior a sus fuerzas por mantenerse en control.
Me incorporo dentro del cerco de sus brazos estoy tan próxima a su cara, me reflejo en sus ojos. Quiero atreverme a besarlo. Un beso vehemente de esos que ni siquiera sé como se dan pero que le haga liberar ese control. Su aliento sobre mis labios lo hace fácil, me guió por él al cerrar los ojos y posar mis labios sobre los suyos. Es reconfortante, mitiga mi tensión y creo que afecta de la misma manera a Albert. Su abrazo se afloja y cuando abro los ojos lo descubro pasando la lengua por sus labios saboreándolos.
Hunde sus dedos en mi pelo hasta llegar a mi nuca y me acerca nuevamente hacia él. No me besa desde un principio, acaricia mis labios con los suyos, pasa su lengua por ellos dulce y lentamente. Sonríe y quiero adueñarme de esa sonrisa, la dibujo con mi lengua. No trata de apresurarse. No es esa presión excedida de Terry empujando con demasiada fuerza sus labios contra los míos. Me deja hacer, morder un poco la parte interior de sus labios y él comienza a tantear con su lengua dentro de mi boca con cuidado sólo la punta para después retirarla sin haberme permitido pensar en la invasión. Una vez más después de succionar mi labio inferior, aprovechando mi azoro entra más profundamente. Una tercera haciéndolo con mayor numero de repeticiones, entrando y saliendo de mi boca.
Es tentador y ya no quiero más ensayos me siento preparada para recibir un beso profundo. Gimo contra su boca, intento de rodillas junto a él ponerme a su altura, pero no lo permite. Me toma de la espalda y me recuesta colocando mi cabeza en el brazo del mueble. Sosteniendo mi espalda me cubre con su pecho y aprieta su boca contra la mía, atrás quedo la gentileza y la calma. Con pasión envuelve mi cuerpo y su boca no me da descanso. Mi pulso se eleva por encima de niveles normales, altos, mucho más allá. Albert mueve la cabeza y embate mi boca de distintos ángulos. Succiona, juega con mi lengua, agota mi aliento y me cede el suyo. Dejo de responder, seguro por la falta de oxigeno. Albert se separa de mi, pero lo retengo por el cuello, pido más.
Solo roza mis labios, se hunde un breve instante en las comisuras y se encamina por las mejillas, mi lóbulos, se desliza por la garganta con un ritmo pausado, humedece la piel con la lengua, después chupa para terminar mordiendo, dejando un rastro ardiente por su paso a mi pecho. Sigue el contorno del escote y su lengua se adentra en medio de mis pechos.
Revuelvo su cabello con mis manos y trato de atrapar el lóbulo de su oreja que se escurre en su cabello cerca de mi boca, y comienzo a pedirle que no pare, que haga más, me encanta lo que estoy sintiendo. La reacción de él la siento en diversas partes del cuerpo, levanta ligeramente la cadera para buscar un poco de fricción con mi cuerpo y su mano presiona mi muslo de arriba a abajo, hasta que decide que es hacia arriba el camino a seguir levantando mi camisón hundiendo sus dedos en mi carne. La otra mano sigue en mi nuca me arrima lo más que puede hacia él y mi boca queda justo en la unión de su cuello con el hombro. Lamo, beso, muerdo hasta saciarme de ese trozo de piel. Pero debo detener mis movimientos cuando él empieza a humedecer mi camisón al chupar uno mis pezones, se endurece dentro de su boca y reconozco claramente su forma inhiesta cada vez que su lengua lo delinea.
La mano bajo mi camisón se desliza por el contorno de mis caderas y continua hasta levantar el otro pecho para acercarlo también a la boca y repetir las caricias que dio al primero. Luego esa mano se extiende sobre mi vientre, el largo de sus dedos abarca todo mi talle. Se mueve en forma circular y va descendiendo hasta llegar a mi ropa interior. Arqueo mi cuerpo buscando una mayor presión de esa mano pero sólo logro que dos dedos rebasen el limite y se conformen con acariciar las marcas que deja la ropa.
