"PERDIDOS EN EL PARAISO"
por Llara-y
Festival de Fanfics del Foro Andrew
Febrero 2013
Advertencia: Este texto tiene contenido explicito de sexo, por tanto menores de edad y personas sensibles a la lectura de este tipo de contenido abstenerse de su lectura.
- Albert... -lo llamo semidormida y tras unos segundos de silencio lo volvió a llamar - ¿Albert?...
Abrió sus ojos y desperezándose se los froto. Rápidamente se reincorporo sentándose sobre la manta y lo busco con la mirada. Miro a sus espaldas hacia la maleza del bosque y entrecerró sus ojos tratando de ver si él estaba donde pastaban los caballos, pero no lo vio.
- ¿Dónde habrá ido?- pensó Candy- No puede estar muy lejos apenas casi me dormí- dijo en voz alta para si misma esta vez.
Se giro y sus ojos miraron de refilón en dirección al río, por un instante dudo y para cerciorarse mejor de lo que creía haber visto volvió a mirar focalizando sus ojos a un punto concreto.
-¿Albert!- susurro entre extrañada y sorprendida por la visión.
Entonces volvió a mirar con mas detalle a su alrededor y vio cerca de la orilla, al lado de un viejo tronco, la ropa de Albert.
- Su ropa... ¡toda su ropa!- exclamo sonrojándose Candy.
Sin duda era Albert. Estaba de espaldas a ella con el agua por la cintura. Pero desde la posición prominente del emplazamiento donde Candy estaba y la transparencias de las aguas del río se entreveía la entera desnudez de él.
- Albert...- llamo Candy a la vez que se incorporo lentamente en dirección a la orilla sin poder apartar sus ojos de él.
- ¿Candy?- preguntó llamando Albert alarmado en ese momento en que se giraba y miraba hacia donde ella se encontraba.
Sus miradas se encontraron por unos segundos, observando atentamente la reacción del uno y del otro. Ninguno parecía querer dar el primer paso de hablar.
- Lo siento, perdona pequeña, había mucho calor y te quedaste dormida después del picnic y como ya te conté, desde pequeño solía escaparme para venir aquí a bañarme... y no pude contener la tentación... - se explico azoradamente Albert mientras sus manos bajo el agua cubrían cautamente los genitales- pero sinceramente no contaba que te despertaras tan pronto, con lo dormilona que tú eres.
- No te preocupes Albert...- dijo Candy sonriendo tratando de restarle importancia al asunto- ¿pero lo hacías siempre sin ropa? -pregunto pícaramente Candy guiñándole un ojo.
Albert por un momento dudo pero luego con una sonrisa franca le respondió.
- No te burles Candy... - dijo Albert - aunque debo confesarte que siempre me gusto bañarme así, ya que me gusta esta sensación de libertad, aquí en medio de la naturaleza...- puntualizo él sonriendo tímidamente sin apartar su mirada de ella.
- ¡Oh cuanta envidia me das Albert...!. ¡Yo también quiero bañarme!.
- Candy no has traído ropa de baño...
- ¡Me lo dices tú! ¿acaso tú las traído?- pregunto acusadoramente refunfuñando Candy.
- No es lo mismo Candy... pero...¿qué vas hacer?- pegunto él sorprendido.
- Date la vuelta voy a desvestirme y meterme en el río.
- Candy espera...- Albert confuso dejo inconclusa su frase y se volteo unos segundos mientras Candy se quitaba toda la ropa rápidamente. Luego sintió por la forma de tiritar de la muchacha como se iba introduciendo en las frías aguas del río.
- Ya puedes mirar... -dijo Candy cuando el agua le llego a la altura de cubrir sus senos.
-Pequeña no quisiera que nos vieran a los dos así en esta situación tan comprometida para ti y además el agua esta muy fría y no quiero que te resfríes- le recriminó Albert.
-Vamos Albert los dos sabemos que nadie viene por esta zona- respondió Candy muy segura de si misma- y en cuanto a si me resfrío para eso te tengo a ti ¿no?- sonrió pícaramente ella mirándolo a los ojos mientras nadaba a su alrededor.
-Bueno si...- dijo dudando Albert sin atreverse a mirar la desnudez del hermoso cuerpo de Candy que se entreveía en el agua.
