Una pequeñita historia. Mi príncipe.
Ni bien el tañido de la última campanada había reverberado en la pequeña aula, cuando aquella rapacita rubia abandonaba ésta toda presurosa, dejando atrás la pesada carga que implica ser una estudiante del parvulario, cual elegante y ligera gacela, atraviesa el solar y pronto se halla en campo abierto, se descalza, gira sobre su propio eje y se deja caer al césped, la sombra de un vetusto fresno le protege la vista de los inclementes rayos del sol. Y allí a través del follaje, ligeros guiños celestes del límpido firmamento, le hacen soñar despierta. Sueña con un príncipe de cabellos como rayos de sol y de mirada celeste. La pequeña no lo sabe aún...pero su sueño será realidad. Mientras, todas las tardes a la hora del recreo, se tumba y contempla la mirada de su príncipe azul.