Le pido que me vuelva a besar. Mientras lo hace desanudo la corbata y torpemente trato de soltar los botones de su camisa, solo dos ceden bajo mis dedos pero me dan el espacio suficiente para tocar su pecho y llegar a donde late su corazón. Me levanta con facilidad, sin dejar de besarme, sube una rodilla al sofá y trata de girarse para quedar sobre mi. El sofá cruje en protesta por el exceso de fuerza y nuestros movimientos impacientes.
La respiración de Albert es agitada mientras dice que mi sofá no parece dispuesto a aguantarnos más, sugiere tranquilizarnos. Cosa que no estoy dispuesta a hacer. Lo invito a mi cama, él me mira con los ojos abiertos pero insisto. No te vayas. No me dejes.
Me toma de la cintura y me aprieta contra su pecho, dejando que enrede mis piernas en su cintura. Nos dirigimos a la habitación sin separar nuestros labios. Una vez ahí me pone de pie sobre la cama. Estoy más alta que él y se abraza a mis caderas mientras apoyo mis brazos sobre sus hombros para continuar besándolo.
Poco a poco va levantando mi camisón y me lo saca por la cabeza, quiero quitarle la chaqueta pero sólo lo logro a medias, lo deslizo por sus hombros y quiero abrir su camisa. Él se embelesa con mis pechos ahora sin la barrera del algodón las sensaciones son más precisas. Sus manos trabajan bajando mi última prenda para quedar totalmente desnuda frente a él. Su boca va descendiendo y sus manos recorren el camino de regreso por mis piernas, acaricia la parte interior de mis muslos y suavemente va separando mis piernas. Manos y boca llegan al mismo tiempo a mi ingle. Basta una sola pasada de su lengua en mi sexo para que un largo espasmo me recorra todo el cuerpo. Estoy en un punto que no me sostienen mis piernas y él me ayuda a tirarme atravesada sobre la cama.
Se arrodilla en el piso, se coloca entre mis piernas colocando mis rodillas sobre sus hombros y reinicia su recorrido por mi vientre, mi pubis, mis muslos y llega a escisión entre ellos y me besa de la misma manera que hizo con mi boca. Chupa, lame, mordisquea, succiona. Profundizando o aligerando cada penetración con ritmo, fuerza o sutileza
Caliente. Caliente
. No podía pensar en otra cosa, la onda de calor que recorría mi cuerpo. Lo calientes que se sentían los dedos de Albert hundiéndose en mis caderas, recorriendo mi vientre, sosteniendo mis piernas. En todo el calor que se concentraba en el área que Albert acariciaba con su boca, en cada punto que toca y como la sangre se agolpa violentamente ahí.
Mi cuerpo comenzó a actuar por su propia cuenta moviéndose de forma ondulatoria, buscando mayor contacto con Albert. Más calor todavía, me ablando y Albert ha aumentado la intensidad de sus caricias, finalmente me fundo contra su cara.
Estoy buscando aire y él se tiene a mi lado, me abraza hasta que dejo de temblar y me ruedo sobre él. Sonríe antes de que lo bese. Me quejo que él tiene mucha ropa. No sería capaz de describir su rostro. A pesar de que tenia los ojos cerrados percibí la sorpresa y el placer que mi queja le provoco. Rueda sobre mi y abandona la cama para desvestirse. Lo hace con lentitud, sin quitarme la vista de encima, su turbiedad, me confundía, creía que cuando me miraba así era porque estaba enfadado ¿cómo sospechar apenas que era deseo? Por mi.
Por fin su camisa está en el suelo y si amplio pecho al descubierto, sus hombros y sus largos brazos de músculos marcados con cicatrices me vuelven a excitar. Mío. Ese cuerpo es para mi. Las cicatrices lo prueban. Se enfrentó a un león por mi.
