DEUX VISAGES
(DOS CARAS)
UN ARCHIE-FIC POR CARO
CAPíTULO 1
"Las mujeres no son... más que prisiones
La mía es desde sus quince años... el corazón de Julieta."
Chicago, Octubre 1919
Albert continuaba leyendo la carta más reciente de Candy y Archie no podía ocultar su asombro.
"¿Estás seguro?" Preguntó ansioso, buscando una excusa para detener esa locura.
"parece que no hay nada ni nadie que pueda separarlos," respondió Albert con un dejo de melancolía. "Pero como le dije a Candy una vez, solo ella puede tomar esa decisión. Si Terry es el hombre de su vida, tendré que aceptarlo."
Archie recordó cuando le reclamaba a Candy que se viera con Terry en los jardines del colegio y fueron interrumpidos por Annie, quien le confesó que lo amaba antes de que salir huyendo. Eso junto con la revelación de que también estuvo en el Hogar de Pony lo llevó a prometer que siempre cuidaría de ella, aunque su corazón perteneciera a Candy.
Ahora sólo imaginarse que ella pudiera aceptar esa propuesta epistolar le desgarraba el alma.
"Cambia esa cara," dijo Albert, doblando la carta y dejándola sobre el escritorio. "Pareciera que no estás feliz con la noticia."
"Claro que lo estoy," dijo, tratando en vano convencerse con palabras huecas. Se disculpó diciendo que tenía un compromiso con Annie. Albert le dijo que con sus estudios universitarios concluidos, debería ir pensando en formalizar.
El joven le ofreció una sonrisa forzada, aconsejándole que mejor se preocupara por buscar una novia propia y lo dejara en paz.
Esa misma noche cenó en casa de Annie. Ella se comportó amorosa y comprensiva como siempre; su madre hizo comentarios velados sobre su matrimonio ante la mirada indulgente del señor Britter. Querían que se casaran en un futuro muy cercano.
Archie pensaba lo mismo hasta que escuchó a su tío leer esa maldita carta. Ahora solo deseaba salir corriendo y olvidarse de todo.
Pasaron los días y Archie no encontraba solución hasta que Albert se la proporcionó en bandeja de plata.
"Te ves demacrado, sobrino. Has estado trabajando sin descanso en las empresas."
"Me gusta trabajar contigo, demostrarte mis capacidades."
La realidad era otra, el trabajo incesante era el único medio para distraerse de su obsesión. Llegaba tan cansado a su lecho que ni siquiera tenía energías para soñar con ella. ¿Cómo puede irse con él después de hacerla sufrir tanto? No la merece, sólo la utilizara para apaciguar su ego y someterla a sus caprichos.
"He decidido que te tomes unas vacaciones y no acepto excusas. Tómate los días que necesites."
Una sonrisa se dibujó en el rostro de Archie. "Gracias, tío. Eso haré."
CAPíTULO 2
"La he visto crecer, y ahora la veo partir con él
¿Cómo puede ella amar al hijo de los Montesco?"
"Es todo por hoy, nos vemos mañana a las 10," dijo el director a la compañía que incluía a la estrella principal, Terry Grandchester.
Los años de zozobra parecieran haber quedado atrás para este joven actor; sus compañeros de elenco notaban con admiración su creciente capacidad interpretativa y su buena disposición a las órdenes y sugerencias del director. Estaban seguros que su nuevo Romeo dejaría una marca endeble en el público y obtendría críticas muy favorables de la prensa.
"Señor Grandchester, aquí está su correspondencia."
Terry agradeció al empleado y se dirigió al camerino con el fajo de sobres. Esperaba ansioso carta de Candy avisándole que adelantaba su viaje a Nueva York.
Cartas de admiradores, invitaciones a fiestas, ofertas de trabajo, pero no había carta de ella.
"¿Por qué no me contestas, Candy? ¿Acaso tienes miedo de ilusionarte nuevamente? Nuestra despedida fue tan dolorosa que probablemente no lo hayas superado. Cuando vengas yo te convenceré con mis besos y caricias de que estamos destinados a estar juntos."