-¡Vamos Albert!- dijo Candy riéndose mientras chapoteaba salpicando a Albert- ¡A ver quien llega antes donde aquel tronco varado en medio del río!.
-¡Espera no seas tramposa!- dijo Albert entre risas mientras frotaba sus ojos en los que se le había introducido agua y salió a continuación tras ella.
...
- Pequeña dentro de unas horas va a tardecer y ya llevamos cerca de una hora en el agua será mejor ir saliendo del río, hazlo tu primero y mientras yo...- Albert no pudo concluir su frase ya que Candy lo empujo y riéndose se fue nadando alejándose de él -¡Ya veras como te alcance!- dijo riéndose mientras se incorporaba y salió rápidamente tras ella.
- ¡Albert! - grito Candy entre sonoras risas mientras él la alcanzaba y cogía del brazo atrayéndola contra él.
Sus torsos desnudos con el agua por la cintura quedaron frente a frente y sus ojos perdidos en los del otro. Las risas y chanzas quedaron sumidas repentinamente en un abrumador silencio que sin embargo decía a gritos tantas cosas. Durante unos eternos segundos quedaron allí estáticos cual bellas estatuas marmóreas de dioses griegos sin que decir, ni que hacer, simplemente mirando azorados la desnudez del cuerpo del otro.
- Candy... -susurro Albert mientras acerco dubitativamente su mano y comenzó acariciar el cabello de la muchacha.
- Albert...- respondió Candy.
Ella se acerco muy despacio a él sin atreverse a rozarlo. Candy sonrojada ante la belleza de aquellos abrumadores ojos azules, que la miraban con la misma intensidad y fuerza del agua de las cascadas del río, bajo su mirada hacia el torso perfecto de aquel hombre. Sintió que su corazón latía cada vez mas rápido. Por un momento quiso huir de allí, pero algo la contuvo y con su otra mano comenzó acariciar aquel torso desnudo. Acaricio delicadamente con la yemas de sus dedos los contorneados pectorales sobre los que siempre se había recostado contra él cuando se abrazaban y él la reconfortaba y luego continuo deslizando sus manos por los perfectamente esculpidos abdominales masculinos.
Albert perdido dentro de aquellos hermosos ojos verdes hechiceros sentía que en aquel momento no había nadie mas en el mundo que ellos. Eran como Adán y Eva en el paraíso. Sin duda era así como se sentía. Sintió como su corazón se aceleraba cuando Candy con su mano comenzó acariciar su torso. Pero por un momento dudo, se sintió culpable por aquella situación en la que sus ojos estaban profanando con deseo sin poderlo evitar el cuerpo de aquella mujer, la mujer que amaba más que nada, ni nadie en el mundo, la mujer que había comenzado amarla sin él saberlo cuando siendo niña la conoció llorando en lo alto de la colina de Pony y vio la sonrisa más inocente, dulce y bonita que había visto en su vida. Ella había sido en el pasado un sueño imposible. El corazón de ella tiempo atrás había tenido otros dueños. Primero su amado y querido sobrino Anthony, la inocente rosa blanca; luego su buen camarada y amigo Terry, la rosa roja de la pasión. Sin embargo ahora en el presente y en el futuro el corazón de ella era suyo, aunque siempre había sido suyo.
- Perdóname Candy... yo no pretendía llegar a esta incomoda situación para ti...- comenzó a disculparse Albert mientras alzaba el mentón de ella y miraba aquellos perturbadores ojos verdes - quizás esto no es lo correcto...no ahora...y prefieras cuando tú y yo...-dijo él sin poder concluir su frase al ser interrumpido por ella.
- No... por favor...- suplico Candy con palabras inconclusas, mientras la llama ardiente de sus ojos y sus labios entreabiertos mirando aquel hermoso rostro dejaban muy claro lo que sus palabras no se atrevían a confesar.
- Candy...- susurro Albert acercando su boca al oído de la muchacha- mi amor sabes cuanto te amo- y acto seguido comenzó a besar con delicadeza y dulzura aquellos labios delicados.
