Advertencia, situaciones o lenguaje pueden incomodar a personas sensibles a ello. Leer bajo tu propio riesgo. Aquí esta loquera, iba a ser más explícita y larga, pero por falta de tiempo y por la premura de publicarla para este festival, aquí este experimento.
Al límite.
por
Sadness
Febrero 2017
-¡Amor!- Exclama indignado el joven trigueño, azotando la puerta y traspasando el umbral de su secreto mundo, ese que guarda sigilosamente en su laboratorio.
Le molestaba sobremanera, la cantaleta familiar que tenía que escuchar pacientemente, cada vez, que había una reunión del clan:
-Se te está pasando el tren, Stear- Le decían los íntimos.
-¿Hasta cuándo vas a sentar cabeza? –Le cuestionaba la matriarca de la familia.
-¿Acaso, piensas quedarte solterón?- Le reprochaba su hermano.
-¡Necesitas encontrar al amor de tu vida!- Le animaban los más.
-¡Insolentes!¿Qué saben ellos del amor?- mascullaba su frustración. Lo cierto es que, una vez conoció el amor, llegó en la persona de una pecosa rubia. Pero fue en vano, que germinara en él, este sentimiento, pues la rubia nunca le correspondió.
Al recordar su platónico amor, el joven no pudo evitar sentir de nuevo esa dolorosa punzada que le había fragmentado el corazón en mil pedazos hacía tiempo. En aquellos aciagos días, lloró más que la Magdalena. Pero lo supero, no fue fácil, pero lo supero; y desde aquel día juróse nunca más enamorarse, ni sufrir por un descalabro amoroso.
Por eso, cuando Patricia O´Brien, apareció con su tierna timidez y brillante inteligencia, él optó por marcar distancia, antes de que sus sentimientos le traicionaran.
-¡Además, Patricia no es mujer para mí!-Trató de convencerse así mismo.
Y su rostro apacible, tornóse de un aspecto perverso.
El joven se dirigió a un armario en específico, de los tantos que atestaban aquel lugar, unos apilaban grandes volúmenes, otros equipo de laboratorio, los más dispositivos mecánicos.
Pero aquel estante, ocultaba su guarida secreta, donde podía dar rienda suelta a su perversidad natural. El armario era una pantalla, para ocultar la puerta de entrada a un amplio salón, donde podía observarse, un sinnúmero de artilugios cuyo único fin, era producir dolor.
El joven, acarició con deleite uno de estos aparatejos y sonrío orgulloso -¡Y todos, producto de mi genial mente!-se ufano.
-Pero esta vez, tendrán que esperar mis queridas creaciones- Sonrió con malicia, tenía en mente otro tipo de perversión sexual.
En esta ensoñación se encontraba profundamente abstraído, que no escuchó cuando la privacidad de su recinto fue violada por una sigilosa y esbelta silueta, que por su andar elegante, semejaba a un felino.
-Siento llegar tarde amo- Apenas balbuceó la esbelta mujer, acercándose hasta donde el joven divagaba.
-Llegas tarde, serás castigada- Se giró para encontrarse de frente con una escultural mujer enfundada en un corset, que permitía deleitar la mirada en la redondez de sus pechos, que suplicaban por salir de esa estrecha prenda, sus largas piernas eran coronadas por medías negras que pendían de un sexy liguero. Una hermosa cabellera roja enmarcaba, la ya de por sí seductora imagen que proyectaba. Y sin embargo, ocultaba su identidad con una horrible máscara negra que le cubría el rostro.
-Lo qué usted, ordene amo- Y se acercó sumisa a recibir su castigo.
-Será para otra ocasión- Y le hizo un ademán, que la chica entendió a la perfección, acto seguido la joven comenzó a desnudar al trigueño, se acuclilló con la intención de darle una sesión de sexo oral, pero él la detuvo, moviendo negativamente la cabeza.