Entonces vio una carta con escritura rebuscada. Intrigado, rompió el sobre y empezó a leer.
"Querido amigo, acabo de llegar a Nueva York y supe que estás ensayando Romeo y Julieta. Quisiera que nos viéramos para recordar viejos tiempos. Espero que tu agenda te lo permita. Me estoy quedando en el Waldorf-Astoria, suite 19. Tu seguro servidor, Archibald Cornwall."
Una mueca de sonrisa apareció en los labios de Terry, el americano seguía igual de ceremonioso.
"Está bien, acepto tu invitación. Quizá me traigas noticias de Candy."
Archie esperaba impaciente en su habitación. Inicialmente pensaba enfrentar a Terry en su camerino, pero pensó mejor las cosas. Debía ganar su confianza antes de continuar con su venganza.
Tocaron a la puerta.
Abrió y se encontró a su antiguo rival de gabardina negra, lentes oscuros y sonrisa burlona.
"Hola, Terry. Pasa por favor."
"Archie," dijo, cruzando el umbral. "Hmmm... en serio que disfrutas de la fortuna de los Andrew."
Le lanzó una mirada fulminante. "Tú también podrías quedarte en este hotel. Las revistas de espectáculos dicen que has logrado acumular una fortuna considerable."
Terry se quitó los lentes y se le quedó viendo por unos instantes, entonces se rió suavemente.
"Archie, sigues con tus sentimientos a flor de piel. Solo estaba bromeando. Ven acá."
"Eh-"
Le dio un abrazo de guerrero. "Me da gusto verte."
No dirías eso si supieras la razón por la que te busqué, pensó Archie, tolerando su muestra de afecto.
"Tenemos mucho de qué hablar, ¿qué te parece si vamos a un bar?"
"¿No temes ser reconocido?"
"Tengo mis métodos."
Recorrieron las calles de Nueva York en el auto descapotable de Terry hasta llegar a un tugurio donde se pusieron al corriente en sus vidas. La muerte de Stear, la presentación en sociedad de Albert como cabeza de la familia Andrew, sus estudios de leyes, su próximo examen de la barra de abogados y por supuesto su noviazgo con Annie.
Terry recordó la separación de Candy esa fría mañana de invierno. Su caída en el alcohol y el abandono a Susana. Su recorrido por varias ciudades con una compañía teatral de mala muerte que apenas le daba lo suficiente para pagar su vicio. Los ruegos de su madre de que regresara a Broadway, hasta llegar a la aparición que lo hizo salir de su estupor.
"En una de esas funciones vi a Candy entre el público."
"No lo sabía."
"¿Nunca se los dijo?" Sonrió levemente. "Fue en Rockstown. Supongo que quería protegerme. Su presencia me hizo entender que debía regresar a este mundo. ¿Qué fue difícil? ¡Claro! Pero hice de tripas corazón y aquí estoy, a punto de representar el papel que me dio a conocer, Romeo."
"Regresaste a los escenarios por ella."
"Así es. Espero que te quedes a verme. Es más, ¿por qué no le dices a tu novia que venga con Candy?"
CAPíTULO 3
Faltaba poco para el estreno de Romeo y Julieta en Broadway. Archie aceptó la invitación de Terry de acompañarlo a los ensayos. Intentó muchas veces abordar el tema de Candy sin éxito. Su rival se resistía a hablar de ella. ¿Por qué ese sigilo? ¿Qué estaba tramando?
Mientras veía los ensayos, Archie se dio cuenta muy a su pesar que su vida era similar a la de Tibaldo, el primo de Julieta que estaba ofendido por la intromisión de Romeo en el baile de los Capuleto y lo retaba a un duelo.
Sin embargo, era amigo Mercucio quien aceptaba el reto, molesto por la insolencia de Tibaldo y la cobarde sumisión de Romeo. Mercucio muere a manos de Tibaldo. Romeo se ve obligado a retomar el duelo y mata al primo de Julieta. El príncipe de Verona manda al joven Capuleto al exilio, advirtiéndole que si regresa, será lo último que haga en su vida. Pero esa advertencia no impidió que Romeo y Julieta consumaran su amor, con las terribles consecuencias conocidas por todos.
