COMUNIDADES CRISTIANAS Y BENDICIONES DE HOGARES
Por Bernard Mores
En Latinoamérica, desde Río Grande en México al sur, hay más o menos, 200 millones de católicos bautizados – alrededor del 85% de la población. La mayoría son católicos, sólo en el nombre, y muchos no han recibido nunca la Eucaristía, no están confirmados y no están casados por la Iglesia. Aquellos que asisten fielmente a Misa son alrededor del 10% del total.
Para revitalizar la Iglesia y escapar de esta visión de una Iglesia masiva y para obtener calidad de esta gran cantidad, los Obispos de Sudamérica en Medellín, Colombia, en 1968, y pronto después en Chile, vieron la necesidad de formar pequeñas comunidades de base con católicos practicantes. El propósito de estas pequeñas comunidades es alentar a los católicos que pertenecen a ellas a pensar con la Iglesia, a sentirse verdaderos miembros, también a vivir juntos en un lazo más firme de caridad y a hacer un compromiso cristiano.
Cuando estuve en casa el verano pasado (1977) fui invitado a participar en las bendiciones de hogares que son tradicionales en St. John, Whiting, Estados Unidos. Recuerdo cuando niño que el Padre John Kostik acostumbraba a venir a bendecir nuestro hogar.
A medida que visité las casas, quedé impresionado por la vivencia cristiana y la hospitalidad y también por los problemas de algunas familias. Me llevó a lo que los sociólogos católicos habían estado diciendo durante largo tiempo: el apostolado más efectivo es visitar a las familias y el contacto personal. A todos los latinoamericanos les encantan las bendiciones. De manera que cuando regresé a Chile y anuncié a mi gente que bendeciría todos los hogares, recibieron la idea con entusiasmo.
Una breve descripción de nuestra parroquia santo Domingo de Guzmán demostrará que no es un trabajo fácil para un solo sacerdote. La parroquia está compuesta principalmente por edificios de departamentos de cuatro y cinco pisos, que llamamos blocks. (Traten de subir cinco pisos una media docena de veces en una tarde).
Algunos blocks tienen veintiséis departamentos, otros sólo veinte; otros están como unidos y tienen hasta cuarenta departamentos. En conjunto hacen alrededor de 1.500 familias. La mayoría son bautizados católicos, pero sólo alrededor de 900 familias aparentemente viven su fe. Sin embargo, debemos tratar de llegar a todas las familias, practicantes o no.
Cada bloque o sector de la parroquia tiene su delegado parroquial que es responsable de entre nueve y veinticinco familias. Hay cuarenta y cinco delegados en total, y a medida que bendecía los hogares, les anunciábamos una reunión de familias con cada delegado. Las reuniones se realizan todas en las casas de las diferentes familias, y van rotando. En los meses pasados tuve más de cincuenta reuniones desde las nueve de la noche hasta medianoche.
Todos los grupos se han comprometido a tener reuniones semanales o al menos mensuales. Vemos que si ellos no vienen a la iglesia, nosotros tenemos que ir hacia ellos.
Estos pequeños grupos son guiados por equipos de gente que se han formado ellos mismos en comunidades cristianas.
Esperamos que estas visitas a las casas, los grupos de reflexión sobre la Biblia, la mayor cercanía y unidad de las familias cristianas den fruto de una nueva vida en Cristo y un testimonio de Su Evangelio en la vida diaria. (Cincinnati CPPS Newsletter, Nº 82, Junio 12, 1978, pág.639)