El pantalón se desliza por sus piernas. Me maravilla que su estatura pueda aumentar pero dejo de pensar en el instante en que la ultima prenda cae. Todo en él es dorado. Su piel, el fino vello que cubre su pecho y el vello rizado al final de su vientre también tiene color oro viejo.
Ni los libros de anatomía, ni los pacientes masculinos del hospital me habían prevenido ante la impresión de ver su pene erecto.
Gateo en la cama para tocarlo, quiero probarlo como él hizo conmigo, pero me detiene y dice que será después ahora no hay tiempo. Me hace acostarme boca arriba y se acomoda entre mis piernas de nuevo, toma mi cintura y me levanta de la cadera hasta la altura de su ingle. Encauzando su envergadura hacia mi interior.
Había oído muchas historias sobre el dolor y molestias de la primera vez. Apenas siento una resistencia ante la invasión y la voz de Albert induciéndome a relajarme es lo único que llena mis sentidos. Me pide que no piense, que sólo lo acepte y que pronto lo empezaré a disfrutar. Me siento en realidad llena de Albert. Es como completar lo que siempre ha existido entre nosotros. Él siempre ha estado dentro de mi. Sólo que yo siempre trate de resolver racionalmente el misterio que él me significaba. Me da igual, con gusto me perderé con él a donde quiera llevarme.
Una vez acoplados Albert se comienza a mover con facilidad, yo lo seguí al compás que me marcaba, pero la ola de placer llegó a lo alto demasiado pronto y perdí el ritmo. Albert levantó mi espalda y me cargó para que me abrazara a él. Su voz en medio del sonido de la sangre sonando en mis oídos me provoco un éxtasis más intenso y más largo que el anterior. Era como si Albert estuviera llegando a través de mis venas.
Su cuerpo se tenso segundos después y sus embates se hicieron más potentes e irregulares. Sus palabras se perdieron y solo escuché un largo lamento mientras se estremecía al vaciarse dentro de mi.
Lo empujé en la cama y quedé sobre el. Nos acariciamos suavemente mientras nuestros cuerpos se separaban y se calmaban.
¡Te quiero Candy!
¡Te quiero Albert! – El reloj marca las 10 de la noche y pienso que él querrá regresar a su casa – ¿te quedas conmigo?
No me puedo mover de la cama, dudo que pueda salir de aquí
¡Perfecto! – lo toco por todo lo que no lo había podido tocar los días anteriores
¿Qué haces?
Dijiste que podía hacerlo después – por un momento se deja hacer, impulsándome con leves suspiros mientras recorro su cuerpo y pruebo el gusto salado que deja el sudor en su piel. Pronto renueva su energía y me enseña un par de cosas mas del erotismo.
No lo entendería ni aunque me lo explicaran con manzanas. Albert era muchas cosas en mi vida pero jamás lo vi como una oportunidad amorosa. Lo que sentía por él no tenía las cualidades para ser ese amor abrasador que te enloquece y no te deja vivir. Estar íntimamente con él fue mas allá de cualquier otra fantasía que hubiera tenido. Desde el primer beso no tuve nunca una duda. El tacto entre nosotros siempre se dio así, con familiaridad y todo lo demás fluyo de la misma manera.
Albert no es hombre de acciones violentas y reacciones bruscas. En ese modo de ser tal calmante y sereno encontré la confianza para entregarme y recibirlo. Fue tan cómodo y natural como si solo fuera cuestión de tiempo y ninguna otra cosa para que sucediera.
Me siento mayor, más segura y esa seguridad incluye mi vínculo con Albert. Annie muchas veces me lo señaló, que nos comportábamos como una pareja. Ahora no sabría que decirle, como negarlo. Él me cuida, yo lo cuido, el vive casi aquí y para mi el es el primero en que pienso para casi cualquier cosa. Nos tocamos, bromeamos, confiamos. El toque que faltaba ya lo tenemos. Y así debe ser como se siente cuando sabes que perteneces a un hogar.