Archie pensaba que estando lejos de Lakewood Candy superaría la pérdida de Anthony y él tendría una oportunidad de ganarse su amor, pero no contaba con que ella conocería a Terry en el barco. Maldición, ¿Qué tiene ese tipo que cautiva a todas las mujeres?
"Si, querido amigo, te mataré."
Terry y Archie hablaron de Candy faltando dos días para el estreno. Se encontraban solos en el escenario, sentados bajo el balcón de Julieta. El resto de la compañía y los empleados se habían retirado a descansar.
Terry fumaba un cigarrillo. "Candy debe llegar mañana en el tren de las 12. Espero que me acompañes a recibirla. Para no herir susceptibilidades, le pagaré una habitación en el Waldorf. Confío que no será por mucho tiempo."
¿Y qué opina la señorita Marlowe de que venga Candy a verte?"
Terry apoyó la cabeza en la pared y exhaló nuevamente. "Hace mucho que no la veo."
"¿Qué dices?"
Aplastó la colilla del cigarro en un cenicero antes de responder. "Susana finalmente aceptó que nunca la amaré como se merece y me liberó del compromiso. Por supuesto su madre puso el grito en el cielo pero no le hizo caso. Les cedí todas mis propiedades y una pequeña fortuna para que vivan cómodamente."
"¿Cómo pudiste abandonarla? Se sacrificó por ti."
Terry levantó una ceja con esa arrogancia tan familiar. "Yo no le pedí que me salvara. Es más, si la situación hubiera sido al revés, no podría asegurarte que hubiera hecho lo mismo por ella."
Archie se levantó y caminó hacia la mesa donde estaban las espadas que usaban en la obra.
"Eres un desalmado."
Terry se pasó una mano por el rostro. "No tiene caso pelear por eso, Archie. Las cosas han cambiado. Ahora puedo estar con Candy y nadie me lo impedirá."
"Yo lo haré," dijo suavemente.
¿Qué dices?"
Archie volteó a verlo, espada en mano. "Este es el día que te haré pagar por tu osadía. No permitiré que le hagas daño otra vez."
Sorprendido, Terry se puso de pie. "Archie, ¿qué te sucede? Creí que habías superado esa estúpida rivalidad de estudiantes-"
"¡Cállate! y acepta mi reto."
"¿Cuál reto? Eres prácticamente primo de Candy, no podría hacerte daño."
"Eres un cobarde," exclamó, arrojándole una espada. "Defiéndete."
Terry atrapó la espada. "Estás loco. No quiero pelear contigo."
"Eres tan denso que no entiendes por qué estoy aquí, ¿verdad?"
Terry lo vio por unos instantes, entonces comprendió la aversión de Archie, sus arrebatos constantes, su necesidad de proteger a Candy a toda costa sólo podía significar que-
"¡Estás enamorado de Candy!"
"la amo. La he amado desde siempre."
"¿Y se lo has dicho?"
Archie bajó la vista por unos instantes. "Estuve a punto de decírselo... pero las circunstancias me lo impidieron."
"Si tanto la amas, ¿por qué estás con la tímida?"
"Por Candy."
"¿Te pidió que fueras novio de Annie? ¿Por qué aceptaste esa locura?"
Archie apretó la mandíbula. "Ella sólo me pidió que cuidara de Annie. Con el paso del tiempo nos hicimos novios. ¿Satisfecho?"
"¿Annie sabe esto?"
"Nunca se lo diré. Yo la quiero, pero algunas veces... es difícil vivir de esta manera, mostrando dos caras al mundo."
"Lo siento, Archie. De verdad lo siento."
Archie cerró los ojos. No quería la compasión de su enemigo. ¡Quería destruirlo!
CAPíTULO 4
"Pero es el día,
El día en que los hombres se batirán,
El día en que la tormenta estallará."
Candy y Albert salieron del edificio de departamentos donde vivía a Terry y subieron al taxi. El casero les había dicho que lo encontrarían en el teatro ya que los ensayos se prolongaban hasta altas horas de la noche.
