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MENSAJE DEL DIRECTOR
DEL VICARIATO CHILENO
PADRE LORENZO EITING, CPPS*
* A continuación se ofrece la última homilía que entregó el P. Lorenzo Eiting en la Parroquia Santo Domingo de Guzmán, con ocasión de la Fiesta de San Gaspar del Búfalo, el 21 de Octubre de 1990. El Padre Lorenzo falleció en la madrugada del 22 de Octubre del mismo año.
A- Celebramos en la Fiesta de San Gaspar
175 años de la Fundación de nuestra Congregación
50 años de sacerdocio del Padre Bernardo Mores
25 años de sacerdocio del Padre Patricio Patterson
San Gaspar y sus compañeros, quienes por amor a la Sangre de Cristo, fundaron el primer grupo de misioneros de la Preciosa Sangre en el año 1815, el 15 de Agosto (la Fiesta de la Asunción), poniéndose bajo la protección de la Virgen María. Ellos se dedicaron:
a la predicación de la Palabra de Dios (en misiones y retiros)
fueron motivados por la devoción a la Sangre de Cristo
buscaron vivir una vida comunitaria sin votos (“Vínculo de la Caridad”)
con una dedicación especial a los pobres y marginados en el apostolado
y con una fidelidad a la Iglesia.
Desde su fundación en Giano, un lugar no muy lejos de Asís, en Italia, la Congregación se ha extendido a Alemania, Austria, Suiza, los Estados Unidos, España, Tanzania (África), Chile, Perú, Brasil, Guatemala, y ahora Polonia, Yugoeslavia y la India.
A pesar de esta lista, que podría ser impresionante, seguimos siendo una comunidad pequeña, con muchas limitaciones. En algunas partes del mundo, la Congregación está en crisis y enfrenta la posibilidad de una muerte lenta. En otras partes, hay signos de vida y esperanza. Aquí en Chile, nos encontramos entre las luces y las sombras.
Pero, como Padre Ambrosio (Lengerich) ha dicho varias veces, esta puede ser la manera en que Dios nos ha llamado a vivir la pobreza – en la pequeñez y en la debilidad. Cuando el Señor llamó a los primeros discípulos, El no les prometió grandes cosas; tampoco les ofreció riqueza ni poder. Al contrario, les pidió un abandono total. “Si alguno quiere ser discípulo mío, olvídese de sí mismo, cargue con su cruz y sígame. Porque el que quiere salvar su vida, la perderá; pero el que pierda la vida por causa mía, la encontrará” (Mt. 16, 25-25).
El los llamó libre y misteriosamente, se dio a conocer y los mandó para anunciar juntos el Reino de Dios. En síntesis, esta ha sido nuestra llamada: anunciar el Reino como Misioneros de la Preciosa Sangre.
Hoy nuestra acción de gracias es también para celebrar los años de sacerdocio de Padre Bernardo y Padre Patricio – gran parte de su vida sacerdotal dedicada al pueblo Chileno.
Padre Patricio ha estado más de 20 años en el sur de Chile, primero en Río Negro y después en Valdivia. Padre Bernardo ha trabajado por más de 40 años en Chile; en Río Negro, Pitrufquén, y aquí en Santiago, en la Parroquias San José (dos veces) y aquí en Santo Domingo de Guzmán. Ellos han respondido generosamente al llamado del Señor, a dejar sus casas, familias, patria y cultura – y aquí en Chile han encontrado una nueva familia, nuevos padres y nuevos hijos. Junto con ellos, damos gracias al Padre por este favor.
B- Pidamos perdón
Un aniversario, sea personal o comunitario, es también el momento de hacer una revisión de vida. Y en esto, nosotros, los Misioneros de la Preciosa Sangre debemos pedir perdón.
Perdón
Porque no hemos sido siempre fieles a nuestra vocación como Misioneros de la Preciosa Sangre.
Por no dedicarnos más intensamente a la predicación de la Palabra de Dios.
Por no irradiar una profunda devoción y espiritualidad de la Preciosa Sangre.
Por nuestra falta de vida comunitaria, que debe ser un verdadero signo de solidaridad ante los hombres.
Por nuestra falta de compasión y caridad.
Por no dar preferencia a los pobres y marginados.
En lo personal, pedimos perdón
Por nuestro individualismo y egoísmo.
Por nuestras comodidades.
Por nuestros malos ejemplos, que muchas veces escandalizan.
Por nuestra falta de testimonio.
Por no dejar todo para seguir al Señor (“te seguiré, Señor, pero…”)
Por nuestro fariseísmo; que exige más al otro, que lo que hacemos o damos nosotros mismos.
Porque nuestro celibato no es siempre un signo convincente de la presencia del Reino de Dios y de un amor libre y maduro.
Como Comunidad pedimos perdón
Nuestra incapacidad de trabajar juntos y desarrollar una proyección clara del Vicariato.
Nuestros distintos modelos de Iglesia y propios intereses que nos impiden tener una clara identidad como Misioneros de la Preciosa Sangre.
No hemos siempre acompañado a los laicos en el desarrollo de su vocación cristiana; tampoco los hemos acompañado en sus deseos de vivir la espiritualidad de la Preciosa Sangre.
No saber aprovechar bien los talentos y las inquietudes de los miembros y quedarnos solamente en responder necesidades, sin arriesgarnos y sin buscar nuevos estilos de apostolado.
No saber escoger a los jóvenes que quieren seguir al Señor en la vida consagrada.
No acompañar al pueblo en sus proyectos y en su desarrollo integral.
No asumir la causa de los pobres y por no apoyarlos en la conquista de sus justos derechos.
Pedimos perdón por todo esto y por mucho más, al Señor y al pueblo de Dios.
De alguna manera, espero que esta celebración sea para nosotros una manifestación de nuestro deseo de corregir nuestros errores y con la gracia de Dios, experimentar una sincera conversión. Que el Señor nos ayude a tener una mejor comprensión de nuestra identidad y ser una comunidad más unida y más fiel a su misión y al carisma de nuestro fundador. Y por medio de una vida contemplativa y una persistente oración, podamos crecer en nuestra fe, descubrir nuestra misión profética y responder a nuestra Iglesia que nos llama a una renovación y conversión.
C- Conclusión
Al final, queremos agradecer a todos los que han venido a celebrar cono nosotros hoy:
A los sacerdotes y religiosas que han trabajado con los miembros del Vicariato en sus 43 años en Chile.
Y sobre todo, a los laicos (adultos jóvenes) que están representados por los que han venido a esta Eucaristía.
Su presencia nos estimula y nos asegura que, a pesar de nuestras muchas fallas, hemos logrado compartir algo de nuestra espiritualidad y hemos formado parte de la Iglesia en Chile, poniéndonos al servicio de su pueblo.
Recen por nosotros y por nuestros hermanos Misioneros en otras partes del mundo, para que podamos seguir en lo que San Gaspar llamó “la obra de Dios”.
Demos gracias a Dios también, por tantas hermanas y hermanos nuestros que han sido un verdadero testimonio de fe – sacerdotes que han trabajado antes de nosotros, obispos, diáconos permanentes y laicos.
Ayúdanos Señor, a ser tu Iglesia misionera que sabe meditar, adorando y amando tu Palabra, para transformarla en vida y comunicarla a todos los hermanos. Amén.
(Padre Lorenzo Eiting, CPPS)