Es una sensación húmeda y vibrante lo que me despierta. Albert esta arrodillado junto a mi cama besando mi seno, el cual ya esta bastante erguido ¿cuánto tiempo llevara haciéndolo? Cuando oye mi gemido de buenos días sube por la garganta hasta mi boca y me da un ligero beso.
La mirada de deseo que conocí ayer podrá hacer arder mi sangre pero la ternura que se refleja esta mañana detiene mi corazón. Su expresión contrasta enormemente con su aspecto. Su cabello alborotado y la barba incipiente hacen que parezca un vagabundo. Lo miro con mas atención y veo que se ha puesto su ropa y me siento triste.
Me informa que tiene una junta esta mañana y debe ir a casa a cambiarse de ropa y rasurarse. Como apenas son las 5 de la mañana me recomienda dormir un poco mas pero no tanto que vaya al trabajo sin desayunar. Promete verme en el almuerzo pero lamentablemente tengo cita con las chicas y lo pospone para cuando salga de mi trabajo.
Me cubre y se despide como siempre con una sonrisa y una caricia en mi mejilla. Es tantas cosas a la vez, es la confirmación de que no ha cambiado nada y también la constancia de que es un cuadro al que me podría acostumbrar muy fácilmente si no es que estoy ya inmersa en él.
El Plan 12.- Juegos Secretos.
Obedecí fielmente las instrucciones de Albert, no me levanté muy tarde, desayuné y fui a trabajar. Creo que de no haberme dado él las premisas de que hacer este día me hubiera quedado en mi cama con el cerebro licuado.
Sonreí a cuanta persona se cruzó en mi camino. Hubiera bailado en la calle, trepado a todos los árboles, besado a todos los niños de lo feliz que me sentía. El trabajo ni hablar, lo disfrute más que nunca. Si tienes amor, das amor y recibes amor. Los pacientes más difíciles cedieron ante mi alegría, no se quejaron o si lo hicieron no me importo.
Puse pies en la tierra en el almuerzo. ¡Me olvide por completo de Amanda!. Ahí estaba ella con Annie en la cafetería esperando por mi. Soy una traidora, una vil traidora y ahora tenía que contárselo a mi amiga, que después de esto dudo que siga considerándome así.
Alguna vez he escuchado que a los doctores los tratan de carniceros, ¿será por cosas como esta? El panorama ante mi es así. Amanda a punto del colapso por las noticias que recibió ayer y yo abriéndole el pecho, arrebatándole el corazón y arrojándolo a la basura. Mejor regreso otro día. Sin embargo me han visto. Sus caras reflejan mucha seriedad.
- ¡Hola Chicas!
- ¡Hola Candy! – saludan al mismo tiempo
- Amanda quiero hablar contigo, ayer no hice lo correcto
- Sé porque lo hiciste Candy, creías que era un momento de acercamiento entre Albert y yo – da un largo suspiro y a mi me llena un cierto malestar porque reviví ese momento – Nada más lejos de la realidad. Me despedía de él
- ¡¿Cómo?!
- Estoy enferma chicas. El diagnóstico del doctor Langley es preocupante.
- Pero sanarás y ... ¿no es mortal verdad? – Sólo falto que Annie se hiciera atrás de un salto en prevención de que también fuera contagioso
- Amanda ¿qué te dijo el doctor?
- Al parecer esos períodos de tristeza tienen una contraparte que se manifiesta con períodos de falsa euforia. Ustedes me han visto últimamente, ando alterada, nerviosa, exultante, rió de nada, estimulada ante el mínimo cambio
- ¿Hay cura, medicinas?
- Candy tu sabes lo que me provocan las medicinas, al parecer mis crisis no son tan graves y trataré de evitar medicarme. Pero no hay nada que revierta mi conducta. Nada que me haga sentir feliz cuando estoy melancólica ni nada que me tranquilice cuando estoy eufórica. Por eso me despedí de Albert y ahora me despido de ustedes.