El plan inicial era que viniera sola para hablar con él sobre su futuro, pero temiendo que le faltara el valor le pidió a Albert que la acompañara.
"¿Estás completamente segura, Candis?"
Ella puso las manos sobre su regazo para ocultar su nerviosismo. "Albert, prefiero darle mi respuesta en persona que por carta."
Alberto puso una mano sobre las de ella para infundirle valor. "Estaré cerca por si me necesitas."
"Gracias," murmuró, rogando que Terry fuera tan comprensivo como Albert.
Las puertas principales del teatro estaban cerradas, así que fueron al callejón para entrar por la puerta de los empleados.
Apenas cruzaban el umbral cuando Candy vio a Terry en el escenario portando una espada. Probablemente estaba ensayando la escena del duelo entre Romeo y Tibaldo.
"¡En guardia!"
Esa voz...
¿Archie? ¿Pero qué hace aquí?
Discutían acaloradamente. El sonido del choque de metales atravesaba el aire denso.
"Candy," Albert exclamó, tomándola del brazo para detenerla.
"Tengo que detenerlos."
"¡No puedes!"
Ella volteó a verlo. "No quiero que salgan lastimados. No quiero que Annie sufra más."
"Pero-"Albert murmuró, maravillado por su vehemencia.
"¡Deténganse!"
Terry y Archie estaban conscientes de su presencia, pero hicieron caso omiso a sus ruegos. Archie gritaba y se abalanzaba, su espada buscando a su rival. Terry esquivaba su ataque llevándolo a otro intercambio furioso y desgastante.
Candy pudo ver las gotas de sudor en la frente de Archie, y escuchar su respiración agitada. Aunque se estaba defendiendo con habilidad y rapidez, Terry se movía con mayor soltura, la espada parecía una extensión de su brazo.
"Hazte a un lado, Candy," gritó Terry, viéndola de reojo, "¿no ves que estamos ocupados?"
¿Ocupados?" dijo incrédula. "Parecen unos niños. Dejen de pelear."
"Candy." Archie la miró, retirando su espada.
Terry se volteó lentamente hacia ella, sus dedos acariciando el filo de su espada. "Albert, por favor llévatela."
Éste sacudió la cabeza. "No, Terry. Ella tiene razón. Tienen que olvidar sus diferencias."
"No podría soportar que salieran heridos," dijo ella. "Archie, por favor, piensa en Annie."
Sus ojos le suplicaban, él la miraba indeciso.
Candy se paró enfrente de Terry. "Por favor..."
"No has cambiado, Candy. Harías cualquier cosa para defenderlo. Si tú supieras-"
"¡Terry!" gritó Archie. "¿Estás listo para continuar?" No podía permitir que revelara su secreto.
Terry sonrió. "Por supuesto. Albert, sácala de aquí," dijo, empujándola a los brazos de su amigo.
"¡En guardia!"
"¡Se van a matar!"
Albert apretó la mandíbula. "Honor malentendido," masculló.
Entonces corrió hacia ellos.
Terry lo vio y quiso hacerse a un lado pero Albert se le fue encima.
Archie no alcanzó a detener su ataque y la punta de su espada atravesó el hombro de Albert.
Retiró el acero y vio horrorizado la hoja cubierta de sangre.
"Albert, ¡mi vida!" gritó Candy, corriendo a su lado.
"Basta," murmuró Albert, su rostro marcado por el dolor. "No quiero que se pierdan más vidas."
"Albert," dijo Terry. "No debiste atravesarte." Y lo llevó a una banca.
Candy le quitó el saco y vio que la camisa estaba rota a la altura del hombro. Terminó de desgarrar la tela para revisar la herida.
Exhaló aliviada. No era muy profunda.
"Ayúdame Archie, tenemos que llevarlo al hospital," dijo Terry.
Éste seguía sin reaccionar. No podía quitar los ojos de la espada ensangrentada.
"¡Archie, no te quedes ahí parado como un idiota! ¡Reacciona!"
Dejó caer la espada. "Albert, te lastimé," dijo azorado, "¿Qué he hecho?"