No quería ser excitado previamente, requería reservar su energía para esa nueva experiencia a punto de experimentar.
Había coincidió con la pelirroja en uno de esos clubes que frecuentan los asiduos al sadomasoquismo. De inmediato habían conectado, acordaron tener relaciones carentes de sentimiento amoroso, exclusivamente se trataba de placer sexual.
Desde la primera vez, se entendieron a la perfección, gustaban de cambiar de roles, a veces ella era la dominante y él, el sumiso. Stear sentía más placer siendo sumiso, que amo. Desde que la conoció, ella gustaba de portar una máscara que le cubría su rostro y con ello, el anonimato.
Esta vez, iban a experimentar una práctica sexual nueva y peligrosa…
Luego, de excitarse mutuamente y totalmente desnudos, ella montada sobre la creciente virilidad del muchacho, va apretando una cintilla de carnaza colocada alrededor del cuello de Stear, con el propósito de impedirle respirar, al acercarse el éxtasis carnal del joven, la pelirroja va tirando de la cuerda, no exenta de temor, sabe que un minúsculo descuido puede costarle la vida a su amante.
Para ella, este temor y el sentir como el miembro viril de Stear va endureciéndose dentro de su intimidad, provocan en ella una estimulación erógena nunca antes experimentada.
El joven, siente su miembro tumefacto y se encuentra a punto de llegar al climax, cuando siente una opresión en el cuello, respira con dificultad, se asfixia, le invade el miedo…la adrenalina y el deseo son un gran estimulante sexual…siente que desfallece y a la vez, su cuerpo se cimbra de placer.
-¡Stear, stear te encuentras bien, despierta…te hice daño!- La joven asustada, golpea el rostro del joven para reanimarlo.
-Ohhhh, cof-cof-cof- Después, de unos segundos el joven vuelve en sí -¿Lo sentiste, hermosa? ¿No fue genial?-carraspeando un poco, pero con un brillo en su mirada, el joven logra reaccionar- Con un poco de práctica, sabremos cuanta tensión ejercer con las cuerdas y el tiempo máximo sin respirar-
-Estúpido, me asusté en verdad, creí que habías muerto- Con más intensidad cachetea a su joven amante.
Luego, del susto, la pelirroja reconoce que fue una experiencia excitante y además, fue delicioso sentir el falo de Stear en su máximo esplendor dentro de su intimidad. También, cavila en silencio, mientras se viste, que le gustaría experimentar en carne propia la asfixia erótica, en su próximo encuentro.
Se despiden, sin un beso, sin un abrazo, carentes de toda expresión de cariño como acordaron desde un principio. Ella, sale sigilosamente, como llegó, para desaparecer en la penumbra de esa habitación.
Al otro día, muy de mañana Stear, se dirige de muy buen talante a su laboratorio, va tan distraído en su travesía que no se percata que arrolla, a su prima lejana, que como es costumbre va de visita a la mansión Lakewood.
-¡Hey, bruto, animal! ¡Fíjate por dónde caminas!-Le recrimina la joven, desde el piso a donde fue a parar.
-Lo siento, Elisa. Venía distríado- Al tiempo, que la ayuda a incorporarse.
-¡Suelta, estúpido! No necesito de tu ayuda- Incorporándose sola y siguiendo su camino.
Stear, se le queda mirando y no puede ocultar una amplia sonrisa. Sabe que su cómplice de correrías es Elisa, su desagradable, amargosa y antipática pariente. A pesar, de tratar de ocultarle su identidad con la máscara, él conoce su identidad, pero guardará el secreto.
Elisa, sabe que él, la observa, puede sentir su mirada recorrerle toda, casi como si la desnudara -¡Estúpido e inútil mocoso!- va vociferando en voz alta, para que todo el mundo la escuche –Atolondrado y adorable, Stear- piensa mentalmente, y no puede evitar esbozar una sonrisa en su rostro.