Por Leo Herber
El 18 de mayo, todos los CPPS en el sur de Chile se concentraron en Río Negro. Cualquier reunión de negocios estaba fuera de lugar. Estábamos juntos para celebrar el trigésimo aniversario de la ordenación del Padre James Bender y el mío. Me hice cargo de esta parroquia a comienzos de marzo. El Padre Jim, ahora convaleciente en Santiago después de un serio problema al pulmón, vino para que pudiéramos celebrar todos juntos. La Providencia nos unió, durante el Seminario, también en Detroit, en nuestros primeros años de sacerdocio. En 1954 llegué a Chile y un año después, el Padre Jim también. Nuestros años en Chile nos han unido más, ya que hemos estado estrechamente relacionados en las diferentes misiones que se nos presentaron.
Para mí el día tiene un especial significado familiar también, ya que es al mismo tiempo el aniversario de mi hermano el Padre Alvin y de mi primo, Padre John Herber.
El almuerzo los reunió a todos alrededor de la mesa. Pienso que no hubo un significado litúrgico, ni personal, en especial en el hecho de que Purranque me enviara la cabeza de un chancho asado como plato principal del menú. Estaba delicioso. Por supuesto, el Padre Joe Navarrete, el Padre John Falter y el diácono Juan Stuardo tuvieron que añadir las antífonas apropiadas cuando lo traían.
Desde Valdivia, vino el Padre Richard Beischel, el Padre Don Thieman y el Padre Patrick Patterson. El Padre Tom Hemm que está en los EE.UU. con permiso, se perdió algo valioso.
La tarde siguió o con un juego de bridge, o con una siesta, o caminando para paliar los efectos del chancho. El tiempo estaba excelente. Al menos no estaba lloviendo.
A las 7 P.M. se celebró la Misa de Acción de Gracias. La iglesia, que solo tenía 32 personas cuando nos instalamos como párroco allí, estaba atestada completamente. Se unió a la celebración de la familia CPPS el vicario capitular de la diócesis, el secretario diocesano y el párroco de la parroquia vecina de Puerto Octay. El Padre Patrick Patterson predicó el sermón. Fue párroco aquí a fines de los años 60 y sus feligreses lo recuerdan muy bien. Durante la Misa comencé a reconocer caras de Purranque. Sólo al dar la comunión me di cuenta que había un buen número de ellos. Después de la Misa, los representantes de Purranque vinieron a abrazar al Padre Bender (que está aquí conmigo por un tiempo) y a mí. Había casi 100 personas en ese grupo. También vinieron otras 20 desde Osorno, del Cursillo.
El ejercicio de los abrazos nos dejó un poco cansados, a mí y a Jim, pero teníamos que dirigirnos al colegio en donde unas jóvenes comunidades cristianas recién formadas nos tenían preparado un ágape para nosotros. Esta fue la primera ocasión en que las 9 comunidades recién formadas se reunieron. Fue muy alentador, por decir lo menos, ver su unidad y amistad. También estaban representadas las 17 comunidades rurales. Todos habían contribuido con exquisiteces para la mesa, y gracias al apetito rural, no quedaron muchas sobras.
El Padre Remo Pistrin, el vicario capitular, agradeció a los Padres de la Preciosa Sangre su trabajo en la diócesis. Tiene un vínculo personal con nosotros, a través de su trabajo con nosotros aquí en la diócesis, como también en una visita ocasional que hizo a nuestros Padres en San Borja, en Lima, en donde se detuvo para ofrecer Misa mientras iba de paso a Italia su tierra natal.
Para el padre Jim y para mí, pienso que la celebración fue un maravilloso impulso, celebrando juntos entre tanta gente, que ambos conocemos y respetamos, y cuya fe, en cierto modo habíamos compartido con la nuestra. Durante las ceremonias y las festividades, recordé las palabras en que el Padre Carl Herber basó su sermón el día de mi Primera Misa: El Señor ha hecho maravillas en mí. Alabado sea su nombre.
Leo Herber
Cincinnati CPPS. Newsletter, Nº143, junio 17,1982, Pág. 1.122- 1.124)
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