Candy entrecerró sus ojos y respondió a los besos ardientes de aquel hombre que siempre había estado a su lado ya desde niña. ¿Cómo no amarlo? ¿qué sentido tenía mirar hacia atrás y llorar por no ver la luz del sol?. Ninguno. Siempre había mirado hacia delante y por tanto era imposible no abrir los ojos y ver la hermosa luz de las estrellas que había a su alrededor. Sin duda el destino tenía muy bien trazado desde su comienzo con quien estaba atada por el hilo rojo. Fue el destino que hizo que su primer amor, el que ella consideraba un sueño imposible se hiciera realidad, él era la persona que nunca en el fondo dejo de amar desde niña. Él era su rosa elegida.
- Albert te amo...- susurro casi inaudiblemente Candy.
Albert la estrecho entre sus brazos y sintió contra su pecho los menudos pero erguidos senos de Candy. Los sonrojados pezones erectos de Candy contra su torso hacían mas difícil que sus manos se contuviesen por recorrer todas las curvas del cuerpo de aquella mujer.
- Dios mío mujer me vuelves loco- pensó él mientras se inclino para besarla con total y entregada devoción en aquella boca que con la misma intensidad le respondía, agarrándola luego por el talle de su cintura y atrayéndola contra él.
Candy respondió con la misma pasión al beso de él, pero por unos momentos dudo con incertidumbre paralizada al sentir contra su vientre el prominente y erecto pene de él. Ya lo había lo sentido en otras ocasiones, cuando sus cuerpos se acercaban y se buscaban, pero era la primera que lo sentía tan cerca de ella sin barrera alguna entre ellos. Por sus conocimientos de enfermería sabía que era un reacción normal del hombre ante el deseo por una mujer. Internamente se sentía satisfecha como mujer el saber que provocaba esa sensación en la persona que amaba. Sin duda tan distinto de aquellas extrañas y mágicas sensaciones de besos candidos y robados de la niñez y adolescencia.
- Si supieras cuanto te deseo... - le dijo jadeante con voz ronca Albert mientras cogía sus pechos y comenzó a besarlos y mordisquear con delicadeza los erectos pezones de Candy.
- Bert ...- dijo ella turbada pero sonriente sabedora de la dominación que su cuerpo de mujer ejercía sobre él.
Albert la agarro y cubrió por detrás. Sentía la extrema dureza de sus genitales contra ella. Aparto su rubia cabellera a un lado y mientras besaba su cuello, sus manos recorrían y llenaban de caricias su cuerpo. Ella languidecía de placer contra él, mientras sentía con gran placer entre su entrepierna y sus nalgas el gran pene erecto de Albert. El cual difícilmente ya se podía contener ante la figura de ella, comenzando suavemente a envestir su cuerpo caderas contra ella.
- Candy ¿estas segura?- pregunto susurrando Albert al oído de ella- quizás no debamos mi amor...- continuo hablando Albert totalmente decidido a dar por finalizado aquello si esa era la decisión de Candy.
-Estoy segura Albert...- dijo susurrándole melosamente al oído - ...no quiero que esto termine nunca.
Él haciendo un gran esfuerzo contuvo sus ganas en ese momento de hacerla suya. Simplemente quería alargar este instante lo máximo posible, quería recorrer con sus manos y saciar con besos todo su cuerpo, quería verla languidecer y jadear de placer.
-Albert... - susurro ella mientras resbalaba frotándose lánguidamente contra el cuerpo de él y sentía entre sus piernas y nalgas el vaivén del dotado atributo masculino de Albert. Comenzó a notar la lubricación de sus propios genitales haciendo que su miedo inicial ante lo que iba ser su primera relación sexual se viera inhibida por el inmenso placer que sentía ante aquel hombre. Así que girándose se abrazo al cuello de él y comenzó a besarlo con deseo, mientras sus caderas empezaron a acompañar el acompasado movimiento de las caderas de él en una evidente declaración de intenciones.
Albert comprendió rápidamente sus pretensiones, sin casi dudarlo un segundo, mientras la besaba la alzó y la subió horcajadas suya. Candy enroscó sus piernas en torno a la cadera de él. Él la sujeto y alzo por los muslos, libero una de sus manos y busco la vagina de Candy, la cual encontró lubricada por la excitación de ella. Sus hábiles dedos se introdujeron dentro de ella y se detuvieron donde se encontraba el límite de su himen virginal. Luego busco y acaricio su clítoris hasta que ella empezó a jadear y languidecer de placer.
-Mmm... Albert... – suspiro jadeante Candy.