- ¿Te internarás? – he oído de centros de retiro donde pacientes con problemas nerviosos pasan largas temporadas curándose, pero me asusta que ella piense acudir a uno, se cuentan historias terribles de los tratamientos que emplean
- Jajaja Para nada, haré todo lo contrario, salgo de viaje. Me temo que no podré jamás tener una vida normal. Me hubiera gustado estar enamorada de Albert en realidad amigas, pero esas maripositas sólo eran producto de la falsa euforia.
- ¿A donde irás? – Annie estaba muy interesada en saber los planes de Amanda. A mi el alma me volvió al cuerpo cuando escuche que no amaba a Albert.
- De momento a San Francisco, dicen que la vida nocturna allá es muy activa. Encajaré perfectamente con mi revolución emocional y mi insomnio. Para cuando este triste haré esos horribles cuadros llenos de colores oscuros y brochazos desgarradores que le gustaron tanto a un amigo de papá. Vamos no tengan pena por mi. Estaré bien.
- Te extrañaremos Amanda. Era una buena rutina almorzar juntas y planear locuras – y debo recordarme no volver a jugar así con las relaciones de las personas
- ¡Que estés bien Mandy!.
- Jajaja. Creo que esta enfermedad o lo que sea, tiene un punto bueno. Debería estar hecha un mar de lagrimas por esta despedida, pero sólo tengo ganas de reír.
Reímos con ella un buen rato. Tiene razón mientras cuente con buen humor debe vivir emociones de ese tipo ya cuando le toque estar triste llorará lo que no pudo hacer en este momento.
Amanda se retira primero. Cuando me abraza me agradece haberla acercado a Albert, para ella significó una gran influencia en su última decisión y también que tiene la ligera sospecha de que Albert ya ha elegido a alguien especial.
Pero cuando Annie se va a levantar de la mesa, la retengo por el brazo
- Tenias razón con respecto a Albert y a mi. Lo de Amanda fue una niñería para evitar comprometer mis sentimientos
- ¿Se te declaró? – me abraza efusivamente al verme asentir. Por un momento espere algún reproche, algún te lo dije. Pero la alegría de Annie era sincera
- Pasamos la noche juntos – confieso un poco cohibida. Esperaba que Annie se escandalizará pero sus ojos brillan con complicidad. Comprendí entonces su comportamiento a veces excesivamente audaz, su desenvolvimiento errático entre la timidez y el descaro. Ese entendimiento que entreveía entre Archie y Annie y sus excesivos compromisos que les impedían convivir últimamente en grupo tenían ahora una explicación.
- ¡¡Candy!! – y compartimos nuestra mutua alegría como cuando éramos niñas– ¿Verdad que es genial?
- ¡Es increíble! – es increíble que soy la ultima en enterarme de todo, en cualquier tema, en cualquier situación. Annie se despide y en un último abrazo vuelve a crear un nuevo lazo de hermandad entre nosotras.
- No sabes cuanto necesitaba hablar de esto con alguien como tu, Candy. Espero que pronto podamos conversar con calma. Te quiero.
Amanda enferma y dispuesta a no dejarse vencer por la enfermedad. Annie y Archie intimando. Albert y yo enamorados. Siento que he entrado al mundo de los adultos por la puerta grande y es como una vorágine.
Espero la hora exacta para salir del hospital, no podría esperar ni un segundo más.
Albert me espera recargado de su coche. En cuanto me ve sus ojos se iluminan como siempre. Y pensar que yo creía que ese era su habitual buen humor. Brilla así por mi. ¡¡POR MI!!. Corro tan deprisa como puedo para arrojarme a sus brazos, él me recibe con un fuerte abrazo y un beso que se gana unos aplausos de los transeúntes cuando nos separamos. No me importa dar un espectáculo en la calle. Creo que lo gritaría a todo el mundo. Pero Albert no piensa igual y no quiere testigos de lo que tiene planeado hacer conmigo. Si los aplausos no consiguieron ruborizarme las palabras de Albert si.
