Cazador de quimeras
por Sadness
Febrero 2017
Advertencia: situaciones o lenguaje de naturaleza sexual que pueden incomodar a personas sensibles a ello. Leer bajo tu propio riesgo.
Aquella silueta masculina, se reclinaba cómodamente sobre un mullido sillón, mientras degustaba una copa de licor, mientras del fonógrafo las notas de suite colmaban la habitación.
El hombre con una mano sujetaba su copa y con la otra, marca el compás de la melodía que se encontraba disfrutando.
-¡Seguramente, hubiera sido un excelente concertista de chelo!- Murmuro para sí, el solitario hombre- De no haber sido, porque como músico no había mucho futuro y menos, proviniendo de una familia numerosa y de origen humilde- Y con estos pensamientos su mirada se tornó triste-¡No podía darme el lujo de seguir mi pasión musical cuando en casa hacía falta el sustento!-fue así, como tuvo que abandonar sus sueños y tomar un camino distinto, no se quejaba, gracias a verse forzado a tomar estudios de abogacía, ahora tenía una excelente posición y sobre sus hombros recaían la tutela del cabeza de familia de una de las familias más poderosa de América.
-¡Diablos! ¿Y ahora a qué viene este dejo de nostalgia? ¿Acaso no está satisfecho con lo que has logrado?- No alcanzaba a comprender porque le habían asaltado esos recuerdos-Tratando de sacudirse de ese pasado que amenazaba con embargarle, amago con retornar a la comodidad de su alcoba, pero la exquisitez de la pieza musical que se encontraba escuchando terminaron por convencerlo de continuar en el mismo lugar.
Sin embargo, ahora le asaltaron otro tipo de recuerdos más recientes:
Ella, una mezcla entre ángel y demonio, la ternura de su mirada zafiro contrastaba con el magnetismo sexual de su cuerpo delicadamente sensual. Ella, tan callada y que cada vez, que la había pillado mirarle se ruborizaba toda. Ella, la de pulcros y elegantes modales, la dama perfecta de sociedad, habíase abandonado a los deseos de la carne.
Le remordía un poco la conciencia por haber tomado, algo que no le pertenecía, la virginal entrega de esa chica, a la que jamás habrá de poder aspirar por cuestiones de prejuicio social. -¡Por supuesto, soy un exitoso y acaudalado abogado, pero carezco del rancio abolengo para aspirar a una socialité!-Apretó con fuerza su puño, olvidando que sostenía la copa, ahora convertida en añicos, observo como corría profusamente sangre de la herida en su palma -¡Bah, que es esta herida comparada con las que se llevan en al alma!-Haciendo una mueca de gran amargura –Ya antes, como hoy, había aspirado al amor de una chica de sociedad, mi adorada Rosemary y a pesar de que nos amábamos sinceramente, nuestro amor fue truncado por esos nefastos convencionalismos sociales.
-Debo de confesar, que esta vez no fue amor, sólo la unión de dos soledades, de dos cuerpos condenados por largo tiempo al celibato. Dos fuerzas chocando y fusionándose después en un solo cuerpo- Abandonándose de nuevo a esos recuerdos:
-Fue allí, en la soledad de mi despacho que apareció la mujer-demonio, enfundada en un sencillo pero elegante vestido de seda en rosa pálido, que resaltaba más su blanca tez y esos zafiros enmarcados por su melena azabache sólo sostenida por listón del mismo color del vestido, calzaba una zapatillas que sólo hacían alargar más ya de por sí, sus largas y torneadas piernas, al través de la seda de su vestido podía percibir, como esos zancos hacían más respingonas la redondez de sus nalgas, ante este soberbio espectáculo mi cuerpo empezó a despertar de su largo letargo.
-Buen día, George, con su tímido y apenas audible tono de voz- Y una sonrisa tímida, se despojó del guante que cubría su diminuta manita y me la extendió franca.
-¡Buen día, señorita Britter! ¿Qué la trae por aquí?- Apenas, el rocé suave de su mano al contacto con la mía, encendió la chispa de un pasión reprimida en ella. Retiro con prontitud su mano y el rubor cubrió sus mejillas Y debió ocurrirle lo mismo que a mí, su cuerpo reaccionó pero fue más notorio en ella, su respiración agitada, su pulso acelerado, el rubor en sus mejillas y la punta de sus pezones, irguiéndose al través de la seda que los tenía atrapados.
Y como el cazador que huele el miedo en su presa, yo percibí la lasciva en su mirada, en esos labios que me invitaban a beber de ellos, en su fragancia de hembra en celo, en sus turgentes senos que rogaban de mis manos y boca su atención.
Haciendo un esfuerzo sobre-humano, quise recomponer la situación –Señorita Britter, permita llamar a mi asistente para que le ofrezca una taza de té- Quise interponer un obstáculo entre ella y yo.
Como única respuesta, el listón que sujetaba su negra cabellera se deslizó con parsimoniosa lujuria. -¡No pude resistirme más!- La tomé con delicadeza de su estrecho talle, y mis dedos, dedos de un chelista frustrado, comenzaron a bordar caricias en su frágil silueta femenina.
¡No había vuelta atrás! Y con la destreza con que se manipula un instrumento de cuerda, fui deshaciéndome de cada prenda que cubría su deliciosa anatomía. Marcando tiempos, pausa y puntos estratégicos en la pauta erógena de su cuerpo, hasta obtener de ella, la más sutil melodía salaz.
Esa tarde, fue mía…entre un -¡Détente! y un -¡No, no por favor continúa! Entre su propia lucha interna, entre su pudibundez y su recién despertada sensualidad… ¡Fue mía, por su propia voluntad!
Tal vez, nunca más se repetirá este momento, y sin embargo, dejé en su piel, sus labios y su boca la más indeleble partitura carnal. -¡No, no hubo amor en esta entrega! pero no estuvo exenta de sentimiento. –No, no hubo promesas de ningún tipo!- Sólo nos dejamos fluir libres como nuestros propios deseos desbordados.
Nos entregamos a nuestra pasión, conscientes de que no volvería a repetirse, fuimos dúo a dos manos entonando las más sublimes de las melodías, la cúspide del éxtasis. Fuimos perfecta armonía, ying-yang.
El atractivo trigueño, se esforzó por esbozar una sonrisa para ocultar su frustración -¡Ay, George, no entiendes! ¡Eres un soñador incorregible! ¡Un auténtico cazador de quimeras!-