El Padre Lawrence Schmieder de la diócesis de Cincinnati, ahora sirviendo de capellán en la Marina de Miami, Florida, fue el anfitrión de tres de nuestros Padres C.PP.S., el Padre Emil Schuwey, Donald Thieman y Milton Ballor, cuando se detuvieron allí en su ruta hacia Chile. La cola del huracán Ella, nos informa, añadió más confusión al tratar de juntar a los tres Padres y ponerlos a bordo del avión a Santiago de Chile, ya que ellos venían de distintos aeropuertos. “Después de arreglar los detalles para el Padre Thieman y el Padre Ballor”, escribe el Padre Schmieder, “fuimos a la oficina de la Aerolínea Cinta, para verificar el pasaje del Padre Schuwey. Anteriormente había transferido su equipaje en la mañana para Cinta. Luego fuimos a aclarar el asunto con un encargado de Pan-American que estaba sustituyendo al cónsul local de Chile que estaba con permiso desde el 1 al 30 de septiembre. Al menos ése era todo su permiso por septiembre.
“El avión para Chile estaba programado para partir a las 4:00 P.M. (4 de septiembre). Pero fue pospuesto para las 5:30. Cuando llegamos al aeropuerto, habían adelantado la partida para las 5:15. El Padre Thieman tenía exactamente 40 kilos de equipaje; no cabe duda que su preparación en logística en St. Joe’s College lo calificaban para ello. El Padre Schuwey primero puso el pie en la balanza, lo que hizo que el Padre Thieman estuviera un poco preocupado por sus cuidadosos cálculos que había hecho.
El avión Cinta era un DC-4. Uno de los mecánicos de las Aerolíneas National es un reservista de nuestra ciudad, de manera que le pregunté por la historia del avión: los compraron a las United Airlines. Bueno, de alguna manera, alrededor de las 6:00 P.M. subieron a todos los pasajeros a bordo, y nos llevaron hasta el punto de despegue. Muy luego el avión empezó a retroceder. Verifiqué con nuestro mecánico, que estaba cerca de otro mecánico que tenía un walkie-talkie y supimos que lo que había pasado era que las ruedas habían perdido un poco de líquido hidráulico bajo el ala izquierda.
Mientras esperábamos las reparaciones necesarias, los pasajeros se bajaron. Cuando desembarcaban, el copiloto explicaba procedimientos de “desembarque” en castellano y el Padre Schuwey traducía a los pasajeros. Los pobres Padres Thieman y Ballor ya se tiraban por la ventana. Finalmente, a las 6:43, con todos los motores funcionando suavemente, el avión despegó para Chile.
El Padre Schmieder no lo supo en ese momento, pero quedaban más problemas con el avión en ese viaje. El Padre Schuwey después de su llegada a Chile envió la siguiente nota:
“Estoy comenzando a preguntarme si Cinta será una aerolínea tan buena para viajar. Después del incidente en Miami, hubo otro en Antofagasta. Parece que uno de los motores estaba perdiendo aceite, a juzgar como se veía el ala y todo el costado del avión. La intención original era desviarse de Antofagasta, sólo sobrevolando para demostrar que todo estaba bien. Pero aparentemente no lo estaba. Fue verificado el motor que perdía aceite y cuando la tripulación vio que no se incendiaba, procedieron en forma típica a sacar todos los salvavidas y los botes, ya que el viaje era sobre tierra.
“Dimos un buen salto, después de tres horas que habíamos salido de Miami, justo a la hora de almuerzo. Justo cuando les habían servido a todos, el avión comenzó a moverse. Se encendió el aviso del cinturón de seguridad y se sintió como si se hubiera caído un ala. Las mujeres gritaron y mientras tanto, se caían los platos, el vino y la comida al suelo. Un hombre trató valientemente de sujetar su bandeja, pero igual se cayó. Su bandeja y comida siguieron el ejemplo – y directo sobre su traje – después de haber quedado como suspendida en el aire. Y no fue el único. Todavía no comprendemos por qué el Padre Thieman y yo ni siquiera perdimos una arveja de nuestras bandejas (Precious Blood Messenger, noviembre, 1958, págs.338-339-340-341, Vol.II).
Nota: El Padre Donald Thieman referirá años después al Padre Antonio Baus otro incidente en la parada extraordinaria de su avión en Antofagasta, y que quedó plasmado en un libro de anécdotas: “cuando ya cansado y nervioso (el Padre Donald) con todo lo ocurrido, decidió acudir apenas aterrizado el avión, a los recientemente inaugurados servicios higiénicos del aeropuerto y aliviarse así de los líquidos acumulados durante el viaje. Cuál no sería su sorpresa, al descubrir que sus pantalones y zapatos habían quedado totalmente mojados, porque el urinario estaba desconectado por debajo, dejando escurrir todo directamente al suelo. El Padre Donald pensó: ¡Bienvenido a Chile!” (La Historia y una sonrisa, Anécdotas. P. Antonio Baus, CPPS, Santiago, Chile 2008).