Cuando vio que ella ya estaba preparada cogió su falo, lo condujo entre los labios de la vagina y dejo la iniciativa a la propia Candy, en un último intento de darle la oportunidad a ella de finalizar aquel juego sin posible retorno posterior.
-Oh mi princesa... la niña de mis ojos...- jadeo Albert mientras con deleite contemplo como su virginal amante con los ojos entrecerrados iniciaba ella misma el vaivén de sus caderas buscando la penetración, al sentir su falo en la entrada de su cueva.
Candy comenzó arquear su espalda y cabeza hacia atrás mientras su caderas se lanzaban en un frenético vaivén, buscando ser penetrada. Albert con deleite beso sus tersos y turgentes pechos y succiono sus sonrojados y endurecidos pezones. La cara de ella se contrajo por el dolor de la iniciante penetración de la gruesa y larga verga, pero lejos de querer apearse de su montura, siguió decidida en la cabalgadura de su semental entre gritos ahogados de dolor y placer, mientras casi arañando se aferraba con avidez a los fornidos brazos de él.
Albert casi no podía contenerse más por el placer que estaba sintiendo de ver a Candy tan desinhibida. La agarro con ambas manos por la nalgas, atrayéndola contra él y mientras la besaba con pasión acallando sus gemidos, la penetró con un golpe seco, rompiendo toda resistencia del himen de Candy. Luego continuo apretando contra él las nalgas de ella mientras iniciaba una serie de movimientos circulares tratando de acomodar dentro de ella todo su pene. Sus bocas se devoraban con ansiedad. Despacio, sin dejar de besarla, se acerco a la orilla y la tumbó con delicadeza sobre la fresca hierba y se recostó sobre la joven. Con su mano nuevamente guío su miembro dentro, pero esta vez lo empujo con delicadeza mientras contemplaba embelesado el hermoso rostro de Candy. Al verlo contraído por el dolor ante una última resistencia de su himen, siguió penetrándola hasta lentamente introducirle todo su miembro viril y volvió a buscar acomodo dentro de ella. Sintió los jugos vaginales lubricando perfectamente su miembro, entonces extrajo su pene y de nuevo, esta vez ya sin resistencia alguna con un rápido golpe seco y certero, le reintrodujo todo su pene y comenzó a penetrarla una y otra vez en un rítmico baile de embistes profundos que hicieron a Candy jadear sin aire de placer.
- Albert... –lo llamó exhausta entre jadeos aferrándose a sus brazos.
-Candy... -susurro Albert jadeante mientras sus miradas se perdían en la del otro y notaba como se derramaba dentro de ella y ambos traspasaban el umbral de las puertas al paraíso.
...
- Albert... - respondió suspirando Candy y tras unos segundos de silencio lo volvió a llamar - ¿Albert?.
Por unos segundos quedo paralizada. Abrió sus ojos y desperezándose se los froto. Allí estaba tumbada sobre la manta, al lado de la cesta de mimbre, que no hacia mucho ella y Albert habían dado buena cuenta de las sabrosas viandas que habían preparado y llevado para el picnic en aquel pequeño descampado del bosque a orillas del río.
-¿Dónde estas?- Se pregunto Candy mientras se sentaba y lo buscó con mirada anhelante.
Lo último que recordaba era estar allí con él, perdida entre sus brazos, sintiendo sus besos por su piel y sus arrumacos, junto con alguna que otra superficial caricia exploratoria prohibida, que junto a la calidez de los rayos del sol, de aquel hermoso día de verano, hicieron que se quedara placidamente dormida.
- Entonces... solo fue un sueño...- se dijo azoradamente- si... solo fue un sueño...- pensó mientras con su pamela se abanicó por el soleado día y el acaloramiento evocando las escenas de su sueño.
-¿Donde estas...?- se pregunto Candy anhelante mientras se reincorporaba y se levantaba caminando hacia a la orilla del río.
-¿Albert!- susurro entre extrañada y sorprendida cuando vio cerca de la orilla, su ropa al lado de un viejo tronco y dentro del agua estaba él. Albert. De espaldas a ella con el agua por la cintura.
- Albert...- llamo sonriendo Candy.
- ¿Candy!- dijo sorprendido Albert en ese momento en que se giraba y miraba hacia donde ella se encontraba en la orilla del río.