Subo al auto con él. Debo recurrir a toda mi determinación para comunicarle que debemos hablar y que me gustaría hacerlo en un lugar tranquilo como el parque.
Caminamos hasta la banca frente al lago. Nos sentamos muy juntos. Sé que la confesión que tengo que hacerle puede provocar una ruptura en nuestra confianza, pero no puedo mentirle más. Con la vista clavada al piso comienzo a contarle como surgió el descabellado plan de emparejarlo con Amanda.
- ¿Entonces estabas buscándome una novia? – la voz de Albert se oye tan seria, le diría lo mucho que estoy arrepentida pero no es verdad, ese loco plan ayudo a descubrir nuestros sentimientos.
- A ratos parecía una buena idea ayudarte a ser feliz – aún no puedo mirarlo.
- Si esa era tu intención ¿cómo es que estoy contigo y no con Amanda? – Albert no espera respuesta, ríe con fuerza, parece convencido que no sirvo para complotar. Me hace mirarlo y me doy cuenta que me mira así desde que recuerdo, abarcando en su mirada todo lo que soy y todo lo que él puede ver, mucho más allá de lo que se puede apreciar a simple vista.
- Anoche enloquecí. Al verte con Amanda ofreciéndole consuelo de la misma forma que lo hacías conmigo me di cuenta de todo lo que perdería. – Albert me abraza y borra de golpe ese malestar. Junto a él todo es fácil y cómodo ¿por qué quiere estar conmigo que sólo sé meterme en problemas? – Lo estaba pasando muy mal cuando llegaste
- Me dejaste preocupado
- ¿Por qué?
- Temblabas cuando saliste de la cafetería. Supuse que te habría pasado algo y que me necesitabas. Llevaba tiempo esperando una mala noticia.
- ¿Qué clase de noticia?
- Que te fugaras con un circo para ser trapecista, que quisieras tener nuevas emociones, cambiar de escenarios. No sé. Eres tan vital, mil cosas pasan por ti en segundos.
- ¿Por qué iba a hacer eso?
- Annie me dijo hace unos días que estabas planeando una locura y me pidió que por una única vez no fuera tan complaciente contigo. No fue muy especifica en cuanto a que consideraba una locura. Se escandaliza de cosas tan simples a veces que no pensé darle importancia. Ella no comprende tu exuberancia.
- Sin embargo en algún momento la creíste
- Te empezaste a apartar de mi. Me cancelaste una cita, te retiraste temprano, pusiste gente entre nosotros, incluso conviviste con la tía Elroy. También me mirabas mucho. Pero como un extraño como si no me conocieras. Presentí una separación.
- ¿Te preocupaste por esas cosas?
- En realidad no debí haberlo hecho, sabía que esa familiaridad entre nosotros tenía que acabar o avanzar. Tenerte cerca es como un vicio, primero es compañía, luego sonrisas, caricias, aprobación y las necesidades de contacto y afectivas van en aumento. Ser yo quien pusiera un alto a todo era un pensamiento recurrente. Pero me molestaba ¿sabes?. No era una decisión fácil de tomar y esperaba que me lo dijeras tu. Cuando tu empiezas a evadirme, simple y sencillamente no pude comprender el motivo de tu actitud. No hubo nada que me hiciera intuir si era para bien o para mal.
- No podía contártelo. Era un secreto.
- Archie también dijo lo mismo cuando me arrastró a la cena con Tom. Él estaba molesto con Annie y contigo, por sus locos planes secretos y como lo usaban a él como un títere. No quiso pasar por sus locuras solo y me pidió que me solidarizara con él.
- Me sorprendió verte esa noche
- Lo noté. Te sentí molesta. Me mirabas pidiéndome algo. Quizá que me alejará de ti. Pero al otro día fue todo lo contrario, buscándome, llamando mi atención. Por eso te fui a ver al día siguiente, para asegurarme que no fueran sospechas infundadas. Ahora tratabas de no tocarme.
