Buenas noches a todos los miembros de éste mágico espacio derivado del Candy Mundo, donde tuve la oportunidad hace ya quince años de conocer a las integrantes que formaron el grupo MAPSyPS durante la GF por allá del año 2003, que fuimos: Camillie Pineiro, Rocío, Fran (administradora de este foro), Elia S.C, Caro y su servidora Mina Scarlett.
Fue durante el mes de abril de 2003 que conformamos el Batallón de Infantería Pesada para el grupo Albertfan bajo la dirección de la Comandante Rosa y desde entonces jamás nos separamos. Trasladamos nuestra fecha de celebración al 28 de Mayo para no interrumpir las actividades de las posteriores guerras floridas y también para no empalmar las celebraciones por el cumpleaños de nuestro emblemático y polifacético Albert Andrew.
De esta manera, quedó fijado como hoy 28 de Mayo; como la fecha oficial de nuestro aniversario para todas las celebraciones y eventos y; en esta ocasión, les comparto un humilde regalo para todas las amantes de Albert, porque finalmente; por eso nos constituimos: POR AMOR A ALBERT.
Basado en un poema propio homónimo que escribí para la GF 2004 "El veneno de tus labios", espero lo disfruten.
Nota adicional: empecé a escribirlo en 2014 y tuve un bloqueo de 4 años nada más jajajajaja pero finalmente aquí está.
Besos
Mina Scarlett
Orgullosamente MAPSyPS
El veneno de tus labios
Fanfic inspirado en el Poema homónimo
Por Mina Scarlett
Capítulo I: ¡Peligro!
Tras emerger y tomar una gran bocanada de aire, comenzó a reír divertido. Se giró para buscar a Candy y reír juntos de esta nueva aventura y su sonrisa abandonó su rostro que se volvió pálido de golpe. Candy no emergió nunca del agua.
Desesperado y con los ojos casi desorbitados de temor, respiró profundamente y se zambulló hacia el fondo. La noche sin luna dificultaba más la poca visibilidad del lago, su desesperación fue creciendo, el miedo lo fue invadiendo y los latidos de su corazón golpeaban su pecho en un sonido que él percibía como ensordecedor. No tuvo éxito al primer intento.
Volvió a emerger tan sólo para tomar una nueva bocada de aire fresco, tan profunda que parecía haber decidido regresar a la superficie con ella o no volver.
Mientras que Candy había perdido ya el conocimiento tras haber agotado su reserva de aire al forcejear contra su vestido atascado en la caja de herramientas que la había arrastrado muy, muy al fondo. Parecía ahora una pequeña muñeca de trapo, tan frágil e indefensa. Reducida a una plomada de pesca arrastrada hasta el fondo sin remedio. La desesperación de respirar y al mismo tiempo de no hacerlo, obligó a su cuerpo a cerrar completamente su garganta y cuando abrió la boca sólo un par de burbujas escaparon y perdió el conocimiento.
Albert descendió sin detenerse en línea recta hasta el fondo, su visión se reducía a menos de un metro hasta que su brazo rozó algún material distinto a las algas de ese lago. Se giró rápidamente y palpó las amplias redes que eran ahora las crinolinas del vestido de Candy. La encontró inerte y su corazón casi explota en sobresalto. Le tomó el rostro con sus manos y cubrió su boca con sus labios. Su piel fría mortecina le arrancó un escalofrío frenético y mientras sus labios finalmente se tocaban le pasó el último hálito de su cuerpo a través de un primer y último beso.
Pero aún no era todo ¿Qué sentido tenía haberle dado una esperanza de vida si continuaba atada en el fondo? ¿Qué sentido tendría regalarle su aliento si ella no consiguiera llegar a la superficie?
Con sus últimas fuerzas, rasgó la falda y arrancó de tajo los anzuelos y herramientas atorados que la arrastraron hasta el fondo.
El aire que había logrado obtener la había hecho reaccionar a medias, tan sólo para despertar ese instinto agudo de supervivencia. Cuando recobró algo de sentido la angustia que sentía era asfixiante y se percató que aún peligraba su vida bajo el agua. Sintió claramente una fuerza extraordinaria que tiró de ella y en seguida se sintió tan ligera que parecía que flotaba y regresaba a la superficie sin esfuerzo alguno, sin embargo; por reflejo giró su rostro al fondo para percatarse que una mano la empujaba de la cintura hacia la superficie. Pataleó y manoteó con todas sus fuerzas y el breve brillo intermitente de la superficie se le figuró el cielo plagado de estrellas y cuando rompió la superficie del agua, había sido como tocar el cielo con las manos.