"Yo lo atenderé," dijo Candy, poniendo un hombro bajo su brazo para ayudarlo a ponerse de pie. "Sólo necesito ir a una farmacia para conseguir lo necesario para la curación. De ahí iremos al hotel."
Una vez que compraron los remedios en una botica de guardia, se dirigieron al Waldorf y subieron a la suite de Archie usando el elevador de servicio.
Archie y Terry vieron con admiración las atenciones que Candy le prodigaba a Albert, tratando de evitarle más dolor del necesario. La espada había atravesado el hombro izquierdo pero parecía una herida limpia. Se lavó la sangre de las manos y pidió que le trajeran más agua caliente y toallas limpias, mientras ella preparaba el material de curación. Lavó la sangre de la herida, y aplicó una capa gruesa de crema antiséptica antes de cubrirla con varias rondas de vendas.
"¿Necesitas algo, Albert?" dijo Candy, tocándole la frente.
"Sólo descansar un poco," contestó, cerrando los ojos.
Ella se dejó caer en un sillón cercano, satisfecha con su labor. No hizo caso a los ruegos de Archie y Terry de que descansara en la otra recámara, declarando que acompañaría a Albert.
CAPíTULO 5
Estaba amaneciendo en Nueva York cuando Candy se despertó y descubrió que Albert la observaba con esos bellos ojos azules que parecían llegar hasta su alma.
"Tengo sed," dijo con voz rasposa.
Ella le trajo un vaso con agua y poniendo un brazo bajo su espalda lo apoyó con su hombro mientras calmaba su sed. Cuando ella tomó un poco de agua y dejó el vaso el buró, Albert levantó una mano para acariciarle la mejilla.
"Te amo," murmuró.
Candy lo besó suavemente en los labios. "Y yo a ti. Me diste un susto enorme."
Albert sonrió. "Fue lo único que se me ocurrió para detener esa pelea sin sentido."
Su sonrisa se convirtió en una mueca cuando le revisó el vendaje. "Mereces que te duela. Prométeme que no volverás a arriesgar tu vida de esa manera. Primero enfrentas a un león, ahora te interpones en un duelo. ¿No podías haberles gritado o al menos arrojado una silla?"
"Tienes que hablar con Terry."
Ella suspiró. "Lo sé," dijo, tocando la frente masculina. Afortunadamente no tenía fiebre. "Pero primero estás tú. ¿Tienes hambre?"
Albert recordó que anoche no cenaron por ir a buscar a Terry. "Habrá que llamar al servicio de cuarto."
"Le pediré a Archie que haga la llamada."
"Espera, Candy," asiéndola de la muñeca.
"¿Sí?"
"Perdóname por haberte asustado, pero con este incidente comprobé que Terry ya no está en tu corazón."
Ella se le quedó viendo haciendo una pequeña "o" con los labios, y recordó vagamente lo que había gritado cuando vio que la espada atravesaba su cuerpo.
"¿Qué? ¿No pensaste que temía que cambiaras de opinión cuando vieras a Terry?"
Vio la sonrisa acariciante en sus ojos, y sonrió juguetonamente. "Eres un tramposo. Pero te perdono en esta ocasión," dijo, tomando su rostro entre sus manos para besarlo.
CAPíTULO 6
Archie se despertó en un sofá de la sala. Estirándose, vio que Terry no estaba en el otro sofá. ¿Se habrá ido sin avisar?
Se dirigió a la recámara donde estaban Albert y Candy para ver si necesitaban algo y se tropezó con Terry.
"Creí que te habías ido."
"Fui a ver a Albert."
"¿Cómo sigue?"
Terry sonrió enigmáticamente. "Estará bien," le aseguró. "Es un hombre fuerte y sano, con pocos cuidados y reposo, estará como nuevo en poco tiempo."
"Necesito hablar con él para pedirle disculpas."
"Mejor espera a que te llamen."
"¿Por qué?"
"Digamos que están-"
Candy salió de la habitación. "Buenos días, Terry... Archie."
Archie se estremeció. Podía soportar cualquier cosa, excepto ser el objeto de la ira de Candy.
"Candy, tienes que entender, no era mi intención lastimar a mi tío... él simplemente se puso en mi camino y no pude detener la estocada."