- Tom me hizo ver que nuestra cercanía, tuya y mía, afectaba el acercamiento con Amanda
- Desde luego me tenías intrigado. Pensaba demasiado en que había hecho para que te portaras así conmigo. Por las señales que intercambiabas con Tom, pensé que él podría aclararme algo. Cuando le pregunte si Annie le había comentado algo acerca de la locura que tenías entre manos. Me dijo que no me preocupara, que no entrara en tus juegos porque todo se resolvería a mi favor sin recurrir a eso...
- ¡¡No era un juego!! Tom es un tonto. Él me aconsejo alejarme de ti y a ti te dijo que era un juego. Como si yo... A mi me parecen absurdos esos juegos de flirteo, lo sabes... ¿por qué le creíste? A partir de ese día te pusiste un tanto irreconocible, por primera vez me hiciste sentirme insegura junto a ti.
- Sé que no recurrirías esa clase de acciones pero descubrí que yo si tenía muchas ganas de jugar contigo y la forma en que respondías y me desafiabas daba a entender que lo disfrutabas – su voz, sus gestos, su mirada, su propio cuerpo están totalmente enfocados en mi, todo mi ser vibra en respuesta a sus acciones, dándole la razón. ¿cómo estuve tanto tiempo ajena a esas sensaciones?
- ¡¡¡Éramos amigos!!!
- ¿Lo éramos Candy? – me sostiene la mirada hay tal intensidad en sus ojos. Tan dulce y sereno en la superficie y cargado de energía elemental a punto de detonar en el interior. Se me acelera el pulso y me lleno de seguridad para responderle con sinceridad, para decirle que no soy tan ciega para tenerlo en el mismo concepto que a los demás.
- Eras una categoría aparte. – sonríe satisfecho – Eras justo lo que necesitaba, en el momento más adecuado. Hasta estos últimos días, me reproché no haber pensado nunca en brindarte lo que tu necesitaras.
- ¿Cómo llegaste a la conclusión de que necesitaba una novia?
- Quería que fueras feliz, que estuvieras completo, con una vida plena. Hablaste de la señorita Green con tanto entusiasmo. Sume dos más dos y sentí que era una mujer lo que faltaba en tu vida.
- ¿Quieres saber que es lo único que necesito? – toma mi mano y besa el interior quiero gritar de alegría por que estoy segura que se la respuesta, pero ya lo dijo Albert él quiere jugar y yo también.
- Si
- Primero debes saber que tendrás mucho que ver para satisfacer mis necesidades
- Desde luego, ese era el plan
- Cualquier plan es bueno siempre y cuando te incluya a ti. Te amo Candy
Me preguntaba muy a menudo que clase de amigos éramos. Todos alrededor parecían ver algo que yo no. Albert con toda su experiencia debió saberlo también. No se separó de mi, se adapto a mi paso y siempre fue lo que yo necesite en el momento más adecuado. Decir “Te amo Albert” es lo más fácil y lo más grandioso que he hecho en mi vida.
+ + + Fin + + +
Notas:
Sobre la enfermedad de Amanda.
El síndrome bipolar era llamado anteriormente el síndrome maniaco-depresivo, el cual consiste en periodos de mucha actividad (maniaco), con alto nivel de creatividad y energía; seguidos de periodos de una depresión profunda, tan grande que lleva al paciente a pensar en quitarse la vida.
Notas 2. Debo dar Copyright © a Poule, Loly, Caro, Elia, Camillie por varias de las ideas desarrolladas en el fic y que partieron de algun comentario suyo. También mi infinito agradecimiento a Mina y Camillie por sus consejos para la corrección y mejora de este fanfic.
Cualquier parecido que encuentren con capítulos de la serie Friends es totalmente intencional, varios de ellos me inspiraron algunas cosas, entre otras al titulo del Fanfic.
Claro también los titulos de los capítulos son variaciones de los títulos de varias películas.
Gracias por leer
(2007)
+++++Fran