DICIEMBRE 15
Por Caro
"Espérame."
Y con esa petición ella cerró la puerta de nuestra habitación, dejándome afuera sin más explicación. Decidí ir a la sala para admirar lo que hizo con nuestro árbol de Navidad. Los adornos- miniaturas de juguetes de madera- fueron fabricados de acuerdo a sus instrucciones y ella misma se encargó de pintarlos en vivos colores con gran habilidad y delicadeza. De seguro formaran parte de nuestra familia por varias generaciones.
Lleva varios días actuando de manera muy misteriosa. ¿Qué se traerá entre manos? Durante la cena en Lakewood donde se iluminó por primera vez el árbol de Navidad, la pícara me estuvo regalando miradas y sonrisas enigmáticas. Hasta sentí su pie descalzo rozar mi pierna, algo excitante en otras circunstancias, lástima que con la sorpresa haya brincado de mi silla y derramado mi copa de vino. De seguro Albert y Candy no han dejado de reírse de mi supuesta torpeza.
¿Qué tanto estará haciendo? Ella sabe que la paciencia no es uno de mis rasgos más fuertes.
Apagué las luces de la sala y me dirigí a la recámara, seguro de que ella ya estará sentada en la cama- enfundada en su camisón de franela blanca- cepillándose su hermoso cabello. Me fascina tomarlo entre mis manos para acercarlo a mi rostro y percibir su delicioso aroma a jazmín.
Trató de abrir la puerta y me doy cuenta que está cerrada con llave.
"Cariño, ábreme."
"Un momento." Alcancé a escuchar sus pasos acercarse a la puerta para abrir el cerrojo y luego retroceder rápidamente.
"Puedes entrar, pero con los ojos cerrados."
"Es muy tarde para juegos-"
"Hazme caso."
Con un suspiro, cedí a su petición, me cubrí los ojos con una mano y con la otra abrí la puerta.
"Párate en medio de la habitación."
"No puedo" dije entre risas. "Podría tropezar con algo."
"Eso no pasará, sigue caminando" su voz un tanto lejana. Seguí su comando, hasta que dijo, "Quédate ahí."
Pasaron varios instantes, lo único que se escuchaba eran los latidos de mi corazón.
Entonces me destapé un ojo para ver que estaba haciendo ella. Y no pude evitar la reacción de mi cuerpo ante tal espectáculo.
Mi amadísima esposa había abandonado su aburrido camisón de franela para mostrarse tal Venus saliendo del mar, entre gasas que parecían espuma, mismas que yo disfrutaría mucho retirar.
No me importa que digan que abrir regalos antes de Navidad sea de mal gusto, no puedo ignorar este gesto de buena voluntad.
"¿Te gusta, Archie?" dijo ella con sonrisa casi angelical.
"Sí, Annie, me gusta mucho."
FINIS
(Fotografía del futbolista Roque SantaCruz del Paraguay cortesía de la revista Siete Días)