"Lo sé, no tienes que darme explicaciones. ¿Fueras tan amable de llamar al servicio a cuarto y solicitar dos desayunos? A menos que ustedes tengan apetito-"
"está bien." Y se retiró.
Ella volteó a ver a Terry, quien le ofreció una sonrisa conciliadora. "Candy, puede que no sea el momento más adecuado para esto, pero necesitamos hablar sobre nosotros."
"Lo sé, Terry." Tomó su mano y la apretó fuertemente. "Me emocionó mucho que me ofrecieras matrimonio, pero no puedo aceptar. Nuestras vidas han estado llenas de aventuras que nos acompañaran por muchos años. Lo suficiente para que ahora desee vivir en un lugar para construir nuevos recuerdos... o quizá en dos lugares," dijo ella, sonriendo.
"En Chicago y Lakewood como esposa de Albert, ¿verdad?"
Ella abrió los ojos sorprendida. "¿Cómo lo sabes?"
"Me levanté para ver como seguía, y sin querer escuché su conversación."
"Espero que me comprendas, no es mi intención lastimarte."
Terry alisó un mechón de la frente de ella. "¿Desde cuándo lo amas?"
"No puedo recordar exactamente, sin embargo estoy completamente segura de que estoy enamorada de Albert."
"Prométeme que serás feliz."
Ella asintió. "¿Me perdonas, Terry?"
"No hay nada que perdonar," dijo rápidamente. "Aunque Albert, esa es otra historia."
Entonces la tomó en sus brazos para darle un beso apasionado que los dejó sin aliento.
"Adiós, Candy. Quizá algún día nos volvamos a encontrar."
"En el teatro," murmuró ella.
"Tal vez," dijo. "Por favor dile a Albert que le deseo una rápida mejoría."
CAPíTULO 7
Archie estaba al teléfono, viendo como Terry devoraba a Candy con sus besos. Desgraciado, no le importaba que Albert estuviera herido, quería convencerla de que se fuera con él.
Terminó la llamada y fue detrás de Terry.
"¿Te vas?"
"Albert está fuera de peligro, mi presencia no es necesaria."
¿Y Candy?"
"Mejor que ella te diga su decisión. Cuando se le pase el enojo."
"No tengo porque hacerte caso-"
Terry puso una mano sobre su hombro. "Archie, sé que me odias, pero permíteme este consejo de amigo... deja que las cosas sigan su curso, ¿para para qué hacer desdichada a otra persona?"
Archie no entendió en ese momento por qué Terry se alejó tan fácilmente. Fue hasta que regresaron a Chicago que Albert y Candy hicieron el anuncio oficial de su compromiso matrimonial, ante la alegría de la familia Andrew y sus amistades, especialmente de Annie.
Fue el suceso del año, el heredero del imperio Andrew se casaba con su bella pupila. Los reportajes y cientos de fotografías de ese evento mostraban la felicidad de la flamante pareja y los invitados estuvieron de acuerdo de que ese matrimonio duraría hasta la muerte, porque no podían ocultar su amor y devoción.
Annie fue la dama de honor y Archie el padrino. Durante la recepción les dirigió un brindis lleno de sentimiento enumerando las cualidades de los contrayentes y deseándoles parabienes y felicidad completa, igual a la que tenía con su amada Annie, con la cual se había casado dos meses antes, para beneplácito de los Britter y su tío Albert.
Archie mostraba una cara radiante de felicidad ante los suyos, pero cuando estaba solo, lejos de miradas inquisidoras, sus facciones mostraban lo contrario.
Un amigo, no, un no amigo le había aconsejado... deja que las cosas sigan su curso, ¿para qué hacer desdichada a otra persona?
Con él ya era suficiente.
"Tibaldo, yo soy Tibaldo
Yo soy el hombre con dos caras
Y cuando lloro
Es de rabia."
FINIS
Octubre 10 2011
NOTAS: inspirado en las canciones "Tybalt" y "C'est Le Jour" de la obra musical "Roméo et Juliette Les Enfants de Vérone" de Gérard Presgurvic, basada en la obra de William Shakespeare Sony Music (2009)