Después de cinco años de labor Misionera en Chile los Padres Carl Reikowsky y Alphonse Jungwirth volvieron a los Estados Unidos para unas bien merecidas vacaciones. Siempre ha sido una dificultad poder atender a la gente del Sur del país, según nos lo señala el Padre Reikowsky, quien durante una breve entrevista con el procurador de las Misiones lo puso al tanto de algunas de las dificultades con las que ellos tienen que enfrentar.
"Los sectores rurales están habitados por dos tipos de personas, los dueños de la tierra con grandes propiedades, y sus trabajadores contratados que tienen mezcla de indígena y sangre española. Los dueños de las tierras ciertamente están dispuestos a construir capillas en sus fundos debido a que son ricos y muchos de ellos tienen aserraderos en sus campos en donde además pueden conseguir grandes cantidades de madera barata. Debo agregar que los trabajadores en estos aserraderos tienen un sueldo aproximado de cuarenta centavos de dólar al día, y que los troncos son llevados al aserradero mediante bueyes. Nuestro problema ahora es como tratar de conseguir que estos trabajadores vengan y hacerlos participar de la fe, ya que muchos de ellos vienen muy poco al pueblo.
Si acaso tenemos una Misión y pedimos alojamiento a alguno de los dueños de fundo, ciertamente nos vamos a encontrar con un montón de problemas. El dueño de fundo no es católico, sino un extranjero que está enamorado con el viejo campo, como era antaño y no tiene mucha simpatía con aquellos que piensan de una manera un poco diferente, o que tienen métodos yanquis idealistas. Éste no siempre es el caso, pero para muchos de nosotros así lo es, incluso si pudiéramos obtener alojamiento allí, los trabajadores, de los cuales el noventa por ciento son analfabetos y con una fuerte influencia de sangre indígena, nos mirarían con recelo, porque nos verían venir hasta ellos, desde la casa del dueño del fundo, y se preguntarían si nosotros estamos de parte de estos últimos. Esto lo sé por experiencia ya que nos ha ocurrido varias veces. La gente no viene a las Misiones, y si acaso lo hacen será sin que dejen que tengan efecto en sus vidas. Además, nos vamos a ver enfrentados al hecho de tener que improvisar una capilla en un establo o bien al aire libre.
Hemos tratado de resolver este problema desde hace varios años. Debemos tratar de llegar a la gente sin perder su confianza, en su tiempo libre, que es después de la puesta del sol, ya que ellos trabajan hasta que hay luz. La única respuesta es construir una capilla rodante.
Nuestro proyecto es el siguiente: una pequeña casa rodante que pudiera ser remolcada por nuestro Jeep. Debe ser pequeña, para que pueda llegar a los sectores más apartados y pasar por caminos en los cuales no se ven más que las huellas de carretas tiradas por bueyes. Pero al mismo tiempo, que sea lo suficientemente grande como para acomodar a dos sacerdotes, y también debiera tener en la parte de atrás una mesa para un altar. Ya hemos comenzado a trabajar en ella. Somos arquitectos aficionados, ya que estamos en Chile y nosotros mismos hemos diseñado los planos, y esperamos que el producto llegue a quedar totalmente terminado, llegando a ser un motivo de sorpresa para cualquiera de los que viven en esas montañas. Tendrá un diseño aerodinámico y estará cubierta con una plancha de aluminio, en la cual se escribirá en grandes letras que esta es la Capilla Rodante de los Padres de la Preciosa Sangre.
El equipamiento incluirá un sistema de iluminación, un proyector de películas, una proyectora de diapositivas y un sistema de amplificación. Poco a poco estamos reuniendo el equipo, pero siempre cualquier ayuda es bienvenida.
¿Qué es lo que nosotros esperamos al poder lograr todo esto? En primer lugar nuestras manos no estarán atadas, por tener que estar viviendo con el dueño del fundo. Podremos desplazarnos de un lugar a otro según sea nuestro deseo. Podremos estacionarnos en medio de pequeños pueblos, en donde viven los trabajadores, a menudo poblaciones de unas cincuenta familias. Nuestro equipamiento no puede fallar, para que logre atraer a cada uno de los trabajadores que vive en el sector, a varios kilómetros de distancia de donde nosotros nos encontremos. También podemos ganar la confianza de los trabajadores, ya que no estaremos así relacionados con el dueño del fundo en ninguna forma. Mientras tanto el programa de la construcción de nuestra capilla puede seguir andando como lo tenemos planificado. Se necesitan dos o tres capillas más en las zonas más populosas, pero recuerden que nosotros estamos a cargo de una población de treinta mil habitantes, en tres parroquias, (y en un área de 4.800 kilómetros cuadrados). Menos de la mitad está cubierto con las cuatro capillas y tres parroquias, que por ahora tenemos a nuestro cargo.
Nuestra necesidad más inmediata es el equipamiento. Veinte dólares podrían comprar dos literas, veinticinco dólares podrían ser para comprar la cocina, y cuarenta dólares alcanzarían para el generador eléctrico. Las proyectoras costarán más, pero nosotros sabemos que Dios proveerá.
Nosotros pensamos que hemos encontrado la respuesta a nuestras inquietudes. Necesitamos las oraciones de mucha gente para pedirle a Dios que nos dé la fortaleza y el coraje en este nuevo proyecto" (The Precious Blood Messenger, febrero de 1953, pp. 50 - 51).