Respiró profundo tan pronto hubo sacado la cabeza del agua. Tosiendo y expulsando agua de nariz y boca, sin haber dejado un solo minuto de manotear, su mano derecha golpeó fuertemente un material de dura consistencia y la hizo percatarse del bote que se encontraba junto a ella flotando invertido. Se afianzó a él con todas sus fuerzas mientras aún tosía, mientras su estómago revuelto expulsaba aún agua y mientras sus pulmones continuaban tomando aire cada vez como si fuera la última bocanada de su vida. No tuvo tiempo de reaccionar que Albert no la había seguido.
Tosía todavía cuando intentaba articular palabras y no alcanzaba a completar el nombre de Albert a quien llamaba con pánico. Pero continuó llamado a Albert a gritos desesperados cuando repentinamente el bote se volvió y la empujó de nuevo a sumergirse en al agua sin previo aviso.
Nuevamente fue presa del pánico y su cuerpo actuaba por sí mismo, con las alertas disparadas al máximo de emergencia, pataleaba y manoteaba sin saber hacia dónde era arriba y hacia dónde abajo y bajo sus pies y bajo sus manos, golpeaba una y otra vez lo que a su parecer era la dura madera del bote y se aferró fuertemente. Segundos después estaba nuevamente en la superficie aferrada con todas sus fuerzas al cuerpo de Albert que debía mantener la calma por los dos y hacer doble esfuerzo para mantener a flote a ambos.
- Al… Alb… Decía Candy sin conseguir terminar de decir su nombre debido a los continuos accesos de tos y exaltación.
- Estoy bien. Trataba de responder Albert con gran dificultad. Te llevaré a la orilla. No pongas resistencia.
- Si…
Con sumo esfuerzo Albert consiguió llegar a la orilla y Candy se desplomó sin remedio en la arena, no desmayada sino completamente exhausta. Incapaz de mover un solo músculo o pestañear. Albert se dejó caer de espaldas y tardó un par de minutos en recobrar las fuerzas para alzarse en pie y levantar a Candy en brazos.
Entró a la cabaña con Candy en brazos vuelta un despojo. Las coletas desechas, el vestido hecho jirones y sin zapatillas. Por su parte aún conservaba la ropa excepto un zapato.
La dejó reposar sobre un viejo camastro de la sala mientras encendía el fuego. Luego le ayudó a quitarse la ropa dejándole únicamente el fondo de cuerpo entero que traía bajo el vestido, luego la recostó sobre una mullida piel y cojines frente al fuego. Se sacó el zapato que le quedaba, la camisa y el pantalón mojados y jaló las toallas de la cocina que cupieron en su mano. Toallas muy pequeñas como para cubrirlos por completo, pero que de algo servirían. Candy se encontraba exhausta hasta el extremo que ya no se movía aunque estaba perfectamente despierta y sólo respondía un “sí” o “no” con algunos sonidos guturales como “ajá” o “ah-ah” que acompañados de un ligero movimiento de cabeza Albert lograba adivinar mientras le secaba el cabello y se colocaba él mismo una toalla en el cuello que recogiera las gotas que escurrían de su rubia melena.
No supo realmente el momento exacto en que él se quedó dormido después de permanecer contemplando extasiado el plácido rostro dormido de Candy mientras sus labios y mejillas se habían tornado de un refulgente color rojo que resaltaban sus pecas, sus espesas pestañas le dibujaban sombras alargadas sobre sus pómulos rosas y sus rizos alborotados y revueltos iban haciéndose tan espesos como nubes de algodón.
Semidesnudos al calor de la chimenea, recostados en la mullida piel despertaron cuando la chimenea era ya únicamente brasas incandescentes y por las ventanas se colaban los primeros rayos del alba. Primero despertó ella y luego él, y cada uno contempló largamente el rostro apacible del otro. Sin morbo por sus cuerpos semiexpuestos al escrutinio de una mirada de soslayo. Inmóviles cual si se tratara de perpetuar un mágico encanto. En silencio como si la respiración difuminara una visión de humo.
Lentamente Albert reposó su mano izquierda en la mejilla derecha de Candy y le sostuvo eternamente la mirada. Ella aprisionó su mano con su hombro contra la mejilla y depositó tiernamente un cálido y sonoro beso en ella.
- Mi ángel de la guarda. Dijo ella, guardando nuevamente silencio y clavando sus verdes pupilas en aquellos ojos azules que atrapaban un tenue gris en las mañanas nubladas.
Todo querría él que le dijera: Héroe, Príncipe, Ángel de la Guarda o simplemente “Mi Albert” como ella solía hacerlo, mientras que saliera de sus labios había una reacción en su cuerpo. Un escalofrío que recorría su espalda y confluía en la nuca erizándole el cabello.
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