06. Llegando a la Parroquia San José de Garín

LOS PRIMEROS PASOS EN LA PARROQUIA SAN JOSÉ DE GARÍN

 

         El mes pasado, la Sociedad de la Preciosa Sangre se hizo cargo en Chile de su quinta parroquia. Es la parroquia de San José en Santiago. El domingo lº de agosto, en la Misa de las once, el Padre Kostik fue instalado como párroco. El Padre Kostik escribe acerca de la ceremonia: "Mi predecesor me dijo que me pusiera los mejores ornamentos que tuviera la iglesia, mientras él se puso una capa pluvial blanca, o que al menos fue blanca, en un tiempo. El color del día era gris así es que le dije que buscara entre mis pertenencias una capa pluvial verde. Había una estupenda de terciopelo que probablemente usó algún párroco por algunas décadas en los EE.UU. En el momento esperado, las pequeñas campanas de nuestra torre anunciaron la llegada de su Excelencia, el obispo Pío Alberto Fariña, el mismo que había instalado al Padre Wilson en Santo Domingo. La iglesia estaba repleta. Por supuesto esto no era raro, ya que en ella cabrían a lo más  400 personas. ¿Qué es esto para una parroquia de cuarenta mil almas? Pero yo estaba contento de que muchos estuviesen presentes. Para el Evangelio, el Obispo subió al púlpito y en un breve discurso, señaló mis deberes y me dio una calurosa bienvenida. Él se quedó hasta el final de la Misa, pero no al almuerzo que nos fue traído y servido por los vecinos, en el pequeño comedor de la casa parroquial. El Padre Jungwirth, nuestro Vicario Provincial suplente, nos acompañó en el almuerzo. Pronto, después de esto, todos los Padres se fueron y me quedé solo, sintiéndome un poco solitario en medio de gente totalmente extraña para mí. Uno queda con ese sentimiento de soledad, de vez en cuando, entre gente cuyo lenguaje, educación y nivel de vida son diferentes. La evidencia de que esta gente son seres humanos, y tienen alma, deja de lado cualquier otra consideración. En mi primera semana aquí, tuve 21 visitas a enfermos, 16 bautismos y un matrimonio in artículo mortis (en peligro de muerte). El inicio de agosto señala el fin del invierno en Chile y ésta es la razón que se da para el número extraordinario de visitas a enfermos. En una semana tuve cuatro matrimonios y convalidé otros tres. Los feligreses pertenecen a la clase trabajadora. Entre ellos hay algunos de los más pobres, pero en la medida en que me voy relacionando mejor, encuentro que entre ellos hay excelentes familias. Son económicos, honestos y muy correctos. El chileno promedio tiene algo que lo hace ser un caballero. Podemos aprender mucho de él. 

         "El Padre Bernard Mores se vino a vivir conmigo el jueves 5 de agosto, al mediodía. Cambió la atmósfera de toda la casa. Estoy seguro que ambos aprovecharemos mucho de esta compañía. He sido interrumpido muchas veces durante la escritura de esta carta, pero lo más agradable fue la visita de los dos recién llegados Padres Fullenkamp y Seberger. De acuerdo a la costumbre del país, fueron invitados a tomar té, tiempo que aprovechamos para hacer todas las preguntas que hacen aquellos que han estado fuera de casa por casi un año. Los nuevos Padres estaban tiritando un poco con el frío de aquí en esta época, que sin la adecuada calefacción, puede ser bastante frío. Encendemos unos cuantos carbones en un brasero y nos quedamos despiertos hasta que se acaba el calor. Generalmente nos vamos a acostar temprano, rogando que no haya una llamada para visitar a un enfermo durante la noche. En esta parte de la ciudad, el barro es denso y pegajoso, pero estoy dando buen uso a las botas del Padre Wilson.

         Ya se pueden imaginar que debido a las condiciones de vida las enfermedades cobran su cuota en esta parte de la ciudad. Acabo de regresar de visitar a una niña agonizante de más o menos quince años. Ella se está muriendo a causa de la tuberculosis. La falta de alimentación adecuada, puede ser también la causa de muchas enfermedades. El martes pasado fui a ver a un sordomudo que estaba agonizando en una choza, tan sucia, que me fue imposible permanecer mucho tiempo allí y a la vez retener mi desayuno. Me conformé con la forma breve de los ritos de Extrema Unción y última Bendición. El hombre murió luego, en unos pocos minutos. Fui a la estación de policía para conseguir ayuda para su entierro, ya que el hombre parecía ser un indigente, pero los vecinos, aunque eran también pobres, hicieron una colecta para ayudar a hacerle un entierro digno. Por la tarde me llamaron para hacer el rito fúnebre. Al ver el cuerpo recostado en una mesa, envuelto en una sábana, con la tenue luz de algunas velas, para aumentar el misterio de la escena, me dio una sensación horripilante. La gente se arrodilló devotamente, y luego de mis oraciones una mujer me pidió que le enseñara a rezar el rosario. Cuando me fui, me acompañaron tres grandes choferes de micro. Dos de ellos, de hecho me llevaron del brazo por todo el camino, y yo pensé 'No dejaré que tu pie tropiece en piedra alguna" (Mt.4,6). Este gran cariño de la gente, naturalmente nos enseña a quererlos. Yo sé que todos nuestros amigos continuarán rezando por el éxito de nuestro trabajo aquí en Chile."(The Gasparian, Vol. XI, Nº 8, 20 de Octubre, 1948)